Recuperamos y actualizamos un artículo que nos recuerda la tradición individualista dentro de las ideas libertarias; el afán por defender al individuo y a su libertad, junto a la aspiración de una sociedad justa y racional, conduce a que se haya tratado de conciliar dos tradiciones aparentemente antitéticas, pero en realidad necesitadas la una de la otra. Ese es, con seguidad, un buen punto de partida para tratar de comprender las propuestas anarquistas, así como su rico y complejo concepto de la libertad.
El anarquismo, según defendemos, supone el punto culminante del librepensamiento (una especie de liberalismo radical en tensión permanente con los valores de no-dominación) y, por lo tanto, en su misma base se halla un individualismo extremo, una defensa radical de la libertad individual entendida como derecho absoluto de cada ser humano a actuar ateniéndose únicamente a los dictados de su propia conciencia y de su propia voluntad; existe también en la herencia libertaria la afirmación de que cada personalidad tiene un valor único, insustituible cuya expansión no debe verse limitada por ninguna frontera externa. Las diferentes doctrinas religiosas, políticas o económicas han hecho del individuo una pieza más de su engranaje -aunque la justificación fuera hacerlo el fin de sus designios como partícipe de una supuesta realidad magnánima- sin atender a su valor personal por sí mismo. En las diferentes sociedades, la mayoría de los hombres se conforman con ser determinados por el medio: el anarquista, en cambio, se esfuerza en determinarse por sí mismo. La tendencia libertaria es suscitar en los individuos el mayor conocimiento en el sentido empírico, demostrar y asimilar el antiautoritarismo en los diferentes ámbitos del ser humano: ético, intelectual, artístico, social, económico... Es difícil encontrar en otras ideologías, supuestamente emancipadoras, respuestas a las necesidades que se desprenden de la defensa del individuo; una de las riquezas de la heterodoxia doctrinal libertaria ha sido tratar de responder a esos interrogantes.
Un rápido repaso a la tradición individualista
Stirner -auténtico apóstol del anarquismo individualista, aunque él mismo jamás se calificara como tal, y cuya obra El único y su propiedad se puede considerar una auténtica “biblia”, si se me permite la terminología religiosa- consideró que el hombre era centro de toda reflexión y aún de toda realidad; pero no el hombre en general, ni como representante de la Humanidad abstracta, sino del individuo, de “mí mismo” en cuanto “yo” único. El “Único” de Stirner existe absolutamente y es previo a toda exterioridad, tanto de la formada por el espíritu objetivo, como de la constituida por los “yos” ajenos. Sólo en la absoluta independencia del “Único”, libre de toda coacción, se encuentra la posibilidad de unirse libremente con los “Únicos” ajenos; de esta manera, es posible conseguir la libertad auténtica, convertir la unión forzada en unión libre, y la universalidad de la idea en universalidad de la unicidad. Stirner consideraba que el hombre debe fundar sobre sí mismo su causa, rechazando causas superiores o voluntades ajenas, aunque invocasen su propio bien.
Mención aparte merece la tradición liberal radical norteamericana con un fuerte substrato individualista y antiestatista. Muy conocida es la actitud de desobediencia y resistencia a la arbitrariedad del poder preconizada por Thoreau, otro autor que jamás se llamó anarquista; los que si se consideran como a tales son a Warren, que evolucionó hacia un individualismo feroz en la que la sociedad debía adaptarse a sus necesidades, lo que le sitúa cerca de Stirner, y Tucker, que abogaba por una ética social en la que no se debía transgredir las fronteras de la libertad ajena y resultan tremendamente importantes sus intentos de establecer conexiones entre las tradiciones culturales de su país, la consolidación conceptual del anarquismo europeo y la filosofía individualista. Un claro divulgador del pensamiento stirnerista fue el francés Armand con gran preocupación por las cuestiones sexuales, las cuáles asociaba a la liberación individual. Otro autor galo, quizá más innovador, fue Ryner cuyo pensamiento ecléctico es difícil de clasificar, creía en un cambio interior del individuo, huyendo de toda autoridad externa, y apostaba por la fraternidad y preocupación por el otro -alejándose del egoísmo de raíz stirneriana-; su heterodoxia hacía que viera precursores del individualismo en filósofos del la antigüedad como epicúreos, estoicos o el mismo Platón-.
