La figura de Rafael Barrett era, para mí, totalmente desconocida hasta hace poco. Y, algo me afecta, la polémica surgida hace poco sobre si este autor era o no anarquista, ya que precisamente lo poco que había leído sobre él insistía en lo segundo. Tal vez esté dando una impresión equivocada, ya que no existe tal controversia, Barrett era indudablemente anarquista, además de un excelente escritor digno de ser redescubierto (en España, al menos, ya que sí es más conocido en latinoamérica). Francisco Corral, autor de El pensamiento cautivo de Rafael Barrett y editor de sus obras, refuta en este enlace de manera tajante lo vertido en un reciente libro, en el que parece que se niega la condición ácrata de este autor, además de incidir en no pocas inexactitudes. El hecho de que Barrett sea más conocido en sudamérica, se debe a que viajó pronto a Paraguay (en el año 1904, cuando contaba con 28 años), como corresponsal de El Tiempo, para informar de la revolución liberal que en aquel país se estaba produciendo. Pronto contactará con jovenes revolucionarios y en sus escritos se aprecia ya un tono más crítico y una mayor conciencia sobre las injusticias sociales, Puede decirse que a partir de 1908, Barrett se identifica plenamente con el anarquismo, dando conferencias para un público obrero y fundando la revista Germinal, órgano de denuncia y expresión para las organizaciones gremiales. Desgraciadamente, su salud era frágil y falleció a temprana edad.
El pensamiento de Barrett se sitúa, pues, entre la llamada "crisis de fin de siglo" y la consecuente controversia ideológica que sacudió fuertemente las bases del pensamiento europeo. Tal como dice Corral, Barrett se definía en su juventud en Madrid, como un "joven del 98", es decir, alguien con inquietudes artísticas e intelectuales situado en aquel turbulento momento. Es un momento en que estos jóvenes se identifican con dos corrientes: el modernismo, en el terreno artístico (superación filosófica del positivismo expandiendo el concepto de "realidad"), y el regeneracionismo (la búsqueda de soluciones a los males de un país), en el político. Será en la realidad americana, donde Barrett avanzará hacia el anarquismo, abandonando toda veleidad individualista y competitiva por la solidaridad y el altruismo. Importantes autores, han considerado a Barrett un hombre muy adelantado a su tiempo, claro precursor de la literatura social americana. Incluso, alguien tan notable como Roa Bastos le considera una maestro indiscutible de los escritores paraguayos.
Barrett compartía la confianza en el devenir propia de su tiempo, como se puede ver en la siguiente frase: "no está la verdad en lo presente, por enorme y brillante que parezca, sino en lo futuro, por débil e indefenso que palpite su germen". No obstante, realizará una genial distinción entre la "fe en el progreso", a modo casi religioso, y lo que debe ser "fe en el futuro". Ya Barrett, hace más de un siglo, critica ese progreso meramente técnico que deja a un lado la cuestión humana. Además, en una conciencia ecológica no menos avanzada a su tiempo, denuncia la degradación ambiental que ya aparecía en aquel momento, con especial atención a los mares. Del mismo modo, señala la ciencia como creadora de descomunales monstruos capaces de la peores catástrofes, algo desgraciadamente convertido en realidad a lo largo del siglo XX. Paradójicamente, Barrett poseía una concepción negativa de la condición humana, no incidiendo demasiado en la estructura social ni en la historia como causas de los males de la humanidad. Las preguntas al respecto son evidentes, cómo es posible imaginar un futuro idílico con esta visión tan pesimista de la naturaleza humana y del progreso. Corral define el pensamiento de Barrett en este aspecto como una especie de cosmovisión "antimaniquea", ya que el mal edificado dejará lugar algún día para realizar el bien: el ejemplo más evidente sería el hecho real de la disolución de las fronteras, realizado en nombre de la ganancia económica, pero que algún día dejará paso a la solidaridad. Lo que parece extraño y contradictorio, no está distante del pensamiento más influyente de aquel momento, como es el caso de Spencer ("incluso en el mal, el estudioso aprende a reconocer tan solo una forma del bien en lucha" o del paraguayo Rodó, que afirmaba sentirse próximo a esos "pesimismos que tienen la significación de un optimismo paradójico". A propósito de Zola, Barrett dirá: "no vio en la tierra más que el mal, y lo pintó con la crueldad cirujana de una enamorado del bien".
El ideal utópico era algo consustancial al pensamiento revolucionario de aquel momento, y Barrett lo adoptó de una forma libertaria. Sin una fe ciega en el advenimiento de una sociedad perfecta, y sí como un ideal en el sentido de tener una referencia que oriente hacia la acción, pero nunca como una meta hacia la que hay que llegar. Uno de los más brillantes teóricos anarquistas, como fue Ricardo Mella, señaló lo reaccionario de la propia idea de perfección, ya que implicaría el inmovilismo y el surgimiento de nuevos sistemas totalitarios y opresivos. Puede decirse que Barret compartía esos criterios: "Cuanto más innacesible aparezca el ideal, tanto mejor. La estrellas guían al navegante" (y, por cierto, a cierto escritor en la actualidad le he escuchado una frase muy parecida, otra muestra más de la importancia no reconocida de Barrett). Es una actitud que le llevaba, no a diseñar un prometedor futuro, ya que "los paisajes que nos aguardan no están al alcance de nuestra ciencia ni de nuestra fantasía", sino a caminar en pos de ello. Aunque el futuro nos sea desconocido e inevitable, podemos intuir el rumbo sin portamos los ideales adecuados.
