domingo, 24 de febrero de 2008

Cuba, la revolución que no fue (3/3)

Un monopolio absoluto sobre la vida del ciudadano, dictadura militar y estado policial en toda regla, una propaganda totalmente controlada y reducida a proclamas... imposible resulta justificar un régimen, y mucho menos desde una perspectiva libertaria, a pesar de sus repetidos logros en educación -con la sombra constante del adoctrinamiento político, no lo olvidemos- y sanidad. Como ya he comentado en ese breve apunte sobre el anarquismo en Cuba, en el régimen castrista están prohibidas las ideas libertarias -cosa que no debe extrañar a nadie con dos dedos de frente-, no hay ninguna posibilidad de que florezca un movimiento anarquista, que tiene que mostrarse forzosamente latente en todos los rincones del planeta -me atrevo a decir que es algo inherente a la condición humana-. Así es y así me atrevo a decirlo, a pesar de las previsibles acusaciones de todo tipo: en nuestra débil democracia electiva, y en el injusto y embrutecedor sistema capitalista, existe la posibilidad de organizarse, instruirse y crecer individual y colectivamente en el movimiento libertario; existe la posibilidad de seguir luchando, cosa que en el sistema totalitario cubano no. ¿Que el Estado, sea cual sea su forma, se enfrentará a quien lo combate? Por supuesto, pero hasta que ese momento llegue debemos demostrar que las ideas y la acción anarquista se muestran vivas y en desarrollo, debemos demostrar que nuestras ideas están presentes en la sociedad y llenas de fuerza; personalmente, rechazo a priori todo proyecto utópico pospuesto para una sociedad futura, ya que el propósito es que no exista división entre ideas y praxis. El socialismo de Estado ya es historia, basta de falsos mitos, su fracaso ha sido una triste realidad; habrá quien todavía sostenga que en las grandes revoluciones marxistas pudo haber una orientación libertaria, lo dudo mucho: ejecución, cárcel o exilio ha sido lo que ha esperado a los anarquistas, y a toda oposición, en esos regímenes. Los anarquistas no debemos posponer la ética para una supuesta sociedad futura, la ética debe ser también un medio para la consecución de todo bello fin; es por eso que me resulta lamentable toda mitificación de una acción violenta o la arbitraria connivencia con aquellos (tan deseosos de convertirse en Estado) que adoptan la lucha armada contra un Estado o contra el sistema capitalista.

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