viernes, 26 de octubre de 2012

Creer que se cree o Vattimo y la religión

Que Gianni Vattimo es uno de los filósofos más prestigiosos en la actualidad, es un hecho que nadie puede negar. Que las cosas que he leído de él (seguramente, poco), junto a actitudes de lo más irritables (lo mismo se declara cristiano, que anarquista, que se hace político de centro izquierda, que habla favorablemente de la "revolución" bolivariana de Chávez), me parecen poco interesantes, algunas abstrusas y otras plagadas de lugares comunes, es algo que también tengo que expresar así. El caso es que el estudio del ateísmo contemporáneo lleva de forma casi necesaria, aunque solo sea por el prestigo de su autor, a la lectura de una famosa obra del filósofo italiano: Creer que se cree. Hay que recordar, para comprender ciertas cosas, que Vattimo es un filósofo posmoderno; ya se sabe, que si el discurso que la modernidad está caduca, que no hay ya grandes discursos ni grandes verdaderos ni grandes asideros y que todo bien a ser más o menos relativo; se puede resumir en que esta corriente es partidaria de un pensamiento débil y enemiga de todo absolutismo. Sorprende, incluso viniendo de su autor, que de lo primero que afirma en libro es que, "hoy ya no hay razones filosóficas fuertes y plausibles para ser ateo o, en todo caso, para rechazar la religión". Sorprende, digo, que alguien que se declara opositor a todo dogmatismo, y supongo que también se considere un librepensador, afirme tal cosa. Otro asunto es que no sea lo mismo ser hoy un ateo o un librepensador, que queremos pensar que viene a ser lo mismo, que serlo hace un par de siglos; evidentemente, para serlo hay que liberarse de las ataduras tradicionales, y por supuesto no solo provenientes de la religión, pero opino que siempre partiendo de un ateísmo que forma parte del antiautoritarismo. No, Vattimo no solo no se libera en Creer que se cree, sino que además dedica la obra a declarar su devoción por un cristianismo muy sui géneris (sería una lectura del cristianismo como "doctrina débil", sea lo que sea lo que signifique tal cosa), empezando por no aclarar en ningún momento que entiende él por Dios, concepto muy fundado en sus experiencias subjetivas, y declarándose "medio creyente" (sic).

Hay que decir que la obra fue escrita hace ya unos años, en 1996, por lo que tal vez hoy Vattimo sostiene otro discurso (debe ser lo que tiene lo de ser posmoderno). Así, en cierta ocasión se declara ateo plagiando, sin rubor y con menos gracia, a Luis Buñuel: “…Todos tenemos un cristianismo heredado (ya que ninguno de nosotros conoció a Cristo directamente). Pero para mí, cristianismo heredado significa —crudamente— que gracias a dios soy ateo , que no creo en los ídolos, ni que Dios esté aquí o allá; no sé ni siquiera si creo que Dios existe como un objeto. ¿Dónde estaría? ¿En el cielo? ¿Debajo de la tierra? Encima, después, dado que existe, debe ser representado. Y dado que tiene que ser representado, lo representa el Papa. Y si el Papa representa a Dios, se vuelve autoridad. Hay que dejar de lado todo esto en nombre del Evangelio” (Entrevista a G. Vattimo por Ivana Costa en Diálogos, 2001). Ahí es donde el discurso posmoderno tiene su interés, en su esfuerzo por combatir la autoridad, pero creo sinceramente que hay que poner un poquito los pies en la tierra y, de un modo un otro, todos acabamos con ciertos "asideros". Vattimo coloca en el mismo saco autoritario a la racionalidad científica y a sus pretensiones de "verdad objetiva", así como a una confianza ciega en el progreso, y afirma tajantemente que también son "creencias superadas". No seré yo quien defienda una creencia ciega en nada, precisamente en aras del progreso, pero pienso que Vattimo raya en el solipsismo. Es precisamente su crítica feroz a toda verdad objetiva lo que le conduce a un extremo subjetivismo fundado en que no existe más realidad que la que produce el sujeto. De hecho, Vattimo se muestra fiel a esta subjetividad cuando saca sus consecuencias sobre nada menos que la civilización occidental a partir de su propia experiencia personal en el cristianismo; según este autor, es debido a esta doctrina religiosa, y en general gracias a las revelaciones bíblicas, que Occidente ha llegado a ser lo que es. Dicha afirmación no es que pueda decirse que sea falsa, es que hace falta tener bemoles, junto a un discurso categórico de lo más cuestionable, creo yo ademas que exento de esos supuestos rasgos posmodernos, para sostenerla. Por supuesto, hablamos de un filósofo posmoderno, capaz de afirmar tal cosa y en la siguiente frase abrazar un nihilismo fundado en Nietzsche, es decir, lo que supondría tambalear precisamente todo el edificio cristiano.

