A diferencia de otras corrientes socialistas, el anarquismo niega la jerarquía y el poder, entendidos como forma de dominio; es una lucha, no solo contra la explotación económica, propia de la diferencia entre clases, también la dominación política concretada en el Estado moderno. Por extensión, y tan importante y más, es combatir toda forma coercitiva en las relaciones humanas. Se niega el poder, entendido como mando, y se reivindica el poder en el sentido de capacidad.
Bakunin, recordando algo que señaló ya Aristóteles, dijo que el hombre, para pensar y sentirse libremente, para hacerse hombre en definitiva, debe estar libre de las preocupaciones de la vida material. Al respecto, el anarquista ruso señalaba la hipocresía habitual de la clase acomodada sobre los conceptos de materialismo e idealismo. Para la consecución de las condiciones materiales, es necesaria una transformación radical de la organización de la sociedad, y ello será condición para la segunda cuestión, que es el tiempo libre después del trabajo, el tiempo necesario para todo tipo de desarrollo "ideal" o "espiritual". A Bakunin hay que agradecerle también su lucidez cuando constató que en todas las organizaciones, como reflejo a escala de la estructura social, se reproducían las relaciones de poder, problema central para el anarquismo. Porque si algo caracteriza a las ideas libertarias es su crítica permanente al concepto de poder. Aunque se puede ser anarquista de múltiples formas, al existir una tradición plural con posturas diferentes, esta cuestión sobre el poder coercitivo en todas sus formas debería ser primordial en todas ellas. La negación de la jerarquía y de toda forma de dominio es la propuesta de modelo organizativo del anarquismo, a diferencia de otras corrientes socialistas, que los ácratas denuncian precisamente porque favorecen la aparición del poder y lo fortalecen. El gran ejemplo de la flexibilidad del anarquismo está en la conocida frase de Guerin, "el anarquismo tiene una espalda ancha y soporta lo que sea", evidente exageración en la que hay que aclarar que lo primero que no tolera es el poder entendido como dominación.
El poder, por otra parte, es la cuestión central de la filosofía política desde sus comienzos. Requiere hacerse muchas preguntas sobre cómo diablos acabar con el poder, concretar el problema sin caer en disquisiciones filosóficas que nos conducen a su irresolución y a no indagar más en ello. Ya Bakunin identificó el poder con otros dos términos, "clase" y "Estado", que serían inseparables y uno de ellos presupondría a los otros dos resumidos en lo siguiente: "el sometimiento político y la explotación económica de las masas". Por lo tanto, la lucha con el poder que plantea el anarquismo hay que considerarla como una lucha contra toda forma de dominio o de relación coercitiva. No hay que acudir a textos clásicos para comprender esto, pero sí me parece importante mantener una discusión y unas críticas constantes a aquello que señaló el anarquista ruso, la reproducción del problema del poder en todo modelo organizativo. Me parece una obligación ética de los anarquistas la denuncia a toda forma de coerción, sea explícita o sutil, no simplemente llenarnos la boca de los conceptos de poder político y económico como si su eliminación fuera la única condición para algo mejor. Cambiar de raíz las condiciones económicas y la estructura social resulta primordial, pero igualmente importante es establecer nuevos paradigmas en las relaciones personales que garanticen el respeto por la soberanía de cada persona, que no reproduzcan antiguos modelos jerárquicos de la forma que fuere. Llegamos aquí a una cuestión ya antigua, las transformaciones necesarias no son solo económicas, ni el poder político es un mero resultante de ello, es necesario observar cuáles son los factores que acaban negando un mejor horizonte. La crítica ácrata a toda forma de autoridad coercitiva y la afirmación de los valores más nobles de la humanidad, y del contexto que lo garantice, hay que mantenerlas al día.
La gran matización es únicamente sobre el poder entendido como capacidad, que hay que considerar como algo natural, mientras se niega el poder entendido como mando, que el anarquismo identifica con la explotación y coacción. Frente a toda concepción del poder como poliédrico, tal como sostenía Foucault (un autor que, por esta concepción, hay quien sitúa al margen del anarquismo, aunque no sé si está tan claro), el anarquismo se centra en las consecuencias del poder y en la posibilidad de construir infinidad de superficies que carezcan de dominación. El anarquismo, en su afán por negar cualquier dogma, no puede caer en ningún fatalismo sobre el poder. En primer lugar, se niega muy posiblemente a definirlo estrictamente, como una categoría dentro de una clasificación y un orden en el mundo, ya que ello supondría vincularlo a una lógica abstracta de control y de dominio. Por lo tanto, el anarquismo huye de esa teorización dogmática y trata de establecer otra mirada, y de construir otros lugares en los que sean posibles la pluralidad y la autonomía. Ya Bakunin afirmó: "(…) porque aborrezco todo sistema impuesto, porque amo sincera y apasionadamente la libertad". La sociedad no se concibe como una realidad construida a partir de la vigilancia y de la sanción permanente, sino como la posibilidad de una vida en común cohesionada por la solidaridad, la cual está intimamente relacionada con la autonomía y la libertad. Es por eso que el anarquismo no se ha ocupado demasiado de la definición del poder, entendido como una entidad esencial o metafísica (lenguaje abominable que encorseta al ser humano y a la sociedad, establecido desde lo alto del pirámide, desde el poder mismo), sino que se ocupa principalmente de las prácticas del poder para poder establecer otros espacios horizontales y heterogéneos. Ha sido el propio hombre, debido a su facultad para la abstracción y para unificar, el que ha dado lugar a esas definiciones negando la diversidad del mundo exterior. Bakunin identificaba esa unidad creada por el hombre, que negaba la vida y su diversidad, que estaba desprovista de realidad, con el vacío y la nada absoluta, con lo que la tradición había llamado Dios.
