Alan Sokal y Jean Bricmont, conocidos físicos, publicaron un libro con este título partiendo de una divertida anécdota. Sokal mandó un paródico texto, llamado "Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity" (Transgredir los límites: Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica), a la publicación posmoderna Social Text. El artículo, que estaba tomado de citas, absurdas o carentes de sentido, pero auténticas, de célebres intelectuales franceses y estadounidenses, fue publicado y entonces se reveló el engaño con gran escándalo. Lo que se quiso demostrar es que famosos intelectuales, muchos de ellos posmodernos, han hecho un uso reiterado de diversos conceptos y términos científicos, los cuales han sacado de contexto en no pocas ocasiones o los han ofrecido al lector no científico como una jerga ininteligible o carente de sentido. No se tuvo la intención de invalidar la obra por completo de dichos autores, muy conocidos, pero sí se quiso realizar esta denuncia, la cual les funcionó a la perfección. Tiempo después, para completar el dossier reunido por Sokal en la investigación bibliográfica, del cual solo una pequeña parte pudo ser incluido en la parodia, se publicó el libro titulado Imposturas intelectuales. En esta obra, hubo una segunda intención crítica, que está dirigida a los que consideran la ciencia moderna simplemente como un "mito", una "narración" o una "construcción social" entre otras muchas. Es algo que puede denominarse "relativismo epistémico", parece ser que más extendido entre el mundo angloparlante que en otras latitudes.
Por lo tanto, Imposturas intelectuales contiene dos obras distintas aunque relacionadas compuestas del siguiente material: una recopilación de abusos extremos puestos a la luz por Sokal, en primer lugar, y una crítica feroz de ese relativismo epistémico y de las concepciones falaces de la "ciencia posmoderna", en segundo. Recordaremos que la posmodernidad supone un rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista procedente de la Ilustración, por parte de ciertas elaboraciones teóricas carentes de prueba empírica, y por una relativismo cognitivo y cultural. La denuncia presente en Imposturas intelectuales pretende ser, sobre todo, sociológica, ya que los autores franceses de las "imposturas" tienen cierto reconocimiento en aquellos círculos académicos de habla inglesa en los que el relativismo epistémico es habitual. También se produce un cierto nexo en las dos partes de esta obra: si se acepta ese relativismo epistémico, se acaba siendo poco o nada crítico con ciertas representaciones de ideas científicas (las cuales, según la visión posmoderna, acaban siendo simplemente otro discurso). No hay intención crítica alguna, más bien todo lo contrario, acerca de las humanidades o de las ciencias sociales, ya que puede extenderse la denuncia de los abusos también a estas disciplinas. Se trata, en definitiva, de una muestra de malos hábitos intelectuales, cuya denuncia corresponde probar a quien la hace, sin generalizaciones de ningún tipo.
En palabras de los mismos Sokal y Bricmont, su obra combate la confusión intelectual, no el radicalismo político, y puede añadirse que más bien al contrario. La siguiente cita de Michael Albert en Z Magazine es significativa: «No hay nada veraz, sabio, humano ni estratégico en confundir la hostilidad a la injusticia y a la opresión, que es de izquierdas, con la hostilidad a la ciencia y a la racionalidad, que es un sinsentido». De hecho, parece ser que numerosos investigadores del campo de las humanidades y de las ciencias sociales agradecieron a Sokal aquella iniciativa paródica y expresaron igualmente su rechazo a a las tendencias posmodernas y relativistas que invaden sus disciplinas. A pesar de todo, hay que reconocer que aquello fue una broma y el hecho de que se publicara, a pesar del disgusto y la puesta en evidencia de la publicación posmoderna, no es lo más importante. Lo auténticamente revelador es el contenido de la parodia, construida a partir de citas de los más eminentes autores franceses y nortemericanos sobre las presuntas implicaciones filosóficas y sociales de las ciencias naturales y de las matemáticas. Citas que pueden calificarse de absurdas, pero auténticas, las cuales han sido reunidas en Imposturas intelectuales en forma de textos más largos que permiten juzgar mejor el trato que dispensan esos intelectuales a las ciencias. Además, para los lectores que no somos científicos, se realizan una serie de análisis y comentarios que nos explican por qué son los textos disparatados. Se trata de una obra recomendable para todos los que estamos interesados en un análisis intelectual de nuestra época, que algunos quieren observar como la confirmación del fracaso del proyecto de la modernidad (y no les falta razón), pero que bajo ningún concepto debe hacernos renunciar a perseguir esos valores emancipadores.
Por lo tanto, Imposturas intelectuales contiene dos obras distintas aunque relacionadas compuestas del siguiente material: una recopilación de abusos extremos puestos a la luz por Sokal, en primer lugar, y una crítica feroz de ese relativismo epistémico y de las concepciones falaces de la "ciencia posmoderna", en segundo. Recordaremos que la posmodernidad supone un rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista procedente de la Ilustración, por parte de ciertas elaboraciones teóricas carentes de prueba empírica, y por una relativismo cognitivo y cultural. La denuncia presente en Imposturas intelectuales pretende ser, sobre todo, sociológica, ya que los autores franceses de las "imposturas" tienen cierto reconocimiento en aquellos círculos académicos de habla inglesa en los que el relativismo epistémico es habitual. También se produce un cierto nexo en las dos partes de esta obra: si se acepta ese relativismo epistémico, se acaba siendo poco o nada crítico con ciertas representaciones de ideas científicas (las cuales, según la visión posmoderna, acaban siendo simplemente otro discurso). No hay intención crítica alguna, más bien todo lo contrario, acerca de las humanidades o de las ciencias sociales, ya que puede extenderse la denuncia de los abusos también a estas disciplinas. Se trata, en definitiva, de una muestra de malos hábitos intelectuales, cuya denuncia corresponde probar a quien la hace, sin generalizaciones de ningún tipo.
En palabras de los mismos Sokal y Bricmont, su obra combate la confusión intelectual, no el radicalismo político, y puede añadirse que más bien al contrario. La siguiente cita de Michael Albert en Z Magazine es significativa: «No hay nada veraz, sabio, humano ni estratégico en confundir la hostilidad a la injusticia y a la opresión, que es de izquierdas, con la hostilidad a la ciencia y a la racionalidad, que es un sinsentido». De hecho, parece ser que numerosos investigadores del campo de las humanidades y de las ciencias sociales agradecieron a Sokal aquella iniciativa paródica y expresaron igualmente su rechazo a a las tendencias posmodernas y relativistas que invaden sus disciplinas. A pesar de todo, hay que reconocer que aquello fue una broma y el hecho de que se publicara, a pesar del disgusto y la puesta en evidencia de la publicación posmoderna, no es lo más importante. Lo auténticamente revelador es el contenido de la parodia, construida a partir de citas de los más eminentes autores franceses y nortemericanos sobre las presuntas implicaciones filosóficas y sociales de las ciencias naturales y de las matemáticas. Citas que pueden calificarse de absurdas, pero auténticas, las cuales han sido reunidas en Imposturas intelectuales en forma de textos más largos que permiten juzgar mejor el trato que dispensan esos intelectuales a las ciencias. Además, para los lectores que no somos científicos, se realizan una serie de análisis y comentarios que nos explican por qué son los textos disparatados. Se trata de una obra recomendable para todos los que estamos interesados en un análisis intelectual de nuestra época, que algunos quieren observar como la confirmación del fracaso del proyecto de la modernidad (y no les falta razón), pero que bajo ningún concepto debe hacernos renunciar a perseguir esos valores emancipadores.
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