El pensamiento de Barrett se sitúa, pues, entre la llamada "crisis de fin de siglo" y la consecuente controversia ideológica que sacudió fuertemente las bases del pensamiento europeo. Tal como dice Corral, Barrett se definía en su juventud en Madrid, como un "joven del 98", es decir, alguien con inquietudes artísticas e intelectuales situado en aquel turbulento momento. Es un momento en que estos jóvenes se identifican con dos corrientes: el modernismo, en el terreno artístico (superación filosófica del positivismo expandiendo el concepto de "realidad"), y el regeneracionismo (la búsqueda de soluciones a los males de un país), en el político. Será en la realidad americana, donde Barrett avanzará hacia el anarquismo, abandonando toda veleidad individualista y competitiva por la solidaridad y el altruismo. Importantes autores, han considerado a Barrett un hombre muy adelantado a su tiempo, claro precursor de la literatura social americana. Incluso, alguien tan notable como Roa Bastos le considera una maestro indiscutible de los escritores paraguayos.
Barrett compartía la confianza en el devenir propia de su tiempo, como se puede ver en la siguiente frase: "no está la verdad en lo presente, por enorme y brillante que parezca, sino en lo futuro, por débil e indefenso que palpite su germen". No obstante, realizará una genial distinción entre la "fe en el progreso", a modo casi religioso, y lo que debe ser "fe en el futuro". Ya Barrett, hace más de un siglo, critica ese progreso meramente técnico que deja a un lado la cuestión humana. Además, en una conciencia ecológica no menos avanzada a su tiempo, denuncia la degradación ambiental que ya aparecía en aquel momento, con especial atención a los mares. Del mismo modo, señala la ciencia como creadora de descomunales monstruos capaces de la peores catástrofes, algo desgraciadamente convertido en realidad a lo largo del siglo XX. Paradójicamente, Barrett poseía una concepción negativa de la condición humana, no incidiendo demasiado en la estructura social ni en la historia como causas de los males de la humanidad. Las preguntas al respecto son evidentes, cómo es posible imaginar un futuro idílico con esta visión tan pesimista de la naturaleza humana y del progreso. Corral define el pensamiento de Barrett en este aspecto como una especie de cosmovisión "antimaniquea", ya que el mal edificado dejará lugar algún día para realizar el bien: el ejemplo más evidente sería el hecho real de la disolución de las fronteras, realizado en nombre de la ganancia económica, pero que algún día dejará paso a la solidaridad. Lo que parece extraño y contradictorio, no está distante del pensamiento más influyente de aquel momento, como es el caso de Spencer ("incluso en el mal, el estudioso aprende a reconocer tan solo una forma del bien en lucha" o del paraguayo Rodó, que afirmaba sentirse próximo a esos "pesimismos que tienen la significación de un optimismo paradójico". A propósito de Zola, Barrett dirá: "no vio en la tierra más que el mal, y lo pintó con la crueldad cirujana de una enamorado del bien".
El ideal utópico era algo consustancial al pensamiento revolucionario de aquel momento, y Barrett lo adoptó de una forma libertaria. Sin una fe ciega en el advenimiento de una sociedad perfecta, y sí como un ideal en el sentido de tener una referencia que oriente hacia la acción, pero nunca como una meta hacia la que hay que llegar. Uno de los más brillantes teóricos anarquistas, como fue Ricardo Mella, señaló lo reaccionario de la propia idea de perfección, ya que implicaría el inmovilismo y el surgimiento de nuevos sistemas totalitarios y opresivos. Puede decirse que Barret compartía esos criterios: "Cuanto más innacesible aparezca el ideal, tanto mejor. La estrellas guían al navegante" (y, por cierto, a cierto escritor en la actualidad le he escuchado una frase muy parecida, otra muestra más de la importancia no reconocida de Barrett). Es una actitud que le llevaba, no a diseñar un prometedor futuro, ya que "los paisajes que nos aguardan no están al alcance de nuestra ciencia ni de nuestra fantasía", sino a caminar en pos de ello. Aunque el futuro nos sea desconocido e inevitable, podemos intuir el rumbo sin portamos los ideales adecuados.
4 comentarios:
Buenas!! Como bien supones mi amigo, Rafael Barret es un escritor muy popular aquí en Latinoamérica y particularmente donde vivo yo,en Argentina, fue uno de los escritores más admirados por sus contemporáneos literatos (entre ellos Borges), y en Paraguay ni hablar, si no es el escritor emblema de su país pasa raspando.
Con respecto a si es o no anarquista (desconocía este libro que mencionas)está a las claras y expresado por él mismo su ideología anarquista. Más allá de lo que pueda asumirse él, vale con solo leer algunas de sus obras para darse cuenta de su ideología.
Saludos desde el cono sur!!
Gracias, Pato!! Olvidé poner el enlace en el primer párrafo, ya está activo. El libro de Corral tiene muy buena pinta, a ver si me hago con él. El otro libro, más reciente, parece que es infame (ya verás el texto del enlace); yo solo conocía unos escritos de Barrett, recopilados en una pequeña obra llamada "Moralidades actuales", en el que el prologuista también niega lo evidente: su ideología anarquista.
Un fuerte abrazo!!
Hola. Muy interesante tu artículo sobre Barrett. Sólo un detalle: José Enrique Rodó, es un enorme filósofo y escritor uruguayo. Barrett tiene un idilio con la intelectualidad uruguaya, por ser poseedora de una verdadera vanguardia filosófica, por tener contrapartes con las que debatir e intercambiar opinión. Si te gustó Barrett, te sugiero que leas algo de Rodó, por ejemplo, su "Ariel". O la obra de otro amigo uruguayo de Barrett, Vaz Ferreira o los dramaturgos Ernesto Herrera, Florencio Sánchez o Serafín García.
Saludos
Gracias, Leandro. Me apunto los autores que mencionas.
Un abrazo.
Capi
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