Recapitulando, el anarquismo no establece categorías, clasificaciones ni jerarquizaciones, no persigue reducir la pluralidad a la unidad esencial, no busca llegar a una definición del poder mediante el logro de una identidad estática. Por el contrario, tiene que apostar por la riqueza inherente a la vida, por la movilidad, el cambio y la libertad. Recordando ahora a Kropotkin, el cual deseaba que no se mutilara a los hombres en nombre de ningún ideal, tal como habían hecho las religiones, que una sociedad libre fuera el garante incluso para que las pasiones humanas no fueran un peligro, ya que las violentas sería vencidas por la sociabilidad humana y por una capacidad moral superior. Puede decirse que el poder es simplemente una realidad social para el individuo, la cual hay que eliminar, concretada en determinadas instituciones de privilegio. A pesar de este negarse a definir el poder, ya que hacerlo implicaría a la fuerza establecer un límite o una identidad para el mismo, ello no excluye el analizar ciertas características. De este modo, la concepción más negativa estaría en el "poder sobre", ya que supondría algo que unos poseen y otros no, y se identificaría con coerción, autoridad, fuerza o manipulación; se trata así el poder como algo que produce sumisión, que crea sometimiento, existe alguien que ordena y dice lo que debe hacerse, y tiene también la capacidad de sancionar a quien no obedece. Desde sus orígenes, el anarquismo se preguntó sobre la subordinación del individuo hacia esta forma de poder, no solo producto de unas cadenas evidentes, también generada por la servidumbre voluntaria de índole espiritual. Si en épocas pasadas el poder tenía formas perfectamente visibles, concretado en un dueño y señor, la forma que caracteriza a la sociedad contemporánea es mucho más sutil y, por ello, más perfecta. No obstante, el análisis libertario advierte que el poder coerctivo existe, alguien continúa manejando los hilos. El poder político, el Estado, sigue siendo el que se arroga la toma de decisiones sacrificando una sociedad cohesionada por la libre cooperación y la solidaridad. Se sigue sacrificando la libertad en aras de cierta seguridad.
Bakunin, recordando algo que señaló ya Aristóteles, dijo que el hombre, para pensar y sentirse libremente, para hacerse hombre en definitiva, debe estar libre de las preocupaciones de la vida material. Al respecto, el anarquista ruso señalaba la hipocresía habitual de la clase acomodada sobre los conceptos de materialismo e idealismo. Para la consecución de las condiciones materiales, es necesaria una transformación radical de la organización de la sociedad, y ello será condición para la segunda cuestión, que es el tiempo libre después del trabajo, el tiempo necesario para todo tipo de desarrollo "ideal" o "espiritual". A Bakunin hay que agradecerle también su lucidez cuando constató que en todas las organizaciones, como reflejo a escala de la estructura social, se reproducían las relaciones de poder, problema central para el anarquismo. Porque si algo caracteriza a las ideas libertarias es su crítica permanente al concepto de poder. Aunque se puede ser anarquista de múltiples formas, al existir una tradición plural con posturas diferentes, esta cuestión sobre el poder coercitivo en todas sus formas debería ser primordial en todas ellas. La negación de la jerarquía y de toda forma de dominio es la propuesta de modelo organizativo del anarquismo, a diferencia de otras corrientes socialistas, que los ácratas denuncian precisamente porque favorecen la aparición del poder y lo fortalecen. El gran ejemplo de la flexibilidad del anarquismo está en la conocida frase de Guerin, "el anarquismo tiene una espalda ancha y soporta lo que sea", evidente exageración en la que hay que aclarar que lo primero que no tolera es el poder entendido como dominación.
