Vincenzio Russo (1770-1799), en Pensamientos políticos, considera la mejor forma de gobierno una república popular en la que cada hombre tenga sus necesidades fundamentales cubiertas y tenga, además, la máxima libertad. Criticando el concepto de sacrificio de la libertad, en aras de una supuesta "voluntad general", considera que es precisamente la libertad asociativa, el fomento de la cooperación, la que garantiza las libertades individuales. El desarrollo de la humanidad quedaría fortalecido gracias a las facultades asociativas. Para Russo, la libertad no es otra cosa que el equilibrio entre la voluntad particular de cada individuo y la ley general, imposibles en una sociedad que no esté bien organizada. Es una defensa de la libertad y la igualdad, junto a una profunda crítica al privilegio económico, en las que muchos italianos observan a un precursor del movimiento anarquista. Naturalmente, este autor confía en la educación para lograr una sociedad de tales características, por lo que en todo estudio sobre la pedagogía libertaria justo es mencionar su nombre. Otro italiano en el que los anarquistas italianos ponen su foco es Carlo Pisacane, cuyo pensamiento se orienta hacia un socialismo antiautoritario y federalista. Sus críticas se dirigen también hacia el sufragio universal, ya que es imposible ejercer ninguna libertad cuando sigue existiendo la servidumbre económica y la dominación política. En la línea de Bakunin, Pisacane considera que ningún gobierno aseguarará nunca la instrucción a todos los hombres ni se preocupará por potenciar las aptitudes individuales. Señala, del mismo modo, la miseria mantenida por el Estado y el capital como fuente de numerosos crímenes e injusticias. A propósito del delito social y político, y a pesar de los duros momentos de represión, se empieza tomar conciencia por parte de algunos intelectuales expertos en criminología, que solo las reformas para hacer las sociedad más justa y humana pueden acabar con esa lacra.
Puede decirse que, durante un tiempo en el siglo XIX, el socialismo italiano es libertario, por influencia de Bakunin y de Pisacane. En las tres últimas décadas de ese siglo, y a pesar de las muchas trabas, el anarquismo italiano se esfuerza a través de la propaganda de difundir las ideas entre los maestros y de instruir al pueblo. Errico Malatesta es tal vez la personalidad más interesante, aunque hay que mencionar también a Carlo Cafiero, Andrea Costa y Francesco Saverio Merlino. Otro autor como Giuseppe Sarno, abogado napolitano hegeliano, el cual consideraba la anarquía el más antiguo y noble de los ideales. Contrariando a su maestro, no sería el absoluto (el Estado) la meta del desarrollo del espíritu, sino la idea anarquista, que es la máxima expresión de toda organización social. Pero es Malatesta (1853-1932) el autor más relevante, el cual presta una especial atención al tema de la formación humana durante toda una vida dedicada a la militancia revolucionaria. Es más, se dice que Malatesta renunció a un trabajo intelectual, para el que estaba obviamente dotado, por su compromiso humano en defensa de los humildes. Para los que deseen descubrir a este autor, van a descubrir su nobleza y humanidad en cada palabra que pronuncie o escriba, siempre conciso y alejado de la vulgaridad. Ya a avanzada edad, con largo años de exilio y numerosas dificultades y padecimientos, no cedió en sus ideas libertarias e internacionalistas: "Para nosotros nuestra patria el mundo entero, cada conquista humana es la nuestra, como nuestra cada vergüenza humana". Entre sus obras más conocidas está Entre campesinos (cuyo título no debe inducir a error, ya que va dirigida al conjunto de la humanidad), en la que se esfuerza por acabar con los prejuicios sociales en nombre de la solidaridad.
