domingo, 1 de noviembre de 2009

La temprana ruptura con el determinismo marxista

Puede decirse que ni Marx ni Engels concibieron el partido revolucionario como una fuerza subjetiva que fuera capaz por sí misma de derrotar a la burguesía. El partido revolucionario no tenía la capacidad de substituir las leyes objetivas de la historia, su acción voluntarista-subjetiva era incapaz de compensar la falta de madurez de las condiciones productivas y económicas ni de potenciar por sí sola la conciencia de clase del proletariado. Es necesario, según Marx y Engels, un largo y complejo proceso histórico para superar el capitalismo. Lukacs diría: "La revolución no es para Marx ni una evolución lenta y pacífica, como quieren los oportunistas, ni una serie de insurreccciones, como afirman las falsos intérpretes, sino el paso del desarrollo normal y siempre orgánico del movimiento obrero al derrocamiento del sistema capitalista: un paso de la cantidad ascendente a la cualidad". Erich Fromm: "Marx vio que la violencia no puede producir nada que no haya sido ya preparado por el proceso social-político. Por lo tanto, la violencia, en el caso de que sea necesaria, sólo puede constituir el último impulso de un desarrollo que en lo esencial se ha consumado ya; pero esta violencia no puede dar lugar nunca algo verdaderamente nuevo". Marcuse, en la misma línea: "En todo caso, la violencia no era inherente a la acción del proletariado; la conciencia de clase no dependía tampoco de la guerra civil abierta, ni se expresaba a través de ella; la violencia no pertenecía ni a las condiciones objetivas ni a las condiciones subjetivas de la revolución, aunque Marx y Engels estuviesen convencidos de que la clases dirigentes no querían ni podían prescindir de la violencia".

Para Marx y Engels, la violencia es externa, periférica, la revolución es siempre intrínseca y se realiza en el seno de las condiciones socioeconómicas y de las fuerzas productivas. La acción del proletariado, sea o no violenta, no podrá compensar las condiciones objetivas de las fuerzas productivo-económicas. La violencia podría llegar a ser síntoma de la inmadurez ideológica del proletariado, un factor ajeno a la estrategia revolucionaria, la lucha por el comunismo se desarrollará, en gran medida, pacíficamente. Es posible que existan textos que parezcan contradecir esta concepción contraria a la violencia (en los que se insinúe un desenlace violento de la revolución, conocido es que Marx llamó a la violencia en cierta ocasión "la comadrona de toda nueva sociedad"), pero puede decirse que en la teoría de Marx y Engels hay una visión fundamentalmente evolucionista de la lucha de clases y de la historia y la violencia no posee un significado propio separado del desarrollo de las estructuras productivo-económicas.

Sin embargo, a medida que se retrasaba el fin del capitalismo que había previsto Marx, aumentó en sus discípulos la tendencia a compensar esas condiciones objetivas que se demoraban con la potenciación de factores subjetivo-estratégicos de la acción proletaria. Tras la muerte de Engels, los dirigentes y teóricos del marxismo iban a priorizar los problemas organizativos y del partido. De alguna manera, esta actitud de los epígonos de Marx, era el primer golpe que hacía dudar de la férrea y determinista doctrina marxista acerca del fin del capitalismo. La lucha obrera se desarrollaba por vías distintas a las que profetizaron los creadores del socialismo científico. Esta revisión cualitativa de la teoría marxista introducirá un nuevo elemento en el combate contra el capitalismo: el partido. Esa introducción de algo que Marx y Engels consideraron secundario y sin potencial intrínseco para modificar las condiciones objetivas, supondrá desplazar la revolución proletaria hacia posiciones subjetivas y voluntaristas. La nueva visión pretenderá que una eficaz organización de la clase obrera pueda llevar a cabo la revolución, sin que haya que depender del estado de las fuerzas productivas ni de condiciones evolutivas del propio capitalismo.

Esta especie de ruptura o escisión temprana producida entre los herederos de Marx resulta diversa y no tendrá la misma medida, obviamente, en todos ellos. A comienzos del siglo XXI, después de la caída del Muro, resulta un fenómeno digno de estudio el saber cómo los que se consideran herederos de Marx observan el desarrollo de la historia o justifican unos regímenes que hicieron realidad los temores de los anarquistas (críticas que se realizaron, a priori y a posteriori de la praxis marxista, desde el deseo de una sociedad sin clases compatible con la libertad). Puede decirse que aquella ruptura o alejamiento de la visión de los padres fundadores, con innumerables corrientes y divisiones, dio lugar muy pronto a una bifurcación de la doctrina marxista: un reformismo, que acabaría desembocando en lo que hoy se llama "socialdemocracia", insertada en un marco liberal y capitalista; y un marxismo revolucionario, que hizo realidad muchas de las ficciones de la literatura distópica.

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