Esto del ateísmo, con el afán antidogmático que me gusta pensar que tengo, hay veces que me trae de cabeza. Como insisto siempre, si soy ateo de manera consciente y combativa es con deseo de tender al pensamiento libre e innovador y a un fuerte compromiso con la existencia humana. Naturalmente, aunque creo que está medianamente bien expresado así lo que yo entiendo por ateísmo, la cosa se convierte en relativa en la práctica. Mi experiencia en grupos ateos supone encontrarte gente para todo (aunque, creo que puedo decir que una mayoría sí muestra los rasgos antes mencionados, al menos en la teoría). Recientemente, en cierto grupo ateo, se organiza una pertinaz discusión acerca de la utilización en un texto de la palabra "alma". Hay que decir que lo más triste es que se trataba de un texto importante acerca de Etiopía, de cómo el gobierno obliga a 70.000 indígenas a abandonar sus tierras para dedicarla a cultivos comerciales con fines exportadoras. Una noticia alarmente, otra más, en la que el autor utiliza, en determinado momento, la palabra "alma" como sinónimo simplemente de "persona". Pues bien, cierto ateo se rasga las vestiduras y señala como inadmisible el uso de una palabra inequívocamente religiosa (de poco sirven las hasta 15 acepciones que admite la Rae). Si fuera solo estupidez, no le daría tanto importancia. Como dice el proverbio: "Cuando el sabio señala la luna, el tonto mira el dedo". No me parece únicamente necedad, hay personas interesadas en distorsionar y causar ruido cuando hay noticias que pueden erosionar su concepción del mundo; el ateo en cuestión se muestra reacio a cualquier noticia que cuestione el mundo en que cree vivir (alguien a quien puede llamársele "conservador" o que acepta el mundo que le ponen delante de los ojos, al menos en cuestiones económicas, pero que curiosamente se cree totalmente racional en su análisis de las cosas).
Esta anécdota me sirve para observar la polisemia de tantas palabras, como es el caso de alma, de indudable origen religioso, pero ya extendida a un significado totalmente terrenal (aunque no sea de un uso muy habitual, la creo aceptable de modo retórico). Respecto a ateísmo, aunque aquí se trata a priori de una acepción única (la no creencia en Dios, o en dioses), estaremos de acuerdo en que es un concepto susceptible de ser enriquecido si atendemos mínimamente al pensamiento, al conocimiento y a la historia. Es más, profundizando un poquito, ya vemos que estamos hablando en realidad de la negación de lo sobrenatural (algo ya más amplio). Tal vez muchos no estén de acuerdo si decimos que el ateísmo niega cualquier forma de explicar la realidad que no sea en base a una naturaleza exclusivamente material. Tema, tal vez, algo espinoso, pero vamos ya concretando un poco más lo que se encuentra en torno a una concepción rigurosa de ateísmo. Porque sí puede asociarse el pensamiento ateo a un método científico que conduzca a unas convicciones basadas en la evidencia y en el análisis racional, pero siempre susceptibles de ser revisadas y mejoradas. Obviamente, el ateísmo combate cualquier creencia al considerarlas un obstáculo que imposibilita un conocimiento sólido de la realidad. Por supuesto, y aquí de nuevo extendemos la cuestión, no hablamos de una realidad trascendente ni de un conocimiento universal y absoluto, ya que opino que ese es precisamente el terreno de la religión. Algunos, especialmente los posmodernos, diran que sigue siendo una visión rígida que todavía observa la ciencia como un dogma negando otras vías de acceso al conocimiento. Bien, aceptando que la palabra "realidad" resulta también muy ambigua, y entramos en el viejo debate de objetividad y subjetividad, hay que insistir en un método de acceso al conocimiento basado en evidencias (por supuesto, estableciendo un equilibro y teniendo en cuenta todos los factores concurrente). En ese sentido, hay que combatir todo dogma y mostrarse siempre abierto a un horizonte de conocimiento amplio, por lo que la palabra "ateísmo" es para mí una puerta constante hacia esa ampliación, pero partiendo siempre de un riguroso método científico.