En una actitud que luego será ya seña de identidad del anarquismo, Malatesta rechaza la mera teorización sin un sentido en la práctica, es un toma de postura moral (y no simplemente doctrinal). Aceptaba todas las influencias y tendencias posibles en el anarquismo, unificadas por la aspiración de libertad, de bienestar y de amor para todos. Consideraba que el origen del anarquismo no estaba en ningún sistema filosófico, sino en la revolución moral que piden las injusticias sociales. Es más, negaba incluso las acusaciones de simple "materialismo" que se realizaban sobre las ideas libertarias, denunciando el "idealismo" de aquellos que poseían los suficientes privilegios para adoptar tal postura. Tampoco busca Malatesta, y ello lo sitúa en una indudable actualidad, otorgar una base científica a la ideas anarquistas, por considerar que no hay infalibilidad en la ciencia, ya que sus posturas nacen para ser pronto superadas. Del mismo modo, señala la ciencia como un simple instrumento válido para señalar las condiciones en que un hecho se produce, pero sin postura moral propia, capaz de ser utilizada para lo correcto o lo incorrecto. Malatesta es crítico con el dogmatismo cientificista y profundamente contrario a todo determinismo, niega la verdad absoluta en ninguna postura y desea abrir la puerta para mejores soluciones. En una frase que he leído de diversas formas, pero con un sentido claro y único, se considera al anarquismo, no como una creencia ciega, sino como una fortalecida mezcla de voluntad y esperanza.
El anarquismo conoce que el individuo no puede vivir fuera de la sociedad, ya que su propia condición como individuo es producto de innumerables generaciones pasadas y se beneficio a lo largo de la vida de la cooperación con sus semejantes. Tal y como sostiene la sicología social, se sabe que la actividad de cada ser humano influye, de una manera u otra, sobre la vida de todos. Es por eso que Malatesta observa la solidaridad como una ley, tanto social, como natural, y por eso desea la libertad para todos. Es necesario que esa ley se establezca de manera consciente y voluntaria, sea puesta al servicio del conjunto de la sociedad. Puede decirse que Malatesta representa cierta evolución en el anarquismo, en el sentido de ser un autor más unido al pueblo si cabe, y más partidario de una educación y preparación racionales en el mismo. Su preocupación por la educación, como ya se ha mencionado, fue notable, preocupada siempre por todos los ámbitos sociales y por los más desfavorecidos. También de forma muy lúcida, y huyendo del determinismo absoluto, Malatesta considera que entre el hombre y el ambiente social hay una influencia recíproca. Sería una especie de círculo vicioso en el que los hombres hacen a la sociedad como es, y ésta a los hombres como son. La educación debe fortalecer la conciencia y la voluntad, dar a conocer las causas de los males y poner los remedios adecuados. Precisamente por ser conocedor de cómo la sociedad embrutecía a los hombres, y a pesar de valorar y considerar necesario los esfuerzos, era consciente de lo limitado de ciertos proyectos educativos anarquistas. Aunque resulte muy importante desprender a algunos educandos de los prejuicios religiosos y de las sugestiones autoritarias, el ambiente social era descomunalmente desfavorable. No obstante, consideró siempre fundamental el crear las condiciones para elevar el nivel intelectual de las masas. Las personas cultas solo son dignas si comparten su condición con los que no han tenido oportunidad de instruirse, y éstos deben mantenerse siempre en guardia sobre el respeto incondicional hacia la clase instruida. La ignorancia no es nunca una razón para ser tratado mal ni para ser oprimido, más bien al contrario, al haber sido víctima de la privación de un derecho fundamental.
Puede decirse que, durante un tiempo en el siglo XIX, el socialismo italiano es libertario, por influencia de Bakunin y de Pisacane. En las tres últimas décadas de ese siglo, y a pesar de las muchas trabas, el anarquismo italiano se esfuerza a través de la propaganda de difundir las ideas entre los maestros y de instruir al pueblo. Errico Malatesta es tal vez la personalidad más interesante, aunque hay que mencionar también a Carlo Cafiero, Andrea Costa y Francesco Saverio Merlino. Otro autor como Giuseppe Sarno, abogado napolitano hegeliano, el cual consideraba la anarquía el más antiguo y noble de los ideales. Contrariando a su maestro, no sería el absoluto (el Estado) la meta del desarrollo del espíritu, sino la idea anarquista, que es la máxima expresión de toda organización social. Pero es Malatesta (1853-1932) el autor más relevante, el cual presta una especial atención al tema de la formación humana durante toda una vida dedicada a la militancia revolucionaria. Es más, se dice que Malatesta renunció a un trabajo intelectual, para el que estaba obviamente dotado, por su compromiso humano en defensa de los humildes. Para los que deseen descubrir a este autor, van a descubrir su nobleza y humanidad en cada palabra que pronuncie o escriba, siempre conciso y alejado de la vulgaridad. Ya a avanzada edad, con largo años de exilio y numerosas dificultades y padecimientos, no cedió en sus ideas libertarias e internacionalistas: "Para nosotros nuestra patria el mundo entero, cada conquista humana es la nuestra, como nuestra cada vergüenza humana". Entre sus obras más conocidas está Entre campesinos (cuyo título no debe inducir a error, ya que va dirigida al conjunto de la humanidad), en la que se esfuerza por acabar con los prejuicios sociales en nombre de la solidaridad.
