He pasado unos días en la ciudad de Huelva, en un Festival de Cine Iberoamericano que creía prestigioso, y tal vez lo fue en su tiempo. Un desastre de organización, una calidad de proyección insultante -con películas en formato DVD de incalificable calidad de imagen y sonido- y una asistencia más bien patética ha hecho que la sensación fuera amarga. No obstante, la calidad de las películas programadas, desigual como es lógico, era más que aceptable. Es una pena que, con la excusa de un bajo presupuesto -¡las cosas que pueden hacerse con voluntad, talento y escasos medios!- no se haga atractiva para el público la posibilidad de disfrutar de filmografías desconocidas. Solo en algunas grandes ciudades españolas puede disfrutarse de cierta pluralidad de opciones para acudir a las salas. Y resulta significativo que en la capital onubense solo exista un cine en la actualidad, multisalas insertadas en esos horribles centros comerciales en los que el ocio se muestra enlatado y donde la oferta fílmica se reduce de manera casi íntegra al monopolio del imperio -aseguro que no soy nada simplista y que disfruto de muchas películas norteamericanas, independientes o no-. Otra de las sedes del Festival, el llamado Gran Teatro -más bien modesto y único en la ciudad- poseía unas carencias de proyección tales que no quiero describir las condiciones en las que, aun así, pude disfrutar de una joya de Berlanga/Azcona como Plácido o de la emotiva película de Saura ¡Ay, Carmela! Solo en el Palacio de Congresos -también llamado Casa Colón- parecían existir condiciones óptimas de imagen y sonido, como demostró la proyección del documental de Scorsese Shine a Light, sobre un concierto de los Rolling Stones -y no me pregunten qué diablos hacía esta obra en un Festival Iberoamericano-.
Como no soy muy amigo de juicios y competiciones y desconozco la lógica de los jurados, apenas alguna de las películas premiadas considero que poseen calidad suficiente y capacidad de emocionar. Quizá la estimable La buena vida, película que se alzó con el Colón de Oro, localizada en Chile y con producción de varias naciones -también España-, tenga la oportunidad de ser distribuida en nuestro país; varias historias, más o menos entrecruzadas, interesantes todas ellas, con momentos emotivos, pero carente del pulso de un Robert Altman o de la calidad literaria de un Raymond Carver -por poner el referente más trillado-. También tendrá su oportunidad el plúmbeo film argentino Lluvia, de argumento anecdótico y guión pobre, premiada inexplicablemente con un Especial del Jurado y protagonizada por un actor español limitadito -hecho que hace que se me atragante casi cualquier película-.
Muchas de las obras proyectadas tenían en común el deseo de mostrar una realidad dura, en países maltratados por la historia y por toda suerte de regímenes políticos; la mayoría de ellas tal vez nunca encuentren distribuidor en España. El enemigo, película venezolana que considero como la más interesante del Festival, es una brillante reflexión sobre la violencia social y un impagable alegato contra la pena de muerte y la venganza; muy bien interpretada y dirigida, modesta en su puesta en escena -perfectamente compatible con su origen teatral-, me resulta difícil entender cómo no ha recibido alguna mención al menos. Paraíso Travel, importante producción colombiana muy aplaudida por el público, narra en dos partes, de manera paralela, tanto la penosidad del viaje, donde sufrirán todo tipo de abusos por todo tipo de gente -desde que comienza el periplo, todo es cuestión de dinero- como la estancia de inmigrantes sudamericanos en busca de esa falacia del "sueño americano". Mentiras piadosas es otra producción argentina que resulta una feroz crítica a la familia tradicional y muestra el horror vital resultante de la incapacidad para afrontar la realidad. Otra obra fallida en mi opinión, aunque interesante a priori en su intento de dar una visión nada maniquea sobre los secuestros de la guerrilla colombiana, es La Milagrosa -la cuestión religiosa no escapa, lamentablemente a casi ninguna de estas realidades sudamericanas-; si muestra acertadamente el horror de la situación de los secuestrados, no termino de ver el supuesto proceso de concienciación de un pijo colombiano, retenido por los guerrilleros en condiciones inhumanas, sobre la realidad social de su país.
También hubo un ciclo de cine brasileño de notable calidad. Una sociedad violenta de nuevo, con intolerables desigualdades y focos marginales, servía de marco para historias exentas de juicios morales, su mejor virtud para mí, en las que los personajes realizan actos salvajes al mismo tiempo que aman y fornican.
Ya digo, es una pena que esta oportunidad de acercarse a las obras de los países iberoamericanos, y también a su realidad social, resulte casi inadvertida. El amor a la cultura, que también se enseña, debería acercar a la gente a todo tipo de expresión artística -y, para mí, el cine lo es, además de espectáculo-; si, además, despertamos nuestro compromiso social y nuestra conciencia sobre la injusticia de tantos países, ya la cosa sería impagable.
1 comentario:
Magnífica sinopsis del Festival, compañero. De acuerdo en todo (yo también fui de los pocos asistentes). Sin embargo, me sorprende que no menciones, ni siquiera de pasada, la mexicana "Parque Via" que, a pesar de su ritmo exasperantemente lento, resulta original e interesante y ofrece una visión diferente al resto de películas a concurso, únicamente comparable, tal vez (en cuanto a la búsqueda de refugio lejos de la hostil realidad), a "Mentiras piadosas". Y, por supuesto, "El enemigo" también me resultó la más interesante de cuantas se presentaron. Espero que tenga su oportunidad de distribución en salas, a pesar de la poca visión del Jurado del Festival, poco valiente y demasiado complaciente, a mi modo de ver, con lo establecido.
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