Como fundamento ideológico del sistema económico actual, que no por casualidad se ha dado en llamar neoliberalismo, repasamos la tradición liberal y su, solo de forma aparente, relación con las ideas anarquistas.
Hay quien sitúa el primer jalón del liberalismo en Hobbes, en el siglo XVII. Sería en ese momento donde se encuentra la primera sistematización, o al menos el asomo, de una visión individualista; de ella surgirá la tradición liberal. Platón y Aristóteles legaron una filosofía social a la Edad Media, y será Hobbes quien rompa con esa tradición y para apostar por cierto individualismo intransigente. Es conocida su teoría de un estado de naturaleza en el que los hombres se encontrarían en guerra permanente, por lo que es necesario como condición de paz la autoridad ilimitada de un poder soberano coercitivo. Los acuerdos políticos serían, según esta concepción de la naturaleza humana tan pesimista y determinista, más bien artificios para remediar los males de la naturaleza, más que un intento de potenciar la justicia y la ética. Según Hobbes, la sociedad civil sería el espacio en el que cada hombre puede llevar a cabo su búsqueda de preeminencia, sin que existiera por ello una guerra de todos contra todos. John Gray afirmará que "la modernidad radical del individualismo de Hobbes" supone una negación de "las ideas clásicas acerca del fin natural o la causa final de la existencia humana". Si Aristóteles consideraba que el bienestar humano suponía un estado de autorrealización y de florecimiento, Hobbes considerará que la naturaleza y las circunstancias del hombre dan lugar a una búsqueda continua de la consecución de sus deseos, los cuales resultan mutables. Según Leo Strauss, Hobbes puede considerarse el fundador del liberalismo, si se considera su doctrina como preconizadora de un Estado que debe salvaguardar el derecho a la autopreservación del hombre. Es una visión bastante osada, ignorándose esa concepción tremendamente negativa de una supuesta naturaleza humana y su justificación, por ello, de una autoridad política ilimitada.
Otro autor que está en la línea de Hobbes, en cuanto a la inclinación hacia la autopreservación del ser humano, es Spinoza. No obstante, para Spinoza la paz es condición necesaria para cualquier objetivo del hombre y la principal función del gobierno es asegurarla. La sociedad política garantiza que el ser humano lleve a cabo sus deseos, siempre y cuando no se vea amenazada la paz. Paz y libertad se manifiestan entonces como condición una de otra, y el Estado deberá asegurar ambas. La de Spinoza es una concepción de la libertad ya claramente negativa, ausencia de obstáculos para que el ser humano pueda llevar a cabo sus deseos; y el mejor contexto según este autor es el de una democracia que garantice las libertades fundamentales (pensamiento, expresión y asociación). Puede decirse que esta concepción de la libertad es nítidamente liberal, pero estamos aún distantes de una crítica a la dominación política y de una idea de la libertad más insertada en lo social (y que salvaguardará, en equilibrio, la reafirmación individual, por lo que puede decirse que bebe de fuentes clásicas), que solo vendrá con el protoanarquismo (Proudhon y Bakunin, con todos los respetos a algunos ilustres precedentes). Hay que recordar que ni en el pensamiento de Hobbes ni en el de Spinoza existe la idea propia del liberalismo (en este caso, al menos, en origen y sobre el papel), que quedará también inserta en el anarquismo clásico: "la creencia de que el quehacer humano está sujeto a una superación indefinida en un futuro abierto". Obviamente, el liberalismo acabará sometido a un marco en el que la competencia y el afán individualista de lucro serán los reinantes, mientras que el anarquismo confiará de manera primordial en la cooperación y en la solidaridad.
