Vamos a tratar de realizar una distinción histórica, atendiendo a ciertos pensadores, sobre la distinción entre el ámbito político y otras esferas de la intervención humana. Murray Bookchin, sin dudarlo, establece tres ámbitos: el político, el social y el Estado. En la Antigua Grecia, Aristóteles solo reconocía una dualidad: la esfera social y la política. Muchos pensadores han continuado pensando como el estagirita, como es el caso de Hannah Arendt, aunque esta autora parece ser que lo que llamaba ámbito político es lo que ahora podemos considerar el Estado (una confusión, por otra parte, habitual).
El ámbito social podemos considerarlo el ámbito privado, y no podemos confundirlo con la sociedad en su conjunto. La esfera privada es la más antigua de los tres ámbitos mencionados por Bookchin, de tal forma que en la prehistoria, en forma de grupos y tribus, las comunidades humanas se estructuraban alrededor de él. Al no existir el Estado, lo que podemos llamar vida grupal coexistía en las primeras sociedades con el ámbito social. Todas aquellas comunidades se mantenían cohesionadas y organizadas por el parentesco, pero también por otros factores que se consideraban hechos biológicos inalterables (como los roles atribuidos al sexo o la cuestión de la edad). Es posible que tardara en aparecer la diferencia de clases y la dominación en la misma sociedad, dándose tal vez una solidaridad gracias a esos factores de cohesión, aunque lo que parece seguro es que la aparición del chovinismo y el racismo (hostilidad hacia otras tribus, al considerarlos una amenaza, y consideración de una taxonomía diferente hacia sus miembros) fue algo consustancial al nacimiento de las primeras sociedades. Ello no implica que no existieran también muestras de benevolencia hacia los extranjeros, aunque hay que tener en cuenta siempre los factores supersticiosos que empujaban a considerarlos algo peligroso.
Las sociedades tribales eran nómadas, cazaban y recolectaban, y en algunas ocasiones recurrían a formas básicas de horticultura. Con el neolítico, se da un cambio de paradigma económico, la agricultura y cría de animales conducen a que las tribus se establezcan en aldeas estables. Con ello, llegó el hecho del almacenamiento de víveres, con lo que algunos miembros se convirtieron en los distribuidores y, consecuentemente, en poseedores de bienes y riqueza. Se dio lugar así a la división de clases, lo que acentuó la jerarquización ya existente (se dio la supremacía al género masculino, creándose la cultura del patriarcado). El concepto del chamán dejo paso a lo que se pueden considerar ya sacerdotes, fortaleciéndose también la institución religiosa con sus demandas ya claramente materiales. Sin embargo, tal vez la consecuencia más importante en este cambio de paradigma económico es el nacimiento de las ciudades: grandes asentamientos permanentes sin producción propia, dependiendo del grano importado del campo. Los componentes de estas ciudades tenían su vida estructurada, no ya alrededor del parentesco, sino por la proximidad de residencia y por los intereses compartidos. Poco a poco, la ciudad se convirtió en una forma de vida en la que el principio de organización social no eran ya los lazos de parentesco; la gente no se consideraba ya miembro de una tribu, sino que se veía a través del prisma de un estatus social o de la pertenencia de bienes, o de una determinada residencia o profesión. Aunque seguirían existiendo prejuicios étnicos, la nueva situación produjo que se diluyeran en cierta medida, un nuevo orden social transformó a la gente de una condición tribal en componentes de grupos heterogéneos y potencialmente cosmopolitas. Era el germen de lo que podemos llamar la universalidad humana.