Aunque el interés de los anarquistas por el individuo y el individualismo ha hecho que consideren a autores como el mencionado Stirner, Nietzsche -quién habló de su admiración por la obra stirneriana- y Tolstói como parte de su tradición cultural, el mismo Bakunin afirmaba que el individuo era la única realidad y que la voluntad de la sociedad, tan continuamente invocada, no existía; dos de los más brillantes teóricos en España, como Ricardo Mella y Anselmo Lorenzo, sostenían, el primero, que el llamado “derecho social” suponía el “sacrifico del individuo en el altar de la sociedad”, un misticismo nuevo, tan tiránico como el antiguo y el segundo negaba la existencia de una soberanía popular, justificación moderna para la autoridad del Estado, reivindicando la individual que resulta absoluta e indivisible. Los italianos Malatesta y Berneri, movidos por un humanismo, también inequívocamente adherido al anarquismo en su historia, insistían en contemplar a cada ser humano por encima de cual fuere su condición o degradación; el humanismo anarquista, afirmó Berneri, garantiza el desarrollo de la personalidad del individuo.
Individualistas versus societarios
Naturalmente, el pensamiento individualista extremo puede chocar con el colectivismo o comunismo de otras vertientes anarquistas al desconfiar de toda organización, económica o no, que pudiera desviarse hacia formas burocráticas. Sin embargo, como ha señalado el historiador italiano Gaetano Manfredonia, hay ocasiones en que la interpretación alternativa de clásicos como Proudhon o Bakunin contribuyen al enriquecimiento y la singularización de unas ideas que sitúan al individuo como punto de partida de toda emancipación colectiva. Como afirmó Mella, el individualismo no debe enfrentarse a la realidad social, “somos porque coexistimos”, la relación de igual a igual ensancha nuestra esfera de acción. Otro pensador español, el controvertido Federico Urales, largamente enfrentado a la asociación anarcosindicalista, la cual consideraba peligrosamente centralizadora, consideraba la consciencia individual como base o punto de partida de cualquier modelo organizativo; para Urales, anarquismo e individualismo son la misma cosa y tratar de nombrar ambos como conceptos diferentes hace caer en una especie de reiteración o “pleonasmo”; sin embargo, era muy crítico con la filosofía de Stirner o Nietzche, con esa liberación del “yo” que podía degenerar en un egoísmo antisolidario. La libertad individual se enfrenta, según la tradición libertaria, a la autoridad -política, económica o religiosa- y no a la sociedad. En la obra de Proudhon, defenestrado por Stirner como socialista autoritario- se puede encontrar un equilibrio entre la preocupación por el individuo y los intereses de la sociedad: “el individuo es el hecho primordial y la sociedad, su término complementario”.
A Bakunin se la puede considerar a la vez como individualista y solitario, aunque colocó al individuo como primer beneficiario de derechos pero siempre entendiendo que el lugar donde la libertad y el carácter del individuo se desarrollaban plenamente era en la sociedad de iguales; ya hemos visto que el “único” stirneriano es previo a cualquier sociedad, por lo que niega esta concepción -presente también en la obra de Kropotkin- en la que el hombre, sin la capacidad de humanizarse en sociedad, cae en un proceso de animalización. El italiano Malatesta se va a mostrar como uno de los más feroces críticos de los anarquistas individualistas. Si las premisas básicas de éstos pueden ser: la sociedad debe ser un agregado de individuos autónomos, completos en sí mismos, y que colaboran cuando hallan algún interés; que estos individuos son libres de abandonar la sociedad cuando sientan su libertad menoscabada; que siendo la tierra y los modos de producción libres y una clase organizada no dominará sobre otra, nadie estaría obligado a vivir en sociedad; que, finalmente, la llamada “armonía por la ley natural” actuará como freno de los intereses antagónicos y de la pluralidad de voluntades para que no se produzca la lucha. Si la competencia y la propiedad individual -extensión de su libertad- se dan dentro de estas premisas individualistas, los comunistas anárquicos abogaban por la destrucción de la propiedad individual considerando el trabajo como una necesidad fisiológica. Malatesta rechazaba el armonismo -la llamada ley natural- individualista al considerar a cada persona como un ser integrado en la sociedad sin la cual permanecería anclado en una animalidad brutal; vemos que el lúcido anarquista italiano era un digno heredero, pero con algunos matices, de las posturas de Bakunin y Kropotkin.
