lunes, 31 de diciembre de 2012

Homenaje a LaMalatesta

Homenaje a LaMalatesta, libreria y editorial libertaria, punto fundamental para el anarquismo en Madrid, en su Quinto Aniversario.

viernes, 28 de diciembre de 2012

La inanidad es reaccionaria

Recupero aquí un texto mandado hace tiempo a la revista Scifiworld y que, como me entero ahora, acabaron publicando en su sitio web. El motivo del mismo fue doble: por un lado, y a pesar de lo que suele opinarse en dicha publicación, lo que me parece el escaso talento y la vacuidad de la mayoría de los nuevos realizadores en el cine español (de forma más concreta, en ciertos géneros, de los que se ocupa dicha revista) y, por otro, la falta de conciencia política y de cualquier tipo de compromiso social.

Antes de nada, quiero aclarar que no soy un gran aficionado al cine fantástico. Soy un simple (y gran) aficionado al cine, a ningún tipo o temática en particular y a todos en general. Mi problema con según qué géneros es que son demasiado proclives a la inanidad y, ojo, puedo entender la simple pretensión de "mero divertimento" hasta cierto punto. Sin embargo, detrás de toda creación cinematográfica debería existir una buena base literaria; dudo mucho que alguien se atreva a defender una (buena) novela aludiendo a ella como "mero divertimento". No sé si se entiende a lo que quiero llegar: no creo que exista una división clara entre la creación narrativa con pretensiones y aquella que pretende simplemente "pasar el rato". El cine es por supuesto otro medio, eso que llaman de consumo de masas, pero no puede ser simplemente una especie de atracción de circo que nada exija al intelecto del espectador y que todo lo supedite a las emociones más básicas. Las grandes películas que amamos son grandes historias con grandes personajes, y la mayoría no están exentas de discurso y de compromiso, e incluso me atrevería a asegurar que tratan de arrojar algo de luz sobre la condición humana. Uno de los más grandes contadores de historias que ha existido nunca, Billy Wilder, dijo algo así como que no hay nada mejor que un telegrama para mandar un mensaje. De acuerdo, no hay que hablar de películas como medio, son fines en sí mismas, pero nunca deben dejar de lado la inteligencia, la sensibilidad, los valores humanos... El cine tiene, de modo muy elemental, que emocionar y tal vez conmover, pero nunca simplemente entretener o, seguramente, nos encontraremos ante una creación artística con notables carencias.

Todo este rollo explicativo, y tal vez justificatorio, viene a cuento de la nueva secuela (o precuela o tal vez reboot, tanta refundación de lo mismo revestida de neologismos invita al desasosiego) de la saga Rec. Mi opinión sobre la película, original, bien hecha, simpática en su costumbrismo elemental y nada original, y sobre sus dos realizadores, creo que representativos de una generación sin demasiado que decir. Esto lo relativizo, porque es bueno poner siempre en cuestión las opiniones propias, hasta cierto punto. Seguramente, hay muchas excepciones, como es el caso de Amenábar, un hombre que ha demostrado talento y ambición artística e intelectual, gusten más o menos sus películas. En el polo opuesto, el nuevo y baladí film de la saga Rec atraviesa, sin pudor, las fronteras de lo irrisorio dentro dentro de un género (o, más bien, subgénero) que nació tal vez con demasiadas luces. La película fundacional de Romero era, aparte de un excelente film, una bofetada a una sociedad enferma capaz de devorarse a sí misma: los zombis somos nosotros. El resto de la saga confirma el análisis social y político de un hombre que, amante de cierto género, no me cabe duda que siempre quiso transmitir ideas y estimular conciencias, algo que corresponde a las buenas historias.

Dicen que Romero se inspiró, algo que ya resulta indudable, en la gran novela de Richard Matheson Soy leyenda, maltratada y traicionada hasta lo intolerable en su más reciente adaptación cinematográfica (otro ejemplo de lo que me ocupa en este texto). Matheson fue uno de los iniciadores de un género, tan de moda en la actualidad, al que podemos llamar apocalíptico (versión "virus que convierte a las personas en una especie de vampiros", una infección creada por la mano del hombre), ofreciéndonos una excelente visión antropológica sobre las concepciones del bien y del mal, y que tiene a otros herederos no reconocidos, aunque se pretenda con mayor prestigio, como es el caso de La carretera (tanto la novela, como su bastante fiel adaptación cinematográfica). Matheson, considerado escritor de género fantástico, es otro autor de indudable talento literario y encomiable bagaje cultural, con propuestas de una actualidad humanística indiscutible. Las mencionadas son obras fundacionales, a las cuales no hay que responsabilizar de toda la exploitation posterior en cine, en su mayoría realizada con muy bajos medios y nulas pretensiones artísticas e intelectuales, que es desgracidamente lo que más peso ha tenido en el imaginario popular respecto al llamado "cine de zombis". Sin embargo, el lado más pobre de la posmodernidad nos trae sorpresas desagradables: la falta de conciencia histórica conduce a que se valore en exceso a Robert Kirkman y su The walking dead (hablo del cómic original, conocido en España como Los muertos vivivientes), aunque no se trate de una obra exenta de cierto valor y (creo que conscientemente) heredera de lo ya creado por Romero, mientras que los nuevos autores exhiben sin pudor su falta de discurso y de compromiso junto a una estética ajena a la sutileza de lo más cuestionable. La propia concepción metafísica del mal, ridícula en la saga Rec, tan pretenciosa como vacua en películas como Los sin nombre o Darkness, parece propia de unos autores que parecen negar la madurez, propia y ajena. A la hora de dar estas opiniones, no niego mi (excesiva) subjetividad, aunque sin caer en un enfermizo solipsismo, bien estimulada por mi propio universo racional y moral, al que alguno aludirá tal vez como algo rígido. Sin embargo, acepto que se pueda socavar, al menos artísticamente, ese universo si me ofrecen un producto lo suficientemente sólido. Desgraciadamente, no es el caso de la mayor parte de las obras del fantástico que tengo oportunidad de ver, tan aparentes como inanes. Una cosa más, y aquí reivindico de nuevo un compromiso para los creadores: la inanidad es, con seguridad, reaccionaria.

martes, 25 de diciembre de 2012

Tradiciones y creencias fraudulentas

Si alguien ha visto la inefable película "La vida de Pi", y suponiendo que hayan interpretado su mensaje como yo (que es mucho suponer), hay que entender las religiones y la creencia en Dios como un fraude evidente, y sin embargo quieren vendernos que nos son necesarias (la historia en el film es aquí un batiburrillo de justificaciones y pobres lugares comunes: el ser humano es ruin y miserable, necesita creer en algo, la vida sin Dios viene a ser gris y materialista...). Pues bien, esta interpretación reduccionista y tramposa de la existencia, sigue teniendo una enorme influencia en la civilización y, en mi opinión, acaba justificando toda forma de autoridad y opresión (muy terrenales); como nuestra sociedad está fuertemente impregnada de la cultura cristiana, y, dado el día que es hoy, me centraré un poco más en la crítica a esta doctrina, aunque veremos que resulta inevitable referirnos en general a las creencias religiosas. A la cantidad de seguidores que tiene la religión del Cristo, en todas sus formas, hay que recordarles que gran parte de los rasgos de la misma (culto reservado a los hombres, comunión de la carne y de la sangre del redentor, la santísima trinidad, el bautismo, la idea de un salvador, la resurrección...) están tomados de creencias anteriores; más concretamente del mitraísmo, religión de origen persa. Hay que indagar en la historia para comprender cómo el cristianismo se fue apropiando sistemáticamente de las creencias, ritos y dogmas de religiones mediterráneas previas. Su éxito posterior es digno también de estudio y, parafraseando a un amigo mío, hay que decir que "una religión no es más que una secta con el éxito suficiente entre la gente".  El cristianismo se asienta sobre cuatro pilares fundamentales: la Biblia, la figura de Jesús, el pecado original y los dogmas de fe; trataremos de analizar, de forma tan somera como crítica, cada uno de ellos.

