sábado, 17 de abril de 2010

La medida del progreso

A mediados del siglo pasado, Herbert Read decía ya "la actitud política característica de nuestros días no es de fe positiva, sino de desesperanza". En ese momento, ya pocos confiaban en el marxismo como una alternativa al capitalismo y toda filosofía social del pasado era vista con recelo. La única práctica del socialismo que parecía haber triunfado no había liberado al hombre de la explotación, las desigualdades sociales continuaban teniendo una causa económica en todas las naciones, sea cual fuera el régimen estatista que imperase. Un mundo nuevo solo puede tener cabida si se da predominancia a los valores de libertad e igualdad frente al lucro, la competencia, el poder técnico o el nacionalismo. El anarquismo es la única filosofía social y política que, en ese aspecto, se mantiene firme a través de los tiempos. Lo que Herbert Read sostenía, en la línea de lo que diría tiempo después Colin Ward, es que multitud de personas en todo el mundo practicaban ya, consciente o inconscientemente, esos valores y solo era necesaria cierta sistematización del ideal ácrata de cara a ser comprendido por el hombre común.

La gran pregunta sigue siendo cuál es la medida del progreso humano, sin que tenga que cuestionarse necesariamente de raíz si estamos o no, al día de hoy, en ese línea de perfeccionamiento. Read destaca que en las formas sociales más primitivas el individuo es solo una unidad, el grupo actúa como un cuerpo único, mientras que en las más perfeccionadas es una personalidad independiente dispuesta a unirse a los demás cuando fuere necesario defender intereses comunes. Así, se establece una medida del progreso por el grado de diferenciación dentro de una sociedad: si el individuo no es más que una unidad en un cuerpo colectivo, se verá limitado y su vida será gris y mecánica; si, por el contrario, es en sí mismo una unidad y posee cierto margen para desarrollarse y expresarse podrá potenciar su conciencia y vitalidad. Es una distinción, si se quiere, muy elemental, pero está demasiado presente, todavía al día de hoy, en la división de los seres humanos. Existen ciertas predisposiciones para que muchosl individuos se refugien y busquen seguridad en el anonimato del rebaño y en la rutina, sin que parezcan tener ambiciones más allá de obedecer y subordinarse ante alguna autoridad; mientras que los hombres que sí poseen la capacidad para desarrollarse acaban siendo los mandatarios de esos hombres incapaces. Herbert Read coloca su medida del verdadero progreso, e incluso puede decirse que un nivel de existencia superior, en la emancipación del esclavo y en la diferenciación de la personalidad. Así lo expresó: "El progreso se mide por la riqueza e intensidad de la experiencia, por una más amplia y profunda comprensión del significado y perspectiva de la existencia humana". Dejemos a un lado la riqueza militar o los éxitos militares de una civilización o de una cultura, su progreso se medirá por los valores y por la creatividad de sus individuos representativos (filósofos, poetas, artistas...).

Por lo tanto, se puede considerar al grupo como un instrumento auxilar en la evolución, un medio para la seguridad y el bienestar económico, incluso puede considerársele esencial para una civilización. Pero el paso siguiente en la evolución sería esa diferenciación del individuo, de tal manera que va alcanzando su auténtica emancipación y no resulta ya la antítesis de la colectividad. Estamos ante una visión anarquista que considera que el desarrollo de la personalidad solo se inserta en las adecuadas condiciones sociales y económicas. A pesar de sus defectos, la antigua civilización griega o el Renacimiento europeo constituyen ejemplos históricos de ese despertar de la conciencia sobre los valores de la libertad y la pluralidad. En una civilización en la que se asegure el progreso y se cultiven los valores no hay diferenciación ya entre sus conquistas y las de los individuos que la componen. Son malos tiempos para hablar de la noción de "progreso", pero leyendo a autores como Herbert Read, que sostiene que los credos y las castas deben formar ya parte del pasado, nos damos cuenta de los errores de la modernidad y de las falacias de la posmodernidad.