Insistiremos en que estas ciudades, por muy heterogéneas que fueran, no eran paraísos de igualdad. Existían jerarquías militares y religiosas, así como división de clases y de género. Las élites que gobernaban dominaban a los ciudadanos comunes, los cuales trabajaban para proporcionar bienes o se convertían en soldados forzosos para brutales periodos de guerra. Por otra parte, la ignorancia sobre los fenómenos naturales hizo más poderosa a la clase sacerdotal. Incluso, estas primeras ciudades se podían ver como vastos templos. Sin embargo, y a pesar de todas estas tiranías, podemos considerar que la revolución urbana abrió la posibilidad de que pudieran existir también comunidades libres e igualitarias. El hecho de que las personas tuvieran conciencia de una humanidad universal, también dio lugar a la posibilidad de una organización ética y racional. Es por eso que la aparición de la ciudad inauguro el desarrollo de lo que podemos llamar "ámbito político". Esta esfera se caracteriza por la existencia en una misma ciudad de intereses compartidos y de espacios públicos mantenidos en común por comunidades interétnicas. El ámbito social queda físicamente delimitado por las paredes del hogar, más allá está el ámbito público (calles, plazas y lugares de reunión). En ese espacio público, los ciudadanos podían comerciar, encontrarse, relacionarse, influenciarse mutuamente, intercambiar noticias y hablar de asuntos comunes. Eran espacios que, potencialmente, podían ser usados para fines cívicos y actividades políticas. Es la polis griega, a pesar de las desigualdades ya mencionadas, la que define y concreta el ámbito político como el campo de la autogestión por democracia directa: la libertad positiva de una comunidad como conjunto, con la cual las libertades individuales están estrechamente entretejidas. Ahí se puede situar la tradición de democracia directa, que es ahogada por los grandes imperios que llegan después, pero que reaparece a lo largo de la historia (como es el caso de algunas comunas medievales). En pleno feudalismo autoritario, algunos ciudadanos reclamaban un espacio para autogestionar sus asuntos sin élites gobernantes.
La aparición del ámbito político abre la posibilidad de una comunidad libre y autogestionada, pero las élites políticas siguen ejerciendo su autoridad sobre la vida política (apelando incluso a derechos tribales ancestrales supuestamente superados). Por otra parte, los ejemplos históricos de lo que podemos llamar "democracias directas" conservan numerosos rasgos oligárquicos, xenófobos y discriminatorios de diversa índole. Sin embargo, todos esos defectos son contextualizables, propios de un determinado momento en la totalidad de una época. Era seguramente muy complicado que no se diera la esclavitud en la Antigua Grecia, al igual que en otras sociedades del momento, pero sí se mostraron superiores a las monarquías represivas de esas regiones y generaron el concepto del ámbito político. El Estado, al igual que los ámbitos social y político, también tiene un desarrollo histórico del que nos ocuparemos en otro textos.
El ámbito social podemos considerarlo el ámbito privado, y no podemos confundirlo con la sociedad en su conjunto. La esfera privada es la más antigua de los tres ámbitos mencionados por Bookchin, de tal forma que en la prehistoria, en forma de grupos y tribus, las comunidades humanas se estructuraban alrededor de él. Al no existir el Estado, lo que podemos llamar vida grupal coexistía en las primeras sociedades con el ámbito social. Todas aquellas comunidades se mantenían cohesionadas y organizadas por el parentesco, pero también por otros factores que se consideraban hechos biológicos inalterables (como los roles atribuidos al sexo o la cuestión de la edad). Es posible que tardara en aparecer la diferencia de clases y la dominación en la misma sociedad, dándose tal vez una solidaridad gracias a esos factores de cohesión, aunque lo que parece seguro es que la aparición del chovinismo y el racismo (hostilidad hacia otras tribus, al considerarlos una amenaza, y consideración de una taxonomía diferente hacia sus miembros) fue algo consustancial al nacimiento de las primeras sociedades. Ello no implica que no existieran también muestras de benevolencia hacia los extranjeros, aunque hay que tener en cuenta siempre los factores supersticiosos que empujaban a considerarlos algo peligroso.