No creo que nadie pueda negar que el Dios del Antiguo Testamento, que no es más que la deidad monoteísta de toda la vida, es un ser despreciable: genocida puede ser la palabra que mejor resuma su condición; por otra parte, y aunque se suavicen más tarde las cosas, hay un rasgo que forma parte de este dios para siempre: desea que los hombres se sometan a Él, una especie de déspota sobrenatural y encima todopoderoso y omnisciente (sí, ya sé que que luego en la historia está el deísmo, el panteísmo y toda la creencia ambigua que queramos expresar, pero el pilar fundamental y dogma máximo está siempre en "amarle a Él sobre todas las cosas", lo que constituye el súmmun de la enajenación). Pasemos al Nuevo Testamento, que es la base en realidad del cristianismo. Para los que hayan leído la lúcida y divertida novela de Saramago, El evangelio según Jesucristo, respecto al Antiguo Testamento, el Nuevo no es más que un lavado de cara; un acuerdo entre Dios y el diablo para suavizar las cosas y presentar una religión más aceptable; en definitiva, para seguir manteniendo el "chiringuito" de dominación. Sin embargo, este "lavado de cara" no supone que haya una diferencia excesiva entre lo antiguo y lo nuevo; los evangelios aceptados oficialmente son el resultado de la negación en la historia de todo aquello que no interesaba y los rasgos del Nuevo Testamento siguen siendo muy negativos: contradicciones, inexactitudes, absurdidades... Por supuesto, es todo cuestión de fe; pero la gran pregunta, ¿la fe así entendida no es obviamente perniciosa?

En cuanto a la figura de Jesús, ya me ocupé hace un año de ello. Aunque no soy partidario de ridiculizar su existencia comparándolo con la de cualquier otro personaje de ficción moderno, sí hay que insistir en todo lo que tiene de fantasioso la construcción histórica del Cristo adecuándola a las necesidades de la institución eclesiástica. Todo se resume, a pesar del absurdo y la imposibilidad a todas luces, en la aceptación acrítica de lo que dicen las Escrituras. De nuevo es una cuestión de fe, palabra que no tendría necesariamente que tener esas connotaciones tan negativas ni estar enfrentada a la evidencia más elemental; así estamos. El mito del pecado original, que no puede ser más infantil, también impregna toda nuestra cultura y de ahí la aceptación de la existencia humana como un valle de lágrimas y del ser humano como un ser pequeñito y despreciable. Por supuesto, es posible hacer siempre otra interpretación de estas fábulas históricas; Erich Fromm, estudioso del Antiguo Testamento (en el que veía cosas buenas y malas, como en toda creación humana), quería ver algo positivo en la desobediencia original de la "primera" pareja en la humanidad; era el desarrollo de la razón en el hombre. En el judaísmo, es posible que pudiera verse así (aunque existe un inaceptable respeto a la tradición y la creencia religiosa se ha transformado en el poder político); el cristianismo, y más concretamente la Iglesia, trata de vendernos posteriormente la absurda idea de la salvación (precisamente, de ese pecado original que nos mantiene como unos críos crédulos e indefensos). Si nos referimos a los dogmas cristianos, verdades que no puede cuestionar el creyente (ya que mana de una autoridad superior); insistiremos en que la doctrina católica ha ido adoptando dogmas absurdos a lo largo de la historia (hay que echar un vistazo a lo que siguen sosteniendo todavía recientemente) y convirtiendo en herejes a los que no aceptaban. Hablamos de una acumulación de hechos absurdos a lo largo de siglos, con poca o ninguna base de verdad, y que sin embargo siguen aceptando muchas personas; otros tantos, sin ser creyentes hasta ese extremo doctrinario, simplemente hacen gala de una extraña conformidad y no quieren ver los obstáculos para el progreso.

Como ya insistimos una y otra vez, la fe religiosa (la monoteísta, al menos) es un mito prefabricado en base a tres pilares fundamentales: la tradición, la autoridad y la revelación. Nada tenemos sobre las creencias de las personas, cuyo origen puede estar en tantos factores, que hay que ser siempre cautos a la hora del análisis; sin embargo, lo que resulta intolerable es que organizaciones jerarquizadas y fuertemente conservadoras, opuestas en cualquier cosa a todo intento de justicia social (hablo siempre de la institución eclesiástica, no necesariamente de todos sus miembros de base, aunque recuerdo la obediencia ciega que deben a las alturas). En cualquier caso, es muy complicado justificar la creencia religiosa  en base a la fe (palabra obviamente polisémica; todos la tenemos, en mayor o menos medida, pero no tiene que ser sinónimo de creencia ciega o producto de la fantasía). No es que sepa mucho sobre cómo funciona el cerebro humano (y los especialistas, tantas veces, dan la impresión de que tampoco), pero sí parece excesivamente proclive a las fantasías como para querer construir una creencia religiosa al respecto. Todo lo que se encuentra detrás de la religión (cosmovisiones, valores morales, búsqueda de sentido a la existencia humana, deseo de perdurar más allá de la muerte...), incluido el más obvio consuelo respecto a los males del mundo, tiene una explicación muy racional y muy humana. Insisto, la actitud religiosa personal es perfectamente comprensible (aunque, igualmente digna de análisis y de crítica), pero lo auténticamente intolerable es que minorías de iluminados (religiosos, en este caso, pero también políticos y económicos) sigan determinando nuestras vidas, fomentando la credulidad y un sentido desvirtuado de la existencia y de los valores humanos.

martes, 18 de diciembre de 2012

La cabecera "Tierra y libertad"

El título Tierra y libertad, tal vez el más popular en España en el muno ácrata, alude a varias cabeceras anarquistas y es frecuentemente portavoz de los grupos libertarios y de la FAI. El nombre se adoptó del movimiento populista homónimo con la intención de expresar el anhelo de los desheredados del mundo. Por adoptar cierta línea histórica de continuidad, el periódico nace con periodicidad quincenal en 1888, publicándose 23 números; tras ese periodo, la cabecera reaparece diez años después como suplemento de La Revista Blanca para convertirse en semanario dos años más tarde. La dictadura de Primo de Rivera lo suprimirá en 1923, junto al conjunto de la prensa libertaria. En 1930, volvió a resurgir como semanario y en los años de la Revolución Española (1936-39) se convertirá en diario.

