He manifestado en varias ocasiones mi admiración por Albert Camus y la identificación que los anarquistas hicieron, creo que aquí puedo generalizar, con su hombre rebelde. Camus siempre denunció los desmanes del socialismo autoritario, algo que parece que fue uno de los motivos de disputa con otro gran autor, Jean-Paul Sartre. Esta controversia, que tuvo su momento álgido con la publicación de una devastadora crítica de El hombre rebelde en Les Temps modernes, realizada por Francis Jeanson (discípulo de Sartre), supuso una división en la intelectualidad durante mucho tiempo. Sartre no parecía creer en una tercera vía, a pesar de que sí reconocío las atrocidades del estalinismo, o se estaba con la URSS o con el capitalismo, el cual sumía a la mayor parte de la humanidad en la pobreza, la ignorancia y la explotación. Camus, que era igualmente socialista, se mantuvo siempre fiel a un humanismo y nunca justificó medios inicuos ni dictadura alguna. El autor de El hombre rebelde consideraba que el régimen soviético no era mejor que el capitalismo, y ni siquiera que los sistemas fascistas. Frente al "realismo" de los seguidores de Sartre, Camus insistía en un acercamiento entre ética y política y en la denuncia de toda dominación. Creo poder afirmar que la evolución política de Camus le acercó a los anarquistas, entre los cuales era muy respetado.
No quiero entrar demasiado en el terreno personal dentro de esta polémica entre dos grandes colosos del pensamiento, aunque Camus parece que se mostró más comprometido y congruente con su visión ética y humanista, además de mantenerse firme en su antidogmatismo (algo que ayudaría mucho a la evolución de su pensamiento). La disputa llega a nuestros días, y puede decirse que de dos formas con puntos de vista antitéticos. Por una parte, los partidarios del socialismo de Estado (o autoritario) continúan aludiendo a la justicia social y a la solidaridad como si esos conceptos se hubieran logrado finalmente en esos regímenes. A pesar de mi innegociable crítica al autoritarismo, me gustaría poder decir algo diferente, pero creo que la realidad es que ciertos regímenes "socialistas" han sido una triste realidad a nivel ético y un fracaso a nivel económico. Tengo vínculos con Cuba a nivel personal, y cada vez conozco más cosas terribles (e hipócritas respecto a lo que pregonan desde arriba) sobre aquella sociedad que en nada tienen que envidiar a los valores egoístas y competitivos que fomenta el capitalismo. Insisto, me gustaría decir otra cosa y recuerdo además que mi punto de vista es precisamente socialista, además de humanista y antiautoritario, y no pretende justificar ningún otro sistema. La otra forma en la que la polémica Sartre/Camus llega hasta nuestros días es, tal vez, paradójica. Son los que defienden el capitalismo los que adoptan una postura similar a la de Sartre, ya que en su afán teórico de defender la libertad individual y la prosperidad económica, apuntalan un sistema capitalista que mantiene en la necesidad a la mayoría. Es precisamente, como hizo Camus, denunciando todo sistema de dominación y toda tropelía cometida sobre nuestros semejantes como se buscan modos políticos alternativos que no abandonen jamás la ética y que otorguen un mayor horizonte a la razón. Es una lección para no olvidar.