Hay otros autores, ateos y feroces críticos de la religión, que les gusta jugar históricamente a lo contrario. Es decir, el cristianismo ha sido fundamentalmente pernicioso y otro gallo nos cantara si se hubiera permitido a la sociedad de la Antigua Grecia evolucionar sin la llegada del dogmatismo religioso unitario. Por muchos atractivos que encontremos en los inicios del pensamiento filosófico (occidental), no me siento tampoco cómodo con esa postura. Una cosa es que tratemos de comprender la historia, precisamente para no sucumbir ante ella, denunciar lo que consideramos equivocado y tratar de fundar nuevos paradigmas más justos y humanos, y otra muy diferente es afirmar categóricamente sobre cuestiones que exceden cualquier capacidad. Por otra parte, tan perniciosa es la subordinación a una objetividad científica desprovista de humanidad (y demasiados ejemplos hay en la sociedad contemporánea, es cierto), como a un discurso religioso que se origina tantas veces en una cuestionable experiencia subjetiva. Nada más lejos que impedir cualquier experiencia subjetiva, la cual adopta muy a menudo caminos insospechados, pero el objetivo es seguir haciéndose preguntas, seguir potenciando un pensamiento crítico, y solo lo concibo elaborando nuevas vías para el conocimiento. Es cierto que no somos robots, que no podemos simplemente adorar al nuevo dios del conocimiento objetivo, estamos hechos de razón, pero también de sentimientos y de una voluntad fundada en causas a veces impredecibles. La civilización, no la occidental, sino la que forma el conjunto de la humanidad, se ha formado debido a discursos en parte religiosos, pero ha evolucionado gracias al pensamiento crítico y al deseo del ser humano, o al menos de algunos, para oponerse a todo discurso establecido. Vattimo, en Creer que se cree, consideraba que existía una vuelta al pensamiento religioso, algo que parece haber revisado recientemente e incluso denunciar la nueva religion que supone el "orden racional" (obviamente, su supuesta crítica a la religión tenía trampa). Respecto a las religiones tradicionales, no existe tal retorno y más bien algunas se repliegan en el fundamentalismo y otras se adaptan a los nuevos tiempos buscando su parcela institucionalizada del poder. Nuevos dogmatismos, fundados en lo político o en cualquier otro ámbito humano, seré el primero en cuestionarlo. Es cierto que la religión no ha fenecido, algo que se anunciaba ya hace dos siglos, pero eso no conduce de forma obvia a considerar necesariamente que algo hay en el ser humano que necesita el pensamiento religioso. El papel más beneficioso de la religión, comprendiendo siempre que en gran medida ha sido más un consuelo que otra cosa, podría muy bien ser ocupado por las maravillas del conocimiento y del arte, así como por un horizonte todo lo amplio posible para la razón y para los valores humanos. No es sencillo, claro que no, máxime en las sociedades de consumo "desarrolladas" caracterizadas sobre todo por factores de enajenación en la conciencia. Sin embargo, creo que flaco favor se le hace al antiautoritarismo con discursos abstrusos y contradictorios, capaces de adherirse a la tradición religiosa e igualmente a un cierto nihilismo (débil, of course).  Debe ser lo que tiene el discurso posmoderno, su gusto por la figura retórica del oxímoron.

4 comentarios:

janusz dijo...

No me parece que hayan contradicciones como dices por el hecho de creer en Dios y defender al mismo tiempo posturas antiautoritarias. La clave está me parece en que hay dos formas de creer en Dios, una digamos que es ideológica y otra sencillamente espiritual o racional. Mientras la primera ejerce algún tipo de influencia en el creyente, la segunda tiene bases lógicas o racionales, tan racionales como las que le llevan al ateo a no creer en Dios. Mi creencia en Dios no me impide rechazar la autoridad del Estado, como tampoco hace que sienta a Dios como una autoridad moral. Más bien son mis valores morales los que quedan personificados en mi Dios imaginado, es decir, que mi Dios es construido en base a mi imagen y semejanza. Puesto que nadie puede probar la existencia de Dios, ya que se trataría a fin de cuentas de una cuestión de fe, correspondería entonces al creyente conformar una idea personal de su existencia.
Hay por cierto un autor anarquista, Félix Rodrigo Mora, que aún declarándose ateo, tampoco ve contradicciones entre la fe en Dios y el ideario del anarquismo. Esto le ha llevado a ser absurdamente criticado y a ser muy poco comprendido por muchos. Ver por ejemplo su último controvertido artículo sobre esta misma cuestión:
http://es.scribd.com/doc/110108671/Acerca-Del-Neo-lerrouxismo

Me he dado cuenta de que en este blog se ha abordado muchas veces este tema. ¿En serio no tenemos los libertarios otros enemigos más importantes que la Iglesia? Tal y como señala Rodrigo Mora, la jerarquía eclesiástica hoy día representa un poder casi insignificante en la conformación del Estado frente otros como pueden ser el poder militar, el poder político y el poder mediático. ¿Por qué se pone entonces hoy día tal empeño en esta cuestión menor, confundiendo a menudo libertad de conciencia e institución religiosa?
Por otro lado, creo que una mayor tolerancia religiosa en estos círculos permitiría ganar más adeptos a la causa anarquista.