Después de la victoria de los fascistas, Tierra y libertad continuó publicándose clandestinamente sin tener una periodicidad fija, sirviendo como un vehículo de esperanza para el movimiento libertario. De forma paralela, los exiliados españoles en México publican una cabecera mensual con idéntico título; era un evidente llamamiento a todos los decepcionados por aquella Revolución Mexicana, que también adoptó el grito de "¡Tierra y libertad!" para alzarse contra la opresión, siendo finalmente traicionada como tantas veces por una élite que se hizo con el poder y fundó un nuevo régimen de injusticia.

En España, a partir de 1977 con la reorganización del movimiento anarquista después de la muerte del dictador Franco, los grupos de la FAI deciden recuperar la cabecera Tierra y libertad con periodicidad mensual; es una etapa que llega hasta el día de hoy, en que la publicación aparece puntualmente cada mes en edición impresa y en 2013 aparecerá nada menos que el número 300. Estamos hablando de la cabecera decana de la prensa libertaria en lengua castellana y es una de las más antiguas en todo el mundo.

Por supuesto, el grupo encargado de la edición del periódico anarquista Tierra y libertad no cuenta con subvenciones ni nada semejante, tan solo con el apoyo entusiasta de sus lectores. Desde este mes de diciembre de 2012, es posible encontrar también los contenidos de cada ejemplar en el sitio acracia.org: http://acracia.org/tierraylibertad

Si deseáis subscribiros, tenéis toda la información aquí.
Si queréis contactar con el grupo editor para informaros o colaborar del modo que sea, podéis hacerlo en el correo electrónico tierraylibertad@nodo50.org; la dirección postal es: Apartado de correos 7.056 - 28080 Madrid.


jueves, 13 de diciembre de 2012

El movimiento anarquista en Argentina

La lectura de las emotivas memorias de Juana Rouco Buela, militante anarquista no muy conocida en España, publicadas originalmente en Buenos Aires en 1967 y editadas recientemente por LaMalatesta, Historia de un ideal vivido por una mujer, me hace indagar en la rica historia, en experiencias y en creaciones, del anarquismo en Argentina. En las dos primeras décadas del siglo XX, el movimiento anarquista argentino puede definirse como masivo y con gran visibilidad; la gran central obrera de orientación anarquista, la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), fue la más importante hasta 1915 y es una de las expresiones más importantes del movimiento, como lo son las innumerables publicaciones, las escuelas libertarias inspiradas en la creación pedagógica de Francisco Ferrer, así como la gran cantidad de ateneos y bibliotecas populares. En la autobiografía de Juana Rouco es posible ver este esplendor del anarquismo con movilizaciones como la legendaria huelga de inquilinos. Parecer ser que la historiografía limita el auge del anarquismo al año 1910 comenzando después una etapa de decadencia; son varias las causas que se suelen mencionar: la modificación de la ley electoral de 1916 (con la que se declara la universalidad del voto), los nuevos mecanismos de negociación desde el Estado en los conflictos gremiales, la transformación urbana con la que se producen nuevas relaciones sociales, el desarrollo de la industria del ocio (fútbol, cine...) y, como resulta obvio, la dura represión estatal iniciada en ese mismo año de 1910 con la Ley de Defensa Social, la clausura de periódicos, los encarcelamientos y exilios. El movimiento anarquista, irreductible en sus principios, fue perdiendo protagonismo ante otras fuerzas políticas y sindicales que no ponían objecione a adaptarse a los nuevos mecanismos de negociación y a participar en la lucha electoral. No obstante, a pesar de que el anarquismo desapareció de la historiografía oficial a partir de la tercer década del siglo XX, no pereció en absoluto, aunque sí es cierto que la FORA se encontraba en minoría frente a otras organizaciones sindicales. Sí es cierto que el golpe de Estado de Uriburu en 1930, con la consecuente dictadura militar y represión, fue un crudo episodio para el anarquismo argentino; el posterior régimen populista de Perón, de inaceptable aceptación para algunas corrientes que se dicen progresistas y revolucionarias, supuso otro golpe importante para el movimiento libertario.

No obstante, en 1935, y muy importante para la historia del anarquismo, se produce la creación del primer grupo "especifista": la Federación Anarco Comunista Argentina (FACA). Se trata de una organización con características diferentes a las que habían actuado dentro de la FORA; la base social era ya diferente y las luchas no se limitaban al mundo sindical, el cual estaba ya en ese momento muy mediatizado por el Estado. El desafío para el anarquismo, como es habitual en su historia, era mantener sus principios y, a la vez, procurar que su acción consecuente con ellos fuera efectiva en un entorno cambiante. No es que los integrantes de la FACA renunciaran por completo a la lucha anarcosindicalista, pero eran conscientes de que era necesario otorgar vitalidad al otro aspecto del pensamiento y de la práctica anarquistas. Así, nace la FACA, la cual se convertiría en 1955 en la Federación Libertaria Argentina. Es muy significativo este olvido en la historiografía oficial, cuando se limitan los estudios de un anarquismo solo como parte del movimiento obrero; se restrigen los aspectos políticos y se vinculan, de un modo un otro, a aquellos fenómenos vinculados de alguna manera al Estado. Estudios recientes explican así la desaparición del anarquismo en la historia oficial, por lo que desaparecen todos los grupos y prácticas autónomos y ajenos al Estado, o se les desprende de su carácter político y son relegados al campo de lo social. Son innumerables las actividades y proyectos llevado a cabo por la FACA, y la posterior FLA. Destaca entre ellos la labor de apoyo al movimiento anarquista español en el momento en que el general Franco se levanta contra la República. Con el también comienzo de la revolución en España, la FACA realiza una importante labor de apoyo a la misma; intervino en múltiples comités populares de Ayuda a España, fundó de acuerdo con la CNT y la FAI el Servicio de Propaganda de España (con la edición de la revista Documentos Históricos de España) e impulsó la formación de la Solidaridad Internacional Antifascista. En noviembre de 1936, la FACA designa tres delegados para colaborar en la Península Ibérica, los cuales desarrollaron una importante labor.