Precisamente, Read recuerda a Nietzsche, autor tan mencionado por los filósofos posmodernos, como el primero que llamó la atención sobre el significado del individuo como una medida dentro del proceso evolutivo. La relación entre individuo y grupo es el origen de todas las complejidades de la existencia, por lo que Read reclama indagar y simplificar para desenredar la madeja a la que se ha dado lugar. Incluso, esa correspondencia entre la persona y la colectividad son el origen de la conciencia y de la moral, visión a la que ayudan las diferentes disciplinas científicas y que solo encuentra oposición en la religión. Si la religión y la política fueron intentos históricos originarios de determinar la conducta del grupo, sabemos que el proceso siguiente supone que un individuo o una clase se hagan con el poder de las instituciones políticas y religiosas para volverlas contra la sociedad (aunque, en origen los propósitos fueran otros). En este proceso, el individuo acaba viendo primero deformados sus instintos y luego finalmente inhibidos gracias a un rígido código social, la vida se convierte en convención, conformismo y disciplina. Pero Read hace una importante distinción entre esa disciplina impuesta y una actitud vital que tenga su origen en la libre iniciativa y en la libre asociación; son dos cualidades que solo pueden verdaderamente desarrollarse a nivel individual y sin instancia coercitiva que imponga un comportamiento mecánico.

De esa manera, se reclama una "ley inherente a la vida", que no sería arbitraria tal y como sostuvo Nietzsche, y sí garante de la equidad, de la armonía estructural y de la funcionalidad. Read criticaba como paradójica la definición del diccionario inglés sobre la bella palabra "equidad": "recurso a principios de justicia para corregir o completar la ley". Dicho uso del término no distingue entre el derecho consuetudinario o jurídico, los cuales no coinciden necesariamente con una ley natural o justa. En cambio, si acudimos al diccionario de la lengua española (y que me perdonen los amigos que me critican por esto, solo lo hago como un punto de partida regulador, con todos los ánimos críticos), encontramos varias acepciones entre las que se encuentran las siguientes: "Bondadosa templanza habitual (continúa, hablando de oposición a la Ley)", "Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva". En la jurisprudencia romana, se puso por primera vez de manifiesto el principio de equidad; se derivó, por analogía, del significado físico de la palabra y se basaba en la estricta observación de las instituciones existentes con el fin de que se asemejaran a ese estado hipotético de la naturaleza basado en el orden simétrico tanto físico como moral. Read distingue entre la leyes naturales, que bien pueden recibir también el nombre de leyes del universo físico, y el "estado prístino de la naturaleza" de la teoría rousseauniana, más sentimental que otra cosa al añorar un pasado ideal y desdeñar el mundo real (algo opuesto a la visión romana).

Read, sin defender obviamente relación alguna con el derecho romano, sí afirma que el anarquismo tiene su origen en la ley natural (y no en el estado natural). No se trata de sostener la bonhomía de la naturaleza humana, sino de tomar como modelo la simplicidad y armonía de las leyes físicas universales. Se remite a Rudolf Rocker, y a su obra Nacionalismo y cultura, para confirmar la divergencia, también en este aspecto, del anarquismo con el socialismo estatista: "El socialismo moderno tiende a establecer un vasto sistema de derecho positivo contra el cual ya no exista una instancia de equidad. El objeto del anarquismo, por otro lado, es extender el principio de equidad hasta que reemplace totalmente el derecho positivo". En la misma línea, Bakunin ya rechazaba todo sentido de la justicia basado en la jurisprudencia romana, en gran medida fundada en actos de violencia y bendecida por algún tipo de Iglesia para transformarse en principio absoluto; reivindicaba, por el contrario, una justicia fundada en la conciencia de la humanidad, en la conciencia de cada uno de sus miembros. Es una justicia universal para el anarquista ruso, pero que no se ha impuesto en el mundo político, jurídico o económico debido al abuso de la fuerza y a las influencias religiosas.

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