jueves, 18 de diciembre de 2008

La ley no es solo jurídica

Una charla que tengo con un compañero de curro venezolano, naturalmente, el tema es Chávez -al que dirijo todas mis críticas, pero con un sentido muy diferente del que pretenden los que quieren legitimar otra forma estatal y económica, diferente pero no mejor-, deriva en una pequeña discusión sobre la necesidad de respetar la ley en cualquier sistema político. Naturalmente, la controversia juega en contra de los que cuestionamos el Estado, de aquellos que realizamos una lectura libertaria, ya que se considera que la forma de entender la ley es siempre añadiéndole el apelativo de "jurídica" -es decir, aquella que mana del Estado-. En otras ocasiones, me he encontrado con una consideración del anarquismo despectiva y caricaturesca, cercana a un sistema sin leyes, por lo que la lectura es que tal cosa es imposible al necesitar el ser humano las normas jurídicas -insisto, ciertas personas no necesariamente hablan de Estado cuando se refieren a leyes, pero entienden que es la única forma de hacerlas respetar-. La teoría política moderna, el Estado moderno -que no deja de ser policial y burocrático, por muy liberal que se llame-, se ha legitimado en la figura jurídica del contrato, basada a su vez en la noción democrática -la "soberanía", supuestamente de la ciudadanía, eufemismo para denominar a otro orden autoritario; yo, al menos, no recuerdo haber realizado ningún contrato, ni haber cedido "mi" poder político al Estado-. El anarquismo critica esta forma de "contractualismo" -del mismo modo que lo hizo con un poder político originado en la divinidad-, pero propone en cambio una contrato real, sinalagmático -recíproco, con obligaciones entre ambas partes-, conmutativo -con obligaciones equivalentes en valor-, rescindible -sin obligación permanente, parcial -sin obligaciones generales no específicas- y concreto -nada de abstraciones como la nación, siempre entre individuos y grupos-; se trata de una firme alternativa a la ley coercitiva del Estado, no demasido fácil de explicar en según que discusiones -ya que la trampa estriba casi siempre en que se parte de una determinado concepción de la ley y de una supuesta "necesidad de un Estado" en todo sistema político-. En definitiva, la sociedad libertaria sería una propuesta a realizar y no un sistema del que se parte de antemano. La palabra "ley" no tiene solo una acepción jurídica, podemos hablar de leyes "naturales" o "científicas". Discutible puede ser si la sociedad libertaria es más "natural" que una sociedad jerarquizada o en qué medida constituye una continuidad de la naturaleza, pero lo importante es prescindir de una instancia externa, se llame como se llame -eso es lo importante, seguir indagando en lo que es justo y en lo que supone mayores forma de emancipación-. Podríamos hablar de una leyes inherentes a la conducta humana, pero tal cosa me resulta de una extrema ambigüedad. ¿Cómo es el hombre por naturaleza? No tengo respuesta, y me niego a elegir entre el manido antagonismo Hobbes/Rousseau -ambos, propiciadores de dos formas distintas de entender el contrato, pero que acaban en un orden coercitivo estatal-, prefiero pensar que no hay una naturaleza previa al ser humano y sí confiar en ese concepto tan bello que es la perfectibilidad -individual y social-.

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