Castoriadis fue un fillósofo, conocedor en profundidad de la filosofía griega antigua y del pensamiento occidental posterior, sociólogo, que elaboró una nueva comprensión del hecho social, economista y lúcido y activo sicoanalista. Por si eso no fuera poco, hay que destacar también sus facetas como brillante analista político, y practicante él mismo de una intensa y comprometida actividad política, como historiador, matemático y conocedor de la física y de las ciencias naturales. Su actividad académica comienza a la tardía edad de 57 años; incansable y atípico intelectual, por lo difícil de encasillar.
Para muchos, Castoriadis es un auténtico "titán del pensamiento", de no fácil lectura, y me ha extrañado mucho no encontrar su nombre en la intensa obra de José Ferrater Mora "Diccionario de filosofía", de 4 tomos, al menos no en la edición que yo tengo de hace 30 años. El pensamiento de este autor está muy ligado a su biografía política y parece de difícil comprensión sin entender también su trayectoria y compromiso político. Profundo revolucionario, crítico radical de la sociedad capitalista y preconizador de una transformación radical de la sociedad contemporánea. A partir de este compromiso político, elaborará su concepción de "autonomía" y, de la misma manera, desarrollará una nueva concepción de la sociedad focalizada en su idea de "imaginario". Hay quien sostiene que acabará rompiendo de forma radical con la tradición marxista, y otros que no lo hará del todo, poniendo el foco de sus críticas en el despotismo de Lenin, Stalin, Mao y compañía. No obstante, su temprana militancia a los 17 años en el Partido Comunista Griego desembocará muy pronto en una clara discrepancia (por lo patriotero y nacionalista del partido, y lo poco revolucionario). De igual modo, es un furibundo crítico de lo burocrático y autoritario del comunismo, lo que le lleva en un primer lugar al trotskismo, con el que tampoco tardará en mostrar su disconformidad. La Unión Soviética no era para Castoriadis un "estado obrero degenerado", sino una nueva variedad de capitalismo concretada en el totalitarismo y en la burocracia. En 1949, definiéndose aún como marxista revolucionario (antiestalinista), funda un nuevo grupo político en torno a la revista Socialismo o barbarie. Sus intenciones serán fomentar una organización revolucionaria y obrera, con especial atención a las experiencias consejistas, profundizar en el análisis marxista de las sociedades contemporáneas (tanto del capitalismo occidental, como del burocrático del Este) y en la propia teoría proveniente de Marx. Socialismo o barbarie está considerada como una revista mítica (a pesar de su escasa difusión y poco incidencia en el momento), con lúcidos análisis posteriormente vistos como acertados, que se publicará hasta 1965, rompiéndose el grupo político al año siguiente.
En el marco y los análisis promovidos por Socialismo o barbarie es donde desarrollará Castoriadis su concepto de autonomía y su ruptura, radical o no, con el marxismo. Naturalmente, su abandono del marxismo no hace que su pensamiento gire hacia lo reaccionario; muy al contrario, se trata de una profundización en su condición de revolucionario, en su compromiso indudable con una tranformación de la sociedad. Parece claro que la crítica de Castoriadis coincide con la realizada siempre por los anarquistas: los movimientos revolucionarios pierden su condición cuando delegan en la burocracia y en lo dirigentes de los partidos, y la autogestión de la economía en manos de los obreros desaparece al confiar en una élite de especialistas. Naturalmente, autoorganización, autogestión, y de forma más general la autonomía, son inherentes a cualquier proyecto revolucionario. Autonomía es la capacidad por decidir por sí mismos, por otorgarse sus propias normas, y el cómo realizar tal cosa pivotará sobre el pensamiento de Castoriadis.
La conclusión a la que llega el filósofo griego es que heteronomia es la regla a nivel sociológico e histórico. La eficacia y cohesión de las sociedades se sustentan en el supuesto de que las normas tienen un origen externo, ya sea la naturaleza, los dioses, los mitos, la tradición o, de manera contemporánea, las leyes históricas o economicistas. No obstante, Castoriadis considera que las sociedades son, obviamente, autónomas, aunque algo hace que no se perciban como tales. No existe instancia exterior que le dicte sus normas ni nivel tracendente que regule su funcionamiento. Sin embargo, la sociedad oculta a sus miembros su naturaleza histórica y autoinstituyente, aparece como algo ya dado y determinado, sin que los integrantes puedan decidir ni cuestionar unas normas que, aparentemente, no tienen su origen en la propia sociedad. Castoriadis considera que hay dos rupturas históricas de esta apariencia: en la Antigua Grecia, donde se neutraliza ese periodo de ocultación y se crea un nuevo modo de ser de la sociedad (se cuestiona la tradición y se debate sobre la conveniencia o no de las normas, se inventa en suma la política), y siglos más tarde en la Europa Occidental. Si se considera lo político como originado e instituido en la propia sociedad, existe la posibilidad de enjuiciarlo y de transformarlo. No existe ningún tipo de trascendencia en lo social, es el propio ser humano el que instituye la sociedad y él mismo puede activar un nuevo proceso instituyente.
Al igual que Foucault, Castoriadis caracteriza su pensamiento por un antitrascendentalismo, un antiesencialismo y un antideterminismo, única posibilidad de asegurar la autonomía. Por otra parte, la autonomía es un hecho, histórico y sociológicamente, comprobable, por lo que no puede existir duda de la validez de esos principios. En el campo filosófico (ontológico), Castoriadis también insistirá en la autonomía, lo cual supone una ruptura con la concepción clásica del ser (la cual supone la predeterminación), ya que en ella no cabía un tipo de ser capaz de decidir sobre su modo de ser y tampoco el acto creativo (en sentido fuerte).