El pensamiento individualista: una bella reafirmación de la personalidad
En este amanecer de nuevo siglo, cuando el anterior ha sido terriblemente convulso, se ha desembocado en una triste calma donde la mayor parte de los individuos han interiorizado los tristes postulados del pensamiento único generado por estructuras autoritarias mayoritariamente económicas. Si la tendencia es a equilibrar nuestra ambición individual -ya sea de forma hedonista o de tipo intelectual, o una mezcla de ambas- con el contexto social, político y económico, un pobre margen nos deja el sistema imperante actual -sustentado todavía, aunque ya difícil de defender por la clase dirigente, en esa mezquindad del fin de la historia y de las ideologías-; la pobreza filosófica o espiritual de las religiones monoteístas -base para una actitud servilista o dominadora- hace que muchas personas busquen respuestas en otras tradiciones -como las filosofías orientales-, que parecen permitir un margen doctrinario más amplio, o en terapias sicológicas o libros de autoayuda -existe mucha basura, manipulación y pobreza intelectual en ellos, aunque algunos contienen elementos de reafirmación de la personalidad frente a numerosos obstáculos externos-.
Pero no hay, quizá, mayor riqueza de espíritu -entendiendo tal como fortalecimiento de la voluntad, del ánimo, de esa reafirmación de cada personalidad específica- que la de ese amor a la vida preconizado por los anarquistas individualistas -Urales tenía razón, caemos en la reiteración al mencionar los dos conceptos, no existe uno sin el otro-, la de esa obligación de vivir intensamente una vida breve, exenta de principios superiores o trascendentes; el eclecticismo, el antidogmatismo, las tradiciones de radicalismo liberal -palabra que empleamos sin miedo, a pesar de su perversión actual que habla de libertad económica para encubrir la dominación-, de expansión del pensamiento sin límites, de culto a la sabiduría, de un racionalismo de base humanista, de liberación sexual, de una moral acorde con los valores antiautoritarios, fraternales y solidarios, conductora del pensamiento y de las acciones -por supuesto, es rechazable un nihilismo corto de miras en que puede desembocar la rigidez del pensamiento stirneriano-... conceptos que todavía encuentran demasiados obstáculos culturales o institucionales en nuestras diferentes sociedades humanas y que los anarquistas recogen ya en sus orígenes, no de una manera doctrinaria o cerrada sino asumiendo un progreso, una liberación constante en el individuo.
