sábado, 20 de noviembre de 2010

El equilibro entre el individualismo y la sociedad

Erich Fromm considera que la libertad caracteriza la existencia humana como tal; además, el significado de la libertad varía según el grado de autoconciencia del hombre y su concepción de sí mismo como ser separada e independiente. De esta manera, la historia social del hombre comenzó cuando adquirió conciencia de sí mismo como unidad separada del entorno y de los demás individuos. Ese desarrollo de la autoconciencia se produce durante etapas, aún oscuras, en las que el hombre permanece todavía ligado al mundo social y natural, por lo que la conciencia de su individualidad es todavía parcial. Fromm afirma que el llamado "proceso de individuación", en el cual el hombre se desprende de sus lazos originales, se produce con mayor intensidad desde la Reforma hasta nuestros días. La analogía se establece con la vida individual, el niño al nacer deja de formar un solo ser con la madre y se separa biológicamente, aunque funcionalmente permanece unido a ella durante un tiempo considerable. El cordón umbilical une al individuo con su madre, restándole libertad, pero otorgándole lazos de seguridad y pertenencia; es lo que Fromm denomina "vínculos primarios", previos al "proceso de individuación", que unen al niño con su madre, pero también al adulto con la naturaleza, con un clan, casta o con el tipo de comunidad que fuere. El proceso de individuación y el desprendimiento de los vínculos primarios conllevan nuevos problemas: orientarse y buscar nuevas raíces en el mundo, encontrar nuevas seguridades en caminos que nada tienen que ver con la etapa preindividualista en la que la autoridad no se veía como una instancia separada. Es así cómo la libertad adquiere una nueva dimensión.

A medida que va creciendo el individuo, y mientras va cortando los vínculos primarios, tiende a buscar un mayor grado de libertad e independencia. Esa búsqueda, para Fromm, tiene dos aspectos: uno, en el que el niño se hace más fuerte, física, emocional y mentalmente, la voluntad y la razón se convierten en directoras en un proceso de fortalecimiento del yo, solo limitado por las condiciones individuales y, sobre todo, por las condiciones sociales (en toda sociedad, habría cierto nivel de individuación, que el hombre no podría sobrepasar); el otro aspecto del proceso de individuación es el aumento de la soledad, consecuencia de ser consciente de ser una entidad separada de todos los demás y de la pérdida de los vínculos primarios, el mundo se torna amenazador y peligroso y el individuo adquiere angustia e impotencia. En este último aspecto, surge en el individuo el impulso de abandonar su propia personalidad, de sumergirse en el mundo exterior, aunque ello nada tenga que ver con los vínculos primarios ya erradicados. Una sumisión que tratara meramente de invertir el proceso de individuación tendría un precio muy alto a nivel síquico, dando lugar no solo a inseguridad, también a hostilidad hacia las personas de las que se depende.

Fromm considera que existe otro camino para combatir la soledad y la angustia, y es la relación espontánea hacia los hombres y la naturaleza, con la cual se crean vínculos con el mundo sin renuncia alguna a la individualidad. El amor y el trabajo creador son las expresiones más dignas de ese tipo de relación, que está arraigada en la personalidad de cada individuo. Puede hablarse de un proceso dialéctico resultante del crecimiento de la individuación y del aumento de la libertad individual, según el cual se puede dar simplemente la angustia e inseguridad de manera muy intensa o puede originarse un nuevo tipo de intimidad y de solidaridad con los demás, si se desarrollan en el niño o adulto esa fuerza interior y capacidad creadora que le conecten con el mundo. Para una buena armonía en el desarrollo, cada paso en la separación e individuación tendrían que ir acompañados por un correspondiente crecimiento del yo; desgraciadamente, hay causas individuales y sociales que dificultan ese equilibrio y producen un sentimiento de aislamiento e impotencia.

La existencia humana y la libertad son inseparables desde un principio, y es un concepto de libertad no en el sentido positivo ("libertad para") y sí en uno negativo ("libertad de"), es decir, liberación de la determinación instintiva del obrar (propia de los animales). Esta liberación, determinada por la debilidad biológica del ser humano, supone el punto de partida para el desarrollo humano, para toda cultura. El destino del hombre parece trágico, forma parte de la naturaleza y, sin embargo, tiene que trascenderla con un amplio margen de acción. No existe, en la historia ningún plan predeterminado ni proceso lineal, el proceso dialéctico de la libertad humana, marcado por el aumento de la fuerza e integración, por el dominio de la naturaleza, el desarrollo de la razón y de la solidaridad, por un lado, pero también por la inseguridad, impotencia y aislamiento, por otro, ha conducido a numerosos conflictos y luchas en diversas etapas en las que un mayor grado de individuación conllevaba nuevos peligros. La solución, para Fromm, en la relación del hombre individualizado con el mundo estriba en una solidaridad activa con todos los hombres; la actividad creadora, el trabajo y el amor espontáneos pueden unir al individuo con el mundo sólidamente, sin perder la libertad e independencia. Naturalmente, ello debe descansar sobre unas condiciones económicas, políticas y sociales de la que depende el proceso de individuación; si no existieran esas condiciones, y se privara además a los individuos de sus vínculos primarios, la libertad se convertiría en una carga insoportable y se buscaría refugio en algún tipo de sumisión. Si bien puede considerarse que, desde el final de la Edad Media, se inició ese proceso de individuación al que se refiere Fromm y que podría haber tenido su culminación en la época contemporánea, aun admitiendo el crecimiento del individuo en muchos aspectos, ha habido retrasos en el desarrollo entre la "libertad de" (carencia de ataduras) y el de la "libertad para" (inexistencia de posibilidades para una realización positiva de la libertad). Ello explicaría el miedo a la libertad producido en Europa, con diferentes manifestaciones y generando, bien indiferencia, bien nuevas cadenas.

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