En un contexto de fuerte afirmación del gobierno parlamentario, en oposición al absolutismo monárquico, con especial hincapié en la libertad de asociación y en la defensa de la propiedad privada, es en el que Locke teorizará lo que se conocerá ya como liberalismo clásico: una concepción de la asociación civil, con un respeto hacia los derechos de los demás y con un gobierno limitado. El pensamiento de Locke se inserta en una tradición cristiana, según la cual la ley natural es la expresión de la naturaleza divina. El derecho natural en Locke se origina por lo tanto en una ley divina (que no será, evidentemente, la única fundamentación que tendrá el iusnaturalismo) y supone proteger y preservar cada vida humana. Una originalidad en Locke, que llega prácticamente hasta nuestros días (al menos, en el liberalismo inglés) y que marcará desde entonces el ideario liberal, es el vínculo que establece entre la libertad individual y la propiedad personal, asegurando el gobierno y la ley esta última. La fundamentación de la autoridad política que realiza Locke es curiosa y ambigua: su concepción de la naturaleza humana y del estado primario a que da lugar es positiva, los hombres son pacíficos, de buena voluntad y reconocen la llamada ley natural, pero no es conveniente que hagan de jueces de sí mismos y acaban creando el gobierno civil. No es un pensador progresista, aunque no observa ningún impedimento al establecimiento permanente de una sociedad con ciertas libertades.
Hay quien ha sostenido que el anarquismo es hijo, tanto del socialismo, como del liberalismo. Otros, como Rudolf Rocker lo consideraban una síntesis entres esas dos grandes corrientes políticas de la Modernidad. Como es sabido, las ideas libertarias no son ninguna doctrina, ni aun una ideología, ya que no podemos considerarla bajo ningún concepto como un sistema cerrado. Del mismo modo, no existe mentes directoras a las que acudir para buscar respuestas, por muy lúcidas que resulten, ya que es la experiencia la que decide el camino a seguir. Dicho esto, podemos seguir estudiando y aprendiendo de la historia, ya que si bien el pensamiento libertario merece ser permanentemente renovado, exentos de dogmas podemos encontrar en la genealogía valioso material para hacerlo. Es precisamente en el padre del anarquismo, William Godwin, donde encontramos la primera controversia. No podemos considerarle técnicamente un anarquista, pero tampoco podemos encuadrarle sin más en la tradición liberal por su defensa de un individualismo radical. Su antiteísmo, su confianza en la racionalidad humana, junto a sus críticas a toda institución autoritaria, incluidas la propiedad y la familia, hace comprender que se le reivindique desde el anarquismo. Max Nettalu, importante autor e historiador del anarquismo, era otro férreo defensor del individualismo, que advertía que el genio de ciertas personas constituían un importante motor del cambio social. No hay contradicción alguna con una ideas, que apuestan por la cooperación y la solidaridad, pero que se fundamentan en la libertad y el desarrollo de cada individuo. Rocker, al que ya hemos mencionado por considerar el anarquismo una superación del liberalismo, y no ser solo una mera corriente socialista, criticó a otro de los padres del Estado democrático moderno: Rousseau. Si el filósofo francés tiene una idea colectiva de la sociedad, fundamentada en una supuesta voluntad general, Rocker la observa como un proceso orgánico que resulta de las necesidades naturales de los hombres y conduce a asociaciones voluntarias que existen mientras cumplen su cometido y se disuelven cuando ese cometido se ha vuelto ineficaz. Tal vez, algún liberal suscribiría lo mismo, pero Rocker siempre denunció la perversión del liberalismo, que desembocó en un sistema económico basado en el monopolio y en la división de clases.
Como curiosidad histórica podemos mencionar a Benjamin Tucker, que se consideraba anarquista, y que ensalzaba desmedidamente la llamada "libre competencia", hasta el punto de considerarla la alternativa a cualquier monopolio de clase. El punto de partida organizativo de una sociedad anarquista debería ser ser la libre asociación de los productores y Tucker parece colocar por encima de ello su concepción librecambista (yendo más lejos incluso que Adam Smith), con la imposibilidad de fijar y distribuir el producto íntegro del trabajo de cada uno ni de concretar como se forma el capital (cuyo libre acceso reclama). Incluso, siendo testigo de una época en la que el sistema monopolista se consolidó interrelacionado con el Estado, siguió alabando la llamada "competencia", la cual sería la solución a todos los males estatalistas, y sería descubierta gradualmente por las nuevas generaciones. Josiah Warren, otro autor considerado anarquista, pero difícilemente defensor del socialismo, invita igualmente a la confusión si recordamos que fue cofundador, junto al socialista utópico Robert Owen, de New Harmony. Warren intentó aplicar en dicho experimento social las teorías de Adam Smith junto a las de Owen, fundando un "almacén de tiempo" en el que el valor de cambio de las mercancías venía determinado por el tiempo empleado en su producción y eran intercambiados en función de esa medida del valor. No sé si se puede incluir a Warren dentro de una tradición socialista, hay quien le califica simplemente de reformador del sistema monetario. En cualquier caso, la teoría social de Warren bebe de Godwin y Owen, según la cual la diversidad presente en la naturaleza debía significar que la vida social se basase en la soberanía individual (y no en la soberanía del pueblo, de tendencia uniformadora). La libertad individual es la condición necesaria para la armonía y el progreso, y la sociedad debe garantizar la individuación de los intereses y las necesidades. Para ello, los individuos deben acceder libremente a los recursos naturales y disponer cada uno de ellos de los productos de su trabajo, los cuales se intercambiarán equitativamente (el valor del producto lo determina, como he mencionado anteriormente, el tiempo empleado en su elaboración).