Seguiré hablando en entradas posteriores del pensamiento de Castoriadis, otro autor que parece importante para el campo libertario.
Para muchos, Castoriadis es un auténtico "titán del pensamiento", de no fácil lectura, y me ha extrañado mucho no encontrar su nombre en la intensa obra de José Ferrater Mora "Diccionario de filosofía", de 4 tomos, al menos no en la edición que yo tengo de hace 30 años. El pensamiento de este autor está muy ligado a su biografía política y parece de difícil comprensión sin entender también su trayectoria y compromiso político. Profundo revolucionario, crítico radical de la sociedad capitalista y preconizador de una transformación radical de la sociedad contemporánea. A partir de este compromiso político, elaborará su concepción de "autonomía" y, de la misma manera, desarrollará una nueva concepción de la sociedad focalizada en su idea de "imaginario". Hay quien sostiene que acabará rompiendo de forma radical con la tradición marxista, y otros que no lo hará del todo, poniendo el foco de sus críticas en el despotismo de Lenin, Stalin, Mao y compañía. No obstante, su temprana militancia a los 17 años en el Partido Comunista Griego desembocará muy pronto en una clara discrepancia (por lo patriotero y nacionalista del partido, y lo poco revolucionario). De igual modo, es un furibundo crítico de lo burocrático y autoritario del comunismo, lo que le lleva en un primer lugar al trotskismo, con el que tampoco tardará en mostrar su disconformidad. La Unión Soviética no era para Castoriadis un "estado obrero degenerado", sino una nueva variedad de capitalismo concretada en el totalitarismo y en la burocracia. En 1949, definiéndose aún como marxista revolucionario (antiestalinista), funda un nuevo grupo político en torno a la revista Socialismo o barbarie. Sus intenciones serán fomentar una organización revolucionaria y obrera, con especial atención a las experiencias consejistas, profundizar en el análisis marxista de las sociedades contemporáneas (tanto del capitalismo occidental, como del burocrático del Este) y en la propia teoría proveniente de Marx. Socialismo o barbarie está considerada como una revista mítica (a pesar de su escasa difusión y poco incidencia en el momento), con lúcidos análisis posteriormente vistos como acertados, que se publicará hasta 1965, rompiéndose el grupo político al año siguiente.
En el marco y los análisis promovidos por Socialismo o barbarie es donde desarrollará Castoriadis su concepto de autonomía y su ruptura, radical o no, con el marxismo. Naturalmente, su abandono del marxismo no hace que su pensamiento gire hacia lo reaccionario; muy al contrario, se trata de una profundización en su condición de revolucionario, en su compromiso indudable con una tranformación de la sociedad. Parece claro que la crítica de Castoriadis coincide con la realizada siempre por los anarquistas: los movimientos revolucionarios pierden su condición cuando delegan en la burocracia y en lo dirigentes de los partidos, y la autogestión de la economía en manos de los obreros desaparece al confiar en una élite de especialistas. Naturalmente, autoorganización, autogestión, y de forma más general la autonomía, son inherentes a cualquier proyecto revolucionario. Autonomía es la capacidad por decidir por sí mismos, por otorgarse sus propias normas, y el cómo realizar tal cosa pivotará sobre el pensamiento de Castoriadis.
La conclusión a la que llega el filósofo griego es que heteronomia es la regla a nivel sociológico e histórico. La eficacia y cohesión de las sociedades se sustentan en el supuesto de que las normas tienen un origen externo, ya sea la naturaleza, los dioses, los mitos, la tradición o, de manera contemporánea, las leyes históricas o economicistas. No obstante, Castoriadis considera que las sociedades son, obviamente, autónomas, aunque algo hace que no se perciban como tales. No existe instancia exterior que le dicte sus normas ni nivel tracendente que regule su funcionamiento. Sin embargo, la sociedad oculta a sus miembros su naturaleza histórica y autoinstituyente, aparece como algo ya dado y determinado, sin que los integrantes puedan decidir ni cuestionar unas normas que, aparentemente, no tienen su origen en la propia sociedad. Castoriadis considera que hay dos rupturas históricas de esta apariencia: en la Antigua Grecia, donde se neutraliza ese periodo de ocultación y se crea un nuevo modo de ser de la sociedad (se cuestiona la tradición y se debate sobre la conveniencia o no de las normas, se inventa en suma la política), y siglos más tarde en la Europa Occidental. Si se considera lo político como originado e instituido en la propia sociedad, existe la posibilidad de enjuiciarlo y de transformarlo. No existe ningún tipo de trascendencia en lo social, es el propio ser humano el que instituye la sociedad y él mismo puede activar un nuevo proceso instituyente.
Al igual que Foucault, Castoriadis caracteriza su pensamiento por un antitrascendentalismo, un antiesencialismo y un antideterminismo, única posibilidad de asegurar la autonomía. Por otra parte, la autonomía es un hecho, histórico y sociológicamente, comprobable, por lo que no puede existir duda de la validez de esos principios. En el campo filosófico (ontológico), Castoriadis también insistirá en la autonomía, lo cual supone una ruptura con la concepción clásica del ser (la cual supone la predeterminación), ya que en ella no cabía un tipo de ser capaz de decidir sobre su modo de ser y tampoco el acto creativo (en sentido fuerte).
Seguiré hablando en entradas posteriores del pensamiento de Castoriadis, otro autor que parece importante para el campo libertario.
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