Dando un salto notable en el tiempo, con sus rupturas dentro del movimiento anarquista, pero no exento de cierto hilo conductor, a comienzos de la década de los 90 se crea la Biblioteca Archivo de Estudios Libertarios (BAEL); en ella, existe un importante material correspondiente a la revolución española, aunque también de muchos otros países. Un grupo de militantes argentinos decide ordenar los innumerables periódicos, revistas, folletos y documentos que contenían los más de cien años de historia del movimiento en aquel país sudamericano. Era un trabajo cultural, con el afán de compartir el conocimiento, muy propio de los anarquistas a lo largo de su existencia; aunque este trabajo de sistematización, hasta ese momento, no se había realizado, sí se había producido por parte de militantes una donación continuada de material a las diversas bibliotecas y por eso que el trabajo posterior con la creación de la BAEL fue posible. Se trataba de un valiosísimo material acumulado durante décadas, no solo por su extensión y contenido, también por la práctica que expresa y por el papel que ejerció cada documento a lo largo de su recorrido. Por supuesto, este gran trabajo concretado en BAEL se realizó de manera autogestionada definido en base a cuatro registros, que resumen el modo de hacer anarquista: horizontalidad, autonomía económica, transversalidad cultural y fraternidad. La Biblioteca nace al abrigo de la organización especifista Federación Libertaria Argentina, y realiza una fundamental labor de visiblidad del pensamiento y de la acción anarquistas acumulados durante décadas. Son muchas las personas que han participado en el recorrido de organización, ordenamiento y creación de BAEL, y la importancia histórica del trabajo, que acumula material desde finales del siglo XIX hasta nuestros días y procedente de 44 países, es incuestionable constituyéndose en uno de los archivos anarquistas más importantes del mundo.
SitIo web de la BAEL: http://www.libertario.org.ar/bael.html

martes, 11 de diciembre de 2012

Revitalizando las propuestas ácratas

Muchas veces se reprocha al movimiento anarquista su (supuesta) insistencia en un pasado "glorioso", en los logros históricos concretados en las colectivizaciones libertarias construidas durante la revolución del año 1936. Este reproche no parece más que otra penosa distorsión producto de los tiempos que vivimos. Es decir, en un país en el que el sistema político y económico actual es consecuencia de un amnesia consciente en hechos históricos contemporáneos, mantenida y fortalecida desde las instituciones, cualquier trabajo que trate de resolver esa situación debería ser bienvenido (tal vez criticado en su contenido, pero no tristemente cuestionado a priori). Insinuar que los anarquistas idealizan su pasado me parece una broma de mal gusto cuando las identidades nacionales se construyen de forma mistificadora desde las instituciones del poder. Por otra parte, los anarquistas no tienen, ni desean tener, el poder necesario para imponer al conjunto de la sociedad su versión militante de los hechos, pero tanto derecho tienen a construirla como cualquier otro colectivo. Por supuesto, ello desde un trabajo honesto y todo lo riguroso posible. Dicho esto, y sin mencionar la gran falta de conocimiento y de conciencia histórica que sigue existiendo en la sociedad española, lo que conduce a observar a los anarquistas como una pintoresca realidad del pasado o algo peor, vamos a insistir una vez más sin falta de pudor en los logros de pasadom precisamente para tratar de actualizar sus propuestas a los nuevos tiempos. Las colectivizaciones libertarias de los años 30 del pasado siglo, con todos sus errores, propios de cualquier manifestación humana y siempre objetos de crítica, fueron el intento de edificar un mundo sin coerción, basado en la cooperación y en el apoyo mutuo (conceptos que, aunque nos quieran hacer ver lo contrario, están estrechamente vinculados al de la libertad). Hoy, que la la noción de solidaridad está tristemente institucionalizada en forma de una cuestionable acción caritativa y que tanto se existe en el mundo empresarial en lo necesario de la cooperación, es más necesario que nunca seguir hablando de las propuestas anarquistas.

La sociedad actual, ferozmente competitiva, con una sofisticación cada vez mayor de la alienación y con unas crisis cíclicas que agudizan todos los problemas ya presentes en el sistema, se mantiene además en base a una serie de creencias; la más vulgar es que el ser humano ha llegado al fin de todos los sueños, nos encontramos en el mundo político y económico que mejor se adapta a su despreciable condición y lo mejor que podemos hacer es (sobre)vivir lo mejor posible. O, lo que es lo mismo, la anulación sistemática de toda conciencia histórica, social y política, y la atomización de los individuos basada en el "sálvese el que pueda". Esas creencias vulgares sobre la condición humana y el estado de las cosas son repetidas hasta la saciedad de un modo un otro en los medios y, aunque el término "propaganda" pueda resultar anacrónico también para los que detentan el poder, o para los que lo justifican de un modo un otro, insistiremos continuamente en lo necesario de estimular la conciencia en base al conocimiento y en tratar de potenciar los valores humanos más encomiables. Cooperación y solidaridad son términos que han perdido, en gran medida, su potencial transformador, por lo que pondremos siempre el ejemplo del mundo que han tratado y tratan de construir los anarquistas con los ejemplos históricos; un mundo donde la libertad solo es posible a través de redes de cooperación fuertemente solidarias. Si las colectivizaciones libertarias existieron fue gracias a un trabajo previo de educación durante décadas. Ese es otro factor en el que siempre han insistido los anarquistas, lo necesario de una educación amplia y libre, basada en la razón y en el conocimiento; muy pocas personas se opondrían hoy a esto, estoy seguro, pero siguen existiendo numerosos obstáculos para llevarlo a la práctica. No se trata de una educación para formar anarquistas, se trata de que una educación de esas características pueden confirmar los valores ácratas; si no gusta esa terminología, para los que todavían sigan pensando en una ideología de miras estrechas, tal vez pocos podrían oponerse a la potenciación de lo más digno y encomiable del ser humano cuando ponemos esa realidad delante de sus ojos.

No, no se trata de un bonito sueño, es una realidad que podemos llevar a la práctica en la medida de nuestras posibilidades; crear redes solidarias que dejen sin argumentos a los obtusos y conservadores. El movimiento 15M recoge en gran parte este legado, se etiquete o no como anarquista, pero con la participación de muchos militantes libertarios, aunque son necesarios cambios mucho más profundos; desgraciadamente, la mentalidad conservadora que apuntala el statu quo sigue siendo muy grande. La confianza en la emancipación social a través de la educación y la cultura no es ninguna utopía. O tal vez lo sea, en un significado de la palabra "utopía" que nada tiene que ver con lo imposible de llevar a cabo, ya que es necesario ir conquistando ese lugar todavía no realizado, pero posible gracias al gran potencial humano. Las propuestas anarquistas, de descentralización y autogestión política, son las que más eficazmente combaten la alienación, mientras que una educación auténticamente libre, cooperativa, solidaria y fuertemente crítica e inconformista ha demostrado ser eficaz cuando ha podido llevarse a la práctica. Se trata de una permanente exigencia de libertad en todos los ámbitos de la vida, con unas propuestas tan radicales como pragmáticas. Basta ya de mistificaciones históricas, este es el mundo que desean los anarquistas con todos las dificultades y objeciones que se producen y se producirán. Por supuesto que, aceptando este vínculo con el pasado al que jamás hay que renunciar, y manteniendo esas convicciones libertarias incólumes, hay siempre que oxigenar el movimiento y tratar de comprender los nuevos tiempos, con sus paradigmas de pensamiento y su acción política y económica. La creación de esas redes solidarias, con intercambio permanente de información, sirve también como forma de educación para los que participamos de él, desarrollándonos en todos los sentidos dentro del mundo en el que creemos. No es tarea fácil, potenciar la propia conciencia y tratar de estimular la de los demás, pero lo que deseamos es vivir, no limitarnos a sobrevivir.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Grupo de Estudios José Domingo Rojas