En una actitud que luego será ya seña de identidad del anarquismo, Malatesta rechaza la mera teorización sin un sentido en la práctica, es un toma de postura moral (y no simplemente doctrinal). Aceptaba todas las influencias y tendencias posibles en el anarquismo, unificadas por la aspiración de libertad, de bienestar y de amor para todos. Consideraba que el origen del anarquismo no estaba en ningún sistema filosófico, sino en la revolución moral que piden las injusticias sociales. Es más, negaba incluso las acusaciones de simple "materialismo" que se realizaban sobre las ideas libertarias, denunciando el "idealismo" de aquellos que poseían los suficientes privilegios para adoptar tal postura. Tampoco busca Malatesta, y ello lo sitúa en una indudable actualidad, otorgar una base científica a la ideas anarquistas, por considerar que no hay infalibilidad en la ciencia, ya que sus posturas nacen para ser pronto superadas. Del mismo modo, señala la ciencia como un simple instrumento válido para señalar las condiciones en que un hecho se produce, pero sin postura moral propia, capaz de ser utilizada para lo correcto o lo incorrecto. Malatesta es crítico con el dogmatismo cientificista y profundamente contrario a todo determinismo, niega la verdad absoluta en ninguna postura y desea abrir la puerta para mejores soluciones. En una frase que he leído de diversas formas, pero con un sentido claro y único, se considera al anarquismo, no como una creencia ciega, sino como una fortalecida mezcla de voluntad y esperanza.
El anarquismo conoce que el individuo no puede vivir fuera de la sociedad, ya que su propia condición como individuo es producto de innumerables generaciones pasadas y se beneficio a lo largo de la vida de la cooperación con sus semejantes. Tal y como sostiene la sicología social, se sabe que la actividad de cada ser humano influye, de una manera u otra, sobre la vida de todos. Es por eso que Malatesta observa la solidaridad como una ley, tanto social, como natural, y por eso desea la libertad para todos. Es necesario que esa ley se establezca de manera consciente y voluntaria, sea puesta al servicio del conjunto de la sociedad. Puede decirse que Malatesta representa cierta evolución en el anarquismo, en el sentido de ser un autor más unido al pueblo si cabe, y más partidario de una educación y preparación racionales en el mismo. Su preocupación por la educación, como ya se ha mencionado, fue notable, preocupada siempre por todos los ámbitos sociales y por los más desfavorecidos. También de forma muy lúcida, y huyendo del determinismo absoluto, Malatesta considera que entre el hombre y el ambiente social hay una influencia recíproca. Sería una especie de círculo vicioso en el que los hombres hacen a la sociedad como es, y ésta a los hombres como son. La educación debe fortalecer la conciencia y la voluntad, dar a conocer las causas de los males y poner los remedios adecuados. Precisamente por ser conocedor de cómo la sociedad embrutecía a los hombres, y a pesar de valorar y considerar necesario los esfuerzos, era consciente de lo limitado de ciertos proyectos educativos anarquistas. Aunque resulte muy importante desprender a algunos educandos de los prejuicios religiosos y de las sugestiones autoritarias, el ambiente social era descomunalmente desfavorable. No obstante, consideró siempre fundamental el crear las condiciones para elevar el nivel intelectual de las masas. Las personas cultas solo son dignas si comparten su condición con los que no han tenido oportunidad de instruirse, y éstos deben mantenerse siempre en guardia sobre el respeto incondicional hacia la clase instruida. La ignorancia no es nunca una razón para ser tratado mal ni para ser oprimido, más bien al contrario, al haber sido víctima de la privación de un derecho fundamental.
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