Otro tema que me gustaría tocar, a propósito del tema de esta entrada, es lo que entendemos hoy en día por "intelectuales". En la asambleas del 15-M se han escuchado voces críticas con la intelectualidad, y me parece bien que así sea, aunque con matices y recordando que no es necesariamente un sinónimo de "líderes". De entrada, si aludimos a Sartre o a Camus y lo comparamos con lo que tenemos en la sociedad actual, podemos llorar o reír. Evidentemente, nada tiene que ver un auténtico intelectual con la mayor parte de los patéticos opinadores mediáticos que observamos a diario. Es cierto que todos poseemos capacidades intelectuales, entendiendo por ello la capacidad para concebir, comparar y juzgar las cosas. Sin embargo, es verdad también que hay personas que han hecho su profesión de ello, por lo que acumulan conocimientos científicos y humanistas, además de mantenerse siempre observadores y estar especialmente adiestrados para la facultades del juicio, la intuición y la crítica (todo esto, al menos en la teoría). Siempre me ha gustado insistir en que, por un lado, todos deberíamos fomentar en la medida en que nuestro tiempo y nuestros intereses nos lo permiten capacidades de ese tipo intelectual y, por otro, recalcar que la práctica se construye conjuntamente con una teoría de horizonte amplio, por lo que la figura innovadora del intelectual me parece importante. Si hablamos de un verdadero intelectual, en el orden que sea, se trata de alguien comprometido con la mejora de la sociedad (es decir, opuesto a todo inmovilismo), sin que esté en ningún caso elevado por encima de ella, y siempre con la más noble intención humanista de transmitir y ayudar a sus semejantes. Efectivamente, no es lo más habitual entre los profesionales de la "intelectualidad", por lo que supone otro terreno donde buscar nuevos modos que huyan de ese dualismo inicuo entre trabajador manual y "trabajador" del intelecto.
No quiero entrar demasiado en el terreno personal dentro de esta polémica entre dos grandes colosos del pensamiento, aunque Camus parece que se mostró más comprometido y congruente con su visión ética y humanista, además de mantenerse firme en su antidogmatismo (algo que ayudaría mucho a la evolución de su pensamiento). La disputa llega a nuestros días, y puede decirse que de dos formas con puntos de vista antitéticos. Por una parte, los partidarios del socialismo de Estado (o autoritario) continúan aludiendo a la justicia social y a la solidaridad como si esos conceptos se hubieran logrado finalmente en esos regímenes. A pesar de mi innegociable crítica al autoritarismo, me gustaría poder decir algo diferente, pero creo que la realidad es que ciertos regímenes "socialistas" han sido una triste realidad a nivel ético y un fracaso a nivel económico. Tengo vínculos con Cuba a nivel personal, y cada vez conozco más cosas terribles (e hipócritas respecto a lo que pregonan desde arriba) sobre aquella sociedad que en nada tienen que envidiar a los valores egoístas y competitivos que fomenta el capitalismo. Insisto, me gustaría decir otra cosa y recuerdo además que mi punto de vista es precisamente socialista, además de humanista y antiautoritario, y no pretende justificar ningún otro sistema. La otra forma en la que la polémica Sartre/Camus llega hasta nuestros días es, tal vez, paradójica. Son los que defienden el capitalismo los que adoptan una postura similar a la de Sartre, ya que en su afán teórico de defender la libertad individual y la prosperidad económica, apuntalan un sistema capitalista que mantiene en la necesidad a la mayoría. Es precisamente, como hizo Camus, denunciando todo sistema de dominación y toda tropelía cometida sobre nuestros semejantes como se buscan modos políticos alternativos que no abandonen jamás la ética y que otorguen un mayor horizonte a la razón. Es una lección para no olvidar.
