Juan Peiró nació en 1887, en la popular barriada barcelonesa de Hostafrancs, y fue fusilado por el régimen franquista en 1942 al ser extraditado desde Francia cuando los alemanes la invadieron. El mérito de figuras como ésta, siendo innumerables nombres en el movimiento sindical y libertario de la historia de España, es enorme. A los ocho años, Peiró comenzará a trabajar de vidriero y no aprenderá a leer y escribir hasta la edad de veintidós. Su gran capacidad de trabajo y su talento de organizador quedaron de manifiesto en la Confederación Nacional del Trabajo, ocupando importantes cargos como secretario general del Comité Nacional y secretario de la Federación Nacional de Obreros Vidrieros. También mostró sus dotes intelectuales en la dirección de los diarios Solidaridad Obrera y Catalunya, órgano de la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña; igualmente, fue un asiduo articulista en diversas publicaciones libertarias españolas. Como es sabido, durante la Guerra Civil ocupó el cargo de ministro de Industria en el gobierno republicano; al final del conflicto, pasó a Francia insistiendo en permanecer al lado de sus compañeros encerrados en campos de concentración. Su final es legendario cuando, en un gesto más de dignidad y rebeldía, se negó tajantemente a recibir un cargo en el sindicalismo fascista y fue finalmente ejecutado por un nuevo régimen criminal. Como fuente de memoria viva, José Peirats escribía, en el apartado correspondiente a Peiró en Figuras del movimiento libertario español (Ediciones Picazo, Barcelona 1977), que se trataba de un escritor formidable, sin ningún asomo de demagogia, y un orador, tal vez no brillante, pero sí conciso y sincero; su profunda humanidad, en cualquier caso, resultaba incuestionable.
Son muchas las etiquetas que se le han asignado a Peiró, tal vez ninguna totalmente satisfactoria, alguna intolerantemente partidista y todas con su ración de verdad: anarquista, libertario, anarcosindicalista, sindicalista revolucionario, partidario de una "republica social"… Veamos si podemos arrojar algo de luz a esta importante figura, en un país con evidentes carencias en cuanto a memoria histórica, utilizando diversas fuentes, siendo algunas los propios escritos de Peiró. Hay que decir en primer lugar que Juan Peiró se consideraba un anarquista, tal y como constata él mismo en su obra. En Trayectoria de la CNT (Ediciones Júcar, Madrid 1979), considera que la revolución social deberá descansar, en primer lugar, sobre tres factores: una organización que imponga y defienda la colectivización de la tierra y de los medios de producción, una preparación técnica suficiente para organizar la producción, así como para la distribución de la producción al consumo. Para ello, confiaba respectivamente en los factores de la propia evolución, de la organización sindical y de la cooperativa, pasos previos antes de que los propios grupos anarquistas pudieran crear sus propios medios de abastecimiento y distribución. Peiró era un hombre lúcido y practico, confiaba en la fuerza organizativa, la cual no tiene que oponerse a la libertad individual (falso dilema) y consideraba que los anarquistas debían crear, en la medida de lo posible y de forma palpable, un mundo libertario dentro de las entrañas del capitalismo; ello provocaría la simpatía de las masas trabajadoras y favorecería la creación de una fuerza organizada que condujera al socialismo.
Antes de llegar al comunismo libertario, Peiró consideraba que era el colectivismo el medio inmediato para la organización económica; los hechos de la Revolución española iniciada en 1936 parecen darle la razón. Todo el esfuerzo de la organización anarquista debía volcarse hacia una labor constructiva: construcción de bibliotecas y centros de cultura, análisis de los problemas políticos, morales y científicos, creación de las condiciones para hacer innecesario ni el parlamentarismo ni la colaboración entre clases (propia de los partidos socialistas) ni las especulaciones de toda suerte de "redentores"... De hecho, Peiró distinguía nitidamente entre el sindicalismo, que aseguraba las garantías al proletariado, y el anarquismo, que debía mostrar una acción paralela ocupándose de todos los problemas y asegurando el avance político-social; como ejemplo de organización anarquista, y a pesar de que no llegó a militar en ella, señaló la Federación Anarquista Ibérica. Frente a la escuela doctrinaria, confesional y burguesa, el anarquismo debía procurar instruir y cultivar al pueblo, apelando tanto a su corazón como a su conciencia. A día de hoy, todavía se educa a los chavales en la resignación y en la aceptación fatalista del mundo económico y político en que vivimos, algo que ya analizaron los anarquistas hace décadas y, consecuentemente, su esfuerzo se volcaba también en la labor pedagógica. Por lo tanto, para Peiró el anarquismo militante debía volcarse en esa labor creativa y constructiva a nivel universal, algo que sobrepasaba su capacidad en aquel momento, alejándose de idealismos y de disquisiciones. También realizó una crítica a ciertos anarquistas, incapaces de reconocer el genio económico de Marx, aunque obviamente el mismo Peiró también discrepara totalmente en lo político con el autor de El capital, obra que en cualquier caso valoraba enormemente. Peiró apreciaba en su justa medida el análisis crítico de la sociedad capitalista por parte de Marx, así como su concepción del materialismo histórico.
