domingo, 2 de febrero de 2014

El movimiento anarquista en Cuba (I): desde los inicios hasta el fin de la dictadura de Machado en 1933

Las dos siguientes entregas de este blog las dedicamos a la historia del movimiento anarquista en Cuba, importante y hegemónico durante varias décadas; a pesar de lo que sostiene la historiografía oficial, encontramos otro lugar donde las ideas libertarias tuvieron un papel predominante frente a los que insisten en que solo en España sucedió y como hecho excepcional.

A finales de la década de 1870, existía ya en Cuba un movimiento obrero bien organizado de carácter anarquista influido por España; se trata de una fuerza precursora en la isla de la lucha de clases, la organización sindical, el antirracismo y los derechos de la mujer, según el historiador Frank Fernández. En la década de los 80, del siglo XIX, se habían creado ya varias publicaciones ácratas como El Obrero (1883) o El Productor (1887). En ese momento, el proletariado en Cuba estaba dividido en dos: los llamados unionistas, controlados por los patronos, y los anarquistas, una poderosa escuela socialista; insistimos en que el anarquismo era la principal fuerza revolucionaria, tal y como está documentado. Si apenas se hablaba de Marx y Engels, los grandes pensadores anarquistas eran muy conocidos entre los obreros cubanos y españoles trabajadores en las tabaquerías. El primer congreso obrero en Cuba se produjo en 1887; en los acuerdos del mismo puede comprobarse las adelantadas ideas de los anarquistas cuando combaten por la igualdad entre blancos y negros en un contexto profundamente racista. Es gracias a esa influencia ácrata en el movimiento obrero que se producen grandes logros laborales y sociales. En 1888, se forma otra combativa asociación obrera, la Alianza, que lleva a cabo notables acciones, dentro y fuera de Cuba (al sur de Estados Unidos, hay enclaves industriales del trabajo que también recogen la influencia anarquista); la gran bandera libertaria es la fraternidad universal, por encima de las razas y la naciones. Otra organización que propició el Congreso fue la Federación de Trabajadores de Cuba, que puede considerarse la primera asamblea de obreros en Cuba reunidos de forma permanente para llevar a cabo sus aspiraciones sociales. La exitosa huelga de los obreros del gremio tabacalero, iniciada en octubre de 1887, tuvo el paraguas protector de la Federación, la Alianza y El Productor.

Enrique Roig San Martín.
Una de las figuras libertarias más prestigiosas fue Enrique Roig San Martín (1843-1889), ideólogo y organizador del movimiento anarquista cubano, actor principal en el citado congreso de 1887. Desde la publicación El Productor, Roig orientará y alentará las huelgas de los obreros; los anarquistas logran en menos de un año (1888) dos huelgas importantes en un mismo sector, llevan a la práctica sus ideas, establecen un vínculo solidario con compañeros de fuera e inician la lucha de clases en Cuba. Roig, notable escritor y pensador, representaba las más avanzadas ideas anarquistas, por encima de las republicanas también contrarias al colonialismo español. Es esta influencia ácrata la verdadera protagonista de aquellos inicios de la organización obrera en Cuba, por encima de intereses electorales y pactos gubernamentales que pudieran tener otras fuerzas.
En 1890, se celebra el 1 de mayo por primera vez en Cuba, como un gran acto masivo y público de desafío a los patronos; fue un largo desfile de obreros, blancos y negros, cubanos y españoles, hombres y mujeres, todos unidos respondiendo al ideal libertario de fraternidad. Se aprovechó aquel acto para lanzar una severa crítica al sistema colonial español con sus abusos laborales y morales. Durante la Guerra de Independencia Cubana, los anarquistas comprendieron que no podían mantenerse divididos de las fuerzas separatistas, ya que el integrismo español pretendía usar a los ácratas para fragmentar la oposición al colonialismo; por supuesto, eso no implicó la renuncia a ningún ideal ni a la transformación revolucionaria.


