lunes, 11 de enero de 2010

No es que Almudena Grandes fuera antes una figura intelectual que me transmitiera gran cosa, al margen de su calidad literaria (que, por otra parte, y en mi modesta opinión, tampoco creo que sea nada del otro mundo), pero su columna de hoy en El País me saca de mis casillas.

Ésta es la cartita que mando al "prestigioso" diario, deseoso de que publiquen de una vez un texto de calidad (póngase aquí un emoticono alusivo a la ironía):

No es que me sorprenda la utilización a la ligera, por parte de Almudena Grandes, de la conocida frase de Proudhon, "La propiedad es un robo" (en su columna del 11/01/20109). El de Besanzón es un autor tan vilipendiado e incomprendido como fascinante (valga como ejemplo que su noción de propiedad es, coherente con un pensamiento heredado por el anarquismo moderno, un equilibrio entre lo privado y lo colectivo). Entiendo que cuando peligran las habichuelas resulta apropiado recurrir a cualquier lugar común. Lo que es verdaderamente cabreante es que Grandes ponga en boca de unos supuestos "libertarios" de 1936 unas palabras tan insultantes como "No hagamos la guerra; hagamos la revolución, que es más bonita". Si, además, hacemos un poquito de caso a su propia frase "aclaratoria" o tal vez "justificatoria" ("con resultados por otra parte bien conocidos"), las intenciones resultan bastante nítidas. Si lo que quiere decir la señora Grandes es que la guerra la perdió el bando republicano por culpa de los anarquistas, y de sus intenciones revolucionarias, hay que recordar por enésima vez que la dicotomía entre guerra o revolución solo es un pobre tópico más acerca del conflicto. Los anarquistas fueron los primeros que se enfrentaron al ejército rebelde, desde el principio anulando la insurrección en tantos lugares, y también cuando se produjo la militarización de las milicias. Porque, señora Grandes, la militarización fue un hecho, y se perdió igualmente la guerra por diversos factores que solo la honestidad puede dilucidar. La transformación social que se llevó a cabo, de manera paralela al conflicto, tuvo resultados encomiables que no han sido lo suficientemente valorados. La práctica revolucionaria fue finalmente aplastada por la izquierda autoritaria aliada de las clases privilegiadas (que sí, señora Grandes, que también existían en la República al igual que en nuestra sociedad actual). La Guerra Civil Española es uno de los hechos más estudiados del siglo XX y, paradójicamente, más pervertidos y manipulados. Y no solo por la derecha política.

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