jueves, 2 de octubre de 2008

Meditando aquí y allá

Las connotaciones religiosas de la palabra "meditación" (practicada en toda suerte de centros, templos o demás, con cierto afán gregario), la cual tiene por otra parte un significado tal vez demasiado amplio susceptible de ser apropiado por toda creencia reduccionista en lo humano, es algo que me provoca todavía más ganas de cuestionar y de reflexionar (palabra que, tal vez, podría ser intercambiable con "meditar" sin el asomo de ninguna dudosa espiritualidad). Parto de que la religión, en todas sus formas, aprovecha las dolencias y debilidades del ser humano para llevarle a un terreno donde asegura que va a encontrar alivio en busca del "sentido de la vida", del conocimiento de sí mismo y del exterior o de lo trascendente (en una abstracción, bastante cuestionable en mi opinión). Naturalmente, partimos aquí de una cosmogonía muy diferente a la de los creyentes, con su insistencia y necesidad de "algo" que trascienda a la persona (habría que machacar con que esa necesidad de trascendencia es artificiosa y no inherente al ser humano). Meditar, en su acepción más amplia en castellano, es aplicar con profunda atención el pensamiento a determinado asunto (con todos las factores sicológicos y cognitivos que hacen que la cosa derive por un lado o por otro muy diferente) o también reflexionar sobre el acceso al conocimiento (donde las herramientas formativas de la persona, y su capacidad, serán esenciales). Meditar, a mí, me lleva a considerar que somos el producto de una evolución biológica y el resultante de miles de años de historia del pensamiento (aunque tan a menudo no se note e insistamos en constantes regresiones y en lecturas más bien pueriles). Meditar, con afán de mejorar en todos los ámbitos de la vida, me resulta inseparable de la moral (una moral que no resulta de ninguna luz divina y sí es reconocible) y del conocimiento (un conocimiento no trascendente, ni limitador, ni ajeno a la vida del ser humano y su entorno). Meditar me lleva a la consideración de que parto de una lectura material de la existencia con el fin de mejorar las condiciones de vida (la cuestión espiritual solo la asocio a la belleza y a la razón, nunca a ninguna trascendencia que reduce el potencial del hombre); no sé si ello me convierte en un materialista o mecanicista (la verdad es que suelo huir de las etiquetas), ya que la moral y las pasiones creo que deben completar y corregir la rigidez de cualquier análisis meramente científico.
La palabra "meditación" tiene un origen escolástico y parece que representaba, para la filosofía medieval, una de las posibilidades de adquisición de ciencia (que, muy pronto, aparecería como insuficiente y necesitaría de una exposición y un análisis más amplios). Con la influencia del pensamiento oriental, la palabra adquiere un nuevo uso que alude al recogimiento interior o contemplación propios de las religiones orientales (me parece que el yoga algo tiene que ver con ello). Tal vez se diga que la meditación no tenga necesariamente una connotación religiosa, y sí constituya una herramienta de conocimiento que complete a la percepción y la experiencia (con todo lo ambiguo que eso resulta), pero el peligro que observo es que tras una retórica más o menos atractiva (insistiré en que la religión trata de aprovechar las dolencias, físicas o mentales) esa "contemplación interior" queda subsumida en cosmogonías dudosas y no es sino una pieza más de unas creencias en que la persona queda subordinada a cualquier tipo de trascendencia y se obstaculiza sus posibilidades de desarrollo (en que, para mí, no cabe la renuncia y sí son esenciales las pasiones y el disfrute de la vida).

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