El catedrático de sociología Salvador Giner impartió ayer, en Caixa Forum de Madrid, una conferencia sobre la libertad (el título era más bien ampuloso, algo así como "El destino de la libertad. Porvenir de la sociedad abierta"). El caso es que su afán por estudiar, y tal vez por preservar intelectualmente, eso tan prostituido de la "libertad" mediante un pensamiento "analítico" y "crítico" me produjo sensaciones encontradas (que acaban venciendo finalmente hacia el lado negativo). Giner empezó afirmando que la libertad es un bien moral y político, con capacidad para ser resituado en cada tiempo. Por supuesto, estoy totalmente de acuerdo y tal visión supone cualquier probabilidad para la construcción sociopolítica, nos deja a los hombres libres para edificar nuestro destino. También consideró, de manera obvia, que el dilema o conflicto entre "libertad" e "igualdad" no está resuelto (sin mencionar a los pensadores anarquistas que ya establecieron la necesidad social de ambos conceptos, la búsqueda de equilibrio en esa antinomia). Igualmente, estableció que el tercer componente del lema revolucionario, la "fraternidad", puede ser un añadido determinante para asentar los otros dos: si actúas fraternalmente, es que te preocupa la libertad y la igualdad del otro (me recordó aquí el espíritu de rebeldía del que hablaba Camus, que invita a la acción para la búsqueda de derechos para todos).
Se establecieron tres vías para la libertad en la conferencia, siendo difícil que se den de manera pura y sí con diversas influencias entre ellas: el "liberalismo" ("libertad negativa" a priori, que busca que el hombre no tenga obstáculos para desarrollar su libertad, pero que se traicionará rápidamente al propiciar el "laisser faire" económico, que genera grandes corporaciones empresariales, grandes desigualdades y gran sumisión), el "jacobinismo" (o la imposición de la libertad, la búsqueda de la virtud social, con el origen tal vez en la frase de Rousseau "hay que obligar a los hombres a ser libres", en la que algunos han visto el germen del totalitarismo) y el "republicanismo", la que más simpatías provoca en el conferenciante, que busca la participación activa de la ciudadanía (que, imagino, tratará de ir más allá de elegir a unos gobernantes cada cierto tiempo). En mi opinión, el autor creo no fue directo en su posicionamiento, las tres vías pasan a ser casi una caricatura en nuestra realidad sociopolítica.
El problema, para mí, no es que este hombre (lo menciono a él como podría hacerlo con multitud de eruditos intelectuales) sea una eminencia en su terreno, que lo será (cuanto menos, a nivel de conocimientos), el problema es la grave contradicción en que entra un intelectual autodenominado conservador (no lo dijo con estas palabras, y sí con la irónica frase "no es difícil ser más radical que yo"), lo que lleva a una evidente falta de compromiso (y no me refiero a establecer recetas, algo que dejo claro cuando alguien entre el público le pidió "formulas" o "soluciones") de cara a dar pleno sentido a la palabra "libertad" (un concepto que, según sus propias palabras, debe ser repensado en cada época, por lo que la posibilidad de progreso existe). Su crítica al Estado, incluso al Estado moderno, "monstruo" impensable para los liberales y anarquistas del siglo XIX, me pareció liviana y muy insuficiente. Incluso su breve mención al anarquismo (solo considerado serio el anarcosindicalismo catalán, no así el anarquismo andaluz de caracter "mesiánico" y "milenarista", análisis que es de un esquematismo insultante) fue más bien caricaturesca: "aquello acabó como el Rosario de la Aurora… nunca mejor dicho lo del Rosario" (alusión tal vez, al carácter reaccionario y beligerante de la Iglesia Católica, no sé) . Su critica al capitalismo fue también inexistente; únicamente, mencionó de pasada la generación de oligopolios a que conduce el liberalismo económico y una cosita denominada "sumisión corporativa" o pérdida de libertad individual dentro de la empresa (por cierto, también realizó una especie de lectura, tal vez como una asunción inevitable, de nuestra realidad moderna como una "realidad empresarial"). Creo que resulta impensable reformular el concepto de libertad con un mínimo de seriedad sin mencionar críticamente un sistema económico, tendente a la globalización, fuertemente intrincado con los Estados (es decir, oligopolios y oligarquías; es decir, sumisión a la voluntad ajena en el terreno político y económico). Es por eso que el pensador "analítico" y "crítico" (y, por supuesto, honesto y comprometido) debería ser, a mi modo de ver las cosas, necesariamente "radical" (palabra que no tiene una sola connotación negativa, asociada al extremismo o a la intransigencia, y sí múltiples significados positivos).
Todo este análisis y estas denuncias, realizados en esta conferencia, han sido ya elaborados por el anarquismo histórico (sin establecer formulas cerradas e incuestionables). La simpatía que el autor parece tener por el Contrato Social de Rousseau y por el neocontractualismo de Rawls, la búsqueda de la justicia como equilibrio entre libertad e igualdad, debería ir pareja a la denuncia de la dominación oligárquica que está detrás de todas esas teorias y que hace imposible cualquier acuerdo libre en cualquier ámbito.
Una cosa que sí me hizo revolverme en mi butaca, en la que el autor sí pareció tomar partido cuando menos se le reclamaba, se produjo cuando denunció la capacidad mediatizadora de los medios (valga la redundancia), su carácter "expresionista" e "impresionista" (sensacionalista, vamos). Este análisis, obvio e incuestionable, denunciaba cómo los diversos medios mostraban un mundo esquemático y maniqueo. Los atentados de las Torres Gemelas o los bombardeos de Gaza fueron mencionados como ejemplos de esas noticias que buscan impactar y que muestran "un mundo de buenos y malos". Desgraciadamente, Giner perdió la deriva de su discurso e identificó a las personas que nos hemos manifestado recientemente contra el crimen de Estado israelí con "Fatah" (equivocándose, tal vez, con el actual gobierno palestino formado por Hamas). Lamentable es que alguien que denuncia el mencionado esquematismo y maniqueísmo, presente en los medios y en tantos intelectuales de medio pelo, pretenda hacer creer que los que criticamos a un Estado somos conniventes con el islamismo radical).
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