Continuando con el individualismo, se plantean algunas cuestiones interesantes y no resueltas, porque tal vez no lo estén nunca. Se ha dicho que autores individualistas, como Stirner o Armand, han querido ver la preexistencia del individuo frente a la sociedad, y ver a ésta como una simple adición de aquellos. Es una visión que, incluso, se opone a otras anarquistas que hablan de cierto determinismo social. En cualquier caso, es una controversia para mi irrelevante y hay que ver en la idea anarquista la que con mayor fuerza profundiza en la noción de libertad para buscar un equilibrio entre el individuo y la sociedad. Apelar a la prioridad de una parte, el individuo, frente al todo resulta prácticamente una quimera; el individuo nace inserto en una sociedad y solo después de un desarrollo, intelectual y moral, y una concurrencia de múltiples factores, podemos hablar de un sujeto formado, y en parte determinado, por un entorno. Todo lo demás, en torno a una naturaleza humana, se me antoja simplista o místico, lo mismo que cualquier teoría sociopolítica contractualista (un supuesto contrato realizado por individuos en "estado natural", que aquí no ha hecho nadie que sepamos). Podemos decir, entonces, que individuo y sociedad forman un conjunto con dos polos en equilibrio y sin ruptura por ningún lado (lo que desemboca en algún tipo de desastre para algunos o para todos). La búsqueda del desarrollo propia, de nuestra individualidad, se antoja una tendencia atractiva como contrapeso a cualquier tendencia doctrinaria que nos convierta en una mera pieza del engranaje, pero de ningún modo estamos hablando de una tendencia que niegue el societarismo. Creo que es posible mencionar diversas teorías filosóficas y científicas están en la línea de una subjetividad interrelacionada con el mundo externo, por lo que la idea de un individuo autárquico resulta complicada, máxime en una propuesta libertaria que da predominancia a la solidaridad (que, de un modo u otro, está relacionada con la cooperación).
Emile Armand hablaba de "crítica permanente e irreductible respecto a las instituciones", algo que no hay que observar aislado de cualquier praxis (actitud constructiva y cooperativa), es al menos mi postura (no sé si la de Armand). Recientemente, he vuelto a oir acerca de individuos libertarios que niegan la posibilidad de una educación libertaria, ya que el propio modelo educativo implica según ellos dominación. Podemos encontrar en esto un paralelismo con un supuesto asocietarismo individualista, que no conduce a ninguna parte. La crítica permanente hacia lo instituido se realiza enfrentada a una práctica libertaria continua, con todos los límites que pueda suponer una actividad humana que busca otorgar sentido a las ideas de libertad y solidaridad (completadas una con la otra). Soy consciente de que son bellas palabras, pero la cuestión es esa, convertirlas en una realidad en nuestra vida cotidiana (en la que lo individual está plenamente relacionada con lo social). Por el contrario, la idea de un individualismo autárquico, ni siquiera es utópica, es más bien algo apartado del plano de actividad humana (incluso, aunque hablemos de aislacionismo). En el ámbito económico, observar la propiedad privada de los medios de producción como una garantía de libertad personal nos acerca a un terreno similar, en el que hay que preguntarse si esto es posible respetando al mismo tiempo la libertad de los otros (y aquí podemos reducir libertad a la misma idea de propiedad privada). Los dos polos pueden ser individuo/sociedad o individualismo/socialismo (nunca totalitarismo, concepto que alude obviamente a la intervención continua por parte de una instancia coercitiva), estaremos de acuerdo en que la autonomía individual, en el ámbito económico y en cualquier otro, es un bello punto de partida que solo adquiere sentido en una sociedad libertaria (en la que se ha desterrado la coerción y la explotación) si hablamos de cooperación.
Adelanto algunas críticas, de postulados supuestamente anarquistas que niegan el socialismo. Y yo reafirmo la idea de un anarquismo en equilibrio entre los dos polos, pero que de ninguna manera abandona la idea de unos medios de producción colectivizados y de una economía dirigida al bienestar de todos los miembros de la sociedad. El individualismo de autores como Emile Armand (discípulo de Stirner, aunque considerado ya anarquista) resulta criticable en muchos puntos, pero de ninguna manera creo que haya que identificarlo con un mero negativismo o relacionarlo con la idea de libertad liberal y burguesa. Cuestionar las nociones abstractas que se oponen a la libertad individual, como Dios o Estado, es un sano ejercicio intelectual y moral que se completa perfectamente con la crítica concreta a tal o cual religión (o visión metafísica o trascendente) y al expolio social que tiene una organización social basada en la jerarquía (aquí, se puede ser más lúcido y concreto que al hablar de "contrato social"). Creo importante la capacidad de abstracción, para entre otras cosas no caer simplemente en un juego simplista y maniqueo, y en aras de no subordinarse a ninguna instancia superior más allá del plano de actividad del ser humano, pero no hay que perder de vista la complejidad de esa misma práctica humana. Egoísmo es un concepto tal vez inherente al ser humano, y que tantas veces conduce a muchos autores a la desesperanza, pero la búsqueda del desarrollo del yo, en autores asumidos por la tradición ácrata, puede completarse perfectamente en la idea de la libertad como conquista también social. No es un deseo de salvar cualquier visión anarquista, sino de completarlas y enriquecerlas, de no condenar o idealizar apriorísticamente al ser humano por una supuesta (falsa) concepción de la naturaleza humana maligna (egoísta) o beatífica (solidaria). No creo que exista tal naturaleza previa, por lo que trasladamos todo desarrollo posterior a una práctica individual y social. La idea de vivir plenamente, de alcanzar la felicidad, solo puede alcanzarse de verdad sin profundizamos en nuestro campo de actividad humana y una noción importante en ello es el reconocimiento del otro (una moral que no tiene porque enfrentarse al ego y sí completarse con él). El egoísmo, o mejor denominarlo el desarrollo del yo, al igual que la libertad, no encuentra sus límites en el ego de los demás, sino que puede completarse con él. Lo dicho anteriormente, bellas palabras que encontrarán numerosos escollos en la realidad, pero que resultan una nítida propuesta alejada del individualismo burgués exento de valores y con la premisa indignante del "sálvese el que pueda".
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