Uno de los últimos libros editados por los amigos de La Malatesta, Anarquismo y antropología, es una magnífica recopilación de textos coordinada por Beltrán Roca Martínez. Entre ellos, se encuentra uno firmado por David Graeber que plantea, en mi opinión, una cuestión clave para el pensamiento político y propone una profundización en la historia a la que no estamos acostumbrados. Se duda, por una parte, de la supuesta tradición democrática de Occidente (su conexión con la Atenas de la Antigüedad, una sociedad militarista y esclavista por otra parte) y, por otra, el mismo concepto de democracia, que nos aseguran que constituye "el sistema menos malo" (la democracia representativa, hablar de democracia directa es dar un nuevo paso), es sometido a examen.
La palabra democracia tiene mucha fuerza y la mayoría de las personas la identifican todavía con algo positivo, con la posibilidad por parte de la gente corriente de gestionar sus asuntos de manera colectiva. Graeber se atreve a otorgar un historial diferente al término. Frente a los defensores del Estado liberal y de la democracia representativa, los cuales nos quieren convencer que solo la civilización occidental es inherentemente democrática, que solo en ella ha germinado la libertad y el respeto a los derechos humanos, se plantea la posibilidad de incluir en esa tradición democrática a determinades comunidades que han gestionado sus asuntos mediante procesos abiertos e igualitarios. Es una manera de poner en cuestión, no solo la simplista visión histórica que se pone ante nuestros ojos continuamente, sino también la misma noción de progreso de cara a las libertades civiles. De esta manera, la noción de democracia (palabra maldita y hostil en casi todos los regímenes a lo largo de la historia, incluido Occidente) se habría formado con la influencia de múltiples civilizaciones, culturas y tradiciones de todo el mundo, sin que pueda decirse que forme parte de manera característica de ninguna de ellas. Se habrían creado, por lo tanto, unos espacios intermedios en los que habrían germinado los aspectos más positivos del término. Esos "espacios" nacerían y crecerían allí donde la vida humana se manifiesta sin coerción. Solo en los últimos tiempos, como búsqueda de legitimación del Estado, se habría apropiado de la tradición democrática la visión occidental (huelga decir que de un concepto reduccionista, por no decir falso, de la democracia o "voluntad popular", que es la representativa). Se plantea que hablar de Estado democrático es una contradicción y la solución anarquista no es descabellada (la palabra "anarquía" toma aquí el relevo de la "democracia", siento tan proscrita aquella, como lo ha sido ésta anteriormente).
Hoy puede decirse que existe una crisis del Estado como forma política y del mercado como marco económico, pero no de la democracia, concepto que puede diferenciarse perfectamante de aquel y al que se le puede dar, incluso, un sentido antiautoritario buceando en la historia. Se trata una apropiación más por parte de la clase dirigente y considero primordial arrebatarles el lenguaje para otorgarle un sentido pleno a las palabras (y, por lo tanto, al pensamiento). El futuro político debe estar en los movimientos sociales, capaces de funcionar mediante procesos participativos e igualitarios, sin que se busque ninguna imposición de la mayoría y capaces de funcionar al margen de toda coerción estatal.
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