Otra palabra que me gusta vincular con el ateísmo, es el humanismo, también aceptando las múltiples interpretaciones históricas de dicho término. Tal y como yo lo entiendo, se trata de mejorar los valores humanos, la praxis moral y política, aceptando que todo ello se produce en un terreno natural y humano, y por lo tanto sensible a la mejora y a la revisión. Como, a pesar de todo, siempre se encuentra dentro de los ateos a gente verdaderamente interesante con inquietudes, hay quien lanza una reflexión en torno a una palabra, de nuevo, polisémica. Esta vez se trata de la "fe", que en un sentido religioso estaría asociada al idealismo y a la aceptación irreflexiva (creencia ciega, me gusta decir a mí, algo propio de toda suerte de crédulos, religiosos o no). Frente a esta concepción de la fe, amiga de la credulidad, enemiga del escepticismo y de la libre investigación, se impulsa una fuerza motriz sólida del conocimiento, que favorezca el análisis crítico y la libre indagación. Esta visión, como debe ser, se realiza a nivel, tanto individual como social, conscientes de la gran influencia mutua, ya que se alimenta el conformismo, la falta de originalidad en el pensamiento (se extiende la influencia de una minoría), se reduce la creatividad y la iniciativa independiente. Estamos hablando de la fe como confianza en un ideal fantástico de aceptación irreflexiva, la cual es posible que consuele en algunos aspectos si nos atenemos únicamente a los síntomas, pero incapaz de profundizar ni de atajar de raíz los problemas y que acaba legitimando algún tipo de dominación. Por supuesto, es posible otro tipo de fe, ya que la confianza entre individuos resulta necesaria para la interacción social. Es una fe basada en hechos sólidos y en juicios críticos, que proporcione una base de transparencia y de fiabilidad. Se formaría así una red de individuos críticos y conscientes, que intercambiarían sus juicios críticos e independientes; sería un modelo social descentralizado enemigo de la jerarquización y de la coerción, y donde se produjera una pluralidad de expresiones en aras de un juicio colectivo más poderoso. Aunque el concepto de autonomía indivdual es muy bello, y resulta deseable que se tienda a un juicio lo más independiente posible, hay que observar cómo nos influyen las opiniones de los demás, incluso en una sociedad lo más libertaria posible. Este análisis me confirma en otra cuestión objeto de polémica y es insistir en el "animal social" que somos. Esto significa que esa insistencia en el cambio personal para la mejora social se realiza desde ambos puntos de vista y en justo equilibrio, me parece francamente difícil insistir únicamente en uno de los polos. Precisamente, esa pertinacia en la individualidad, entendida como "salvación personal" o "crecimiento espiritual", me parece una gran falacia producto de una herencia religiosa. Los valores humanos, aunque formen parte de nuestras capacidades, surgen en gran medida de una buena praxis social.
