Salvador Giner, en Historia del pensamiento social, considera a Kropotkin "el escritor sereno y sistemático del anarquismo", aunque aclara que es la otra cara de un autor como Bakunin (algo, cuanto menos cuestionable e incluso hay posturas de Bakunin que han resistido mejor el paso del tiempo en mi opinión), un continuador de la línea científica de Proudhon y representante de la versión anarquista del comunismo. La tesis kropotkiniana del apoyo mutuo como factor de cohesión social tiene su origen en William Godwin y en su creencia de la existencia de una benevolencia universal, así como la confianza en "los principios de racionalidad, eficiencia, eliminación de esfuerzos inútiles y explotación del progreso científico". Se considera que este programa forma parte de toda una filosofía de la historia, viene a ser una visión de la evolución social y biológica que subraya los aspectos cooperativos frente a la competencia como factor de progreso. Es ya un lugar común el enfrentar la visión de Kropotkin a la de Darwin, aunque jamás el ruso contradijo la obra del inglés, más bien se trata de una misma visión enriquecida.
La solidaridad entre individuos de la misma especie es imprescindible para vencer la contrariedades de la naturaleza y, dice Kropotkin, las especies más evolucionadas son aquellas que han sabido comprender la importancia del apoyo mutuo. Por lo tanto, la teoría de la evolución no queda definida necesariamente por la lucha entre las especies, sino por el combate de éstas frente a una naturaleza adversa. En una sociedad basada en la cooperación, en la que existan recursos para todos, los individuos no tienen por qué lanzarse al enfrentamiento y la destrucción. La moral humana, que con autores como Kropotkin se desprende definitivamente de todo origen divino o metafísico, es el resultado del sentimiento de cooperación y solidaridad. La propuesta de Kropotkin es una sociedad comunista, realizada progresivamente gracias la educación de las personas , las cuales pueden descubrir y desarrollar su capacidad para cooperar y para crear, a la inculcación de sólidas convicciones. Son ya lugares comunes las menciones a la supuesta moderación de Kropotkin en los últimos años de su vida (críticas que, a mi modo de ver las cosas, cuando se realizan desde la cómoda perspectiva actual, se me hacen algo penosas), a su supuesto apoyo a la Revolución Rusa (a la que consideró un fenómeno al que no resultaba posible oponerse y sí acabó criticando su autoritarismo) y a los aliados durante los Primera Guerra Mundial.
España es el país donde se ha dado el más poderoso movimiento anarquista y, otro lugar común que habría que revisar, no considera Giner que fuera, de forma paradójica, lugar de grandes teóricos. Se apresura también a la hora de nombrar factores causales de ese arraigo libertario: industrialismo deficiente, vida semirrural de gran parte del proletariado, hostilidad regional contra el centralismo estatal... El análisis de la importancia del movimiento anarquista en España es todavía una asignatura pendiente en la labor historiográfica... Recordar sin más este contexto, que sin duda tuvo su importancia para el desarrollo libertario, es quedarse muy corto, hay que recordar la complejidad y vitalidad, siempre intemporal, de las propuestas libertarias, que le dan una innegable actualidad, por lo que resulta triste resolver el tema de manera tan simplista y reduccionista. Analizar el porqué de un progresivo desarrollo del movimiento anarquista, y no solo de una central sindical como señalan otras visiones simplificadoras, es una tarea compleja para los historiadores. Yo me quedo siempre con las propuestas de emancipación en todos los ámbitos de la vida, lo que demuestra la fortaleza, originalidad y especificidad de unas ideas. Tal vez el anarquismo hispano fuera más receptor de ideas, que creador de las mismas, pero lo que parece claro es que trató de llevarlas a la práctica con toda la vitalidad y creatividad de la que fue capaz. El triste colofón a esa situación de un movimiento libertario tan importante se produjo en la Guerra Civil, tras la derrota manu militari, cuando los anarquistas pusieron a prueba sus convicciones y se vieron obligados incluso a defender un sistema que las transgredía para combatir el fascismo.
En 1845, aparece en La Coruña el primer periódico del mundo que puede considerarse anarquista, El Porvenir, fundado por el discípulo de Proudhon Ramón de la Sagra. Conocido es también que el federalismo proudhoniano tuvo continuidad en la obra del republicano catalán Pi y Margall, el cual tradujo un buen número del francés. Puede decirse que, en origen, el republicanismo federal y el anarquismo estaban muy cerca. Pero el comienzo del anarquismo en España se suele situar con la llegada de Fanelli en 1868, propagador de las ideas de Bakunin. A partir de ese momento, el somero análisis que realiza Salvador Giner sobre el anarquismo español me resulta bastante torpe (la obra que tengo es una reimpresión de la revisión que se hizo tras la muerte de Franco, desconozco si existe alguna otra que afecte a esta parte del anarquismo). La insistencia, de nuevo simplificadora, en dos tipos de anarquismo, uno industrial y práctico y otro rural y utópico, el énfasis en una constante táctica violenta de la CNT (combativa no es sinónimo de violenta, al igual que la llamada "acción directa" no supone necesariamente actos violentos), la única mención que se hace a la FAI es como organización que trata de controlar a la CNT e incluso "revisar los principios confederales extremos" (sic); además, los actos desestabilizadores anarquistas durante los años 30, durante una república que tuvieron finalmente que defender, o las críticas a las transformaciones revolucionarias durante la guerra son ya lugares comunes que merecen un estudio detallado, máxime en un texto que se considera académico. No se trata de idealizar el pasado del anarquismo, justo es reconocer los errores y ser críticos siempre con actos excesivos que transgreden, además, las propias ideas libertarias. Sin embargo, es penoso enfatizar la violencia en una obra sobre pensamiento, cuando precisamente una de las características destacables del anarquismo es la búsqueda de coherencia entre medios y fines, el deseo de desterrar toda coacción en la sociedad.
Existe un anarquismo histórico, derrotado después de la Guerra Civil Española, algo innegable, pero a lo que yo trataría de observar de otro modo. Es decir, el fin del anarquismo se produce en gran medida por su renuncia a conquistar el poder, a imponer un sistema perdiendo así sus señas de identidad. Por supuesto que existen errores dignos de análisis y actos cuestionables, pero la medida para juzgarlos siempre puede realizarse con mayor horizonte desde la teoría y praxis libertarias, unas ideas profundamente humanistas, con influencias múltiples y constantes, que desean dar auténtico sentido a las nociones de libertad y justicia social. Los momentos de grandes revoluciones forman parte del pasado, pero los movimientos libertarios surgen una y otra vez, con distintas medidas y capacidades, pero con una implicación social siempre importante, en un mundo en el que persisten la explotación y el autoritarismo.
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