Otro tema que me gustaría tocar, a propósito del tema de esta entrada, es lo que entendemos hoy en día por "intelectuales". En la asambleas del 15-M se han escuchado voces críticas con la intelectualidad, y me parece bien que así sea, aunque con matices y recordando que no es necesariamente un sinónimo de "líderes". De entrada, si aludimos a Sartre o a Camus y lo comparamos con lo que tenemos en la sociedad actual, podemos llorar o reír. Evidentemente, nada tiene que ver un auténtico intelectual con la mayor parte de los patéticos opinadores mediáticos que observamos a diario. Es cierto que todos poseemos capacidades intelectuales, entendiendo por ello la capacidad para concebir, comparar y juzgar las cosas. Sin embargo, es verdad también que hay personas que han hecho su profesión de ello, por lo que acumulan conocimientos científicos y humanistas, además de mantenerse siempre observadores y estar especialmente adiestrados para la facultades del juicio, la intuición y la crítica (todo esto, al menos en la teoría). Siempre me ha gustado insistir en que, por un lado, todos deberíamos fomentar en la medida en que nuestro tiempo y nuestros intereses nos lo permiten capacidades de ese tipo intelectual y, por otro, recalcar que la práctica se construye conjuntamente con una teoría de horizonte amplio, por lo que la figura innovadora del intelectual me parece importante. Si hablamos de un verdadero intelectual, en el orden que sea, se trata de alguien comprometido con la mejora de la sociedad (es decir, opuesto a todo inmovilismo), sin que esté en ningún caso elevado por encima de ella, y siempre con la más noble intención humanista de transmitir y ayudar a sus semejantes. Efectivamente, no es lo más habitual entre los profesionales de la "intelectualidad", por lo que supone otro terreno donde buscar nuevos modos que huyan de ese dualismo inicuo entre trabajador manual y "trabajador" del intelecto.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho este artículo. Reinvindico, apasionadanente,la figura de Albert Camus, intelectual (él no necesita comillas, por que lo era realmente), comprometido, valiente, que nado contra corriente en una época en que denunciar, declararse en contra de las atrócidades cometidas por el denominado Socialismo Real, le convertia a uno en sospechoso de connivencia con lo más reaccionario del sistema imperante.
En el artículo del martes 21 de agosto de 1984 del diario El país extraigo el siguiente fragmento:
"Sartre, en su respuesta, agarró el toro por los cuernos: "La existencia de estos campos puede indignarnos, causarnos horror; pueden obsesionarnos, pero ¿por qué habrían de embarazarnos?... Creo inadmisibles esos campos; pero tan inadmisibles como el uso que, día tras día, hace de ellos la 'Prensa llamada burguesa!. Yo no digo el malgache antes que el turcomano; digo que no hay que explotar los sufrimientos infligidos a los turcomanos para justificar los que hacemos soportar a los malgaches". Y terminaba: "Usted condena al proletariado europeo, porque no ha reprobado públicamente a los soviets, pero también condena a los gobiernos de Europa porque admitirán a España en la Unesco; en este caso, sólo veo una solución para usted: las Galápagos. En cambio a mí, al contrario, me parece que la única manera de acudir en ayuda de los esclavos de allá es tomando el partido de los de aquí"."
En el cual podemos observar en síntesis el razonamiento de Sartre en tanto la cuestión histórica-social de sus tiempos, aunque muy bien comprensible como axioma universal en tanto para todos los tiempos, es decir, épocas. Vargas Llosa en Argentina ha cometido el error que el mismo Sartre denuncia en Camus: cuando en el encuentro de la Feria del Libro del año pasado (2011), entre otros medios privados (como el monopolio de Clarín), ha atacado el poder del gobierno kirchnerista, desde una postura neoliberalista similar a la que todo capitalista recurre en nombre de la tan ansiada "libertad". Lo que quiero decir con esto que es que inevitablemente debemos hacernos concientes de nuestro contexto y analizar en función a la época nuestras acciones. De esta manera, Sartre está mejor justificado que Vargas Llosa, porque el francés creía que estaba en el nudo clave de una revolución, en donde hay que 'mancharse con barro', mientras que el peruano realizaba ataques a un gobierno argentino que se encontraba y se encuentra en un proceso de crecimiento social dentro de la reivindicación política de la llamada «democracia», es decir, no hay aires revolucionarios como para acribillar intelectualmente el poder, al menos en este caso. Puesto que, el poder siempre seguirá siendo el poder, bien lo entendamos tanto marxistas como aanrquistas. Por eso, finalizando, comprendo a Sartre pero más comprendo a Camus por el cual me inclino.
PD: Estoy en total concordancia con la conclusión de este artículo. Y agrego: creo y estimo que no se trata de ser o no ser "intelectuales" en un sentido ya sea peyorativo o honorífico, sino en que todos debemos practicar la utilización de nuestro cerebro. Porque el ser humano es un hombre racional es porque no es razón imposible.
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