Enlaces de interés:
El anarquismo individualista, de Emile Armand
El único y su propiedad, de Max Stirner
"La insumisión voluntaria. El anarquismo individualista español durante la Dictadura y la Segunda República (1923-1938)", artículo de Xavier Díez
El anarquismo, según defendemos, supone el punto culminante del librepensamiento (una especie de liberalismo radical en tensión permanente con los valores de no-dominación) y, por lo tanto, en su misma base se halla un individualismo extremo, una defensa radical de la libertad individual entendida como derecho absoluto de cada ser humano a actuar ateniéndose únicamente a los dictados de su propia conciencia y de su propia voluntad; existe también en la herencia libertaria la afirmación de que cada personalidad tiene un valor único, insustituible cuya expansión no debe verse limitada por ninguna frontera externa. Las diferentes doctrinas religiosas, políticas o económicas han hecho del individuo una pieza más de su engranaje -aunque la justificación fuera hacerlo el fin de sus designios como partícipe de una supuesta realidad magnánima- sin atender a su valor personal por sí mismo. En las diferentes sociedades, la mayoría de los hombres se conforman con ser determinados por el medio: el anarquista, en cambio, se esfuerza en determinarse por sí mismo. La tendencia libertaria es suscitar en los individuos el mayor conocimiento en el sentido empírico, demostrar y asimilar el antiautoritarismo en los diferentes ámbitos del ser humano: ético, intelectual, artístico, social, económico... Es difícil encontrar en otras ideologías, supuestamente emancipadoras, respuestas a las necesidades que se desprenden de la defensa del individuo; una de las riquezas de la heterodoxia doctrinal libertaria ha sido tratar de responder a esos interrogantes.
Un rápido repaso a la tradición individualista
Stirner -auténtico apóstol del anarquismo individualista, aunque él mismo jamás se calificara como tal, y cuya obra El único y su propiedad se puede considerar una auténtica “biblia”, si se me permite la terminología religiosa- consideró que el hombre era centro de toda reflexión y aún de toda realidad; pero no el hombre en general, ni como representante de la Humanidad abstracta, sino del individuo, de “mí mismo” en cuanto “yo” único. El “Único” de Stirner existe absolutamente y es previo a toda exterioridad, tanto de la formada por el espíritu objetivo, como de la constituida por los “yos” ajenos. Sólo en la absoluta independencia del “Único”, libre de toda coacción, se encuentra la posibilidad de unirse libremente con los “Únicos” ajenos; de esta manera, es posible conseguir la libertad auténtica, convertir la unión forzada en unión libre, y la universalidad de la idea en universalidad de la unicidad. Stirner consideraba que el hombre debe fundar sobre sí mismo su causa, rechazando causas superiores o voluntades ajenas, aunque invocasen su propio bien.
Mención aparte merece la tradición liberal radical norteamericana con un fuerte substrato individualista y antiestatista. Muy conocida es la actitud de desobediencia y resistencia a la arbitrariedad del poder preconizada por Thoreau, otro autor que jamás se llamó anarquista; los que si se consideran como a tales son a Warren, que evolucionó hacia un individualismo feroz en la que la sociedad debía adaptarse a sus necesidades, lo que le sitúa cerca de Stirner, y Tucker, que abogaba por una ética social en la que no se debía transgredir las fronteras de la libertad ajena y resultan tremendamente importantes sus intentos de establecer conexiones entre las tradiciones culturales de su país, la consolidación conceptual del anarquismo europeo y la filosofía individualista. Un claro divulgador del pensamiento stirnerista fue el francés Armand con gran preocupación por las cuestiones sexuales, las cuáles asociaba a la liberación individual. Otro autor galo, quizá más innovador, fue Ryner cuyo pensamiento ecléctico es difícil de clasificar, creía en un cambio interior del individuo, huyendo de toda autoridad externa, y apostaba por la fraternidad y preocupación por el otro -alejándose del egoísmo de raíz stirneriana-; su heterodoxia hacía que viera precursores del individualismo en filósofos del la antigüedad como epicúreos, estoicos o el mismo Platón-.
Aunque el interés de los anarquistas por el individuo y el individualismo ha hecho que consideren a autores como el mencionado Stirner, Nietzsche -quién habló de su admiración por la obra stirneriana- y Tolstói como parte de su tradición cultural, el mismo Bakunin afirmaba que el individuo era la única realidad y que la voluntad de la sociedad, tan continuamente invocada, no existía; dos de los más brillantes teóricos en España, como Ricardo Mella y Anselmo Lorenzo, sostenían, el primero, que el llamado “derecho social” suponía el “sacrifico del individuo en el altar de la sociedad”, un misticismo nuevo, tan tiránico como el antiguo y el segundo negaba la existencia de una soberanía popular, justificación moderna para la autoridad del Estado, reivindicando la individual que resulta absoluta e indivisible. Los italianos Malatesta y Berneri, movidos por un humanismo, también inequívocamente adherido al anarquismo en su historia, insistían en contemplar a cada ser humano por encima de cual fuere su condición o degradación; el humanismo anarquista, afirmó Berneri, garantiza el desarrollo de la personalidad del individuo.