Precisamente, fue la carismática figura de José Martí la que empujó a tantos anarquistas a abrazar la causa independentista, aunque muchos de ellos permanecieran fieles a sus ideas socialistas y libertarias. En 1892, Martí impulsa la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC), que no puede considerarse una mera fuerza electoralista y sí un movimiento revolucionario al estar compuesto de grupos autónomos heterogéneos y por propiciar la descentralización y la democracia directa; dos de aquellos grupos, denominados clubes, eran anarquistas bajo los nombres de Roig San Martín y Fermín Salvochea. Martí, a pesar de tener unas ideas sociales avanzadas, no creía en la lucha de clases por considerar que desembocaba en la violencia; los propósitos de los anarquistas estuvieron bien diferenciados de los de Martí, ya que no consideraban un objetivo final una república democrática independiente, aunque sí la valoraban como un marco de mayores libertades para continuar la labor revolucionaria.
Las promesas de cambios sociales sostenidas por Martí desaparecen con su muerte prematura en 1895 en combate contra las tropas españolas. En aquel proceso bélico de lucha por la independencia, los anarquistas estuvieron divididos: algunos se convirtieron en combatientes y otros fueron contrarios a la guerra civil, aunque no hubo división radical entre las dos posturas y, en general, los ácratas colaboraron con los separatistas de un modo u otro. No obstante, hay que hacer hincapié en la fuerza de los principios anarquistas, según los cuales, ni la guerra civil ni la posterior república independiente llevarían a la verdadera libertad social; muchos otros países servían como ejemplo y en ellos se continuaba persiguiendo al movimiento anarquista. Era la primera vez que se discutió en el anarquismo, a nivel internacional, sobre la conveniencia o no de participar en una guerra de independencia; en España, la crueldad de la guerra y la política de Cánovas del Castillo propició una gran tensión social en la que los anarquistas tuvieron un papel principal; las víctimas ácratas en Montjuic y los horrores coloniales en Cuba y Filipinas, empujaron al anarquista Angiolillo a asesinar a Cánovas en agosto de 1897. Su sucesor fue Mateo Sagasta, que decretó una autonomía para Cuba, algo que no satisfizo a nadie, lo que fue aprovechado por los Estados Unidos para iniciar una guerra contra España; aquello desembocó en la derrota y pérdida de sus colonias por parte del gobierno español. El separatismo cubano fue también finalmente derrotado, ya que Cuba pasó de la autonomía tuteada por España al proteccionismo económico norteamericano.

En 1899, los anarquistas se reorganizaron bajo la Alianza de Trabajadores, objeto muy pronto de la represión estatal; en septiembre de ese mismo año, también nace una nueva organización obrera, la Liga General de Trabajadores, con importante influencia libertaria a pesar de tener un perfil moderado. En febrero de 1900, el gran pensador y escritor anarquista Errico Malatesta fue a Cuba para dar conferencias y entrevistas para diversas publicaciones; muy pronto, dicha gira será también reprimida por las autoridades. A su regreso a Estados Unidos, Malatesta escribirá un artículo en el que dará su visión sobre Cuba, recordando que el problema social continúa en la república e instando a los compañeros a que tomen "su puesto entre los elementos más adelantados (…) luchar por la emancipación integral de la humanidad". A comienzos del siglo XX, efectivamente, los anarquistas siguieron criticando injustas situaciones sociales y laborales que persistían; en torno a 1902, junto a otras organizaciones sindicales, los anarquistas intentan organizar la industria del azúcar, principal en Cuba, pero los propietarios responden incluso con asesinatos. El panorama social en aquellos años no podía ser más frustrante; igual que en España, liberales y conservadores se alternaban en el poder y ninguno de ellos tenía la más mínima conciencia social. La única diferencia era que, mientras los conservadores perseguían sin más a los anarquistas, los sectores más progresistas del Partido Liberal trataban de atraerlos con pequeños favores para manipularlos.
Como es lógico, los anarquistas intentarán también en Cuba incidir en la educación para preparar la futura revolución social y como alternativa a las escuelas católicas y estatales; uno de los modelos será la pedagogía de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer, como puede verse en manifiestos publicados en 1908 en las publicaciones ¡Tierra! y La Voz del Dependiente.