Esta anécdota me sirve para observar la polisemia de tantas palabras, como es el caso de alma, de indudable origen religioso, pero ya extendida a un significado totalmente terrenal (aunque no sea de un uso muy habitual, la creo aceptable de modo retórico). Respecto a ateísmo, aunque aquí se trata a priori de una acepción única (la no creencia en Dios, o en dioses), estaremos de acuerdo en que es un concepto susceptible de ser enriquecido si atendemos mínimamente al pensamiento, al conocimiento y a la historia. Es más, profundizando un poquito, ya vemos que estamos hablando en realidad de la negación de lo sobrenatural (algo ya más amplio). Tal vez muchos no estén de acuerdo si decimos que el ateísmo niega cualquier forma de explicar la realidad que no sea en base a una naturaleza exclusivamente material. Tema, tal vez, algo espinoso, pero vamos ya concretando un poco más lo que se encuentra en torno a una concepción rigurosa de ateísmo. Porque sí puede asociarse el pensamiento ateo a un método científico que conduzca a unas convicciones basadas en la evidencia y en el análisis racional, pero siempre susceptibles de ser revisadas y mejoradas. Obviamente, el ateísmo combate cualquier creencia al considerarlas un obstáculo que imposibilita un conocimiento sólido de la realidad. Por supuesto, y aquí de nuevo extendemos la cuestión, no hablamos de una realidad trascendente ni de un conocimiento universal y absoluto, ya que opino que ese es precisamente el terreno de la religión. Algunos, especialmente los posmodernos, diran que sigue siendo una visión rígida que todavía observa la ciencia como un dogma negando otras vías de acceso al conocimiento. Bien, aceptando que la palabra "realidad" resulta también muy ambigua, y entramos en el viejo debate de objetividad y subjetividad, hay que insistir en un método de acceso al conocimiento basado en evidencias (por supuesto, estableciendo un equilibro y teniendo en cuenta todos los factores concurrente). En ese sentido, hay que combatir todo dogma y mostrarse siempre abierto a un horizonte de conocimiento amplio, por lo que la palabra "ateísmo" es para mí una puerta constante hacia esa ampliación, pero partiendo siempre de un riguroso método científico.
Otra palabra que me gusta vincular con el ateísmo, es el humanismo, también aceptando las múltiples interpretaciones históricas de dicho término. Tal y como yo lo entiendo, se trata de mejorar los valores humanos, la praxis moral y política, aceptando que todo ello se produce en un terreno natural y humano, y por lo tanto sensible a la mejora y a la revisión. Como, a pesar de todo, siempre se encuentra dentro de los ateos a gente verdaderamente interesante con inquietudes, hay quien lanza una reflexión en torno a una palabra, de nuevo, polisémica. Esta vez se trata de la "fe", que en un sentido religioso estaría asociada al idealismo y a la aceptación irreflexiva (creencia ciega, me gusta decir a mí, algo propio de toda suerte de crédulos, religiosos o no). Frente a esta concepción de la fe, amiga de la credulidad, enemiga del escepticismo y de la libre investigación, se impulsa una fuerza motriz sólida del conocimiento, que favorezca el análisis crítico y la libre indagación. Esta visión, como debe ser, se realiza a nivel, tanto individual como social, conscientes de la gran influencia mutua, ya que se alimenta el conformismo, la falta de originalidad en el pensamiento (se extiende la influencia de una minoría), se reduce la creatividad y la iniciativa independiente. Estamos hablando de la fe como confianza en un ideal fantástico de aceptación irreflexiva, la cual es posible que consuele en algunos aspectos si nos atenemos únicamente a los síntomas, pero incapaz de profundizar ni de atajar de raíz los problemas y que acaba legitimando algún tipo de dominación. Por supuesto, es posible otro tipo de fe, ya que la confianza entre individuos resulta necesaria para la interacción social. Es una fe basada en hechos sólidos y en juicios críticos, que proporcione una base de transparencia y de fiabilidad. Se formaría así una red de individuos críticos y conscientes, que intercambiarían sus juicios críticos e independientes; sería un modelo social descentralizado enemigo de la jerarquización y de la coerción, y donde se produjera una pluralidad de expresiones en aras de un juicio colectivo más poderoso. Aunque el concepto de autonomía indivdual es muy bello, y resulta deseable que se tienda a un juicio lo más independiente posible, hay que observar cómo nos influyen las opiniones de los demás, incluso en una sociedad lo más libertaria posible. Este análisis me confirma en otra cuestión objeto de polémica y es insistir en el "animal social" que somos. Esto significa que esa insistencia en el cambio personal para la mejora social se realiza desde ambos puntos de vista y en justo equilibrio, me parece francamente difícil insistir únicamente en uno de los polos. Precisamente, esa pertinacia en la individualidad, entendida como "salvación personal" o "crecimiento espiritual", me parece una gran falacia producto de una herencia religiosa. Los valores humanos, aunque formen parte de nuestras capacidades, surgen en gran medida de una buena praxis social.
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