lunes, 7 de diciembre de 2009

Los antecedentes históricos del anarquismo

Entonces, Godwin pertenece a una tradición en la línea de la filosofía política inglesa y su pensamiento, cercano al anarquismo, también puede calificarse de liberalismo radical. La cercanía entre formas extremas de liberalismo y el anarquismo no debe hacer olvidar que éste realiza una fuerte crítica económica como perteneciente a una forma de socialismo. Recordaré que Godwin, al margen de si su pensamiento era más liberal que socialista, consideraba a todos los seres humanos iguales y achacaba las diferencias sociales por unas condiciones mantenidas por las instituciones y el Estado. No obstante, hay que recordar también que la filosofía de Godwin se inserta en una sociedad en la que todavía no se ha desarrollado el capitalismo ni el movimiento obrero, algo que le distancia del anarquismo posterior. Hay quien señala que entre Godwin y el verdadero anarquismo hay un salto, a mí me gusta pensar desde la perspectiva actual que, en realidad, el inglés tendió un puente (al margen de que, efectivamente, ni Proudhon ni Bakunin le leyeron, y no sería reivindicado hasta Kropotkin).

El caso de Stirner, como señalé recientemente, es todavía más peculiar. Hoy, parece habitual encontrar al alemán en cualquier historia acerca del anarquismo y considerarle incluso como libertario. Kropotkin se enfrentaría a Nettlau, al reivindicar éste a Stirner incluso como defensor de ideas sociales. Resulta una quimera considerar que el autor de El único y su propiedad, pretendía liberar al individuo de todo vínculo social o moral (condiciones que podemos considerar inherentes al ser humano). Algo así entendía Kropotkin al criticar a Nettlau, y el autor de El apoyo mutuo representa, efectivamente, el otro extremo de la idea anarquista, que sería moralizante (si es que se puede observar el anarquismo entre dos polos, algo más que discutible). Stirner no era socialista, algo que no puede ser sujeto a revisión y que no creo que se sostenido por nadie, y tampoco se le puede calificar sin más de anarquista, pero su pensamiento es en mi opinión de una valiosa aportación a la causa libertaria. Las lecturas en torno a Stirner que le sitúan simplemente como una pequeño burgués, crítico de toda jerarquía social y del Estado con el fin de acabar construyendo su propio negocio personal, son muy reduccionistas e incluso cuestionablemente realizadas desde un punto de vista libertario. Una coraza filosófica que proteja a cada individuo de toda causa general, incluso de la más aparentemente bella, es algo necesario para un ideal auténticamente anarquista, aceptando que la sociedad y la moral obligan a la cooperación y a la solidaridad.

No resulta baladí recordar por enésima vez que el anarquismo es un movimiento que no ha dudado en ser receptivo a todo corriente y a toda idea en la que ha querido ver un deseo de libertad y de justicia. Transformar la sociedad en su conjunto, y posibilitar que cada individuo pueda desarrollarse conforme a sus deseos, obligan a ello. Incluso, la historia, y las condiciones en ella en que el ser humano ha conseguido mejorar en cualquier aspecto, es observada por los ácratas con una carácter más abierto que el mero materialismo histórico.
Abad de Santillán escribió lo siguiente:
"en todos los tiempos, por encima de las castas y las clases, la sociedad ha tenido una minoría progresiva que arrastra hacia adelante; una minoría regresiva, reaccionaria, que tira hacia atrás, y una mayoría que va hacia la una o hacia la otra, según las circunstancias y las influencias puestas en juego para sugestionarla y moverla (…) Los anarquistas somos los herederos y continuadores de la minoría progresiva; la aspiración de ésta a una humanidad feliz, coincide con lo que nosotros queremos (…) Nosotros encarnamos el polo de la libertad, el anhelo tradicional de las minorías que pugnaron siempre por la justicia; somos como el resumen, la sintesis de diversas tendencias progresivas históricas, que se han ido depurando de errores, de contradicciones y de deficiencias".

