Parece ser que Engels llegó a decir que Max Stirner fue la cabeza más lúcida y profunda de aquel círculo de filósofos revolucionarios que formaron el grupo de la izquierda hegeliana. Ese grupo acabaría escindido en dos tendencias, una que marca distancias respecto a Hegel (en la que estaría Marx) y otra (con Stirner), que tiene en mente una revolución de las conciencias mediante una crítica radical de carácter ateo, sin reglas y absolutamente negativa.
Stirner pasará a la historia por su espectacular obra El único y su propiedad, la cual causó escándalo en su momento y fue objeto de atención y críticas por parte de los más importantes autores, pero acabaría teniendo una popularidad efímera y su autor no tuvo la gloria que esperaba. Su vida fue estuvo, más bien, marcado por un cúmulo de desgracias y por una falta de compromiso evidente en los hechos revolucionarios más importantes. Esto demuestra tal vez el abismo que se encuentra, tantas veces, entre pensamiento y acción. Pero ello, en mi opinión y más allá de unas circunstancias personales muy concretas, no invalida para nada la brillantez de una aportación filosófica a la historia.
La historia ha situado a Stirner como uno de los primeros anarquistas individualistas (a pesar de que resulta algo discutible esta etiqueta, su contribución filosófica es indudable, y hay quien asegure que es el introductor del ideario ácrata en Alemania), y su pensamiento se halla marcado por esa crisis de la filosofía idealista alemana. El complicado pensamiento de Stirner nace prácticamente al mismo tiempo que el existencialismo de Kierkegaard, el humanismo de Feuerbach y el materialismo histórico. Resulta cuanto menos impresionante una aseveración del historiador Franz Mehring, según la cual Stirner fue capaz de transformar en realidad corpórea la idea abstracta de Hegel, la autoconsciencia de Bauer, el humanismo de Feuerbach y la anarquía de Proudhon.
Según el autor de El único y su propiedad, el único universo con sentido para el ser humano es el propio, acosado constantemente y con posibilidades de ser finalmente sacrificado en nombre de ideas y de entidades que le son extrañas (religión y Estado serían las organizaciones más proclives a limitar al individuo). Pero Stirner va más allá y combatirá cualquier abstracción, llámese humanidad, verdad, Dios, incluso bondad o justicia. No existe para el alemán una causa general, sino una causa única, como lo es cada personalidad. Incluso, se llegará al extremo de que la voluntad de cada individuo es la que establecerá su propio criterio de verdad. Pero Stirner no era un loco aislacionista, una preconizador de una especie de antropología que afirme que la única verdad es la que establece la existencia del individuo; existen motivos naturales y biológicos para tender hacia la unión con el resto de los seres humanos (la conocida Unión de egoístas, que substituirá a esa abstracción ficticia e interesada que es el Estado). Esta visión radical requiere una crítica intransigente de todo lo heredado, de lo interiorizado y de lo que resulta cotidiano y vulgar. Me gusta esa interpretación de la obra de Stirner (que obviamente, no será la única), según la cual se pretende superar toda alienación mediante esa toma de conciencia del sujeto como "único", capaz también de anular al Estado mediante la potencia individual y de fundar la sociedad en la relación interpersonal y el humanismo en el goce particular.
La obra de Stiner, con altibajos en su reconocimiento, ejerció influencia sobre Bakunin y Wagner antes de la revolución de 1848. Es a finales de ese siglo cuando gana popularidad a la sombra de la obra de Nietzsche, autor sobre el que creo que se puede reconocer ya su evidente influencia. Max Nettlau, el historiador de la anarquía, llegaría a decir de El único y su propiedad que es "el libro más conocido del anarquismo primitivo y el de más facil acceso". No obstante, es evidente que la filosofía individualista stirneriana parece contraponerse de manera feroz a las visiones colectivistas y moralistas de autores como Kropotkin o Tolstoi. En mi manera de observar el anarquismo, se trata de una tensión presente desde los inicios del ideal libertario (recordaremos que el autor inminentemente preanarquista es otro individualista como Godwin, y que Proudhon no es sencillamente encasillable), algo necesario, una antinomia sin pretensiones de ser resuelta ni de resultar dramática. Creo que la huella de Stirner en la historia del anarquismo ha tenido, como en el campo filosófico en general, diferentes dimensiones según el momento, pero hoy resulta incuestionable (como demuestra la edición reciente de El único... en la colección Utopía libertaria). Hay que recordar, además, que la obra de Stirner se introduce en España gracias a los ácratas. La primera traducción castellana, de manera parcial, aparece en La Revista Blanca de Juan Montseny en el año 1900. Es en 1904 cuando se publica de manera completa, por parte de la editorial La España Moderna, con traducción de Pedro González-Blanco. Más tarde, la valenciana editorial Sempere lanzaría esa misma traducción en edición popular e, incluso, en la Guerra Civil el grupo de la Biblioteca Anarquista Individualista edita en plena revolución de 1937 una nueva traducción de la obra.
Parece ser que es a mediados del siglo XX cuando la filosofía existencia asume a Stirner como predecesor suyo. La idea del único como "la existencia genuina, surgida de la nada y destinado a diluirse en ella", y la concepción de cada personalidad como única y evidencia de la dignidad humana, parece que conectaron con la visión personalista de algunas tendencias dentro del existencialismo. A partir de los movimientos estudiantiles radicales de finales de los años 60, se da un nuevo valor a la negatividad creativa y vitalista de Stirner.
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