lunes, 6 de abril de 2009

Frente al determinismo, exaltación de la libertad

Toda filosofía materialista parece tener que enfrentarse al problema del fatalismo. En el anarquismo se ha tratado de compatabilizar cierto determinismo social con la exaltación de la acción humana. El término "fatalismo" hunde sus raíces en el fatum griego, que viene a significar "lo que ya se ha dicho (o pre-dicho)", por lo que expresa a la vez necesidad y determinación. En el cristianismo, se toma en parte la noción de fatum, aunque destaca por encima de todo la de providencia. En cualquier caso, tanto en la noción de fatum como en la de providencia se debatirá dentro del cristianismo sobre cuestiones ya presentes en el significado antiguo del término: la posibilidad o no de conciliación entre la providencia divina (o predestinación divina) y libertad humana, será una de las principales. Leibniz dirá que no hay libertad en Dios, ya que le es necesario crear determinada obra en virtud de sus sabiduría y del modo, además, como lo ha hecho; fatum vendría a ser el decreto de la providencia. Realizando piruetas especulativas algo interesadas, el propio Leibniz exaltará el fatum cristiano, según el cual hay cierto destino en cada cosa regulada por la presciencia y providencia divinas y siempre habrá alborozo ante lo manifestado por Dios. Ese contento que hay que tener ante la providencia divina le distingue del fatum musulmán, cargado ese sí de fatalismo, porque el efecto tendrá lugar aunque se evite la causa, o del fatum estoico, que sostiene que el hombre debe aceptar el hado por ser imposible resistirse al curso de los acontecimientos (mera resignación, vamos). Pero el término "fatalismo" se difundirá en el siglo XVIII precisamente para combatir este tipo de visiones, por oposición al teísmo. Jacobi dirá que un racionalismo radical, que pretende dar razones de todos, desemboca en el fatalismo, por lo que nombre de la libertad habría que dejarlo a un lado. Fichte consideró que el dogmatismo y el materialismo también acaban en el fatalismo, solo el idealismo posibilita la libertad. Hay que recordar aquí la visión de Bakunin de que el materialismo es el verdadero idealismo y acaba desembocando en la libertad en su teoría de que el desarrollo niega el puno de partida. El anarquismo, en su orígenes, es ya explícitamente ateo, toma su visión de Feuerbach de no subordinar al hombre ante un Señor idealizado y la noción de providencia queda obviamente desterrada. Pero a mi modo de ver las cosas habría que salvaguardar la libertad humana frente a cualquier otro principio trascendente u otra suerte de necesidad o fatalismo. Tal vez, pensadores herederos de la Ilustración trataron de poner la naturaleza o la ciencia en lugar de la divinidad, por lo que se crea una evidente tensión entre cierto "orden" regulador ajeno al hombre y su propia libertad. Como decía al inicio de esta entrada, el anarquismo decimonónico vio muchas veces una contradicción entre la supuesta igualdad y armonía de la naturaleza y los numerosos conflictos y represiones, los cuales podían ser también vistos (y justificados) como "determinados" por las circunstancias naturales o científicas. No era una discusión baladí, ya que tantas veces la búsqueda de explicaciones científicas a las situaciones sociales era un sostén para posiciones políticas conservadoras. Pero la creencia en cierto determinismo social quedaba bien diferenciada del fatalismo, con el propósito siempre de exaltar la voluntad y la acción humanas. Ricardo Mella, por ejemplo, tratará de salvar la libre eleccion del ser humano de toda evidencia de determinismo, suspenderá el juicio sobre la existencia o no del libre albedrío y dejará cierto margen para desviar inclinaciones, propósitos o juicios en unas determinadas condiciones sociales. En cualquier caso, el anarquismo siempre ha defendido la libertad humana, por lo que parece que puede decirse que la denuncia de cierto determinismo social no acaba en ningún caso en ningún fatalismo y abre la posibilidad a cambiar una realidad social que el mismo hombre ha creado.

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