Alguien dijo que el mito expresa lo que jamás deja de ocurrir y, al ser un paradigma, resulta válido para todos los tiempos. De alguna manera, queda fija mediante el mito la esencia de una situación cósmica o de una estructura de la realidad, y se advierte en el relato que se desarrolla en un tiempo siempre presente. Los presocráticos fueron ambivalentes respecto al mito, lo descartaron de alguna manera en beneficio del logos, pero también hicieron crecer a éste sobre el terreno de aquél. Más tarde, los sofistas tratarán de separar el mito de la razón, aunque admitiendo en algunos casos la narración mitológica para la verdad filosófica. Platón, en esa línea, considerará el mito como un modo de expresar cierta verdades que escapan a la capacidad razonadora. Filósofos neoplatónicos tratarán la naturaleza y clases de mitos, así como la justificación de su carácter divino (lo mitos representarían a los dioses y a sus acciones). También en la Edad Media se prestará especial atención a los mitos y a su carácter explicativo.
Será en el Renacimiento cuando se recupere de la Antigüedad el problema de la verdad y, por ende, de la realidad de los mitos. El escepticismo hará mucho en ese labor y la Ilustración tratará de desterrar los mitos en aras de la verdad histórica. Por lo visto, al estudiar la historia empíricamente se llegó a la conclusión de que los mitos podrían no ajustarse a la acontencido en la historia, pero resultan "verdaderos" en el sentido de formar parte de la historia debido a la creencia en ellos. En la época moderna, Vico aceptará esa "verdad histórica" de los mitos y considerará que resultan un modo de pensar con características propias, que condiciona ciertas formas de la vida humana. Para otro autor moderno como Schelling, el mito sería una revelación del Absoluto, una revelación divina. En la época contemporánea, se abundará en la idea de los mitos como "históricamente reales"; no importa que el contenido del mito no se ajuste a lo sucedido, y se aceptará como real todo lo sucedido en una comunidad humana o, al menos, contribuye a entender las estructuras sociales y culturales de esa comunidad.
Ernst Cassirer ha considerado que la formación de mitos obedece a una especie de necesidad inherente a la cultura, serían entonces supuestos culturales. Este autor está en la línea de los estructuralistas, aunque Lévi-Strauss diferirá con él, el cual elaboró una cuidada teoría sobre el asunto, considerando que los mitos cambian en el curso de la historia con múltiples variantes y llegando al punto de que se desintegre o que se convierta en otro mito. Rechazó este autor las intepretaciones de los mitos como explicación de fenómenos naturales, como expresiones de actitudes síquicas o como formas simbólicas; no habría causalidad entre el mito y las realidades sociales, aunque sí cierta relación.
Rudolf Bultmann (1884-1976) abrirá una etapa en la que se debatirá sobre la necesidad de la desmitificación. Consideró que la cosmología del Nuevo Testamento es mítica y que el hombre no puede seguir creyendo el mensaje de la Redención apoyado en ese carácter mítológico. Sería necesaria, así, una severa crítica de los textos. Este hombre no trató de apartar la palabra divina y, llevando la cosa a su terreno (a sus creencias, tal vez), deseaba una reinterpretación de la relación humana y divina alejada del contexto histórico neotestamentario y adaptada al mundo moderno.
En un sentido opuesto al de Bultmann de la desmitificación (o desmitologización), está el pensamiento que trata de desenmascarar las creencias y excrecencias históricas que se adhieren a ciertas realidades y a la visión directa que se tiene de ellas. En esa línea (la única asumible, a mi modo de ver las cosas) estarían autores como Marx, Freud o Nietzsche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario