Proudhon diferencia la religión, como sistema universal de ideas autoritarias acerca de un orden al que se le atribuye un significado y una trascendencia, tanto de la moral como del arte. Esta independencia de la religión, entendida como proyección de un ideal superior, respecto a la moral la desarrolla el francés en su teoría del inmanentismo moral. Veamos lo que dice Proudhon en una carta de 1863 a Charles Morard: "La Religión, a mi ver, no es el arte ni menos la moral; es un sentimiento místico sui generis, distinto de la moral y del arte, cuyo papel ha sido el de preparar una y otro, y que poco a poco cede la prioridad a la Justicia, aunque sin llegar jamás a una total extinción. La Justicia, a su vez, es también un sentimiento sui generis, la afirmación espontánea del derecho, independiente de toda religión y de toda filosofía, en suma, la más alta de nuestras facultades. En su obra Justice, se expresa del siguiente modo: "Tal es el espíritu de la religión: pone la Justicia en Dios, porque Dios es el supremo ideal, la suprema perfección, la suprema belleza, la felicidad suprema, y hace depender de este ideal el derecho, el deber y la dignidad del hombre". Es un gran paso el que efectúa Proudhon, cuando reduce la religión a un sistema autoritario y, consecuentemente, separa la moral de la proyección religiosa, ya que la obediencia a Dios en en sí amoral. Si en el sentimiento religioso, la moral se agota en la veneración a la autoridad trascendental, Proudhon otorgar con su crítica antiautoritaria la autonomía a la moral y la capacidad de discernimiento al ser humano.
Dentro del sistema religioso, existe también en el hombre una enajenación de la moral. Por ello, habrá una tensión entre el sentimiento moral del individuo y la moral religiosa que exige veneración, tal y como se describe en la siguientes palabras: "Toda concepción de lo absoluta, por serlo, comporta una contradicción. En razón de la eficacia sancionaria que se le atribuye, la Religión, el respeto a los dioses, prevalece sobre la Justicia, que no es sino el respeto al hombre... Pues bien, como la conciencia humana no podría abdicar de sí misma, hay una reacción del sentido moral contra el sentido religioso que lo disminuye, y se ve a la Justicia -el respeto de la humanidad-, tras de haberse engrandecido durante muchos siglos bajo el ala de la Religión, tender por su parte a separarse, procurar su constitución en la independencia de su naturaleza y reivindicar sólo para ella el honor antes tributado a la Divinidad". La moral supone, por lo tanto, la dignidad del hombre, la cual nunca podrá ser completa al estar derivada o al ser conferida. Como ya se dijo anteriormente, el sistema de Proudhon no es simplemente una negación de Dios y de la religión; de alguna manera, siente que el hombre tiene un sentimiento religioso que se apodera de todas las cosas sin preocuparse de la exactitud científica o de la consecuencia lógica. Es por ello que para enfrentarse al sentimiento religioso no basta con la negación, con el simple ateísmo, ya que hay que esforzar en combatir y superar esa creencia antiquísima y casi imposible de desterrar. La visión de Proudhon se muestra muy lúcida y de gran importancia en la sociedad contemporánes, se trata de una antiautoritarismo enemigo de todo absolutismo que, en el terreno religioso, se deja ver como un antiteísmo.
El proceso que derrotará definitivamente a la religión, o que al menos la substituirá y tratará de superarla, será para Proudhon la revolución. A pesar de todo lo necesario que pueda considerar a nivel histórico el sentimiento religioso, el francés confía en que el progreso llevará a hacerlo inncesario gracias a una des-deificación del mundo. Existen tres grandes principios que deberán imponerse a toda herencia del pasado: el derecho a la libre determinación, la soberanía del pueblo y el derecho al trabajo. Lo misterioso e innacesible dejará paso a una libre iniciativa en el hombre para conquistar definitivamente la libertad. No obstante, hay que insistir en que Proudhon no concibe perfección alguna, sino continua perfectibilidad. Es por eso que, coherentemente con su noción dialéctica de permanente conflicto entre contrarios, se muestra siempre adversario de ciertos conceptos (como el de Dios) y se cuidará mucho de preconizar un nuevo absolutismo. Tal y como dijo Woodcock acerca del francés "Vivía para la lucha más que para la victoria, y en esto la mayoría de los anarquistas se le han parecido". Volvamos por un momento a la frase que dio inicio a este texto sobre Proudhon, "Dios es el mal", conclusión tal vez inédita en la historia contando a todos aquellos que han negado o despreciado toda creencia sobrenatural. Como hemos dicho, al considerar a la divinidad como el mal mismo, no simplemente como una autoridad cruel, todo el andamiaje religioso (autoritario) de desmorona. Dios es un absoluto, al igual que el Estado y el Capital, las cuales constituyen los tres órdenes que combaten los anaquistas. Proudhon dirá, en Filosofía de la miseria: "Para oprimir eficazmente al pueblo, es preciso encadenar a la vez su cuerpo, su voluntad y su razón".
Dentro del sistema religioso, existe también en el hombre una enajenación de la moral. Por ello, habrá una tensión entre el sentimiento moral del individuo y la moral religiosa que exige veneración, tal y como se describe en la siguientes palabras: "Toda concepción de lo absoluta, por serlo, comporta una contradicción. En razón de la eficacia sancionaria que se le atribuye, la Religión, el respeto a los dioses, prevalece sobre la Justicia, que no es sino el respeto al hombre... Pues bien, como la conciencia humana no podría abdicar de sí misma, hay una reacción del sentido moral contra el sentido religioso que lo disminuye, y se ve a la Justicia -el respeto de la humanidad-, tras de haberse engrandecido durante muchos siglos bajo el ala de la Religión, tender por su parte a separarse, procurar su constitución en la independencia de su naturaleza y reivindicar sólo para ella el honor antes tributado a la Divinidad". La moral supone, por lo tanto, la dignidad del hombre, la cual nunca podrá ser completa al estar derivada o al ser conferida. Como ya se dijo anteriormente, el sistema de Proudhon no es simplemente una negación de Dios y de la religión; de alguna manera, siente que el hombre tiene un sentimiento religioso que se apodera de todas las cosas sin preocuparse de la exactitud científica o de la consecuencia lógica. Es por ello que para enfrentarse al sentimiento religioso no basta con la negación, con el simple ateísmo, ya que hay que esforzar en combatir y superar esa creencia antiquísima y casi imposible de desterrar. La visión de Proudhon se muestra muy lúcida y de gran importancia en la sociedad contemporánes, se trata de una antiautoritarismo enemigo de todo absolutismo que, en el terreno religioso, se deja ver como un antiteísmo.
El proceso que derrotará definitivamente a la religión, o que al menos la substituirá y tratará de superarla, será para Proudhon la revolución. A pesar de todo lo necesario que pueda considerar a nivel histórico el sentimiento religioso, el francés confía en que el progreso llevará a hacerlo inncesario gracias a una des-deificación del mundo. Existen tres grandes principios que deberán imponerse a toda herencia del pasado: el derecho a la libre determinación, la soberanía del pueblo y el derecho al trabajo. Lo misterioso e innacesible dejará paso a una libre iniciativa en el hombre para conquistar definitivamente la libertad. No obstante, hay que insistir en que Proudhon no concibe perfección alguna, sino continua perfectibilidad. Es por eso que, coherentemente con su noción dialéctica de permanente conflicto entre contrarios, se muestra siempre adversario de ciertos conceptos (como el de Dios) y se cuidará mucho de preconizar un nuevo absolutismo. Tal y como dijo Woodcock acerca del francés "Vivía para la lucha más que para la victoria, y en esto la mayoría de los anarquistas se le han parecido". Volvamos por un momento a la frase que dio inicio a este texto sobre Proudhon, "Dios es el mal", conclusión tal vez inédita en la historia contando a todos aquellos que han negado o despreciado toda creencia sobrenatural. Como hemos dicho, al considerar a la divinidad como el mal mismo, no simplemente como una autoridad cruel, todo el andamiaje religioso (autoritario) de desmorona. Dios es un absoluto, al igual que el Estado y el Capital, las cuales constituyen los tres órdenes que combaten los anaquistas. Proudhon dirá, en Filosofía de la miseria: "Para oprimir eficazmente al pueblo, es preciso encadenar a la vez su cuerpo, su voluntad y su razón".
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