martes, 24 de marzo de 2009

Los valores de autogestión y de potenciación de la sociedad civil

Es grato ver en diarios, de información general, artículos críticos y radicales (desde su mismo título en esta ocasión, "La difícil alternativa anticapitalista", José A. González Casanova, hoy en Público) contra un sistema autoritario, depredador, basado en la explotación del trabajo ajeno, con una mera apariencia de democracia y libertad (y de "menor de los males") más o menos asumida por las personas (tal vez, su mayor logro), y que prima valores de lucro personal por encima de cualquier otro. Este discurso no es fácil de mantener sin algún tipo de censura previa o con la consabida etiqueta de "antisistema" (sin que ello sea falso, claro está, pero tampoco negativo) o "radical" (para lo que hay que realizar la ya frecuente aclaración de que no se trata de una significación violenta, sino con una intención profundizadora y transformadora). No obstante, sobre este artículo en cuestión, me parecen necesarios unos cuantos peros, basados en lo que considero recurrentes lugares comunes, insuficiente análisis y alguna que otra tergiversación. Al hablar de la alternativa de la "revolución social", de entrada, se produce un pequeño error de concordancia, ya que parece que va a hablar en plural, es decir de "revoluciones", lo que sería mucho más adecuado. Sin embargo, se refiere a una sola, fracasada por el poder de sus enemigos (tanto capitalismo, como dictaduras reaccionarias al servicio del mismo), lo que supone caer en un reduccionismo tal vez con intenciones de repartir responsabilidades a diestro y siniestro. Lo que quiero decir es que otras praxis políticas que, realizadas en nombre de una supuesta revolución, han sido un auténtico desastre, léase todo intento de socialismo de Estado (sin que la socialdemocracia entre en esa categoría para el autor del artículo, ya que estaría dentro de los males del capitalismo). El autor del artículo no nombra el socialismo ni una sola vez, pero habla de un sistema histórica que ya no tiene futuro y habla del deseo pasado y presente de una sociedad idílica de libres e iguales, democrática (término político que requerirá, de nuevo, un mayor análisis), pacífica y que promueva el valor de la solidaridad. No tiene reparos el autor, en su discurso que muestra el capitalismo como un horror que acabará por derrumbarse, en calificar a la oligarquía global de dictadura (término suficientemente amplio como para ser colocado a casi cualquier sistema, por lo que yo de nuevo matizaría), la cual chantajea a los Estados para convencerles que acabar con la corrupción del mercado supondría caer en algo peor. Creo que el discurso anticapitalista de este hombre (al que no voy a caer en la trampa de etiquetarle, pero creo que se le ve el plumero) pretende salvar los muebles para un posible Estado que reúna las características idílicas antes mencionadas. ¿Por qué no realizar el discurso al revés? Porque no, en lugar de insistir en entidades supranacionales defensoras del capital (que sí, que ahí están), que impiden a los Estados ser auténticamente democráticos, se menciona que los Estados poseen sus propios intereses y se convierten, con mayor o menor poder o autonomía, en defensores de privilegios y en sustentadores de un sistema que, al día de hoy, es prácticamente único y globalizado. El discurso es más complejo y debe tener en cuenta más factores que el capital, por eso las ideas libertarias (dirigidas contra cualquier factor autoritario) me parecen más necesarias que nunca. Al mencionarse la autogestión como una clara alternativa al sistema económico, menciona loables logros actuales en sudamérica en la línea de la breve experiencia anarquista catalana de 1936 (y aquí se me llevan los demonios al aclarar con la frase "sin sus excesos"). ¿Qué quiere decir "sin sus excesos"? No tenemos bastante con que se ignore o se mienta continuamente sobre lo ocurrido en este país, al inicio de la Guerra Civil, como para tener que leer este tipo de textos que tratan de apropiarse de lo que el anarquismo siempre ha defendido, pero dejando claro, al mismo tiempo y si vergüenza, que no se pretende ir tan lejos. Trato de que mis simpatías hacia el anarquismo no me nublen la vista y el cerebro, pero es que cada rumbo que toma la humanidad me confirma en lo mucho que han acertado los anarquistas en sus análisis y en lo necesario de que se tome un camino en pos del ideal libertario. Claro que los partidos políticos ya no son una esperanza (porque, tal vez, no lo han sido nunca, y menos en dictaduras monopartido). Claro que siempre han dicho los libertarios que la política profesionalizada, al servicio de un Estado, es sinónimo de corrupción y de conservadurismo en mayor o menor medida. Claro que es necesario vencer la apatía y el acomodo y propiciar un cambio de modelo en el pensamiento y en la acción política. Claro que la esperanza se deposita en los movimientos sociales para que lleven a cabo ese cambio. Siempre lo ha estado.

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