martes, 3 de febrero de 2009

Aclaraciones sobre el poder

Habitualmente, en ciertos debates, muchas personas aclaran rápidamente que ellos no son ácratas si se pone en duda, de algún modo, la autoridad. Es ya un clásico el anarquista que aclaró que él solo se oponía a la autoridad coercitiva, que existían otro tipos de autoridad frente a los que se impone algún tipo de reconocimiento o, incluso, subordinación. Incluso hablar de poder supone mucha cautela, puede decirse que los anarquistas se oponen a la dominación (el "poder sobre"), ya que se trata de recuperar individual y colectivamente la autodeterminación (a la que podemos llamar "poder para"). No obstante, no es fácil definir satisfactoria y definitivamente tanto el poder como la autoridad, siendo sin embargo protagonistas indiscutibles de cualquier organización social. Yo soy partidario, ya estaba implícito en mi comentario anterior y tal vez insisto demasiado en ello, de acabar con la proclama "acabemos con el poder" (tan presente en el pasado ácrata) e insistir en reducir todo lo posible los aspectos de dominación del poder. Hay autores que han identificado plenamente el poder con la dominación; otros, al contrario, han abierto la posibilidad de un poder desarrollado en igualdad y en cooperación. Así, de alguna manera como ya dijo Bakunin, mi poder (mi libertad) se confirma en la cooperación con los demás (en el poder o en la libertad de los demás). De nuevo nos encontramos con los dos valores primordiales para una organización social libertaria: libertad e igualdad. Por lo tanto, contradiciendo a esos autores que se llenan la boca de libertad y de liberalismo, una sociedad que tiende a la libertad debería fomentar los aspectos no dominantes del poder y tender a la cooperación constante. No hace falta aclarar que la libertad propuesta por el liberalismo, subsumido en el llamado mercado libre y en una forma política coercitiva (Estado), no va más allá de las concesiones de rigor: libertad de reunión o libertad de expresión. Pero, al margen de ese "liberalismo de costumbres" (que ejercemos con mucha limitación de tiempo y de energía), el poder de dominación se acaba manifestando de manera determinante en el sistema económico y político, de tal manera que acabamos formando parte de la lógica de ese tipo de poder (considerando, tal vez, y de manera terible, que ganamos libertad al dominar a otros) o, en el mejor de los casos, sacrificando todo prurito libertario, cooperativo o rebelde. El poder coercitivo no se ejerce ya de manera evidente, el liberalismo de costumbres ha demostrado ser más eficaz que los regímenes totalitarios para mantener a la gente sometida (y entretenida) y anular casi por completo la creencia en algo mejor (en que esta forma de organización sociopolítica que tenemos será sólo un recuerdo dentro de algún tiempo). De nosotros depende el tender a anular el poder de dominación (por muy difuso que se muestre o por muchas caras que tenga) o seguir anclados en alguna forma de servidumbre (término que, frente a lo que hayan dicho ciertos "intelectuales", no tiene por qué estar vinculado a esa bella palabra que sigue siendo el socialismo).

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