A partir de 1911, después de una huelga poco exitosa en diversos sectores, se inició una nueva represión y muchos anarquistas cubanos fueron encarcelados mientras que otros españoles fueron deportados. Los gobiernos en la república cubana serán cada vez más autoritarios. En 1915, se producen nuevas deportaciones debido a las leyes contrarias al anarquismo y el periódico ¡Tierra! es suspendido. En aquel momento, nace un documento llamado Manifiesto de Cruces, de notable redacción literaria y fuerte combatividad anarquista, que tuvo una gran repercusión; era la resistencia de un grupo de trabajadores frente al destino de hambre y represión que heredaban generación tras generación.
Alfredo López.
En 1917, se inicia en la Isla un periodo dictatorial con grandes convulsiones sociales; el local anarquista más notable de aquella época fue el Centro Obrero de La Habana, desde el que se planificaron en los años siguiente todo tipo de huelgas, boicots y actividades. En 1920, con cierta calma social iniciada, hubo un Congreso ácrata en la Habana donde se acuerda la formación de una Confederación Nacional de Trabajo; en ese momento, los ácratas siguen estando a la cabeza del movimiento obrero en Cuba. La etapa más constructiva del anarquismo en Cuba se inicia en ese momento, con un gobierno moderado en el poder: proliferan las publicaciones liberarías, se editan libros y folletos, se crean ateneos, centros obreros y clubes naturistas; los anarquistas, en aquellos años, son los primeros que, sin muchos medios y con total autonomía, organizan, agrupan y orientan a la mayor parte de los trabajadores del campo y la ciudad en un esfuerzo sin parangón en la historia de Cuba. Merece la pena destacar el nombre de Alfredo López, de filiación netamente anarquista, figura que emerge del Congreso de 1920 y, desgraciadamente, tiene su fin en 1926 al ser asesinado. López es uno de los promotores de la creación de la Federación Obrera de La Habana (FOH), en 1921, que no está formado exclusivamente por sindicatos anarquistas, pero sí son los más numerosos y las ideas libertarias son las de mayor influencia; a pesar de contar con la oposición de algunos anarquistas, partidarios de una organización netamente anarcosindicalista, en general se terminaron aceptado las posturas unitarias de Alfredo López.

En 1925, se celebrará el Segundo Congreso Nacional Obrero (febrero) y el tercero en agosto; en este último se decide la creación de la Confederación Nacional Obrera Cubana (CNOC), la cual reúne a todos los sindicatos, hermandades, uniones, gremios y asociaciones proletarias de Cuba; la influencia del anarcosindicalismo en el Congreso es innegable. En las Actas del Congreso de la Fundación de la CNOC estuvieron los acuerdos del rechazo a la acción electoral, la demanda de las ocho horas, el derecho a huelga y el profundo deseo de no burocratizar la organización; por primera vez en la historia de Cuba, una mujer es nombrada presidenta, Juana María Acosta.
El triunfo electoral del Partido Liberal, al frente del cual estaba Gerardo Machado, inició una crisis de las ideas anarcosindicalistas en Cuba. El muy autoritario Machado fue consciente de que la CNOC era un obstáculo para sus objetivos políticos, por lo que estimuló a los elementos más reformistas de la organización obrera, mientras que el ala más progresista de los liberales desapareció por completo. Se inició una fuerte política de desprestigio y represión sobre los anarquistas, como no había conocido la Isla en su historia sindical; no se hizo esperar la respuesta de los elementos más radicales dentro del anarquismo contra Machado, incluyendo el intento de magnicidio, creándose grupos de acción y fundando la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba (FGAC). La dictadura de Machado tiene su fin en 1933 debido a un serie de factores políticos, no sin antes llevar a cabo criminales actos represivos; en aquella caída, tuvieron un papel protagonista los anarquistas, atrincherados en la FOH. La FGAC denunciará después mediante un manifiesto la deriva colaboracionista de la CNOC, en la que los comunistas tuvieron un papel importante. Como veremos en la siguiente entrega, a pesar del fin de la dictadura de Machado, los anarquistas se encuentran de nuevo en un contexto desfavorable.

Fuentes:
Carlos M. Estefanía, "España y el anarquismo en Cuba".
Carlos M. Estefanía, "Los anarquistas cubanos a fines del siglo XIX: los libertarios y la guerra del 95".
Frank Fernández, El anarquismo en Cuba (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2000).
Frank Fernández, "Los precursores del Primero de Mayo. La primera jornada, La Habana 1890", en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.8 (octubre 2009).

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