La obra de Juan Gómez Casas resulta fundamental para conocer y comprender
la historia del anarquismo en España. En libros como Historia de la FAI se recuerda la evolución de
lo organización obrera a principios del siglo XX, cuando por influencia
del sindicalismo revolucionario francés la palabra societarismo es
substituida por la idea nueva del sindicalismo y la sociedad obrera pasa
a ser el sindicato.
El anarquismo realizaba una crítica al sindicalismo, primero por no dirigirse al ser humano en general, sino al trabajador, limitando así los horizontes intelectuales y filosóficos de las ideas; en segundo lugar, consideraba que el sindicalismo no era autosuficiente para resolver todos los problemas sociales. Así, el sindicalismo era solo un medio entre otros para lograr una sociedad nueva, ya que eran necesarias otras organizaciones libres de las actividades económicas, como las políticas o toda formulación libre en general. No obstante, a pesar de esta crítica, en aquellos tiempos se confunden el movimiento obrero libertario con las palabras sindicato y sindicalismo. En 1907, nace Solidaridad Obrera, federación local de las sociedades obreras de Barcelona, con la aspiración de emancipar a la clase trabajadora del sistema capitalista. Sus formulaciones son muy genéricas, pero recogen en gran medida el espíritu de la Primera Internacional. En el periódico homónimo de aquella organización participarán grandes personalidades del anarquismo español como Anselmo Lorenzo, Ricardo Mella, José Prat o Antonio Loredo. No tardaría en extenderse el ejemplo de Solidaridad Obrera por toda Cataluña y Andalucía, que en líneas generales tiene un espíritu anarquista, a pesar de estar abierta al conjunto de la clase obrera: antiautoritarismo e independencia de los partidos políticos.
Después de la gran tensión de la Semana Trágica, y la posterior represión con la ejecución de Francisco Ferrer, nacerá la Confederación Nacional del Trabajo en 1910. Ferrer y su Escuela Moderna es una entidad de gran importancia en el anarquismo en España, ya que servirá de modelo a los miles de escuelas fundadas en todo el país por ateneos, sindicatos y grupos ácratas en las diferentes épocas. La CNT nacería en un congreso convocado por Solidaridad Obrera, el cual evitó grandes definiciones teóricas, pero fue muy concreto en lo fundamental: el sindicalismo no es un fin, sino un medio de lucha y resistencia en los antagonismos de clase. El auténtico fin, una vez que la organización fuera lo suficientemente fuerte y los trabajadores hubieran adquirido la adecuada formación intelectual, sería la emancipación obrera gracias a la autogestión económica. Gómez Casas recuerda los elementos que intervinieron en la creación de la CNT: los grupos y sociedades sindicalistas revolucionarios y ácratas, herederos de la Primera Internacional, que durante unos años habían estado dispersos; cierta corriente socialista, de un marxismo heterodoxo, y una presencia de republicanismo radical. Por lo tanto, convive la presencia anarquista con otras corrientes societarias y políticas. No obstante, un año después de su fundación, en su segundo congreso, la CNT se radicalizaría debido a la declaración de una huelga general, que supondrá la detención de cientos de militantes y la acabaría sumiendo en la clandestinidad hasta 1914. Anselmo Lorenzo dirá lo siguiente: "El Congreso de Barcelona (de la CNT) fue muestra de vigor y lozanía sindicalistas, más de aspiración que de hecho; a seguir funcionando normalmente la CNT hubiera hallado obstáculos en el peso rutinario de las antiguas prácticas societarias, pero el golpe autoritario más o menos legal que la tiene muerta o aletargada la libra de conflictos y dificultades, y a su resurrección aparecerá despojada de ciertos atavismos y doblemente dispuesta a seguir adelante".
En definitiva, la ilegalidad abrirá paso a la profundización ideológica, cribándose el movimiento de referencias inocuas como el republicanismo radical y de corrientes socialistas de tendencia parlamentaria. A diferencia de otros países, en los que el triunfo de los partidos socialdemócratas va unido a la consolidación del nacionalismo, en España se produce una perfecta simbiósis entre anarquismo y sindicalismo. Gómez Casas señala algo en lo que hay que insistir, frente al reduccionismo de tanto historiador, en la diversidad de posiciones que se dieron siempre dentro de forma natural dentro del anarquismo y del anarcosindicalismo, sin que ninguna de ellas renegara de los principios y finalidades. El Congreso de Sans, en 1918, fue un ejemplo de ello, con el que los sindicatos obreros de la CNT empezarían a estar en consonancia con el espíritu y la idea anarquista. El anarquismo en España, pues, es coherente desde sus inicios, a pesar de las diversas vicisitudes y de las continuas represiones. Sabe que la emancipación de los trabajadores solo puede ser obra de los trabajadores mismos, por lo que solo pude confiar en la iniciativa de estos. Como ejemplo de sus ideales ajenos a cualquier intermediario, instrumenta una táctica coherente: la acción directa, la cual no es más que la proyección o manifestación de un proletariado que no admite mediatizaciones. La lectura solo puede ser que el anarquismo es federalista y, tal y como lo expresa Gómez Casas (digno de elogio, ya que otorga dignidad a una palabra pervertida), democrático: los centros de decisión están en la base y las corrientes son siempre de abajo hacia arriba. Durante años, el anarquismo estudiará sus propios esquemas y alternativas a la sociedad capitalista, los cuales llevará a la práctica en las circunstancias precisas con numerosas dificultades y desigual fortuna. Tanto en Historia de la FAI, como en Historia del anarcosindicalismo español, Juan Gómez Casas refuta con gran acierto a historiadores como Gerald Brenan, tal vez el que inaugura cierta corriente, y a toda esa línea que desconoce y difama la historia del anarquismo en este país.
