domingo, 10 de enero de 2010

Antiamericanismo

El prurito "antiamericano" de cierta izquierda es ya un cliché. Como, por otra parte, el supuesto "antisemitismo", que no es tal en gran parte de los casos, sino críticas concretas al Estado de Israel. La derecha alude a estas cuestiones con el afán de alabar, ya sabemos qué (liberalismo vinculado al capitalismo, democracia vinculada al poder), y de ridiculizar a una "progresía" con supuestas intenciones maniqueas. Pero es cierto que cierta izquierda parece llevar en su código genético esa aversión a todo lo que provenga de tierras yankis, de tal manera que tantas veces me resulta estridente y simplón escuchar según qué palabras. Hay demasiadas cosas que no nos gustan de los Estados Unidos de América; es cierto, en gran medida, que aquella es, o al menos se ha convertido en, la patria conservadora por excelencia, que su concepto de libertad y de democracia esconden demasiada mierda. Parece que es, especialmente, en los campos sociopolíticos y económicos donde las críticas siguen siendo demonizadoras, pero resultan indisociables de un consumo atroz de una cultura norteamericana mayoritariamente infantil e inane. Una cultura yanki que nos impregna a todo hijo de vecino, todo hay que decirlo, y la respuesta no me parece que sea ni la evasión (y no me refiero solo a lo "físico") ni la palabra vacua. Se me antoja que los focos críticos, más profundo que una mera pose seudointelectual, pueden ir paralelos a un auténtico espíritu transformador. Estamos hablando de la nación/Estado (curiosamente, y en realidad, un federalismo de estados digno de estudio) más poderosa del planeta, un auténtico imperio sin competencia actual (la competencia en el pasado no representaba nada mejor, y no hay que olvidar la palabra "totalitarismo" que aparece todavía en ciertas corrientes ideológicas), que se expande por la fuerza de las armas ("justificada" por la falsedad de una retórica vacua) y por la fuerza económico-consumista-explotadora. Sin embargo, y al margen de esta realidad en la que yo creo firmemente (la realidad de un capitalismo depredador y de la legitimación de nuevas formas de dominación), me parece cuestionable hasta qué punto es bueno seguir insistiendo en las poses y en los estereotipos (o, al menos, no cuestionarlos con un afán superador) no obstaculiza la capacidad de buscar nuevas respuestas sociopolíticas.

Seguramente, y como acostumbro, no me explico del todo bien. Las preguntas que me hago giran en torno a si la clase política norteamericana es peor que la europea, si los intelectuales tienen un perfil más bajo que en otras culturas o si el publico yanki es verdaderamente tan estúpido y sumiso (o, al menos, si lo es más a estas alturas que cualquier otro en una sociedad de consumo). Por ejemplo, un intelectual tan valorado como Chomsky, adscrito tantas veces a un llamado "socialismo libertario", se me antoja a estas alturas como insultantemente ligero como analista político (y no me refiero a sus veleidades justificadoras del inefable Hugo Chávez, que eso es otro cantar). ¿Es eso consecuencia de una falta de "nivel político" en EEUU? Seguramente, pero el escaso nivel de cultura política es otro síntoma de la posmodernidad en las sociedades "avanzadas", junto a un relativismo, tantas veces cercano a la idiocia, y una ausencia de cultura en general (alguno me dirá que habría que definir la palabra "cultura"). Otro ejemplo bastante obvio a continuación. ¿Es el cine norteamericano, consumo cultural de masas por excelencia, tan vacío de contenido como se dice? Seguramente, en gran medida lo es, pero tampoco se pueden obviar la calidad de muchas de las obras, con no poco contenido intelecual, y el auténtico problema es por parte del "consumidor" (yanki, y no yanki) la frivolidad e inmediatez de lo que se quiere vender como "entretenimiento", la falta de rigor, la subordinación a medios ajenos a su propio criterio sin prácticamente espíritu crítico. Pensar que la ausencia de inquietudes intelectuales y morales en las personas es inherente a ellas es echar por tierra cualquier posibilidad de perfección individual y social. De la misma manera, creer que el ánimo de lucro es la auténtica fuerza motriz del ser humano es haberse vencido al capitalismo y a la competencia como único factor socioeconómico. Señalar todo eso en el público estadounidense, sin observar algo parecido en la propia casa de uno, y como peligrosa tendencia globalizadora, insisto en que me parece más una pose que otra cosa. Cierto público no es egoísta ni estúpido, es producto de un determinado contexto en el que no prima el rigor intelectual, ni político ni moral (es mi opinión, y tal vez por eso pienso como pienso).

Porque ridiculizar a los ciudadanos estadounidenses supone hacerlo en realidad a todas las sociedades que han adoptado, o se han visto obligadas a hacerlo, a la norteamericana como modelo. El análisis libertario es un balón de oxigeno impagable, la insistencia en una cultura poderosa crítica con el poder y superadora de las fronteras nacionales, "libertaria" si se quiere, es una tensión necesaria, y la palabra "superación" me parece que tiene el rigor intelectual apropiado. "Superación" es buscar nuevas formas sociopolíticas y económicas más justas y libres, más inteligentes, que unan moralmente a la humanidad respetando los diferentes contextos culturales, sin justificaciones ni maniqueísmo de índole alguna. Mi forma de entender el anarquismo no es "recuperar" ninguna idea definitiva heredada del pasado, tomar como modelo una supuesta "Edad de Oro" pérdida (o nunca conseguida) y realizable gracias a la mera eliminación de todo aquello que oprima a la humanidad (porque el poder sigue siendo palpable, pero hay formas de dominación más difusas). Crear una sociedad más justa es atisbar la posibilidad de que somos capaces de hacerlo, señalar el camino construyendo nuevas edificaciones que no tengan en cuenta los modelos erróneos y dar un sentido real a la palabra "progreso" (tan perdido su sentido en la posmodernidad). El liberalismo, desarrollado en la cultura anglosajona, fue seguramente un avance en la historia de la humanidad. No tengo la capacidad intelectual de afirmar lo contrario, como no la tengo, por ejemplo, para decir que la historia hubiera sido mejor sin la existencia del cristianismo (otra pose "progresista" bastante recurrente). A lo que sí me atrevo es a decir que el liberalismo desembocó, o de desarrolló, en una forma salvaje de explotación económica y que el cristianismo dio lugar a instituciones represivas. Por otra parte, no se puede dejar de ser crítico con las prácticas socialistas de Estado, la única alternativa que observa gran parte de las personas, de ahí la insistencia en potenciar la cultura política. Hace 20 años cayó un muro, hecho histórico innegable del que yo me alegro sin que por ello justifique otras formas de dominación, y el objetivo es seguir derribando muros que separen a la humanidad.

"Superación" es una bella palabra, del liberalismo y de un socialismo incompatible con la libertad. Rudolf Rocker, tan estudioso de la tradición liberal estadounidense, consideraba que la gran síntesis de las dos tendencias es el anarquismo, y estoy plenamente de acuerdo. Yo no me siento antiamericano, como no soy antigermano (lo del Estado alemán tiene tela también y no es para detestar al pueblo alemán) ni antihebreo. Lo que soy es crítico con el estatalismo, lógico producto de una tradición de dominación en cada contexto, y contrario a muchas tradiciones que tienen todas esas culturas y pueblos que se enfrentan a mi propia concepción de la vida, de la libertad y de la justicia (concepciones que, como las de cualquiera, son discutibles).

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