Esta misma mañana ha tocado mi puerta alguien con un mensaje de no sé que leches de Cristo. Ante la situación, reproduzco un eficaz gag de la película Tapas (quizá no muy original, pero muy bien interpretado por Elvira Mínguez), en el que en una situación similar, dos jovenes rubios y trajeados van de casa en casa con el mensaje "¡Dios llama a su puerta". "¡No me interesa!", responde la protagonista dándoles con la puerta en las narices. Vistas las últimas majaderías de la Santa Madre Iglesia, con sus mezquinas y demagógicas campañas, así como el mensaje inefable de su Sumo Pontífice dirigido a los habitantes del castigado continente africano. Visto los visto en esta sociedad, no solo con el mayoritario catolicismo (supuestamente mayoritario, otra falacia estadística a la que aluden continuamente), sino con multitud de seudocreencias que tratan de llenar el vacío existencial del ser humano y de reducir su miedo a lo desconocido; mencionar ya el afán de lucro y la voluntad de poder, por parte de los supuestos representantes de "lo sagrado", es redundante. Hay que echar un vistazo al primer significado de la palabra "creencia", y creo que se ajusta muy bien a lo que quiero decir: "firme asentimiento y conformidad con algo". Visto lo visto, yo sigo con lo mío, que consiste en la convicción de que el ateísmo es más necesario que nunca (el anticlericalismo, también llamado por mi parte "rechazo de todo el que lleva una túnica", lo doy por hecho, así como la negación de la institución consecuente). Ateísmo que puede tener muchas formas, pero que funciona en primer lugar como una necesaria negación (tensión o contradicción, para volver al bueno de Proudhon) en aras de lograr algo mejor (claro está, si no vamos venciendo nuestros miedos, a ver para cuándo). En España, se van formando grupos de ateos y librepensadores, bienvenidos sean, en los que caben todo tipo de sensibilidades con un denominador común. Considero que, gracias a las nuevas tecnologías, hoy se pueden hacer muchas cosas (frente a aquellos que las demonizan, y no hablo ahora solo de los religiosos), por lo que estoy al tanto de todos aquellos colectivos con los que me une alguna sensibilidad o inquietud similar. Cuando me he presentado a estos grupos, unido a la condición de ateo ha ido unida necesariamente la de ácrata. Naturalmente, en estas agrupaciones que promueven el ateísmo hay anarquistas y personas de todo tipo de corriente izquierdista, pero también liberales más cercanos a la derecha (no toda la derecha es como la española, con su cordón umbilical nacional-católico intacto). Recientemente, en cierto grupo ateo en la Red, cierto tipo me pidió que aclarara que era eso de "libertario" (tantas veces empleo esta palabra, que considero sin más sinónimo de "anarquista"), ya que para él existían "libertarios de derecha" (los "libertarians" norteamericanos, que promueven un capitalismo más salvaje todavía, que para ellos consiste en menos Estado). Ante mi aclaración, el fulano me suelta que, en España al menos, el anarquismo es sinónimo de terrorismo y, para demostrarlo, menciona nada menos que "lo de Montjuïch" (¡tiene bemoles!). En fin, considerar el anarquismo como terrorismo (y más en España) es ser, simplemente, un ignorante. Afortunadamente, el tiempo va haciendo justicia gracias a la labor de muchos militantes e historiadores y ahí están los medios para el que quiera estar informado, sean cuáles sean sus simpatías (que esa es otra, partir de conclusiones previas es lo más fácil y lo más mezquino del mundo). Para mí, una estupenda justificación previa para el ateísmo, de ahí todo este rollo anterior, es "seguir haciéndose preguntas" sobre cualquier ámbito de la existencia humana. El subterfugio habitual del religioso, o del dogmático (tanto da), es afirmar algo sobre la condición humana o sobre la realidad terrenal con la excusa de un principo trascendente (llámese dios, o llámese "energía", ¡mejor todavía!, como dice la divertida canción de Sabina). Yo deseo seguir indagando en las aspiraciones humanas (ir a por todas en lo moral y en lo político), por lo que rechazo una entidad superior, un regulador externo, todo principio trascendente. Se me dirá que hay personas religiosas, o con sus creencias del tipo que sean, que también. No lo sé, de momento noto yo una necesaria y sana tensión. Pues eso, frente al conformismo, la subordinación y una falsa cohesión social, la acracia y el ateísmo, dos palabras llenas de mucho contenido.
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