El pasado lunes, Antonio Elorza en el diario El País, en un pequeño texto de opinión sobre el Movimiento 5 Estrellas italiano llamado "Anarcofascismo de una antisistema", vuelve a arremeter de manera ridícula, sin venir a cuento y sin explicación alguna, contra el anarquismo.
Decido mandar un carta al periódico:
La demagogia de este señor llega al extremo de insinuar la culpa que tuvieron los "sindicalistas revolucionarios", por su antipoliticismo (sic), en el ascenso del fascismo italiano; no creo que haga falta aclarar que a lo que se refiere en realidad es a la negación de la participación en el Estado, lo que sí demuestra la influencia ácrata en el movimiento. Según la misma lógica empleada por Elorza, habría que culpar a los "demócratas" de la llega al poder del nacional-socialismo alemán. Lo que este historiador, con una irracional inquina al movimiento anarquista, niega es el constante compromiso libertario en la lucha contra el fascismo, y contra toda forma totalitaria, lo que le condujo precisamente en la Guerra Civil a hacer frente común, y no pocas concesiones en sus principios, con algunos enemigos de la libertad, que sí participaban en esa democracia parlamentaria que tanto elogia el señor Elorza. En definitiva, que términos como "democracia" o "antisistema" muy poco significan en boca de según qué autores. Por supuesto que criticamos a la democracia, pero porque confiamos en un proceso mucho más profundo de democratización que haga innecesario el poder político, y por supuesto que somos "antisistema", ya que creemos que son necesarias reformas radicales dada la intolerable corrupción imperante (también, moral y intelectual).
Hablando de sindicalismo revolucionario, me gustaría recordar la declaración de principios que se hizo en el Congreso Internacional de Sindicales (25 de diciembre de 1922 - 2 de enero de 1923):
A partir de aquel Congreso, nacerá la Asociación Internacional de Trabajadores, y puede decirse que el sindicalismo revolucionario pasa a denominarse definitivamente anarcosindicalismo. Por cierto, la española Confederación Nacional del Trabajo no tardará en adherirse a los principios de la AIT y muy pronto será hostigada por otro régimen cercano al fascismo, la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), mientras que otros "demócratas" no dudarán en participar en el mismo. Todo esto, que pasa casi por ser parte de una historia marginal frente al oficialismo de unos y otros, todos amantes del poder, es necesario que sea explicado antes de emplear gratuitamente y de manera interesada algunos conceptos. Sería importante, hoy que el sindicalismo se ha convertido en una caricatura de lo que fue en sus orígenes, precisamente por su subordinación al Estado, recuperar la conciencia sobre la emancipación social, política y económica. El anarquismo, en un sentido mucho más amplio que el anarcosindicalismo, supone una visión sobre la libertad (y, por lo tanto, también sobre la democracia) muy compleja, la más completa que pueda aportar cualquier otra corriente política. Negar su esencia democrática, como hace Elorza, y a pesar de la perversión que ha sufrido la palabreja en boca de tantos enemigos de la libertad (insistiremos más en la condición antiautoritaria), es otro pobre intento de desprestigiar al anarquismo.
Decido mandar un carta al periódico:
En su texto de Análisis, del 25 de febrero, Antonio Elorza entra una vez en una serie de despropósitos en el uso del lenguaje y en, al parecer, conocimientos políticos. Nos avisa de lo peor en su título, con el empleo de un malintencionado oxímoron en un solo término, "anarcofascismo", y con el reaccionario y muy recurrente empleo del apelativo "antisistema"; ya en su interior, Elorza insiste en la misma forma retórica con la ignota expresión "formas de poder anarcosindicalistas" refiriéndose a una guerra civil que debe tener poco estudiada. No es la primera vez que este articulista de El País usa además la muy boba expresión "Disneylandia de Ken Loach", y esta vez ni se molesta en explicar que alude a la película Tierra y libertad. Ignoro el origen de la, por lo que se deduce, inquina de este historiador hacia el anarquismo, pero su profesionalidad debería obligarle a cierta cultura histórica y política; asumiendo que la tenga, deberíamos pensar entonces en falta de honestidad. ¿Sabe este señor lo que es el jacobinismo?; nada puede haber más contrario a la praxis anarquista, la cual no hace sino profundizar en el verdadero significado de la palabra democracia como estamos comprobando en el movimiento 15-M. ¿Conoce acaso Elorza la relación entre sindicalismo revolucionario, anarcosindicalismo y el propio anarquismo?. Mejor no preguntar. Lo que sí me gustaría es que en un diario del alcance y el prestigio de El País no se publicaran tantos despropósitos en tan poco espacio, aunque pasen por artículos de opinión.
La demagogia de este señor llega al extremo de insinuar la culpa que tuvieron los "sindicalistas revolucionarios", por su antipoliticismo (sic), en el ascenso del fascismo italiano; no creo que haga falta aclarar que a lo que se refiere en realidad es a la negación de la participación en el Estado, lo que sí demuestra la influencia ácrata en el movimiento. Según la misma lógica empleada por Elorza, habría que culpar a los "demócratas" de la llega al poder del nacional-socialismo alemán. Lo que este historiador, con una irracional inquina al movimiento anarquista, niega es el constante compromiso libertario en la lucha contra el fascismo, y contra toda forma totalitaria, lo que le condujo precisamente en la Guerra Civil a hacer frente común, y no pocas concesiones en sus principios, con algunos enemigos de la libertad, que sí participaban en esa democracia parlamentaria que tanto elogia el señor Elorza. En definitiva, que términos como "democracia" o "antisistema" muy poco significan en boca de según qué autores. Por supuesto que criticamos a la democracia, pero porque confiamos en un proceso mucho más profundo de democratización que haga innecesario el poder político, y por supuesto que somos "antisistema", ya que creemos que son necesarias reformas radicales dada la intolerable corrupción imperante (también, moral y intelectual).
