Bakunin dejaba claro que el sistema del anarquismo solo se oponea la ley coercitiva, política o jurídica, la impuesta al hombre por el hombre. Hay que recordar que el pensamiento de este hombre está inserto en una determinada época, por lo que el cientificismo imperante no pudo dejar de influirle e incluso de determinarle. Para el ruso, el hombre es un producto de la naturaleza, por lo que habría que respetar sus leyes. La naturaleza constituye toda la existencia del ser humano, por lo que resulta imposible escapar a ella. Las leyes naturales son perfectamente distinguibles de aquellas leyes impuestas (arbitrarias, políticas, religiosas, criminales o civiles) establecidas por las clases privilegiadas en nombre de una moralidad ficticia para justificar la explotación. Bakunin consideraba que existía una obediencia involuntaria e ineludible a esas leyes que constituyen la auténtica vida de la naturaleza y de la sociedad, por un lado, pero también la tendencia a la mayor independencia posible de cada individuo enfrentada a la ley autoritaria.
Si la libertad de cada persona es el efecto, continuamente renovado, de las más diversas influencias físicas, mentales y morales del medio donde se ha desarrollado, escapar a esas influencias, en nombre de una libertad trascendental o divina (autosuficiente y egoísta), es tender hacia la no existencia. Como igualmente lo es el renunciar a ejercer influencia sobre nuestros semejantes o a la expresión de los propios sentimientos y pensamientos. Bakunin rechazaba, lógicamente, todo idealismo y toda metafísica, entendiendo que la libertad individual preconizada por estas escuelas suponía la nada. Dentro de las leyes naturales y sociales, se encuentra la solidaridad humana, por lo que es inimaginable una independencia mutua absoluta de los individuos o de las masas. La vida en sociedad, para el ruso, la define una constante dependencia mutua en los individuos. Incluso los más aptos o virtuosos, lo son insertados en la vida social, productores y producto de la voluntad y la acción de las masas. Hay que recordar que la vida social es para Bakunin la permanente y enriquecedora concurrencia de las diversas voluntades individuales, por lo que ese término de "masas" no debería ser visto en sentido peyorativo ni "trascendente". La sociedad humana sería sinónimo de naturaleza, y tal vez en ese punto podamos concretar el pensamiento de Bakunin y buscarle un sentido más actual, y no es posible negar la influencia recíproca que supone la vida social. Bakunin dejó claro que dentro de su concepción de libertad entraba esa influencia, definida por las condiciones de cada individuo, pero en absoluto la que suponían las influencias ficticias, privilegiadas, legales y oficiales.
Una sociedad de hombres y mujeres libres, supone que en la vida cotidiana gobierne el sentido común, aquellas leyes naturales generalmente admitidas. La emancipación, para Bakunin, tiene que estar apoyada en el conocimiento y en las leyes naturales. Para liberarse a sí mismo de la presión del mundo externo, material y social, el hombre debe incluir en él a todas las cosas y gentes que le rodean. Libertad es dominio sobre las cosa externas, respetando las leyes naturales, e independencia frente a la pretenciosidad y el despotismo, gracias a la ciencia, trabajo y a la rebelión política, para llegar a la organización planificada y libre del medio. Bakunin insistirá una y otra vez en el respeto ineludible a la madre naturaleza, siempre insertando su pensamiento en la época, en los esquemas científicos del siglo XIX. Las leyes naturales son establecidas, por lo tanto, por la ciencia y deben ser extendidas al conjunto de la humanidad; si una parte ya habían sido reconocidas en su época, Bakunin consideraba que muchas leyes sociales (tan necesarias como las físicas) todavía no estabam establecidas por la ciencia. Para completar la libertad humana, sería necesario que fueran reconocidas (en primer lugar, por la ciencia, luego por un extenso sistema de educación e instrucción popular) e integradas en la conciencia general. Oponiéndose al idealismo, la concepción materialista, realista y colectivista de la libertad dice "el hombre sólo se convierte en hombre y llega a tener conciencia y a realizar su propia humanidad en la sociedad, gracias a la acción colectiva de toda la sociedad". Del mismo modo, para liberarse de la naturaleza externa y convertir el mundo terrenal en un lugar favorable para el desarrollo de la humanidad es necesario el trabajo colectivo y social. La emancipación material precede a la moral o intelectual.
Para ser libre es preciso el reconocimiento recíproco de esa libertad en el otro, así como el trato consecuente. La humanidad queda definida en el hombre en presencia de sus semejantes, los derechos humanos se reflejan en la conciencia de las personas verdaderamente libres. Sólo se es hombre cuando se respeta y quiere la humanidad y libertad de los otros, además de la propia, y cuando nuestra propia libertad y humanidad es reconocida por los otros. Es muy conocido el aserto de Bakunin de que únicamente se es libre cuando todos los seres humanos alrededor, hombres y mujeres, lo son. Por lo tanto, la libertad ajena no es una limitación, es una condición y confirmación de la propia. Libertad en una pesona es sinónimo de dignidad y de derecho humanos, basados en no obedecer a nadie y seguir solo el camino de mis propias ideas, pero confirmada por la conciencia de los demás. La libertad, en el sentido materialista bakuniniano, es algo eminentemente positivo, complejo y evidentemente social al estar necesitada de la igualdad y de la solidaridad de todos. Una primera fase del desarrollo en la libertad sería positiva y social, el desarrollo completo y placentero en cada individuo de sus facultades y poderes humanos a través de la educación, la formación científica y la prosperidad material (conseguible gracia al trabajo de la sociedad en su conjunto). Una segunda fase tendría un carácter negativo, se trata de la rebelión por parte de cada individuo contra toda autoridad divina y humana, colectiva o individual (no hace falta recordar, en el pensamiento de Bakunin, que el rechazo a la tiranía divina está estrechamente relacionado con el que produce la coacción estatal).
Los idealistas, teólogos o metafísicos, parten del más alto concepto de la libertad para deducir la esclavitud terrenal, el materialismo más vil. El materialismo de Bakunin, por el contrario, pretende construir el idealismo más noble y racional en la vida social (desarrollo intelectual, moral y material de cada hombre). Todos los individuos tienen que encontrar en la sociedad, al nacer, los mismos medios de vida, las mismas posibilidades de educación, trabajo y placer; en caso contrario, la igualdad política, económica y social será una quimera. Para Bakunin, es rechazable una libertad concedida, valorada y regulada por el Estado, la cual maquilla el privilegio de clase, y también la libertad de aquellas escuelas liberales que observan el Estado como una fuerza pública que limita el derecho de cada uno. Por el contrario, la libertad se desarrolla en el conjunto de la sociedad, en solidaridad y en igualdad, y triunfando frente a la fuerza bruta que supone el principio de autoridad. La libertad en una situación de privilegio resulta una falacia. Bakunin aboga por una organización del medio social en el que no exista dominación alguna, sustentada en una institución política o establecida como derecho, y en el que se posibilite que todos los seres humanos disfruten de su libertad y del desarrollo de sus facultades. Al mismo tiempo, el anarquista ruso recuerda el diverso desarrollo que tienen las facultades morales e intelectuales en cada individuo, y la consecuente influencia que puede ejercer esa situación sobre los demás, pero nunca legitimada en un poder político.
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