Individualistas versus societarios
Naturalmente, el pensamiento individualista extremo puede chocar con el colectivismo o comunismo de otras vertientes anarquistas al desconfiar de toda organización, económica o no, que pudiera desviarse hacia formas burocráticas. Sin embargo, como ha señalado el historiador italiano Gaetano Manfredonia, hay ocasiones en que la interpretación alternativa de clásicos como Proudhon o Bakunin contribuyen al enriquecimiento y la singularización de unas ideas que sitúan al individuo como punto de partida de toda emancipación colectiva. Como afirmó Mella, el individualismo no debe enfrentarse a la realidad social, “somos porque coexistimos”, la relación de igual a igual ensancha nuestra esfera de acción. Otro pensador español, el controvertido Federico Urales, largamente enfrentado a la asociación anarcosindicalista, la cual consideraba peligrosamente centralizadora, consideraba la consciencia individual como base o punto de partida de cualquier modelo organizativo; para Urales, anarquismo e individualismo son la misma cosa y tratar de nombrar ambos como conceptos diferentes hace caer en una especie de reiteración o “pleonasmo”; sin embargo, era muy crítico con la filosofía de Stirner o Nietzche, con esa liberación del “yo” que podía degenerar en un egoísmo antisolidario. La libertad individual se enfrenta, según la tradición libertaria, a la autoridad -política, económica o religiosa- y no a la sociedad. En la obra de Proudhon, defenestrado por Stirner como socialista autoritario- se puede encontrar un equilibrio entre la preocupación por el individuo y los intereses de la sociedad: “el individuo es el hecho primordial y la sociedad, su término complementario”.
A Bakunin se la puede considerar a la vez como individualista y solitario, aunque colocó al individuo como primer beneficiario de derechos pero siempre entendiendo que el lugar donde la libertad y el carácter del individuo se desarrollaban plenamente era en la sociedad de iguales; ya hemos visto que el “único” stirneriano es previo a cualquier sociedad, por lo que niega esta concepción -presente también en la obra de Kropotkin- en la que el hombre, sin la capacidad de humanizarse en sociedad, cae en un proceso de animalización. El italiano Malatesta se va a mostrar como uno de los más feroces críticos de los anarquistas individualistas. Si las premisas básicas de éstos pueden ser: la sociedad debe ser un agregado de individuos autónomos, completos en sí mismos, y que colaboran cuando hallan algún interés; que estos individuos son libres de abandonar la sociedad cuando sientan su libertad menoscabada; que siendo la tierra y los modos de producción libres y una clase organizada no dominará sobre otra, nadie estaría obligado a vivir en sociedad; que, finalmente, la llamada “armonía por la ley natural” actuará como freno de los intereses antagónicos y de la pluralidad de voluntades para que no se produzca la lucha. Si la competencia y la propiedad individual -extensión de su libertad- se dan dentro de estas premisas individualistas, los comunistas anárquicos abogaban por la destrucción de la propiedad individual considerando el trabajo como una necesidad fisiológica. Malatesta rechazaba el armonismo -la llamada ley natural- individualista al considerar a cada persona como un ser integrado en la sociedad sin la cual permanecería anclado en una animalidad brutal; vemos que el lúcido anarquista italiano era un digno heredero, pero con algunos matices, de las posturas de Bakunin y Kropotkin.