La base del anarquismo militante puede ser, para Peiró, un Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales, el cual puede acoger a todo trabajador de espíritu inquieto y pronto dar lugar a grupos de jovenes capacitados para enfrentarse con los problemas de la vida social. Instituciones de esas características podrían crearse en todos los barrios y localidades, dando lugar finalmente a una Federación provincial de Centros de Cultura con la misión del intercambio de valores y el concierto para la organización de todo tipo de actividades culturales. Esta red se enriquecería con la aportación de las organizaciones sindicales y cooperativas, y podrían ser la base para la creación y sustento de escuelas racionalistas; finalmente, todo el esfuerzo individual y colectivo podría generar también múltiples escuelas técnico-profesionales. Este movimiento anarquista, de esa manera articulado, podría dar lugar a los siguientes resultados: una escuela primaria que mantendría a los hijos de los trabajadores libre de la educación burguesa y confesional; una enseñanza superior, a la cual los trabajadores no podían acceder por sus propias condiciones de existencia en el capitalismo; acceso a los conocimientos técnico-profesionales desde una óptica científica, lo que daría lugar a un proletariado consciente y preparado para dirigir la economía, y un anarquismo militante con fuerte personalidad concretado en una generación de jóvenes altamente capacitados en lo moral y en lo intelectual para llevar a cabo la revolución social.
En la siguiente entrada, para no extendernos demasiado en estas líneas, seguiré hablando de las influencias en el pensamiento de Peiró y en sus propuestas.
Son muchas las etiquetas que se le han asignado a Peiró, tal vez ninguna totalmente satisfactoria, alguna intolerantemente partidista y todas con su ración de verdad: anarquista, libertario, anarcosindicalista, sindicalista revolucionario, partidario de una "republica social"… Veamos si podemos arrojar algo de luz a esta importante figura, en un país con evidentes carencias en cuanto a memoria histórica, utilizando diversas fuentes, siendo algunas los propios escritos de Peiró. Hay que decir en primer lugar que Juan Peiró se consideraba un anarquista, tal y como constata él mismo en su obra. En Trayectoria de la CNT (Ediciones Júcar, Madrid 1979), considera que la revolución social deberá descansar, en primer lugar, sobre tres factores: una organización que imponga y defienda la colectivización de la tierra y de los medios de producción, una preparación técnica suficiente para organizar la producción, así como para la distribución de la producción al consumo. Para ello, confiaba respectivamente en los factores de la propia evolución, de la organización sindical y de la cooperativa, pasos previos antes de que los propios grupos anarquistas pudieran crear sus propios medios de abastecimiento y distribución. Peiró era un hombre lúcido y practico, confiaba en la fuerza organizativa, la cual no tiene que oponerse a la libertad individual (falso dilema) y consideraba que los anarquistas debían crear, en la medida de lo posible y de forma palpable, un mundo libertario dentro de las entrañas del capitalismo; ello provocaría la simpatía de las masas trabajadoras y favorecería la creación de una fuerza organizada que condujera al socialismo.
Antes de llegar al comunismo libertario, Peiró consideraba que era el colectivismo el medio inmediato para la organización económica; los hechos de la Revolución española iniciada en 1936 parecen darle la razón. Todo el esfuerzo de la organización anarquista debía volcarse hacia una labor constructiva: construcción de bibliotecas y centros de cultura, análisis de los problemas políticos, morales y científicos, creación de las condiciones para hacer innecesario ni el parlamentarismo ni la colaboración entre clases (propia de los partidos socialistas) ni las especulaciones de toda suerte de "redentores"... De hecho, Peiró distinguía nitidamente entre el sindicalismo, que aseguraba las garantías al proletariado, y el anarquismo, que debía mostrar una acción paralela ocupándose de todos los problemas y asegurando el avance político-social; como ejemplo de organización anarquista, y a pesar de que no llegó a militar en ella, señaló la Federación Anarquista Ibérica. Frente a la escuela doctrinaria, confesional y burguesa, el anarquismo debía procurar instruir y cultivar al pueblo, apelando tanto a su corazón como a su conciencia. A día de hoy, todavía se educa a los chavales en la resignación y en la aceptación fatalista del mundo económico y político en que vivimos, algo que ya analizaron los anarquistas hace décadas y, consecuentemente, su esfuerzo se volcaba también en la labor pedagógica. Por lo tanto, para Peiró el anarquismo militante debía volcarse en esa labor creativa y constructiva a nivel universal, algo que sobrepasaba su capacidad en aquel momento, alejándose de idealismos y de disquisiciones. También realizó una crítica a ciertos anarquistas, incapaces de reconocer el genio económico de Marx, aunque obviamente el mismo Peiró también discrepara totalmente en lo político con el autor de El capital, obra que en cualquier caso valoraba enormemente. Peiró apreciaba en su justa medida el análisis crítico de la sociedad capitalista por parte de Marx, así como su concepción del materialismo histórico.
La base del anarquismo militante puede ser, para Peiró, un Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales, el cual puede acoger a todo trabajador de espíritu inquieto y pronto dar lugar a grupos de jovenes capacitados para enfrentarse con los problemas de la vida social. Instituciones de esas características podrían crearse en todos los barrios y localidades, dando lugar finalmente a una Federación provincial de Centros de Cultura con la misión del intercambio de valores y el concierto para la organización de todo tipo de actividades culturales. Esta red se enriquecería con la aportación de las organizaciones sindicales y cooperativas, y podrían ser la base para la creación y sustento de escuelas racionalistas; finalmente, todo el esfuerzo individual y colectivo podría generar también múltiples escuelas técnico-profesionales. Este movimiento anarquista, de esa manera articulado, podría dar lugar a los siguientes resultados: una escuela primaria que mantendría a los hijos de los trabajadores libre de la educación burguesa y confesional; una enseñanza superior, a la cual los trabajadores no podían acceder por sus propias condiciones de existencia en el capitalismo; acceso a los conocimientos técnico-profesionales desde una óptica científica, lo que daría lugar a un proletariado consciente y preparado para dirigir la economía, y un anarquismo militante con fuerte personalidad concretado en una generación de jóvenes altamente capacitados en lo moral y en lo intelectual para llevar a cabo la revolución social.
En la siguiente entrada, para no extendernos demasiado en estas líneas, seguiré hablando de las influencias en el pensamiento de Peiró y en sus propuestas.
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