Hoy se inauguran los actos del Centenario de la CNT (para los profanos, que los habrá, la Confederación Nacional del Trabajo, una vez fue la fuerza motriz de la clase trabajadora en España, de clara tendencia anarquista), con un concierto del artista flamenco El Cabrero en el Teatro Compact Gran Vía de Madrid. Aunque me la soplen bastante las conmemoraciones, y tampoco sea demasiado amigo de la épica (¡manías personales, tal vez una mal entendida modestia!), bienvenido sea este año por dar mayor visibilidad a un sindicalismo combativo (anulado en gran medida gracias a nuestra glorificada Transición española) y por la cantidad de actos interesantes y de ediciones que se van a realizar. En algunos de ellos, implicados buenos amigos míos, grandes trabajadores, por lo que doy fe de que van a ser memorables.
En no pocas ocasiones, nos encontramos afirmaciones acerca de que el movimiento libertario español fue derrotado y es historia. No es cierto. La CNT ha sido, y sigue siendo, parte de él. Estamos hablando, probablemente, de la organización social más importante del último siglo, cuya trascendencia va más allá del territorio español. La derrota de la Guerra Civil Española, la traición comunista (tal vez "traición" no es la palabra más adecuada, los medios y objetivos de las dos grandes corrientes socialistas fueron en origen muy diferentes), la dictadura franquista, el exterminio de una generación de enorme valía, la ignominia de la Transición, la reconversión industrial, el acomodo democrático..., todo ello no acabó con el anarconsindicalismo ni con el anarquismo, un soplo de aire fresco y nueva militancia aparecen una y otra vez a pesar de la dificultades. Pero, ya digo, no soy nada amante de la mitificación. No al menos a costa del sacrificio histórico de un movimiento emancipador, así me da la impresión de que lo contemplan algunos, y a favor de otras organizaciones actuales que poco o nada tienen que ver ya con una organización libertaria ni en medios ni en fines. Un movimiento liberador que hoy necesitamos tanto, o más, que hace 100 años. Porque lo que me interesa de la CNT es el hecho de ser un sindicato subsumido en un movimiento anarquista de mayor calado. El objetivo sigue siendo la liberación en todos los ámbitos de la vida, no solo en el plano económico (para el que, no obstante, urgen alternativas autogestionadoras claras y palpables). Si algo ha caracterizado al anarquismo, y a los movimientos inspirados por él, es su búsqueda incansable de respuestas emancipadoras a nivel individual y colectivo, su lucha irreductible contra el quietismo. Es por eso que las críticas, lugares comunes ya, a un movimiento libertario que bebe demasiado de la épica del pasado no tienen demasiada cabida y deben ser obviadas y superadas. El objetivo es lograr un hilo conductor, aprender de los errores históricos y encontrar nuevos campos de lucha y acción en el contexto de comienzos del siglo XXI. Hacer una mera tabla rasa, anular sin más los nobles propósitos de la modernidad (en lugar de expandir sus postulados), enriquecidos y potenciados con las ideas antiautoritarias, es simple y llanamente caer en el relativismo más acomodaticio, o tal vez en la barbarie.
El movimiento libertario, a pesar de sus errores (que existen, como es lógico y humano), no tiene motivos para negar su pasado ni para falsearlo. Es tal vez la única corriente de izquierdas (hoy, la división entre izquierdas y derechas es una caricatura) sin un pasado ominoso ni sectario, por su irreductible convicción de la justeza entre medios y fines, por su apuesta indudable por un humanismo militante. La clase trabajadora está quizá más determinada que nunca por el contexto socioeconómico, y las fronteras entre clases puede que sean algo más difusas que hace un siglo. Pero las diferencias son igual de abismales en un contexto global, el cual se pretende que contemplemos con ojos nada críticos y casi benefactores.
No queremos limitarnos a sobrevivir, queremos vivir plenamente. Y ello solo me parece posible con la búsqueda de la mayor autonomía individual posible en equilibrio con una cooperación social en la que prime el factor solidario. De la misma manera, las decisiones mayoritarias no deberían sacrificar la pluralidad ni a las minorías, algo a la que nuestra sociedad y nuestra política nos tiene tan acostumbrados en su afán totalizador y, a pesar de las apariencias, terriblemente jerárquico. Voluntarismo (frente a todo determinismo objetivo), espontaneísmo (frente a todo doctrinarismo), insistencia en los valores, moralización de lo social, trabajo compatible con la creatividad, esfuerzo, cooperación (frente a la absoluta predominancia de la competencia), solidaridad (algo inherente al ser humano que habría que potenciar frente a tanta iniquidad), respeto por la individualidad, respeto por el libre desarrollo de cada persona... Es mi manera de entender el anarquismo, es lo que yo denomino la más alta aspiración de la humanidad.
Las conmemoraciones, y aun las siglas y los colores, me importan más bien poco. Lo auténticamente importante es que organizaciones y proyectos libertarios, en los que se reproduzcan aquellas características, son bienvenidos y más necesarios que nunca.
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