lunes, 13 de diciembre de 2010

El carácter autoritario, fundado en la debilidad e impotencia

El mecanismo sicológico, de carácter compulsivo, que se activa con el masoquismo es un intento de despojarse del yo como consecuencia de un sentimiento insoportable de soledad e insignificancia. Fromm aclara que el sufrimiento no es un objetivo, sino un precio muy alto que el individuo tiene que pagar, aunque nunca llega a la meta de lograr la paz interior y tranquilidad; muy al contrario, las deudas son cada vez mayores. Esa anulación del yo individual es tan solo un aspecto de los impulsos masoquistas, también existe el intento de convertirse en parte integrante de algo superior y más poderoso (otro individuo. una institución, una nación, dios, la conciencia o una compulsión síquica). La persona entre su propio yo, renuncia a la fuerza y orgullo de su personalidad, a su libertad, gana seguridad y un nuevo orgullo transformándose en parte de un poder supuestamente inconmovible, inmutable y poderoso. De la misma manera, se asegura no tener ninguna duda que le cause malestar, no tomar decisiones ni asumir responsabilidades por el destino de su propio yo. El significado de la vida del individuo y la identidad de su yo son determinados por la totalidad en la que se ha sumergido. Se insistirá en que los vínculos primarios, anteriores al proceso de individuación, le generaban confianza en una etapa en la que el individuo formaba parte del mundo material y social sin haber emergido del ambiente; aquellos vínculos primarios, se distinguen de estos nuevos vínculos masoquistas. Éstos, que también podríamos denominar vínculos secundarios, son una forma de evasión sin posibilidad de éxito al subsistir un antagonismo entre el individuo y la entidad mayor a la que se adhiere (gracias a lo cual se produce un impulso, que puede ser inconsciente, de abandonar la dependencia masoquista y ser libre de nuevo).

Atendiendo ahora a los impulsos sádicos, podemos resumirlos en el objetivo de lograr el dominio completo sobre otra persona, el de convertirla en objeto pasivo de la voluntad propia. Aunque pueda parecer que esta tendencia es antagónica al impulso masoquista, es posible que parezca extraño afirmar, como lo hace Fromm, que se encuentran estrechamente vinculadas. Ambas tendencias surgen de esa necesidad básica único surgida de la incapacidad del yo para soportar su aislamiento y debilidad. Fromm propone denominar "simbiosis" al fin que supone la base común del masoquismo y del sadismo, es decir, la unión de un yo individual con otro (o con un poder exterior al propio yo) capaz de provocar a cada uno la pérdida de su personalidad y de convertirlos en dependientes. Tanto el masoquista, como el sádico, necesitan de su objeto, en los dos casos hay pérdida de la integridad del yo. Las personas no son sádicas o masoquistas, sino que se produce una constante oscilación entre el papel activo y el pasivo en el proceso simbiótico, sin que sea fácil a veces determinar qué aspecto del mismo se halla en función en un momento dado. En cualquier caso, en ambos roles hay pérdida de la individualidad y de la libertad.

Aunque se suele identificar sadismo con destructividad, y puede decirse que hay cierta mezcla con ella, la persona sádica no desea destruir su objeto, sino dominarlo (su pérdida le causaría sufrimiento). También puede presentarse el sadismo relativamente exento de carácter destructivo, una especie de "sadismo amistoso" que no pocas veces se confunde con el amor. La autonegación de una persona a favor de otra otra y la entrega a ella de derechos y pretensiones se ha alabado a menudo como ejemplos de un "gran amor". Ese sacrificio y abnegación no es más que un anhelo masoquista originado en la necesidad de simbiosis del individuo. El verdadero amor solo puede fundarse en la libertad y en la igualdad, una unión basada en la independencia e integridad de las personas, por lo que es claramente antagónico a una relación masoquista en la que se produce subordinación y pérdida de integridad de una de las partes. De la misma manera, también el sadismo aparece a menudo baja la forma del amor, mandar a otra persona reivindicando el derecho a hacer por su bien, cuando el factor primordial es el goce fundado en el ejercicio del dominio.

El sadismo tiene su expresión más significativa, aunque haya otras formas, en la voluntad de poder. A partir de Hobbes, el poder parecía un motivo básico en la conducta humana, aunque posteriormente irían tomando peso factores que tienden a contenerlo. Si bien el poder que se ejerce sobre otras personas tiene una expresión de fuerza en sentido material, el deseo de poder es todo lo contrario, una expresión de debilidad. La incapacidad del yo individual para mantenerse solo y subsistir, su impotencia, da lugar a un intento desesperado de lograr un sustituto de la fuerza. Fromm recuerda la doble acepción del término poder en la que siempre insisten los anarquistas, sin que tengan nada que ver una con la otra: una primera que se refiere a la posesión sobre alguien, a la dominación; otra es el poder hacer algo, ser potente en sentido de capacidad. Al hablar de impotencia, no se refiere a la incapacidad para dominar a los demás, sino a no poder realizar lo que uno quiere. La impotencia, y no se habla aquí únicamente de la cuestión sexual, sino en un sentido amplio de facultades humanas, tiene como consecuencia el impulso sádico de la dominación. Al contrario, si un individuo es potente, si es capaz de actualizar sus potencialidades sobre la base de la libertad y la integridad del yo, no tiene necesidad de dominar y se halla exento del anhelo de poder de dominación (que Fromm considera como "perversión de la potencia").

Puede haber características sádicas y masoquistas en todas las personas, constituyendo los extremos aquellos individuos cuya personalidad se halle dominado por dichos rasgos, y aquellos otros para los cuales el sadomasoquismo no constituye una característica especial. El llamado carácter sadomasoquista se refiere a los primeros, utilizando el término "carácter" como el conjunto de las formas de conducta y también como los impulsos dominantes que mueven la actuación del individuo. Hay que aclarar que no se habla de personas necesariamente neuróticas, ya que la "normalidad" está condicionada por los roles de los individuos en el proceso social y por los mecanismos de conducta y actitudes en una determinada cultura. De esta forma, Fromm considera que el nazismo incidió con fuerza en Alemania por existir un carácter sadomasoquista en ciertos estratos sociales. En cualquier caso, el término "sadomasoquismo" se asocia habitualmente con perversión y neurosis, por lo que es preferible la expresión "carácter autoritario". La terminología está justificada por la admiración que la persona sadomasoquista tiene hacia la autoridad, su sometimiento hacia ella y el deseo de convertirse también en autoridad y dominar a los demás. Más adelante, incidiremos en ello, aclarando también las diferentes acepciones de lo que se conoce como "autoridad".

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