No hay que hacer, como resulta obvio, una interpretación paternalista ni elitista, ya que el mismo Santillán no olvida las circunstancias históricas que puedan posibilitar el avance:
"Idea de infinitud, la anarquía es el eterno más allá, el espíritu que salta por sobre todas las barreras; pero como cada época y cada ambiente circunscriben las conquistas maduras y posibles, la utilidad y la razón máxima de los anarquistas está en saber polarizar en ellos las luchas en torno a esas adquisiciones (…). La anarquía es, lo repetimos, la animadora permanente de todo progreso, de toda reivindicación de justicia, de todo impulso hacia la libertad. Y es en ese sentido que los anarquistas de una época y de un ambiente dados establecen su programa de acción y de trabajo, las bases y los objetivos inmediatos de su militancia y se convierten, para las grandes masas, en los símbolos de la lucha emancipadora. ¿Que la anarquía como concepción abstracta y filosófica es más? Efectivamente, pero como movimiento combativo y revolucionario es tanto más sólida y está tanto más justificada cuando más interpreta y tiende a realizar o a acelerar la madurez de las posibilidades progresivas de una época en un ambiente dado".

Cappeletti, en esa línea, afirmaría que las ideas esenciales del anarquismo fueron ya concebidas y expresadas, de manera más o menos aislada, en contextos culturales muy diversos a lo largo de la historia. Es una forma de considerar al anarquismo como una idea universal, netamente humana, e incluso suprahistórica. Kropotkin mostrará a lo largo de la historia las diversas manifestaciones de organizaciones sociales solidarias y no jerarquizadas, distinguiendo así dos tipos fundamentales de sociedad. El anarquista ruso podrá numerosos ejemplos históricos con el afán de demostrar hasta qué punto es profunda la tendencia de la naturaleza humana de buscar una sociedad sin gobierno en la que se manifiesta la solidaridad.

No obstante, no es a partir de la Ilustración y la Revolución francesa cuando se puede hablar de pensadores que proclamen la necesidad de reformas sociales para acabar con las injusticias del sistema burgués. La confianza plena en la razón y en la educación para llevar a cabo los ideales de igualdad, libertad y fraternidad será recogida también por los anarquistas posteriores. Kropotkin, gran estudioso de esa época, considera que es la Revolución francesa, la cual fue más allá que la Revolución inglesa, la que abre paso a los movimientos sociales y políticos que se desarrollarán en el siglo XIX. El anarquista ruso considera que dos grandes conquistas se derivan de la Gran Revolución: la abolición de la servidumbre y la abolición del poder absoluto. Ello posibilitó libertades al individuo inimaginables con anterioridad, pero al mismo tiempo contribuyó al desarrollo de la burguesía y del capitalismo. Naturalmente, los anarquistas y socialistas posteriores señalarán las insuficiencias de la revolución burguesa. Especialmente, como harán posteriormente con los regímenes socialistas de Estado en el siglo XX, los libertarios serán intransigentes con el jacobinismo y la concepción jerárquica y autoritaria de una revolución que sería impuesta por el terror y un nuevo absolutismo. Es posible que sea la primera vez que se menciona el anarquismo como movimiento político cuando Robespierre ataca a los elementos izquierdistas que denuncian esa deriva despótica de la Revolución. Babeuf, figura legendaria para los revolucionarios posteriores, y sus colaboradores serán implacables con esa defensa de los propietarios realizada por los organos de la revolución, mientras que políticos, negociantes y especuladores siguen manteniendo al pueblo en la necesidad.

La Revolución francesa, como puesta en práctica de algunos postulados de la Ilustración, fue vista de diversas maneras, bien como el peligro de hundir los cimientos de la sociedad o bien como la puerta a una definitiva transformación social de manera radical. Es la época del nacimiento de la sociología, y los problemas fundamentales se enfocarán en la cuestión social. Es el momento de los llamados socialistas utópicos, especialmente de los tres principales: Saint-Simon, Owen y Fourier. La problemática social no dejó de ser observada también por filósofos especulativos, como Hegel y sus sucesores, y una generación posterior por conservadores como Comte o revolucionarios como Marx y los anarquistas.

En la siguiente entrada hablaré de los socialistas utópicos, tratando de establecer un vínculo con lo que será el anarquismo posterior.

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