El pensamiento individualista: una bella reafirmación de la personalidad
En este amanecer de nuevo siglo, cuando el anterior ha sido terriblemente convulso, se ha desembocado en una triste calma donde la mayor parte de los individuos han interiorizado los tristes postulados del pensamiento único generado por estructuras autoritarias mayoritariamente económicas. Si la tendencia es a equilibrar nuestra ambición individual -ya sea de forma hedonista o de tipo intelectual, o una mezcla de ambas- con el contexto social, político y económico, un pobre margen nos deja el sistema imperante actual -sustentado todavía, aunque ya difícil de defender por la clase dirigente, en esa mezquindad del fin de la historia y de las ideologías-; la pobreza filosófica o espiritual de las religiones monoteístas -base para una actitud servilista o dominadora- hace que muchas personas busquen respuestas en otras tradiciones -como las filosofías orientales-, que parecen permitir un margen doctrinario más amplio, o en terapias sicológicas o libros de autoayuda -existe mucha basura, manipulación y pobreza intelectual en ellos, aunque algunos contienen elementos de reafirmación de la personalidad frente a numerosos obstáculos externos-.
Pero no hay, quizá, mayor riqueza de espíritu -entendiendo tal como fortalecimiento de la voluntad, del ánimo, de esa reafirmación de cada personalidad específica- que la de ese amor a la vida preconizado por los anarquistas individualistas -Urales tenía razón, caemos en la reiteración al mencionar los dos conceptos, no existe uno sin el otro-, la de esa obligación de vivir intensamente una vida breve, exenta de principios superiores o trascendentes; el eclecticismo, el antidogmatismo, las tradiciones de radicalismo liberal -palabra que empleamos sin miedo, a pesar de su perversión actual que habla de libertad económica para encubrir la dominación-, de expansión del pensamiento sin límites, de culto a la sabiduría, de un racionalismo de base humanista, de liberación sexual, de una moral acorde con los valores antiautoritarios, fraternales y solidarios, conductora del pensamiento y de las acciones -por supuesto, es rechazable un nihilismo corto de miras en que puede desembocar la rigidez del pensamiento stirneriano-... conceptos que todavía encuentran demasiados obstáculos culturales o institucionales en nuestras diferentes sociedades humanas y que los anarquistas recogen ya en sus orígenes, no de una manera doctrinaria o cerrada sino asumiendo un progreso, una liberación constante en el individuo.
Enlaces de interés:
El anarquismo individualista, de Emile Armand
El único y su propiedad, de Max Stirner
"La insumisión voluntaria. El anarquismo individualista español durante la Dictadura y la Segunda República (1923-1938)", artículo de Xavier Díez
5 comentarios:
¡Hola! Antes de nada, enhorabuena por el blog. Acabo de descubrirlo y, la verdad es que es enormemente interesante y esclarecedor. Me alegra ver, también, que hace tiempo que lo tienes y que no por ello has desistido de seguir con él.
Me interesa muchísimo el tema individuo-sociedad, libertad-autoridad, pero es tan difícil formarse una opinión fundada sobre el tema que, si urgas un poco en autores y demás, acabas volviéndote loco. Como verás, no soy ningún experto en el tema, pero me interesa sobremanera.
En este artículo he leído sobre la defensa del individualismo y, como mencionas, hay autores que defendieron el individualismo sin renunciar al "colectivismo", pero no se indica cómo es eso posible y es lo que realmente me obsesiona. ¿Es posible la libertad individual en un régimen socialista o comunista? ¿Es posible la igualdad en un régimen liberal o anarquista? A mi parecer, la primera pregunta tendría como respuesta sí, y la segunda, no. Pero bajo mi humilde punto de vista, nada más, que está bastante poco instruido. Eso sí, ceo que para que la respuesta a la primera pregunta sea sí, la concepción de libertad debería ser diferente a la que prácticamente todo el mundo entiende hoy en día.
Buscando un post sobre eso, sobre las diferentes concepciones de Libertad es como he llegado aquí.
Sé que el comentario es un poco farragoso, pero bueno, más que nada era por discutir un poco.
Lo dicho, ¡enhorabuena por el blog!
Hola y gracias por los piropos.