Hay que recordar, no obstante, la ausencia en la historia del mundo anglosajón de un movimiento obrero de tendencia revolucionaria, ni siquiera de un partido socialista de estilo europeo. Los políticos más progresistas en Estados Unidos jamás han puesto en duda su confianza en la competencia, la empresa privada y el librecambio, rechazando tantas veces la intervención del Estado en la economía. Es necesario conocer este contexto para comprender la influencia que autores como Tucker ejercieron en los circulos radicales norteamericanos. La gran crítica a una posición liberal, que podemos denominar "radical", que identifica el poder exclusivamente con el Estado, parece estar en su incapacidad para no considerar al estatal como un sistema de dominación más ni tener en cuenta las fuerzas reales existentes para valorar donde radica la posesión efectiva de la suma del poder social (que no se encuentra íntegramente en el Estado). Para concretar ciertos límites en el conjunto de ideas que se conocen como anarquismo, es necesario recordar que desde sus inicios como tendencia política definida sus principales expositores definieron el Estado sobre bases netamente sociológicas.
Hay quien sitúa el primer jalón del liberalismo en Hobbes, en el siglo XVII. Sería en ese momento donde se encuentra la primera sistematización, o al menos el asomo, de una visión individualista; de ella surgirá la tradición liberal. Platón y Aristóteles legaron una filosofía social a la Edad Media, y será Hobbes quien rompa con esa tradición y para apostar por cierto individualismo intransigente. Es conocida su teoría de un estado de naturaleza en el que los hombres se encontrarían en guerra permanente, por lo que es necesario como condición de paz la autoridad ilimitada de un poder soberano coercitivo. Los acuerdos políticos serían, según esta concepción de la naturaleza humana tan pesimista y determinista, más bien artificios para remediar los males de la naturaleza, más que un intento de potenciar la justicia y la ética. Según Hobbes, la sociedad civil sería el espacio en el que cada hombre puede llevar a cabo su búsqueda de preeminencia, sin que existiera por ello una guerra de todos contra todos. John Gray afirmará que "la modernidad radical del individualismo de Hobbes" supone una negación de "las ideas clásicas acerca del fin natural o la causa final de la existencia humana". Si Aristóteles consideraba que el bienestar humano suponía un estado de autorrealización y de florecimiento, Hobbes considerará que la naturaleza y las circunstancias del hombre dan lugar a una búsqueda continua de la consecución de sus deseos, los cuales resultan mutables. Según Leo Strauss, Hobbes puede considerarse el fundador del liberalismo, si se considera su doctrina como preconizadora de un Estado que debe salvaguardar el derecho a la autopreservación del hombre. Es una visión bastante osada, ignorándose esa concepción tremendamente negativa de una supuesta naturaleza humana y su justificación, por ello, de una autoridad política ilimitada.
