miércoles, 27 de abril de 2016

Contra el "poder sobre"

A diferencia de otras corrientes socialistas, el anarquismo niega la jerarquía y el poder, entendidos como forma de dominio; es una lucha, no solo contra la explotación económica, propia de la diferencia entre clases, también la dominación política concretada en el Estado moderno. Por extensión, y tan importante y más, es combatir  toda forma coercitiva en las relaciones humanas. Se niega el poder, entendido como mando, y se reivindica el poder en el sentido de capacidad.

Bakunin, recordando algo que señaló ya Aristóteles, dijo que el hombre, para pensar y sentirse libremente, para hacerse hombre en definitiva, debe estar libre de las preocupaciones de la vida material. Al respecto, el anarquista ruso señalaba la hipocresía habitual de la clase acomodada sobre los conceptos de materialismo e idealismo. Para la consecución de las condiciones materiales, es necesaria una transformación radical de la organización de la sociedad, y ello será condición para la segunda cuestión, que es el tiempo libre después del trabajo, el tiempo necesario para todo tipo de desarrollo "ideal" o "espiritual". A Bakunin hay que agradecerle también su lucidez cuando constató que en todas las organizaciones, como reflejo a escala de la estructura social, se reproducían las relaciones de poder, problema central para el anarquismo. Porque si algo caracteriza a las ideas libertarias es su crítica permanente al concepto de poder. Aunque se puede ser anarquista de múltiples formas, al existir una tradición plural con posturas diferentes, esta cuestión sobre el poder coercitivo en todas sus formas debería ser primordial en todas ellas. La negación de la jerarquía y de toda forma de dominio es la propuesta de modelo organizativo del anarquismo, a diferencia de otras corrientes socialistas, que los ácratas denuncian precisamente porque favorecen la aparición del poder y lo fortalecen. El gran ejemplo de la flexibilidad del anarquismo está en la conocida frase de Guerin, "el anarquismo tiene una espalda ancha y soporta lo que sea", evidente exageración en la que hay que aclarar que lo primero que no tolera es el poder entendido como dominación.

domingo, 24 de abril de 2016

Poder, autoridad y dominación

Amadeo Bertolo afirma ("Poder, autoridad, dominio: una propuesta de definición") que, considerando el anarquismo la crítica más radical de la dominación realizada hasta el momento, "no ha dado lugar a una teoría del poder más articulada y sutil que las apologías de la dominación".

Se reclama así una continuidad a las críticas del poder realizadas por los padres del anarquismo, por mucho que nuestra visión se articule en torno a ellas, una superación del estereotipo en aras de la transformación de la sociedad. Sin que sirva de consuelo, hay que decir que la propia ciencia establecida en nuestra época tampoco ha arrojado luz sobre el poder, la autoridad o el dominio sobre los que se estructuran las relaciones y los comportamientos sociales. El academicismo no parece haber superado las visiones de Hobbes o Locke a la hora de establecer el origen y las funciones del poder. Se presume también la imprecisión conceptual sobre los términos mencionados y menciona el caso de Weber, importante autor que pasa por ser uno de los padres de la sociología, cuya palabra Herrschaft ha sido traducida al italiano a veces como poder y otras como autoridad. Al mismo tiempo, y estoy plenamente de acuerdo con el autor, se reclama que el pensamiento anarquista sí tenga la lucidez suficiente para actuar como ciencia subversiva en la época en que nos encontramos. La controversia entre anarquistas y no anarquistas se produce a menudo por problemas de comunicación, de utilización de términos y de comprensión de conceptos, por lo que toda labor en esta campo es bienvenida.