Referencias:
-Juan Gómez Casas, Historia de la FAI (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2002),
-Juan Gómez Casas, Historia del anarcosindicalismo español (LaMalatesta, Madrid 2006).
El anarquismo realizaba una crítica al sindicalismo, primero por no dirigirse al ser humano en general, sino al trabajador, limitando así los horizontes intelectuales y filosóficos de las ideas; en segundo lugar, consideraba que el sindicalismo no era autosuficiente para resolver todos los problemas sociales. Así, el sindicalismo era solo un medio entre otros para lograr una sociedad nueva, ya que eran necesarias otras organizaciones libres de las actividades económicas, como las políticas o toda formulación libre en general. No obstante, a pesar de esta crítica, en aquellos tiempos se confunden el movimiento obrero libertario con las palabras sindicato y sindicalismo. En 1907, nace Solidaridad Obrera, federación local de las sociedades obreras de Barcelona, con la aspiración de emancipar a la clase trabajadora del sistema capitalista. Sus formulaciones son muy genéricas, pero recogen en gran medida el espíritu de la Primera Internacional. En el periódico homónimo de aquella organización participarán grandes personalidades del anarquismo español como Anselmo Lorenzo, Ricardo Mella, José Prat o Antonio Loredo. No tardaría en extenderse el ejemplo de Solidaridad Obrera por toda Cataluña y Andalucía, que en líneas generales tiene un espíritu anarquista, a pesar de estar abierta al conjunto de la clase obrera: antiautoritarismo e independencia de los partidos políticos.
Después de la gran tensión de la Semana Trágica, y la posterior represión con la ejecución de Francisco Ferrer, nacerá la Confederación Nacional del Trabajo en 1910. Ferrer y su Escuela Moderna es una entidad de gran importancia en el anarquismo en España, ya que servirá de modelo a los miles de escuelas fundadas en todo el país por ateneos, sindicatos y grupos ácratas en las diferentes épocas. La CNT nacería en un congreso convocado por Solidaridad Obrera, el cual evitó grandes definiciones teóricas, pero fue muy concreto en lo fundamental: el sindicalismo no es un fin, sino un medio de lucha y resistencia en los antagonismos de clase. El auténtico fin, una vez que la organización fuera lo suficientemente fuerte y los trabajadores hubieran adquirido la adecuada formación intelectual, sería la emancipación obrera gracias a la autogestión económica. Gómez Casas recuerda los elementos que intervinieron en la creación de la CNT: los grupos y sociedades sindicalistas revolucionarios y ácratas, herederos de la Primera Internacional, que durante unos años habían estado dispersos; cierta corriente socialista, de un marxismo heterodoxo, y una presencia de republicanismo radical. Por lo tanto, convive la presencia anarquista con otras corrientes societarias y políticas. No obstante, un año después de su fundación, en su segundo congreso, la CNT se radicalizaría debido a la declaración de una huelga general, que supondrá la detención de cientos de militantes y la acabaría sumiendo en la clandestinidad hasta 1914. Anselmo Lorenzo dirá lo siguiente: "El Congreso de Barcelona (de la CNT) fue muestra de vigor y lozanía sindicalistas, más de aspiración que de hecho; a seguir funcionando normalmente la CNT hubiera hallado obstáculos en el peso rutinario de las antiguas prácticas societarias, pero el golpe autoritario más o menos legal que la tiene muerta o aletargada la libra de conflictos y dificultades, y a su resurrección aparecerá despojada de ciertos atavismos y doblemente dispuesta a seguir adelante".
En definitiva, la ilegalidad abrirá paso a la profundización ideológica, cribándose el movimiento de referencias inocuas como el republicanismo radical y de corrientes socialistas de tendencia parlamentaria. A diferencia de otros países, en los que el triunfo de los partidos socialdemócratas va unido a la consolidación del nacionalismo, en España se produce una perfecta simbiósis entre anarquismo y sindicalismo. Gómez Casas señala algo en lo que hay que insistir, frente al reduccionismo de tanto historiador, en la diversidad de posiciones que se dieron siempre dentro de forma natural dentro del anarquismo y del anarcosindicalismo, sin que ninguna de ellas renegara de los principios y finalidades. El Congreso de Sans, en 1918, fue un ejemplo de ello, con el que los sindicatos obreros de la CNT empezarían a estar en consonancia con el espíritu y la idea anarquista. El anarquismo en España, pues, es coherente desde sus inicios, a pesar de las diversas vicisitudes y de las continuas represiones. Sabe que la emancipación de los trabajadores solo puede ser obra de los trabajadores mismos, por lo que solo pude confiar en la iniciativa de estos. Como ejemplo de sus ideales ajenos a cualquier intermediario, instrumenta una táctica coherente: la acción directa, la cual no es más que la proyección o manifestación de un proletariado que no admite mediatizaciones. La lectura solo puede ser que el anarquismo es federalista y, tal y como lo expresa Gómez Casas (digno de elogio, ya que otorga dignidad a una palabra pervertida), democrático: los centros de decisión están en la base y las corrientes son siempre de abajo hacia arriba. Durante años, el anarquismo estudiará sus propios esquemas y alternativas a la sociedad capitalista, los cuales llevará a la práctica en las circunstancias precisas con numerosas dificultades y desigual fortuna. Tanto en Historia de la FAI, como en Historia del anarcosindicalismo español, Juan Gómez Casas refuta con gran acierto a historiadores como Gerald Brenan, tal vez el que inaugura cierta corriente, y a toda esa línea que desconoce y difama la historia del anarquismo en este país.
Referencias:
-Juan Gómez Casas, Historia de la FAI (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2002),
-Juan Gómez Casas, Historia del anarcosindicalismo español (LaMalatesta, Madrid 2006).
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