El Grupo de Estudios José Domingo Rojas comenzó su andadura en el año 2008 y, tal como ellos mismos explican en su manifiesto, con el empeño de rescatar la cultura anarquista (o culturas) decantándose a favor de la "lucha social" en todos los ámbitos, sobre todo en el estudio y difusión de las ideas y prácticas anarquistas. Su nombre alude a una figura ácrata de Chile, en el cual reconocen toda una generación de trabajadores, artistas y estudiantes representativos de una manera de pensar y actuar; se trata de una ética y moral imprescindibles en unos tiempos donde se imponen y sofistican la explotación económica, la segregación social, la alienación cultura y, en sentido general y estricatamente vinculada a todos los demás factores, la falta de libertad. Los integrantes del Grupo no se se definen como "militantes", sino como "construyentes" en el sentido de contribuir a la fertilidad intelectual: "sentimos la responsabilidad de trabajar de forma rigurosa y seria en proyectos que, en corto o largo tiempo, puedan abrir las grietas necesarias para aspirar, en la forma más amplia, a una vida que se desarrolle,e n lo posible, sin ataduras ni segregaciones impuestas, sin ningún órgano coactivo ni jerarquías sociales". Es desde el pensamiento desde donde se pretende realizar una labor de "erosión" para la que las acciones se encaucen y resurjan posteriormente con el trabajo acumulado.

Es recomendable echar un vistazo detallado por todas las secciones de su estupendo sitio web, donde es posible encontrar textos de los más diversos autores actuales, relativos a historia, filosofía, geografía, ciencias, economía, literatura y educación. También existe una biblioteca virtual con obras de Manuel González Prada, Jean Grave, Errico Malatesta, Federica Montseny, Élisée Reclus, Rudolf Rocker y Matt Nettlau, entre otros. En su Archivo Histórico, tenemos un trabajo de digitalización de publicaciones como Babel. Revista de Arte y Crítica (1940-1951), El Sembrador (1925-1927) y Claridad (1920), la cual incluye precisamente un especial sobre la figura de Gómez Rojas; en este apartado también hay entrevistas, apéndices y álbumes históricos fotográficos.

Entre los proyectos del Grupo José Domingo Rojas está la Editorial Eleuterio (palabra que viene del griego y significa "hombre libre"), con el objetivo de elaborar una biblioteca que abarque la mayor cantidad de expresiones anarquistas posibles. La editorial tiene varias colecciones y en la relativa a Educación hay una obra con una magnífica selección de textos llamada Educación anarquista. Aprendizaje para una sociedad libre. Otra publicación del Grupo es Erosión. Revista de Pensamiento Anarquista, iniciativa que reúne textos de las más variadas disciplinas enfocados al estudio del anarquismo; la revista tiene un formato, tanto electrónico, como impreso, y es posible adquirirla en bibliotecas y centros de estudios en Chile, pero también en otras regiones del mundo (en España, en la libreria LaMalatesta), su periodicidad es bianual y ya es posible disfrutar del número 1 correspondiente al segundo semestre de este año 2012. En el sitio web también hay dos enlaces a proyecciones cinematográfica y existe un canal en youtube llamado La Cigarra Libertaria.

También organizan los compañeros chilenos las más variadas jornadas libertarias, y acaban de finalizar las denominadas "¿Educar o Estandarizar?. Límites y posibilidades de la educación anarquista hoy", de la que tendremos información muy pronto. Desde aquí, solo podemos felicitar al Grupo de Estudios José Domingo Rojas por tan magnífico trabajo.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Los sediciosos despertares de la anarquía

El autor de tan magnético título, Los sediciosos despertares de la anarquía, es Daniel Barret, alias de Rafael Spósito, del que ya hablé recientemente en este blog. Con el escenario de América Latina, se plantea en este libro un análisis actual del papel que el anarquismo puede ocupar en la época posterior a la caída del mal denominado "socialismo real", un momento en el que los profetas del neoliberalismo quisieron hacer creer que ninguna ideología era ya posible excepto la suya. El "despertar" anarquista se produce una y otra vez, y lo hace conforme a una configuración de pensamiento que responde a raíces sociales e históricas perfectamente ubicables. Spósito distingue al menos tres clases de factores que confluyen en el anarquismo organizado: en primer lugar, modos de pensar, de sentir y de actuar; en segundo, articulaciones sociales, políticas y económicas, y por último, y tal vez más importante, los conflictos, luchas y conflagraciones que se dan en una época determinada. Es lo que se define como una historicidad de la que apropiarse, sin determinismo alguno, sino como condiciones de posibilidad y como campo de oportunidades. Por supuesto, la teoría y la praxis anarquistas, junto al movimiento consecuente, se consuman en una configuración abierta de pensamiento y acción. Lo que Spósito quiere expresar es que el anarquismo no se ajusta a un esquema rígido e inmóvil, sino que va construyendo su historia como un movimiento sujeto al influjo de las condiciones en que actúa. No estamos ya en los tiempos de la Primera Internacional ni en los de la Revolución española, y tampoco en el más reciente, situándonos en el escenario latinoaméricano, de la confianza ingenua en la revolución cubana y en la militarización de la izquierda concretada en las guerrillas.

Existen procesos que exigen al anarquismo una adecuación, lo que conlleva cierta renovación teórico-ideológica, e incluso pueden darse nuevos modelos de organización y acción; en definitiva, Spósito reclama un nuevo paradigma revolucionario, el cual no tiene necesariamente que coincidir con los que hubo en otras épocas. No desea el autor de Los sediciones despertares... establecer dicho paradigma, sino señalar su necesidad, y ello sin caer en ninguna acomodación a realidad alguna ni apostar por los extraños mejunjes ideológicos que tantas veces se quieren dar. No, Spósito no habla de "posibilismo", entendido como claudicación de convicciones y adaptación a circunstancias que son ajenas a las ideas libertarias, ni tampoco por la unión con aquellas corrientes oportunistas en cuanto a lo que entiende el anarquismo como socialismo y revolución social. Tal y como él mismo lo expresa, se trata de "un ejercicio de reafirmación" en las ideas libertarias, el cual se funda en "una crítica radical al poder y en una incomovible ética de la libertad"; es por eso que resulta imposible toda negociación ni ningún atajo que desvíen al anarquismo organizado de su propio horizonte y objetivos. El libro fue escrito entre los años 2002 y 2007, como un intento de recoger los aspectos más generales de lo que es el resurgimiento libertario de los últimos años; en los dos artículos llamados "Los sediciosos despertares de la anarquía" y "El anarquismo hoy: ¿moda o tendencia?", trata de esclarecer las características del resurgir anarquista y las razones que lo motivan en la época que vivimos. Como ya se ha insinuado, hay una serie de factores relevantes: el fin de los regímenes socialistas, y la hecatombe política que ello supone; el fracaso de las políticas conservadoras, a pesar de que desapareciera su gran rival, y en último lugar la aparición de movimientos sociales autónomos con creciente protagonismo, lo cual no tiene por qué ser posterior a los acontecimientos anteriores. Es en ese espacio en el que confluyen todas esas circunstancias en el que el anarquismo, en cuanto a pensamiento y a prácticas, de nuevo crece con sus originales propuestas: "el aliento de la utopía, el ejercicio implacable de la crítica en profundidad y el despliegue de las rebeldías consiguientes".

