Este libro, de Carlos José Márquez, editado ya hace unos años por Ediciones Lengua de Trapo, nos propone un ensayo de crítica bibliográfica, como el mismo autor lo denomina, que denuncia sin paliativos las diversas interpretaciones interesadas que se han dado sobre el conflicto español, buscando legitimar posicionamientos ideológicos y convirtiendo la historiografía en otro campo de confrontación política.
Estructurado en cuatro capítulos, Márquez dedica el primero de ellos a cuestiones conceptuales y es ahí donde, tras analizar diversos enfrentamientos civiles y procesos revolucionarios en las edades Moderna y Contemporánea, entra en juego con fuerza la interpretación del autor -de tanta valía como sus críticas a las diversas corrientes historiográficas que se dan en los restantes capítulos-, considerando indisociable el conflicto civil al hecho revolucionario. Porque un lugar común de los historiadores partidistas, tanto de la izquierda como los que se califican en el libro de neofranquistas o parafranquistas, es el de negar el proceso revolucionario de carácter libertario abierto en España a partir del alzamiento militar del 18 de julio.
Una de las principales objeciones que el autor hace a la llamada izquierda partidista es la de no haber sido capaz de construir un análisis propio, siendo simplemente una refutación de las posturas derechistas que, a su vez y con el hilo conductor establecido por los autores neofranquistas o parafranquistas -Márquez se niega a calificar a tales historiadores de revisionistas ya que no aportan ninguna novedad al discurso legitimador franquista-, encuentran justificación al oponerse a la dominación que la historiografía de la izquierda partidista habría llevada a cabo a partir de la Transición.
Existe una reivindicación del autor del Movimiento por la Recuperación de la Memoria Histórica, aun aceptando la presencia en el mismo de ciertos intereses políticos, como muestra de la ruptura de ese consenso establecido durante la Transición, y que puede sentar las bases para una nueva interpretación del conflicto. El MRMH resulta esencial para la reconstrucción de la violencia de las derechas durante la República y la Guerra Civil -y su extensión en la dictadura franquista- y permita al mismo tiempo a la historiografía replantear el análisis de los orígenes de la contrarrevolución española durante aquellos años. Para Márquez, como señala en el segundo capítulo dedicado a la historiografía franquista, la cultura política de la derecha y del posterior régimen franquista tiene su herencia en el Antiguo Régimen, con el hilo conductor que supuso el moderantismo en la década de 1830; dicho fenómeno abogaba por la unión del Estado español y la religión católica, por un modelo que aunara lo liberal y lo católico, superando sus contradicciones, y por un régimen monárquico -sin renunciar a la dictadura- y contrarrevolucionario.
Un autor al que sí se le otorga el calificativo de “revisionista” en un sentido estricto es a Michael Seidman, autor que en los últimos años ha aportado un punto de vista auténticamente original pero en el que Márquez quiere ver algunos errores como el considerar la existencia de una “historiografía anarquista”. Las diversas tendencias analizadas en el libro tendrían una continuidad en su insistencia en que ha sido esa supuesta “historiografía anarquista” la que ha alimentado el mito de un nuevo sistema social y político creado a partir de la revolución de julio de 1936; difícil resulta encontrar un lugar historiográfico común a autores que interpretan la guerra civil española en clave revolucionaria, pero han proliferado las calificaciones de “tendenciosos” o “victimistas” a autores como George Orwell, Frank Borkenau, Gaston Leval, Augustin Souchy, Mary Low, Emma Goldman...
El autor resulta serio y diáfano en su discurso, muy bien documentado, valiente tanto al analizar a partidismos de izquierda o derecha, como al señalar supuestas eminencias en la materia que actúan de manera aparentemente oportunista y comercial. Por todo ello, es muy recomendable la lectura del libro para todo público, profano o no en la cuestión, que quiera hacerse una aproximada idea de cómo las diversas culturas políticas tratan de utilizar la historiografía para conformar su identidad.
Estructurado en cuatro capítulos, Márquez dedica el primero de ellos a cuestiones conceptuales y es ahí donde, tras analizar diversos enfrentamientos civiles y procesos revolucionarios en las edades Moderna y Contemporánea, entra en juego con fuerza la interpretación del autor -de tanta valía como sus críticas a las diversas corrientes historiográficas que se dan en los restantes capítulos-, considerando indisociable el conflicto civil al hecho revolucionario. Porque un lugar común de los historiadores partidistas, tanto de la izquierda como los que se califican en el libro de neofranquistas o parafranquistas, es el de negar el proceso revolucionario de carácter libertario abierto en España a partir del alzamiento militar del 18 de julio.
Una de las principales objeciones que el autor hace a la llamada izquierda partidista es la de no haber sido capaz de construir un análisis propio, siendo simplemente una refutación de las posturas derechistas que, a su vez y con el hilo conductor establecido por los autores neofranquistas o parafranquistas -Márquez se niega a calificar a tales historiadores de revisionistas ya que no aportan ninguna novedad al discurso legitimador franquista-, encuentran justificación al oponerse a la dominación que la historiografía de la izquierda partidista habría llevada a cabo a partir de la Transición.
Existe una reivindicación del autor del Movimiento por la Recuperación de la Memoria Histórica, aun aceptando la presencia en el mismo de ciertos intereses políticos, como muestra de la ruptura de ese consenso establecido durante la Transición, y que puede sentar las bases para una nueva interpretación del conflicto. El MRMH resulta esencial para la reconstrucción de la violencia de las derechas durante la República y la Guerra Civil -y su extensión en la dictadura franquista- y permita al mismo tiempo a la historiografía replantear el análisis de los orígenes de la contrarrevolución española durante aquellos años. Para Márquez, como señala en el segundo capítulo dedicado a la historiografía franquista, la cultura política de la derecha y del posterior régimen franquista tiene su herencia en el Antiguo Régimen, con el hilo conductor que supuso el moderantismo en la década de 1830; dicho fenómeno abogaba por la unión del Estado español y la religión católica, por un modelo que aunara lo liberal y lo católico, superando sus contradicciones, y por un régimen monárquico -sin renunciar a la dictadura- y contrarrevolucionario.
Un autor al que sí se le otorga el calificativo de “revisionista” en un sentido estricto es a Michael Seidman, autor que en los últimos años ha aportado un punto de vista auténticamente original pero en el que Márquez quiere ver algunos errores como el considerar la existencia de una “historiografía anarquista”. Las diversas tendencias analizadas en el libro tendrían una continuidad en su insistencia en que ha sido esa supuesta “historiografía anarquista” la que ha alimentado el mito de un nuevo sistema social y político creado a partir de la revolución de julio de 1936; difícil resulta encontrar un lugar historiográfico común a autores que interpretan la guerra civil española en clave revolucionaria, pero han proliferado las calificaciones de “tendenciosos” o “victimistas” a autores como George Orwell, Frank Borkenau, Gaston Leval, Augustin Souchy, Mary Low, Emma Goldman...
El autor resulta serio y diáfano en su discurso, muy bien documentado, valiente tanto al analizar a partidismos de izquierda o derecha, como al señalar supuestas eminencias en la materia que actúan de manera aparentemente oportunista y comercial. Por todo ello, es muy recomendable la lectura del libro para todo público, profano o no en la cuestión, que quiera hacerse una aproximada idea de cómo las diversas culturas políticas tratan de utilizar la historiografía para conformar su identidad.
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