Hablando de sindicalismo revolucionario, me gustaría recordar la declaración de principios que se hizo en el Congreso Internacional de Sindicales (25 de diciembre de 1922 - 2 de enero de 1923):
El Sindicalismo Revolucionario es enemigo declarado de toda forma de monopolio económico y social, y se propone su abolición por medio de comunidades económicas y de órganos administrativos de los trabajadores del campo y de las fábricas, a base de un sistema de consejos libres, completamente emancipados de toda subordinación a ningún gobierno ni poder político. Contra la política del Estado y de los partidos, levanta la organización económica del trabajo; contra el gobierno de los hombres, proclama la administración de las cosas. Por consiguiente, su objetivo no es la conquista del poder político, sino la abolición de toda función del Estado en la vida social. Estima que, juntamente con el monopolio de la propiedad, debe desaparecer el monopolio del dominio, y que toda forma de Estado, incluso la dictadura proletaria, sería siempre engendradora de nuevos monopolios y de nuevos privilegios: nunca podrá ser instrumento de liberación.Se trata de una evidente profesión anarconsindicalista, y de una crítica y definitivo distanciamiento frente al bolchevismo y sus adictos.
A partir de aquel Congreso, nacerá la Asociación Internacional de Trabajadores, y puede decirse que el sindicalismo revolucionario pasa a denominarse definitivamente anarcosindicalismo. Por cierto, la española Confederación Nacional del Trabajo no tardará en adherirse a los principios de la AIT y muy pronto será hostigada por otro régimen cercano al fascismo, la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), mientras que otros "demócratas" no dudarán en participar en el mismo. Todo esto, que pasa casi por ser parte de una historia marginal frente al oficialismo de unos y otros, todos amantes del poder, es necesario que sea explicado antes de emplear gratuitamente y de manera interesada algunos conceptos. Sería importante, hoy que el sindicalismo se ha convertido en una caricatura de lo que fue en sus orígenes, precisamente por su subordinación al Estado, recuperar la conciencia sobre la emancipación social, política y económica. El anarquismo, en un sentido mucho más amplio que el anarcosindicalismo, supone una visión sobre la libertad (y, por lo tanto, también sobre la democracia) muy compleja, la más completa que pueda aportar cualquier otra corriente política. Negar su esencia democrática, como hace Elorza, y a pesar de la perversión que ha sufrido la palabreja en boca de tantos enemigos de la libertad (insistiremos más en la condición antiautoritaria), es otro pobre intento de desprestigiar al anarquismo.
3 comentarios:
¡Muy bien, Capi! Suscribo palabra por palabra tu carta y tu reflexión. La ignorancia se combate con conocimiento y la tergiversación con rigor. En la misma línea se expresaba Izaskun Larreategi el 14-11-12 en carta titulada RESPUESTA A UN ARTÍCULO DE ANTONIO ELORZA, de la cual extraigo este párrafo que coincide con tu argumentación.
"Ustedes, los empecinados defensores de la España Imperial, habitualmente tergiversan la información que tienen de las personas para, sin el mínimo pudor, inventar estupideces, tanto da que cuadren una imagen preconcebida para un articulito, o lo que sea."
(http://www.naiz.info/eu/iritzia/articulos/respuesta-a-un-articulo-de-antonio-elorza)
Un verdadero placer leer tu artículo y comprobar, una vez más, la enorme distancia que media entre un anarquista y un inepto, como la propia Izaskun califica al plumifero en cuestión.
Salud!
La inquina de Elorza hacia el anarquismo se debe, en buena medida, a su trayectoria personal, que en éste, como en otros casos, explica las visiones historiográficas de algunos "santones de la objetividad" que son campeones del subjetivismo más ramplón.
Habría que recordar que Elorza, que por entonces se hacía llamar Andoni, formaba parte del Comité Central del EPK (o Partido Comunista de Euzkadi, rama local del PCE) y que defendía el derecho de autodeterminación (se presentó en 1977 como candidato al Congreso por Guipúzcoa), posiciones políticas que están a años luz de las que sostiene en la actualidad, pero de las que le ha quedado ese encono contra el anarquismo propio del estalinismo en el que se formó y que defendió.
Tiene, además, un rencor personal contra el resto de historiadores, porque cree que no se le ha reconocido y alabado como el cree que se merece (califica públicamente a Santos Juliá, que tampoco a mí me convence, como "sociólogo") y gusta por eso de decir "boutades" (como ésta última) para llamar así la atención mediática que sus libros no tienen.
Dice Saramago en su libro La caverna:
"Se admiten en el personaje todas las contradicciones, pero ninguna incoherencia, y en este punto insistimos particularmente porque, al contrario de lo que suelen preceptuar los diccionarios, incoherencia y contradicción no son sinónimos. Es en el interior de su propia coherencia donde una persona o un personaje se van contradiciendo, mientras que la incoherencia, por ser, más que la contradicción, una constante del comportamiento, repele de sí a la contradicción, la elimina, no se entiende viviendo con ella. Desde este punto de vista, aunque arriesgándonos a caer en las telas paralizadoras de la paradoja, no debería ser excluida la hipótesis de que la contradicción sea, al final, y precisamente, uno de los más coherentes contrarios de la incoherencia."
Y ahí está, en mi opinión, el quid de la cuestión. Antonio Elorza, como de algún modo ha apuntado Arbeig en su comentario, es victima de un resentimiento probablemente originado por su incoherencia.
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