Otro autor que está en la línea de Hobbes, en cuanto a la inclinación hacia la autopreservación del ser humano, es Spinoza. No obstante, para Spinoza la paz es condición necesaria para cualquier objetivo del hombre y la principal función del gobierno es asegurarla. La sociedad política garantiza que el ser humano lleve a cabo sus deseos, siempre y cuando no se vea amenazada la paz. Paz y libertad se manifiestan entonces como condición una de otra, y el Estado deberá asegurar ambas. La de Spinoza es una concepción de la libertad ya claramente negativa, ausencia de obstáculos para que el ser humano pueda llevar a cabo sus deseos; y el mejor contexto según este autor es el de una democracia que garantice las libertades fundamentales (pensamiento, expresión y asociación). Puede decirse que esta concepción de la libertad es nítidamente liberal, pero estamos aún distantes de una crítica a la dominación política y de una idea de la libertad más insertada en lo social (y que salvaguardará, en equilibrio, la reafirmación individual, por lo que puede decirse que bebe de fuentes clásicas), que solo vendrá con el protoanarquismo (Proudhon y Bakunin, con todos los respetos a algunos ilustres precedentes). Hay que recordar que ni en el pensamiento de Hobbes ni en el de Spinoza existe la idea propia del liberalismo (en este caso, al menos, en origen y sobre el papel), que quedará también inserta en el anarquismo clásico: "la creencia de que el quehacer humano está sujeto a una superación indefinida en un futuro abierto". Obviamente, el liberalismo acabará sometido a un marco en el que la competencia y el afán individualista de lucro serán los reinantes, mientras que el anarquismo confiará de manera primordial en la cooperación y en la solidaridad.
En un contexto de fuerte afirmación del gobierno parlamentario, en oposición al absolutismo monárquico, con especial hincapié en la libertad de asociación y en la defensa de la propiedad privada, es en el que Locke teorizará lo que se conocerá ya como liberalismo clásico: una concepción de la asociación civil, con un respeto hacia los derechos de los demás y con un gobierno limitado. El pensamiento de Locke se inserta en una tradición cristiana, según la cual la ley natural es la expresión de la naturaleza divina. El derecho natural en Locke se origina por lo tanto en una ley divina (que no será, evidentemente, la única fundamentación que tendrá el iusnaturalismo) y supone proteger y preservar cada vida humana. Una originalidad en Locke, que llega prácticamente hasta nuestros días (al menos, en el liberalismo inglés) y que marcará desde entonces el ideario liberal, es el vínculo que establece entre la libertad individual y la propiedad personal, asegurando el gobierno y la ley esta última. La fundamentación de la autoridad política que realiza Locke es curiosa y ambigua: su concepción de la naturaleza humana y del estado primario a que da lugar es positiva, los hombres son pacíficos, de buena voluntad y reconocen la llamada ley natural, pero no es conveniente que hagan de jueces de sí mismos y acaban creando el gobierno civil. No es un pensador progresista, aunque no observa ningún impedimento al establecimiento permanente de una sociedad con ciertas libertades.
Hay quien ha sostenido que el anarquismo es hijo, tanto del socialismo, como del liberalismo. Otros, como Rudolf Rocker lo consideraban una síntesis entres esas dos grandes corrientes políticas de la Modernidad. Como es sabido, las ideas libertarias no son ninguna doctrina, ni aun una ideología, ya que no podemos considerarla bajo ningún concepto como un sistema cerrado. Del mismo modo, no existe mentes directoras a las que acudir para buscar respuestas, por muy lúcidas que resulten, ya que es la experiencia la que decide el camino a seguir. Dicho esto, podemos seguir estudiando y aprendiendo de la historia, ya que si bien el pensamiento libertario merece ser permanentemente renovado, exentos de dogmas podemos encontrar en la genealogía valioso material para hacerlo. Es precisamente en el padre del anarquismo, William Godwin, donde encontramos la primera controversia. No podemos considerarle técnicamente un anarquista, pero tampoco podemos encuadrarle sin más en la tradición liberal por su defensa de un individualismo radical. Su antiteísmo, su confianza en la racionalidad humana, junto a sus críticas a toda institución autoritaria, incluidas la propiedad y la familia, hace comprender que se le reivindique desde el anarquismo. Max Nettalu, importante autor e historiador del anarquismo, era otro férreo defensor del individualismo, que advertía que el genio de ciertas personas constituían un importante motor del cambio social. No hay contradicción alguna con una ideas, que apuestan por la cooperación y la solidaridad, pero que se fundamentan en la libertad y el desarrollo de cada individuo. Rocker, al que ya hemos mencionado por considerar el anarquismo una superación del liberalismo, y no ser solo una mera corriente socialista, criticó a otro de los padres del Estado democrático moderno: Rousseau. Si el filósofo francés tiene una idea colectiva de la sociedad, fundamentada en una supuesta voluntad general, Rocker la observa como un proceso orgánico que resulta de las necesidades naturales de los hombres y conduce a asociaciones voluntarias que existen mientras cumplen su cometido y se disuelven cuando ese cometido se ha vuelto ineficaz. Tal vez, algún liberal suscribiría lo mismo, pero Rocker siempre denunció la perversión del liberalismo, que desembocó en un sistema económico basado en el monopolio y en la división de clases.
