lunes, 7 de marzo de 2011

Cosas veredes...

Hace ya unas semanas, sin que tuviera la oportunidad (ni la necesidad) de investigar algo más, ya oí hablar de un libro llamado El islam como anarquismo místico. Ahora, el periódico Diagonal (que, la verdad, a veces da la impresión que todo les vale), publica una entrevista con su autor y, aun aceptando que tampoco es que este hombre exprese mucho ni diga nada original, mi asombro va en aumento. Como manifiesto, seguramente muy a menudo, mi postura es fírmemente atea, aunque con la importante aclaración que no es solo una visión personal (que también), sino englobada dentro la oposición a toda cultura autoritaria (por lo que me parece inherente al anarquismo). Sin ánimo de caer en el simplismo o en el maniqueísmo, puede decirse que la oposición del anarquismo a la religión es por considerarla parte de esa cultura autoritaria que ha supuesto la explotación y la manipulación de unos seres humanos sobre otros. Esto hay que decirlo así, aunque luego la realidad tenga, como es lógico, infinidad de matices y no sea nuestro deseo coaccionar a nadie en ningún sentido ni apropiarnos de ninguna verdad absoluta.

Lo que quiero decir es que, técnicamente el ateísmo es la mera negación de una instancia sobrenatural (de una, o varias, deidades), es la mera "ausencia de dios", por lo que es posible encontrarse ateos de los más variados pelajes: de derechas o de izquierdas, fanáticos o con una notable capacidad de comprensión, de una moralidad encomiable o bastante malintencionados, con un digno intelecto o más bien bodoques... Por ello, y como nuestra apelación es a la hermandad universal (un concepto que bien podrían subscribir muchos creyentes, a pesar de la degeneración institucional en que acaban la mayoría de las religiones), luego las cosas se demuestran con los hechos y solo en la praxis es posible comprobar si la solidaridad y el apoyo mutuo son valores sólidos. A pesar de ello, de no poder reducir esos valores a simplemente una creencia o una postura (una pose), mi postura es fírmemente atea como parte de ese deseo de una sociedad antiautoritaria en la que solo es posible darle mayor horizonte a la razón y a la ética (algo que parece bloquearse con toda suerte de nuevas o viejas creencias que conducen al dogmatismo) y en la que se niegue a toda clase mediadora (religiosa o secular).

El autor de El islam como anarquismo místico quiere ofrecer una perspectiva distinta desde la que observar la realidad, ya que habría sido el poder el creador de oposiciones ficticias como amigos o enemigos, propio o ajeno o las de las las diferentes culturas enfrentadas (no me gusta hablar de civilizaciones en plural, ya que habría que empezar a hablar de una única civilización). A priori, esto es sencillamente un análisis libertario de la realidad. Vamos ahora con lo difícil de tragar. Según afirma, hay muchos musulmanes que comparten esa supuesta relación entre anarquismo, mística e islam, basada en la crítica a toda mediación instituida. La postura de estas personas es la lucha contra el absolutismo a nivel humano, aceptando que todo poder político, económico y social son meras convenciones. La vía del conocimiento y de la libertad, en última instancia, a nivel individual y a pesar de toda esa aparente crítica al poder, solo se produce por la vía mística: es decir, lo que los ateos denominamos sometimiento a dios (ya imagino que no será el lenguaje apropiado para todos, pero se niega la subordinación a toda abstracción en aras de la libertad, como diría Stirner). De hecho, frente a las propuestas del anarquismo para superar la tensión entre individuo y sociedad (para la construcción, en definitiva, de la libertad positiva), no tarda demasiado en recordar el principio causal de la visión religiosa (antes de nada, está Alá). Por otra parte, parece que la solidaridad es una noción trascendente en esta propuesta (algo, a todas luces, difícil de reconciliar con el anarquismo), solo mediante la revelación es posible la cohesión social (algo que no es nada original dentro de la postura religiosa). A pesar de ello, este hombre habla de lo necesario de la crítica atea a la religión (eso sí, sin reducir el ateísmo a un materialismo burdo).

El responsable de la entrevista afirma que la postura del entrevistado le ha despertado interés y ganas de debatir. No es, como resulta evidente, mi caso. La lucha contra el autoritarismo que lleven a cabo en cualquier cultura es bienvenida (como es el caso actual de ciertos países árabes); sin embargo, el problema de la autoridad y de la libertad (como también demostrarán esos países en breve) está directamente relacionado con estructuras políticas, económicas y culturales (en cualquier caso, muy humanas). En muchas ocasiones, se ha relacionado la religión con el rito y la revelación, factores que tantas veces conducen a generar clases mediadoras y respeto a tradiciones cuestionables (sí, puede que no siempre sea así, pero veo más un obstáculo que una liberación en el respeto a la tradición, la ausencia de innovación). Un pequeño apéndice a la entrevista afirma que no hay rechazo a la homosexualidad en El Corán; puede que sea así, pero qué ocurriría si la hubiera, pues que estaría justificada la persecución al diferente (como ocurre en la realidad según las interpretaciones; el problema estriba en el dogmatismo y en el respeto a las tradiciones, no en la calidad de las revelaciones). Las mayores barbaridades en la historia se han realizado en nombre de grandes verdades establecidas por supuestas revelaciones (religiosas y también políticas, como secularización del pensamiento dogmático).

Las religiones y sus textos son, simplemente, creaciones humanas. Podemos comprender, y valorar, muchos de los factores religiosos de cada época, sin reducirlos sin más a una cultura autoritaria (aunque el análisis libertario es una tensión necesaria, una denuncia permanente). El propio Erich Fromm, que tanto he mencionado en este blog, creía ver una vía liberadora en los textos del Antiguo Testamento (naturalmente, no dejaba de observar otra fuertemente autoritaria). Es posible que sea así, ya que todo forma parte de nuestro bagaje cultural. De hecho, nos hemos formado dentro de una cultura cristiana, así como el anarquismo también nació dentro de ella (aunque fuera como oposición). Puede decirse que somos hijos de una determinada cultura, pero claro está, para rebelarnos y dar lugar a algo mejor, una más poderosa y humana, no simplemente para repetir dogmas o crear otros.

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