Capi Vidal dijo...

Hola.

Yo no he dicho, exactamente en esta entrada, que haya contradicciones entre ser creyente y tener posturas antiautoritarias. Creo que eres muy susceptible; tú sabrás si eres o no contradictorio entre lo que piensas y lo que crees, yo no soy nadie para decirlo. Como digo yo siempre, y no te enfades, existen tantos factores para que las personas acabemos creyendo en cosas absurdas, que uno ya no se sorprende de nada (incluso, en el movimiento libertario):

Obviamente, si me preguntas, te diré que me parece bastante peculiar el asunto, pero no eres el primero que se declara creyente y anarquista, asi hay que aceptarlo y no se trata de expedir carnés de "auténticos" ácratas. No obstante, tu manera de describir a tu Dios me parece en una línea bastante feuerbachiana, no es más que un reflejo de ti mismo; creo que lo que dices es que hay que dejar a cada persona que decida sobre sus propias creencias, algo obvio si hablamos de anarquismo, pero qué es lo que queda entonces del Dios personal de las creencias monoteístas.

Me esfuerzo en este blog por combatir el autoritarismo y, de manera obvia, para mí el ateísmo y el librepensamiento (eso sí lo he dicho, que los considero sinónimos) son una parte sustancial. Lo que he hecho bien poco es meterme con la Iglesia (sí con la religión, en general); no porque no crea que se lo merece, si no porque lo doy por hecho y considero mucho más interesante la cuestíon atea. Mira, para ti la libertad de conciencia será creer en lo que a uno le dé la gana; para mí, es también poder decir que esas creencias son absurdas y perniciosas.

Para no saturar, en otro momento te contesto sobre el incalificable Rodrigo Mora.

Capi Vidal dijo...

Respecto a Rodrigo Mora, ¡qué quieres que te diga, amigo Janusz! Mira, gracias por darme a conocer el texto que enlazas; Julio Reyero es amigo mío y la cosa me ha cabreado bastante. No sé como se atreve un personaje siniestro como Félix Rodrigo a acusar de "descalificaciones personales", de reacción y de "montaje policial".

Hasta hace poco, que yo sepa, este tipo no se había considerado anarquista y es muy sospechoso que ahora se adscriba al anarquismo y se considere además ateo (las medias verdades y las vueltas de tuerca parecen una constante en alguien que es a todas luces incalificable). Su línea argumentativa roza el delirio, no creo que sea alguien a quien merezca la pena atender, pero parece que está cruzando ya una línea y el pábulo que le están dando en ciertos medios es bien triste. Creo que reaccionario es un término apropiado, y eso siendo muy benévolo.

Saludos.
Capi

janusz dijo...

Yo hace alrededor de dos años tan sólo que empecé a interesarme por las ideas del anarquismo, y lo hice gracias precisamente a una recomendación de uno de sus libros. Aunque no he leído el libro crítico que Javier Hidalgo le dedicó, sí he podido contrastar muchas de las críticas que le suelen hacer, y he de decir que no se merece ni mucho menos ni la mitad del desprecio que suele recibir.

Dices que hasta ahora Rodrigo Mora no se había considerado anarquista. La verdad es que este es un detalle que no termino de comprender, pues si uno analiza seriamente sus trabajos, uno se da cuenta de forma clara que de lo que menos se le puede tachar es precisamente de ser poco o nada anarquista. En todo caso sería más bien lo contrario, si peca de algo sería de defender un anarquismo muy radical, y creo que es de ahí de donde proceden muchas de las diferencias que algunos mantienen con él. Por un lado estarían esos a los que él llama despectivamente "anarquistas de estado", que son los que apoyan una transición hacia al anarquismo por vías pacíficas y sin llegar a destruir al Estado totalmente, y por otro lado estarían los que como él apuestan por la idea de revolución como única vía. Yo sinceramente no tengo absolutamente clara mi posición al respecto, aunque por ahora me inclinaría más por lo segundo.

Yo reconozco algunas de las cosas que no me gustan de él, como puede ser el tono de su escritura y algunas de sus ideas. Pero desde luego mis diferencias no me impiden apreciar su valioso trabajo que ha dedicado a la defensa del anarquismo. Por ejemplo, con todos los errores que pueda contener, dime, ¿en serio existe hoy día en España un estudio más ambicioso y riguroso como el llevado a cabo en su obra "La democracia y el triunfo del estado"?

Me gustaría saber cuáles son tus reproches teóricos, aunque me imagino cuáles son muchos de ellos; su idea de feminismo de Estado, su postura acrítica con la religión, su defensa de la voluntad de verdad y de valores éticos, su noción de revolución integral, su repudio del hedonismo, su rechazo del nihilismo nietzscheano, su idealización o mitificación de la edad media, su crítica radical a la izquierda, etc. Básicamente mis diferencias con él resultan de pequeños matices, y reconociendo que sobre muchas de sus ideas todavía no tengo una sólida opinión conformada. Pero lo que si tengo claro es que el desprecio que suscita en muchos compañeros es exagerado e injustificado.