Las sociedades tribales eran nómadas, cazaban y recolectaban, y en algunas ocasiones recurrían a formas básicas de horticultura. Con el neolítico, se da un cambio de paradigma económico, la agricultura y cría de animales conducen a que las tribus se establezcan en aldeas estables. Con ello, llegó el hecho del almacenamiento de víveres, con lo que algunos miembros se convirtieron en los distribuidores y, consecuentemente, en poseedores de bienes y riqueza. Se dio lugar así a la división de clases, lo que acentuó la jerarquización ya existente (se dio la supremacía al género masculino, creándose la cultura del patriarcado). El concepto del chamán dejo paso a lo que se pueden considerar ya sacerdotes, fortaleciéndose también la institución religiosa con sus demandas ya claramente materiales. Sin embargo, tal vez la consecuencia más importante en este cambio de paradigma económico es el nacimiento de las ciudades: grandes asentamientos permanentes sin producción propia, dependiendo del grano importado del campo. Los componentes de estas ciudades tenían su vida estructurada, no ya alrededor del parentesco, sino por la proximidad de residencia y por los intereses compartidos. Poco a poco, la ciudad se convirtió en una forma de vida en la que el principio de organización social no eran ya los lazos de parentesco; la gente no se consideraba ya miembro de una tribu, sino que se veía a través del prisma de un estatus social o de la pertenencia de bienes, o de una determinada residencia o profesión. Aunque seguirían existiendo prejuicios étnicos, la nueva situación produjo que se diluyeran en cierta medida, un nuevo orden social transformó a la gente de una condición tribal en componentes de grupos heterogéneos y potencialmente cosmopolitas. Era el germen de lo que podemos llamar la universalidad humana.
Insistiremos en que estas ciudades, por muy heterogéneas que fueran, no eran paraísos de igualdad. Existían jerarquías militares y religiosas, así como división de clases y de género. Las élites que gobernaban dominaban a los ciudadanos comunes, los cuales trabajaban para proporcionar bienes o se convertían en soldados forzosos para brutales periodos de guerra. Por otra parte, la ignorancia sobre los fenómenos naturales hizo más poderosa a la clase sacerdotal. Incluso, estas primeras ciudades se podían ver como vastos templos. Sin embargo, y a pesar de todas estas tiranías, podemos considerar que la revolución urbana abrió la posibilidad de que pudieran existir también comunidades libres e igualitarias. El hecho de que las personas tuvieran conciencia de una humanidad universal, también dio lugar a la posibilidad de una organización ética y racional. Es por eso que la aparición de la ciudad inauguro el desarrollo de lo que podemos llamar "ámbito político". Esta esfera se caracteriza por la existencia en una misma ciudad de intereses compartidos y de espacios públicos mantenidos en común por comunidades interétnicas. El ámbito social queda físicamente delimitado por las paredes del hogar, más allá está el ámbito público (calles, plazas y lugares de reunión). En ese espacio público, los ciudadanos podían comerciar, encontrarse, relacionarse, influenciarse mutuamente, intercambiar noticias y hablar de asuntos comunes. Eran espacios que, potencialmente, podían ser usados para fines cívicos y actividades políticas. Es la polis griega, a pesar de las desigualdades ya mencionadas, la que define y concreta el ámbito político como el campo de la autogestión por democracia directa: la libertad positiva de una comunidad como conjunto, con la cual las libertades individuales están estrechamente entretejidas. Ahí se puede situar la tradición de democracia directa, que es ahogada por los grandes imperios que llegan después, pero que reaparece a lo largo de la historia (como es el caso de algunas comunas medievales). En pleno feudalismo autoritario, algunos ciudadanos reclamaban un espacio para autogestionar sus asuntos sin élites gobernantes.
La aparición del ámbito político abre la posibilidad de una comunidad libre y autogestionada, pero las élites políticas siguen ejerciendo su autoridad sobre la vida política (apelando incluso a derechos tribales ancestrales supuestamente superados). Por otra parte, los ejemplos históricos de lo que podemos llamar "democracias directas" conservan numerosos rasgos oligárquicos, xenófobos y discriminatorios de diversa índole. Sin embargo, todos esos defectos son contextualizables, propios de un determinado momento en la totalidad de una época. Era seguramente muy complicado que no se diera la esclavitud en la Antigua Grecia, al igual que en otras sociedades del momento, pero sí se mostraron superiores a las monarquías represivas de esas regiones y generaron el concepto del ámbito político. El Estado, al igual que los ámbitos social y político, también tiene un desarrollo histórico del que nos ocuparemos en otro textos.
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