sábado, 31 de mayo de 2008

La búsqueda de la eudemonía

Max Nettlau afirmó que "la idea de la historia anarquista es inseparable de la historia de todos los desarrollos progresivos y de las aspiraciones hacia la libertad"; naturalmente, la ruptura de los lazos autoritarios iría paralela a un desarrollo suficiente y a una libre expansión de los sentimientos sociales (solidaridad, reciprocidad, generosidad...). Su concepción de la historia de la humanidad era la de un progreso hacia la liberación de esas cadenas y obstáculos autoritarios, pero considerando esa tarea tremendamente ardua y esa supuesta linealidad histórica con numerosas fluctuaciones. En los antiguos tiempos, tal vez la lucha por la vida y la ayuda mutura se mostraban inseparables y el progreso se produjo gracias a "independencias e individualizaciones fundadas en un medio de sociabilidad relativamente seguro y elevado". Nettlau, estoy seguro que sin ningún ánimo de sostener la superioridad de ninguna cultura sobre otra, afirmó que no fueron posibles grandes progresos intelectuales en los grandes despotismos orientales, pero sí en el mundo griego, compuesto de regiones autónomas, gracias a la filosofía. La especulación filosófica posibilitó reflexiones al margen de la tradición religiosa; por supuesto, el paso del mito al logos no se produjo de la noche a la mañana ni por individuos inexplicablemente dotados, fue una labor compleja que se dio durante varios siglos y en el que la religión tuvo también su papel. Pero el sueño de progreso y felicidad ya se estaba empezando a concebir. Se suele hacer una analogía de la Antigua Grecia con el periodo que abarca hasta la Revolución francesa, siendo el siglo de las luces o Ilustración de los griegos el siglo V a.e. Nettlau menciona varios nombres de aquellos tiempos: Aristipo, fundador de la escuela cirenaica, individualista radical que negaba toda independencia externa, redujo la virtud al placer (siendo el camino para ello la sabiduría) y consideró el origen de la sociedad (no enfrentada a sus ideas individualistas) en la búsqueda de ese placer con el prójimo; o Antifón, al que Nettlau le atribuye directamente ideas libertarias, perteneció a la segunda generación de sofistas y en el conocido antagonismo entre ley natural o ley por convención (apariencia) se mostró más partidario de la primera. Pero el gran nombre para Nettlau es Zenón (342-270 a .e.), fundador de la escuela estoica. Estos primeros estoicos recogieron rasgos de la escuela cínica, especialmente en lo político y en lo moral, y se preocuparon enormemente de cuestiones lógicas y físicas (siendo sus concepciones sobre el destino y la aceptación las más matizables y cuestionables, y también las más conocidas hasta formar parte del habla popular). Los estoicos consideraron que la eudemonía (estado de satisfacción) se lograba en el individuo gracias al constante ejercicio de la virtud y a la propia autosuficiencia. Habría que vivir conforme a la Naturaleza, entendiendo "lo natural" como "racional". Zenón trato de eliminar toda coección externa y consideró que el impulso moral propio de cada individuo podía ser el regulador de sus propias acciones así como de la comunidad: "Fue un primer grito claro de la libertad humana que se sentía adulta y se despojaba de sus lazos autoritarios, y no hay que asombrarse de que ese trabajo fuese ante todo depurado por generaciones futuras, luego completamente dejado al margen para irse perdiendo". No obstante, Nettlau consideró que las exigencias de Zenón y del estoicismo dieron lugar al nacimiento del derecho natural, transmitido durante siglos como una concepción verdaremente justa y equitativa.

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