El poder, por otra parte, es la cuestión central de la filosofía política desde sus comienzos. Requiere hacerse muchas preguntas sobre cómo diablos acabar con el poder, concretar el problema sin caer en disquisiciones filosóficas que nos conducen a su irresolución y a no indagar más en ello. Ya Bakunin identificó el poder con otros dos términos, "clase" y "Estado", que serían inseparables y uno de ellos presupondría a los otros dos resumidos en lo siguiente: "el sometimiento político y la explotación económica de las masas". Por lo tanto, la lucha con el poder que plantea el anarquismo hay que considerarla como una lucha contra toda forma de dominio o de relación coercitiva. No hay que acudir a textos clásicos para comprender esto, pero sí me parece importante mantener una discusión y unas críticas constantes a aquello que señaló el anarquista ruso, la reproducción del problema del poder en todo modelo organizativo. Me parece una obligación ética de los anarquistas la denuncia a toda forma de coerción, sea explícita o sutil, no simplemente llenarnos la boca de los conceptos de poder político y económico como si su eliminación fuera la única condición para algo mejor. Cambiar de raíz las condiciones económicas y la estructura social resulta primordial, pero igualmente importante es establecer nuevos paradigmas en las relaciones personales que garanticen el respeto por la soberanía de cada persona, que no reproduzcan antiguos modelos jerárquicos de la forma que fuere. Llegamos aquí a una cuestión ya antigua, las transformaciones necesarias no son solo económicas, ni el poder político es un mero resultante de ello, es necesario observar cuáles son los factores que acaban negando un mejor horizonte. La crítica ácrata a toda forma de autoridad coercitiva y la afirmación de los valores más nobles de la humanidad, y del contexto que lo garantice, hay que mantenerlas al día.
La gran matización es únicamente sobre el poder entendido como capacidad, que hay que considerar como algo natural, mientras se niega el poder entendido como mando, que el anarquismo identifica con la explotación y coacción. Frente a toda concepción del poder como poliédrico, tal como sostenía Foucault (un autor que, por esta concepción, hay quien sitúa al margen del anarquismo, aunque no sé si está tan claro), el anarquismo se centra en las consecuencias del poder y en la posibilidad de construir infinidad de superficies que carezcan de dominación. El anarquismo, en su afán por negar cualquier dogma, no puede caer en ningún fatalismo sobre el poder. En primer lugar, se niega muy posiblemente a definirlo estrictamente, como una categoría dentro de una clasificación y un orden en el mundo, ya que ello supondría vincularlo a una lógica abstracta de control y de dominio. Por lo tanto, el anarquismo huye de esa teorización dogmática y trata de establecer otra mirada, y de construir otros lugares en los que sean posibles la pluralidad y la autonomía. Ya Bakunin afirmó: "(…) porque aborrezco todo sistema impuesto, porque amo sincera y apasionadamente la libertad". La sociedad no se concibe como una realidad construida a partir de la vigilancia y de la sanción permanente, sino como la posibilidad de una vida en común cohesionada por la solidaridad, la cual está intimamente relacionada con la autonomía y la libertad. Es por eso que el anarquismo no se ha ocupado demasiado de la definición del poder, entendido como una entidad esencial o metafísica (lenguaje abominable que encorseta al ser humano y a la sociedad, establecido desde lo alto del pirámide, desde el poder mismo), sino que se ocupa principalmente de las prácticas del poder para poder establecer otros espacios horizontales y heterogéneos. Ha sido el propio hombre, debido a su facultad para la abstracción y para unificar, el que ha dado lugar a esas definiciones negando la diversidad del mundo exterior. Bakunin identificaba esa unidad creada por el hombre, que negaba la vida y su diversidad, que estaba desprovista de realidad, con el vacío y la nada absoluta, con lo que la tradición había llamado Dios.
Recapitulando, el anarquismo no establece categorías, clasificaciones ni jerarquizaciones, no persigue reducir la pluralidad a la unidad esencial, no busca llegar a una definición del poder mediante el logro de una identidad estática. Por el contrario, tiene que apostar por la riqueza inherente a la vida, por la movilidad, el cambio y la libertad. Recordando ahora a Kropotkin, el cual deseaba que no se mutilara a los hombres en nombre de ningún ideal, tal como habían hecho las religiones, que una sociedad libre fuera el garante incluso para que las pasiones humanas no fueran un peligro, ya que las violentas sería vencidas por la sociabilidad humana y por una capacidad moral superior. Puede decirse que el poder es simplemente una realidad social para el individuo, la cual hay que eliminar, concretada en determinadas instituciones de privilegio. A pesar de este negarse a definir el poder, ya que hacerlo implicaría a la fuerza establecer un límite o una identidad para el mismo, ello no excluye el analizar ciertas características. De este modo, la concepción más negativa estaría en el "poder sobre", ya que supondría algo que unos poseen y otros no, y se identificaría con coerción, autoridad, fuerza o manipulación; se trata así el poder como algo que produce sumisión, que crea sometimiento, existe alguien que ordena y dice lo que debe hacerse, y tiene también la capacidad de sancionar a quien no obedece. Desde sus orígenes, el anarquismo se preguntó sobre la subordinación del individuo hacia esta forma de poder, no solo producto de unas cadenas evidentes, también generada por la servidumbre voluntaria de índole espiritual. Si en épocas pasadas el poder tenía formas perfectamente visibles, concretado en un dueño y señor, la forma que caracteriza a la sociedad contemporánea es mucho más sutil y, por ello, más perfecta. No obstante, el análisis libertario advierte que el poder coerctivo existe, alguien continúa manejando los hilos. El poder político, el Estado, sigue siendo el que se arroga la toma de decisiones sacrificando una sociedad cohesionada por la libre cooperación y la solidaridad. Se sigue sacrificando la libertad en aras de cierta seguridad.
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