Es en el texto llamado "El mapa del despertar en América Latina" donde se examina con detalle el anarquismo organizado en una región concreta, aquella que el autor lógicamente tiene más a su alcance. Son centenares las organizaciones anarquistas que se desvelan en este trabajo, desigualmente distribuidos en latinoamérica, y algunas de ellas con solo unos años de existencia. Ese escenario mostrado da una imagen inequívoca de un despertar anarquista, aunque Spósito en "El movimiento anarquista latinoamericano de nuestros días: realidades y tareas" recuerda que todavía hay mucho por hacer y muchas deudas por saldar; el anexo del libro, llamado "El Encuentro Anarquista Uruguayo" (2003) está en la misma línea del análisis anterior con el territorio que mejor conoce el autor. A pesar del optimismo inmediato que nos puede producir el escenario mostrado por esta obra, lo que se pide enseguida al anarquismo organizado es una redefinición actualizada de sus trazos con el objetivo de adquirir sus propias señas de identidad, todo lo sólidas y atractivas posibles; es por lo tanto, también una llamada de atención sobre un posible agotamiento de ese despertar sin consecuencias memorables, y hay que entenderlo como un nuevo campo de oportunidades y desafíos sujetos a una historicidad concreta. Así, honestamente, Spósito también muestra en su obra las lógicas limitaciones que obstaculizan el desarrollo del movimiento anarquista. El nuevo paradigma dentro del anarquismo debería recoger, y al mismo tiempo expresar de modo crítico, las nuevas formas de pensar, de sentir y de actuar, las nuevas articulaciones sociales, políticas y económicas, y también las muchas formas que se producen en la sociedad de enfrentamiento con el poder establecido y con las aspiraciones a serlo.

Huelga decir que Spósito no habla en absoluto de renunciar a la rica historia, de pensamiento y de acción, del anarquismo, y ni siquiera de dar por periclitados aquellos modelos históricos que tanto éxito tuvieron en el pasado: el anarcosindicalismo y las organizaciones específicas. Lo que se reclama es, precisamente, recoger todas esas experiencias y elaborar una nueva síntesis con lo mejor y más apropiado que la enseñanza de la historia nos proporciona. Es la ausencia de una paradigma revolucionario sólido lo que supone que se produzcan tantas corrientes dentro del anarquismo, como nunca antes se dieron, lo que conlleva junto a una deseable pluralidad una importante ambigüedad; es por eso que otra tarea a realizar es la de limar asperezas y llegar a un terreno de entendimiento y de solidaridad. Spósito no entra a juzgar unas u otras corrientes, aunque su deseo de establecer un sólido y realista paradigma revolucionario ya parece anunciar que ciertas ideas estrafalarias, por muy antiautoritarias que se presentan, tendrán difícil acomodo en él. En cualquier caso, no hay fórmulas infalibles y dicha tarea solo puede llevarla a cabo el esfuerzo colectivo de la generación en curso siempre con una aspiración internacionalista. Parece imprescindible, en aras de potenciar un movimiento anarquista con un horizonte diáfano, seguir estableciendo redes provisorias en las más diversas extensiones regionales como intercambio de preocupaciones y de experiencias, así como buscar siempre la participación libertaria en aquellos movimientos sociales que recogen algunas prácticas afines con el fin de tratar de consolidar su autonomía y horizontalidad.

martes, 4 de diciembre de 2012

La cosificación del hombre

Las relaciones sociales han perdido su carácter directo y humano, manejadas también por el espíritu de instrumentalidad y manipulación propio de las leyes del mercado, algo que contribuye igualmente al sentimiento de impotencia y aislamiento del individuo. Cada actor en el sistema capitalista es un medio para un fin, por lo que la indiferencia reina en las relaciones entre ellos; como ya se ha explicado anteriormente, la relación respecto al trabajo es igualmente de carácter instrumental, el interés en lo que se produce es secundario y la producción es solo un medio para obtener un beneficio. En la sociedad capitalista, las relaciones personales están marcadas por el interés, por considerar al otro una mercancia. Fromm considera que no se produce una gran cantidad de amor ni de odio, más bien las relaciones se quedan en la superficie, aunque detrás esté el distanciamiento y la indiferencia. En las diferentes fases del capitalismo se ha producido una pérdida progresiva de los vínculos sociales del hombre, el motor de las relaciones humanas no es ya el deseo de cooperación, no hay solidaridad hacia el prójimo y sí un evidente egoísmo que busca solo el interés personal. Los reductos sociables que le quedan al ser humano están encarnados en el Estado, y de ahí que se nos obligue a (o algunos sientan la obligación de) pagar impuestos, votar o respetar las leyes. Hay una rígida separación entre la sociedad y el Estado (identificado exclusivamente con el quehacer político), por lo que éste se convierte en un ídolo en el que se proyectan todos los sentimientos sociales. Fromm considera que esa idolatría hacia el Estado solo desaparecerá cuando el hombre vuelva a incorporar a sí mismo los poderes sociales y no se produzca una división entre su existencia privada y su existencia social.
El hombre es en el sistema capitalista, y así lo ve él mismo, una cosa para ser empleada eficientemente en el mercado, no se siente como un agente activo y consciente, portador de las potencias humanas. Está enajenado de sus potencias, de la capacidad de sentir y pensar, por lo que su identidad surge de su papel socioeconómico. El éxito o el fracaso del individuo está marcado por factores ajenos él mismo, no hay ya dignidad en la personalidad enajenada (factor considerado con mucho peso en otras culturas, incluso en las llamadas primitivas). Esta "pérdida de personalidad" de la que habla Fromm es vista por otros autores como algo natural; la falta del sentido de la identidad sería un fenómeno patológico, ya que la "personalidad única" no sería tal, y sí un resultado de los muchos papeles que representamos en las relaciones con los demás (papeles que tienen la función de obtener la aprobación y evitar la ansiedad resultante de la desaprobación). Fromm niega dicha teoría e identifica el sentimiento de sí mismo con el sentimiento de identidad, el cual desaparece en la sociedad enajenada y se busca la aprobación de los demás para confundirla con el éxito y convertirse en una mercancía vendible; los demás no lo consideran ya una "personalidad única", sino una entidad ajustada a uno de los modelos establecidos.