Como curiosidad histórica podemos mencionar a Benjamin Tucker, que se consideraba anarquista, y que ensalzaba desmedidamente la llamada "libre competencia", hasta el punto de considerarla la alternativa a cualquier monopolio de clase. El punto de partida organizativo de una sociedad anarquista debería ser ser la libre asociación de los productores y Tucker parece colocar por encima de ello su concepción librecambista (yendo más lejos incluso que Adam Smith), con la imposibilidad de fijar y distribuir el producto íntegro del trabajo de cada uno ni de concretar como se forma el capital (cuyo libre acceso reclama). Incluso, siendo testigo de una época en la que el sistema monopolista se consolidó interrelacionado con el Estado, siguió alabando la llamada "competencia", la cual sería la solución a todos los males estatalistas, y sería descubierta gradualmente por las nuevas generaciones. Josiah Warren, otro autor considerado anarquista, pero difícilemente defensor del socialismo, invita igualmente a la confusión si recordamos que fue cofundador, junto al socialista utópico Robert Owen, de New Harmony. Warren intentó aplicar en dicho experimento social las teorías de Adam Smith junto a las de Owen, fundando un "almacén de tiempo" en el que el valor de cambio de las mercancías venía determinado por el tiempo empleado en su producción y eran intercambiados en función de esa medida del valor. No sé si se puede incluir a Warren dentro de una tradición socialista, hay quien le califica simplemente de reformador del sistema monetario. En cualquier caso, la teoría social de Warren bebe de Godwin y Owen, según la cual la diversidad presente en la naturaleza debía significar que la vida social se basase en la soberanía individual (y no en la soberanía del pueblo, de tendencia uniformadora). La libertad individual es la condición necesaria para la armonía y el progreso, y la sociedad debe garantizar la individuación de los intereses y las necesidades. Para ello, los individuos deben acceder libremente a los recursos naturales y disponer cada uno de ellos de los productos de su trabajo, los cuales se intercambiarán equitativamente (el valor del producto lo determina, como he mencionado anteriormente, el tiempo empleado en su elaboración).
Hay que recordar, no obstante, la ausencia en la historia del mundo anglosajón de un movimiento obrero de tendencia revolucionaria, ni siquiera de un partido socialista de estilo europeo. Los políticos más progresistas en Estados Unidos jamás han puesto en duda su confianza en la competencia, la empresa privada y el librecambio, rechazando tantas veces la intervención del Estado en la economía. Es necesario conocer este contexto para comprender la influencia que autores como Tucker ejercieron en los circulos radicales norteamericanos. La gran crítica a una posición liberal, que podemos denominar "radical", que identifica el poder exclusivamente con el Estado, parece estar en su incapacidad para no considerar al estatal como un sistema de dominación más ni tener en cuenta las fuerzas reales existentes para valorar donde radica la posesión efectiva de la suma del poder social (que no se encuentra íntegramente en el Estado). Para concretar ciertos límites en el conjunto de ideas que se conocen como anarquismo, es necesario recordar que desde sus inicios como tendencia política definida sus principales expositores definieron el Estado sobre bases netamente sociológicas.
Por esencia el poder se halla en relación ambigua con la sociedad que le da vida real: no es más que el organismo de la fuerza colectiva, pero se mantiene desde fuera. Esta relación de exterioridad se acentúa como consecuencia de la tendencia del hombre a dar carácter mítico al Estado. Siendo éste de por sí un mito, por no tener más realidad que la que le otorga la sociedad, es únicamente un símbolo de lo social sin embargo los pueblos lo rodean de atributos sagrados, cayendo en un autoengaño que parece ser condición de la existencia del Estado.
Proudhon
En razón de que toda abstracción sólo puede existir mientras esté respaldada por los intereses concretos de un ser real, la abstracción Estado representa en realidad los intereses concretos de las clases gobernantes y poseedoras de la propiedad, a las clases explotadoras y pretendidamente esclarecidas, y asimismo representa la inmolación sistemática, en beneficio de esas clases, de los intereses y de la libertad de las masas esclavizadas.
Bakunin
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