La verdad es que mantener un blog, con contenido propio cada pocos días, es un trabajo algo arduo.
Ahí seguimos!!
Respecto a tus dudas, pareces contraponer socialismo a anarquismo, cuando las ideas libertarias nacen como una poderosa corriente de la Interncional socialista; eso es así y hay que tenerlo siempre en cuenta, desde mi humilde opinión, se piense como se piense dentro del anarquismo.
El sistema socialista que garantiza la libertad individual es, obviamente, el anarquismo (de hecho, para mí, otros socialismo que han renunciado a la coerción y han apostado por la autogestión han caminado al anarquismo); recordaremos que socialismo es, en términos básicos, la socialización de los medios de producción; no es, por supuesto, la estatalización, ni tiene que tener un concepto absoluto de la igualdad (que el anarquismo no puede reconocer, ya que está por la diversidad, otra cosa es que apuesta fuertemente por la justicia social y la cooperación). Alguien dijo una vez una frase que me gusta mucho, aludiendo a la igualdad social: "Partir del mismo punto de partida no supone llegar a la misma meta".
La concepción de la libertad en el anarquismo es más compleja que en el liberalismo, por lo que no hay que compararlos, y se muestra muy vinculada a la igualdad; la libertad, la no coerción y el disfrute de la vida de cada uno, se desea para todos (aunque solo sea por motivos egoístas, para que no le impongan a uno mismo algo ajeno a su voluntad; no se desea mandar ni ser mandado), por lo que desde ese punto de vista solo puede estar a favor de la igualdad por motivos obvios.
Un concepto de la libertad o de la igualdad "absolutos" resultan imposibles, es por eso que el anarquismo se esfuerza en darles sentido en lo social (en un plano de acción humana).
Tal vez puedas encontrar otras entradas del blog donde hable de todo esto; busca las palabras claves "libertad" e "igualdad".
Espero no haberte liado más, la realidad luego es muy compleja y hay que poner a prueba ideas tan bellas en una sociedad que tanto criticamos.
Un abrazo.
Gracias por la respuesta. Voy a echar un ojo al blog, buscando sobre estos temas, a ver qué saco en claro.
Ya te dejaré algún comentario para comentar.
Un saludo y gracias!
Por cierto, sé que lo que pido es una tarea difícil, y más de una vez me han mandado a freir espárragos por pedirlo, pero me gustaría saber cuáles son las lecturas obligadas, a tu parecer, para tener una idea clara de lo que son las corrientes libertarias: lo que es el anarquismo, el comunismo, el socialismo... Porque, por ejemplo, en el caso del comunismo, lo que el el comunismo en sí, lo que es el marxismo-leninismo, lo que es el anarquismo, sus diferencias y similitudes... Con todo eso, cuando uno se pone al lío, se vuelve loco de la confusión en la que cae.
Por eso creo que no estaría de más una relación de lecturas básicas de cada corriente o que, al menos, esclarezcan las diferentes corrientes y teorías.
Es que uno intenta ponerse a ello con la mejor intención, pero es muy fácil claudicar en el intento... Jaja.
Un saludo y gracias!
Para empezar, puedes echar un vistazo al monográfico sobre Marx que sacamos en agosto en "Tierra y libertad":
http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/5080/osCsid/ijd0ldh6vc6sott6ktfjb7pbj7
Tienes todo el material en el siguiente enlace:
http://www.acracia.org/Acracia/Karl_Marx.html
También es muy simpático el debate imaginario entre Marx y Bakunin:
http://www.acracia.org/Acracia/Debate_imaginario_entre_Marx_y_Bakunin.html
En todo esto, predomina la visión libertaria y antiautoritaria, claro está. No obstante, procuramos ser reflexivos y ponderados (que no objetivos, que es casi imposible).
En cuanto a Marx, sí te diré que considero que hay una visión muy burda demasiado extendida, tanto a favor como en contra. De ahí que sacaramos ese monográfico, ¡a ver qué te parece!
Un saludo!!
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