Para comprender mejor el fenómeno de la enajenación es necesario tener en cuenta una característica específica de la vida moderna: "su rutinización, y la represión de la percepción de los problemas básicos de la existencia humana", en palabras del propio Fromm. El hombre apenas sale del terreno de las convenciones y de las cosas establecidas, difícilmente logra perforar la superficie de su rutina y, si lo intenta, lo efectúa con grotescos intentos rituales (como el deporte, toda suerte de religiones y creencias, o las hermandades de algún tipo). Fromm considera que el interés y la fascinación por el drama, el crimen o la pasión no es solo expresión de un gusto cuestionable y del sensacionalismo, sino un deseo profundo de dramatización de los fenómenos importantes de la existencia humana (la vida y la muerte, el crimen y el castigo, el combate entre el hombre y la naturaleza...). En el antiguo drama griego, se produciría un tratamiento profundo y de alto nivel artístico de esos fenómenos. Por el contrario, el drama y el ritual modernos son toscos, no producen ninguna catarsis y simplemente revelan la pobreza de esa solución para atravesar la superficie de la rutina. Estaremos de acuerdo en que la revolución tecnológica, que hemos vivido en las últimas décadas, se ha producido en el tipo de sociedad capitalista y consumista cuyos fenómenos psíquicos describe Fromm, por lo que sus tesis sobre los procesos de abstracción, cuantificación y enajenación se refuerza en un mundo en el que la tecnología parece separarnos de la vida real.
Otras preguntas acerca del proceso de la enajenacion, tienen que ver con qué ocurre con factores como la razón y la conciencia en una sociedad de este tipo. Si entendemos por inteligencia la habilidad para manipular conceptos con el fin de conseguir algo práctico, de memorizar y de manejar ideas con rapidez, eso es lo a lo que nos limitamos en nuestros negocios para resolver cosas. Fromm define la inteligencia como el pensamiento al servicio de la supervivencia biológica. En cambio, la razón desea comprender, profundizar en la realidad que nos rodea, y su meta sería impulsar la existencia intelectual y espiritual. El desarrollo de la inteligencia, de la mera habilidad, ha ido en detrimento de la razón, la cual requiere de individuos capaces de penetrar en las impresiones, ideas u opiniones, no meramente compararlas y manipularlas. En el hombre alienado se da una aceptación de la realidad tal y como aparece, desea consumirla, tocarla o manipularla, pero no se pregunta por qué las cosas son como son ni adónde se dirigen. Aunque se lea el diario, o se consuma cualquier otro medio, existe una alarmante falta de comprensión del significado de los acontecimientos políticos.
Junto a la falta de razón en la sociedad moderna, debido a la inexistencia de personalidad en el individuo, está otro factor íntimamente relacionado que es la imposibilidad de una conducta y un juicio éticos. Si el hombre de convierte en una especie de autómata en la sociedad enajenada, díficilmente puede desarrollarse la conciencia y ser la ética una parte importante de su vida. La conciencia existirá cuando el hombre se escuche a sí mismo, no se vea como una cosa o una mercancía. Poseemos toda una herencia ética recibida del pasado, fundada en un humanismo que niega toda institución que se sitúe por encima del ser humano, aunque la historia suponga numerosos ejemplos sociopolíticos de lo contrario. Pero, en la sociedad moderna, en lugar de dar mayor horizonte a la razón y a la ética, lo que es únicamente una herencia indeterminada termina por desaparecer y nos acercamos a la barbarie legitimada en una presunta eficacia técnica y económica. Fromm consideró la premisa de luchar contra el conformismo, de ser capaz de decir "no", para poder escuchar la voz de la conciencia. Esta consideración nos recuerda al inconformismo del hombre rebelde de Albert Camus, capaz de destruir ídolos e instituciones para construir un mundo libre.

El proceso de trabajo se identifica en Fromm con el proceso de moldear y transformar la naturaleza externa al hombre, y de esa manera el hombre se moldea y cambia a sí mismo. La naturaleza del hombre, sus potencialidades y las leyes naturales a las que está sujeto, son un punto de partida para conquistar la naturaleza externa y desarrollar sus capacidades de cooperación y de razón. Pero el trabajo ha pasado de ser una actividad satisfactoria en sí misma y placentera, como así puede haber sido en algunos momentos de la historia, a convertirse en un deber y una obsesión. El trabajador industrial ejerce un papel fundamentalmente pasivo, realiza una función pequeña y aislada en un proceso productivo grande y complejo, se muestra enajenado del fin de su trabajo. El trabajo es un medio de obtener dinero y no una actividad humana con sentido. Este carácter enajenado del trabajo, profundamente insatisfactorio, da lugar a dos reacciones: por un lado, el ideal de la ociosidad total; por otro, una hostilidad, consciente o inconsciente, hacia el trabajo y hacia todas las cosas relacionadas con él. Fromm consideraba ya en su época que los medios de comunicación, junto al desarrollo de la técnica, no hacían más que potenciar ese anhelo de holganza, la ilusión de poder dominar la realidad sin apenas talento ni esfuerzo. En cuanto al odio, parece más grave que la falta de sentido y el tedio del trabajo, ya que se manifiesta tantas veces de modo inconsciente. Se acaba odiando el entorno, a los demás y, finalmente, a uno mismo si se sacrifica el sentido de la vida en aras de un éxito aparentemente embriagador.
El pensamiento de Fromm, también como psicoanalista de la sociedad, resulta fascinante y, desgraciadamente, el tiempo parece haber consolidado lo que él ya tomaba como problemas graves de la sociedad capitalista. La noción de trabajo de este autor era liberadora, una idea que se demostró falaz en la modernidad. Sin embargo, la esperanza reposa en la capacidad para superar la enajenación, para recuperar las riendas y ser capaces de gobernar nuestras vidas, abandonando todos los ídolos ante los que nos subordinamos. Aunque el modo de vida, tal y como está establecido, puede ser el factor primordial que determine la estructura de carácter de un hombre (por necesidad de autoconservación); a pesar de ello, el individuo sí puede lograr cambios políticos y económicos, junto a otros hombres. Desde el punto de vista psicológico e individual, habría que recuperar un sentimiento de uno mismo, renunciar a la pasividad, emprender un camino maduro y productivo en el que el trabajo suponga una actividad concreta y con significado. La labor emancipatoria se realiza en todos los ámbitos de la vida a nivel individual, aunque es necesaria también la transformación económica y política para derrotar a la enajenación. Fromm no mencionaba una sociedad anarquista como la ideal, es posible que por no tener un conocimiento completo del anarquismo, pero su análisis crítico con el Estado y con el capitalismo, su apuesta por un socialismo descentralizador, por pequeños grupos en los que haya un contacto real con plena información y permanente debate, por un renacimiento cultural y por una labor educativa en todos los ciclos vitales del individuo coinciden con las propuestas libertarias. Una sociedad enferma produce individuos patológicos, y la liberación solo puede estar en una sociedad sana capaz de potenciar la necesidad de cooperación, cohesionada por poderosos valores humanos de fraternidad y solidaridad, y sin posibilidades de deformar la realidad ni de fabricar ídolos de diversa índole. En gran medida, y a pesar de los numerosos obstáculos socioeconómicos de carácter objetivo, de la energía y voluntad de los seres humanos depende, al menos, iniciar esta nueva fase de la historia humana.

