Utopía es un documental que está proyectando el entrañable Pequeño Cine Estudio -sala cuya capacidad de supervivencia es admirable- y que ha promocionado, y proyectado también, Greenpeace. No tenía demasiadas expectativas en la obra, cuyo trailer me hizo pensar en una suerte de posibilismo dentro del capitalismo en aras de respetar el medio ambiente con actitudes vitales, dedicar nuestro dinero a fines sociales de diversa índole e ir construyendo esas pequeñas utopías a las que alude el título. Aclaro que tal cosa me parece muy loable y no reñida, necesariamente, con un deseo de transformación radical, política y económica. Considero que todos los que deseamos un cambio socio-político, así como en el pensamiento, tenemos gran parte de nuestro cuerpo insertado en una sociedad que no nos gusta y jugamos con nuestras contradicciones como podemos -no me gusta la pureza de ciertos radicalismos ni la marginalidad en que desemboca tantas veces, que acaba jugando en su contra-, pero también pienso que son grandiosas las acciones éticas en cualquier contexto y juegan siempre a favor de una sociedad más justa -todo lo demás me parecen especulaciones de tres al cuarto-.
Pero a lo que iba, que era el susodicho documental, el cual no esperaba que me produjera tan mal rollo - e hilaridad en muchos momentos, con todos los respetos para sus realizadores, que seguro que han tenido la mejor de las intenciones-. Una serie de comentarios de diversos personajes, más o menos conocidos, elegidos en mi opinión de manera más bien arbitraria: desde profesores de universidad que dan consejos elementales para preservar los recursos, hasta expertos en teorías alternativas de dudosa legitimidad, pasando por una mujer que ha encontrado la salud -y algo más- en comer alimentos crudos y otra que ha dado con las respuestas en la renuncia al bienestar burgués -renuncia que aparece como bastante extrema- y también a la incidencia en el medio -lo que considero un despropósito, con una raíz seguramente religioso-espiritual, y no me parece que pueda presentarse como una alternativa de vida seria, por muy respetable que sea-. La frivolidad me parece que caracteriza a este documental, cuando pretende ser una muestra combativa con modos de vida y lecturas alternativas. Si se desea realizar una obra ligera de concienciación, nada en contra, pero no parece que sea el caso. Partir de los efectos devastadores del capitalismo para presentar discursos alternativos, sin profundizar en unos o en otros, me parece que flaco favor le hace a la causa. ¿Transgénicos perniciosos?, ¿fuerzas electromagnéticas que están cambiado nuestro organismo?... algo habrá que explicar al respecto, no basta con sacar a supuestos expertos criticando y pontificando. Recuerdo una frase que alude, también de forma crítica, a "nuestra sociedad tan racionalista", comentario que bien merece una reflexión más profunda sobre lo que fue el racionalismo y en lo que se ha convertido. ¿Es el racionalismo el enemigo?, ¿tal vez la tecnología?, ¿o quizá su instrumentalización de forma despiadada?, ¿usamos la razón humana o la anulamos por completo en según qué lecturas?, ¿en que teorías se sustentan la críticas al racionalismo? La profundización filosófica es importante siempre, y esta obra me parece una broma al respecto -las tópicas, más bien superficiales y alguna irritante, frases pronunciadas por personas célebres, que introducen los diversos capítulos, son un ejemplo-.
Al ser humano nos caracteriza nuestra capacidad de transformar el medio. Pretender que somos simplemente un elemento más en la naturaleza parece reduccionista, y dudo mucho que la renuncia o la búsqueda de formas de vida primitivas pueda ser una respuesta para la humanidad. Sé que el concepto de progreso es más que cuestionable, máxime en el sistema económico que sufrimos, pero la búsqueda de bienestar y de conocimiento es también inherente al ser humano. La cuestión es cómo se equilibra esa búsqueda con el respeto a la naturaleza y al medio ambiente.
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