Extracto del artículo "La enajenación en la sociedad capitalista. Una aproximación a las tesis de Erich Fromm", publicado en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.8.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Las fuerzas que escapan al control humano

El individuo, aunque hubiera obtenido una nueva libertad en la sociedad moderna, por un lado, se encontró más solo y aislado en el nuevo sistema capitalista, se convirtió en un instrumento en manos de fuerzas externas abrumadoras. Para superar la inseguridad interna, el individuo se refugió en varios factores: en la posesión de sus propiedad (indisociables de su propia personalidad, por lo que su ausencia se convierte una merma de su propio yo); en el prestigio y el poder, en parte consecuencia de la posesión de bienes, en parte resultado directo de su éxito con la competencia; para aquellos con escasas propiedades y nulo prestigio social, el refugio será la familia (en la que se sentirá "alguien"), y también la nación, la clase o cualquier grupo en el que pudiera sentirse superior a otros. Fromm insiste en que todos estos factores, que tienden a sostener el yo debilitado, son distinguibles de aquellos otros considerados positivos: las libertades políticas y económicas, la iniciativa individual o el avance de la ilustración racionalista. Estos elementos contribuyeron verdaderamente al desarrollo individual, a la independencia y la racionalidad, pero compensando la tremenda inseguridad y angustia que caracteriza al hombre moderno. Volvemos de nuevo a insistir en la necesidad del pensamiento dialéctico, en comprender que factores antagónicos pueden derivar de la misma causa. La existencia de sentimientos contradictorios al supuesto progreso individual se mantuvo subyacente, el hombre creía sentirse seguro de manera consciente, algo que se daba solo en la superficie y mantenido por los factores positivos de apoyo.
El proceso de enajenación, en el que tanto insistiremos, es tan firme en el consumo como en la producción. Aceptamos como algo natural adquirir objetos por dinero, cuando la realidad es que resulta una manera sumamente peculiar de obtener cosas. Que el dinero sea una forma abstracta que representa trabajo y esfuerzo es una gran falacia, ya que se puede adquirir de múltiples formas. Dejando, de momento, la cuestión de la explotación del trabajo ajeno, clave para conseguir dinero en la sociedad capitalista, veamos lo que supone transformar (supuestamente) el trabajo y el esfuerzo en una abstracción llamada dinero. Después de haber obtenido dinero gracias a un esfuerzo, la forma de gastarlo es independiente de ese esfuerzo empleado en el trabajo. Fromm considera que el modo auténticamente humano de adquirir sería realizar un esfuerzo cualitativamente proporcionado con lo que se adquiere. Obtener alimento y ropa dependería únicamente de la premisa de estar vivo; adquirir libros y arte, de la capacidad para comprenderlos y usarlos. La manera de adquirir cosas, en la sociedad de consumo, resulta independiente del modo como se usen (ostentación, estupidez, destrucción...).

Los objetos se adquieren para "tenerlos", nos contentamos solamente con una posesión inútil, no buscamos el placer del uso. Incluso, cuando sí se da un placer en el uso de cosas, no deja de ser un factor importante el deseo de notoriedad. La publicidad nos ha hecho perder el contacto con la cosa real y consumimos una fantasía de riqueza y distinción, en muchos casos incluso hay una ausencia completa de realidad y existe la ficción creada por la propaganda. De nuevo se apela a la concreción, esta vez al acto de consumir como un acto verdaderamente humano en el que intervengan los sentidos, las necesidades orgánicas y el gusto estético; en suma, en el que intervengamos los seres humanos con nuestra sensibilidad, sentimiento e inteligencia, y no se sacrifique la experiencia significativa ni el acto productor. Desgraciadamente, en la sociedad capitalista consumir supone una satisfacción de fantasías artificialmente estimuladas y creadas por factores externos a nuestro propio ser. Otro aspecto de la enajenación a destacar, dentro del acto de consumir, es la cuestión de estar rodeados de objetos cuya naturaleza y origen se nos escapan. Empleamos unos vagos términos adquiridos, sabemos cómo hacer funcionar las máquinas, pero desconocemos los principios. Esto es válido para cosas cuya base es técnica y científicamente compleja, pero también para otros objetos más mundanos (como puede ser elaborar el pan o fabricar una mesa). Se consume como se produce, sin una relación concreta con el objeto que manejamos.

La consecuencia de esta manera de consumir es que la satisfacción nunca se completa, ya que no es la persona real y concreta la que consume algo real y concreto. Se produce la necesidad de acumular más cosas, de consumir más. Naturalmente, si el nivel de vida de las personas está por debajo de unas necesidades básicas, resulta legítima la necesidad de consumo. Del mismo modo, Fromm también considera que cuanto mayor nivel cultural existe, también es legítimo un mayor refinamiento en su consumo (calidad de los alimentos, arte, libros...). Sin embargo, el ansia de consumo referido en nuestra sociedad contemporánea ya no tiene como meta una necesidad real del hombre, resulta un fin en sí mismo. El constante aumento de las necesidades nos obliga a un esfuerzo progresivamente mayor y nos hace depender, tanto de esas necesidades, como de las personas e instituciones que las crean. Puede decirse que con el incremento de los objetos de consumo crece el campo de factores externos que esclavizan al ser humano. En definitiva, la acción de comprar y consumir es compulsiva e irracional al resultar un fin en sí misma, con escasa relación con el uso o el placer de las cosas adquiridas.
La enajenación en el consumo no se limita al modo de adquirir y consumir mercancías, también determina el tiempo libre del ser humano y resulta francamente complicado que lo emplee de un modo activo y con sentido. El consumo de películas, deporte, medios de comunicación o libros, se hace igualmente de un modo “abstractificado” y enajenado. La cultura, y lo que no es cultura, está condicionado por la industria, al igual que los objetos de consumo. El valor de ocio no se mide en términos humanos, está determinado por su valor en el mercado. Si una actividad creativa y espontánea transforma al usuario (el acto de leer, de observar un escenario o de conversar con amigos), en el proceso enajenado del placer no se produce nada a nivel interior, únicamente queda el recuerdo de haber realizado algo. Fromm usaba como ejemplo la cámara fotográfica durante las vacaciones, la placentera experiencia de viajar es sustituida por una serie de instantáneas durante un viaje. Pensar en cómo la tecnología nos ha hecho poder capturar la "realidad" a comienzos del siglo XXI, de la forma más inane posible como solo podía intuir Erich Fromm, es motivo de reflexión.
Si hablamos de enajenación en el campo productivo y en el de consumo, no podemos desvincular a las fuerzas que determinan la sociedad y las vidas de cuantos viven en ella. En el capitalismo, no hay leyes sociales explícitas, únicamente el principio de que cada individuo tiene que competir por sí mismo en el mercado, del cual surgirá el orden ("y no la anarquía", ironiza Fromm). Las supuestas leyes económicas del mercado, que existirán, son incognoscibles para el ciudadano medio. Las leyes del mercado, al igual que la providencia o la "voluntad divina", pertenecen a un ámbito fuera del alcance de la voluntad y la influencia humanas. Una de las manifestaciones más notables de enajenación es el estar gobernados por leyes que no se controlan (y que, supuestamente, no necesitan control).

Extracto del artículo "La enajenación en la sociedad capitalista. Una aproximación a las tesis de Erich Fromm", publicado en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.8.