viernes, 16 de febrero de 2018

La historia crítica del pensamiento, la genealogía de “lo que somos”

Un filósofo como Foucault, durante el periodo en que se está formando intelectualmente, se rebela contra las posiciones filosóficas que dominaban en aquel tiempo; unas posiciones de las que también se alimentará su propio pensamiento y que tienen el postulado esencialista como base, según el cual existiría una determinada forma del ser, fija e inmutable, por debajo de las diversas y circunstanciales formas que puede adoptar el ser en un tiempo o a lo largo de la historia.

Según esta visión, existiría un sujeto esencial tras las diversas modalidades históricas que adopta el sujeto. De la misma manera, existiría a su vez un deseo constitutivo por debajo de lo que le reprime, una verdad y una razón inalterables debajo de los diversos regímenes que ha habido en la historia, una naturaleza humana tras la diversidad cultural, social e histórica, y así sucesivamente.
Adoptar el postulado esencialista supone entrar en el "juego de Platón", desvelar lo que se encuentra detrás de las meras apariencias y acceder a ello para rescatar su pureza constitutiva. La apariencia no sería más que una expresión deformada por las circunstancias, es necesario acudir a la "esencia" para entender la existencia. Rebelarse contra Platón, declararse contrario al esencialismo o al idealismo, supone hacerlo contra gran parte de la tradición filosófica de Occidente. Por otra parte, el esencialismo obliga a una especie de quehacer en la vida, acercar todo lo que sea posible la existencia a la esencia que la funda ("lo que somos" ya está inscrito en "nuestra esencia") para acercarnos a ella y realizarnos plenamente. En esa distancia entre nuestra existencia alterada y nuestro verdadero "yo" (razón auténtica, naturaleza constitutiva del hombre) se encuentran nuestra infelicidad y nuestra alienación. El resumen del esencialismo puede expresarse en "ser fieles a nuestra propia esencia". Es primordial aclarar que este postulado niega la posibilidad misma de la libertad y de crear algo sin existencia previa, ya que nuestra existencia no es sino una manifestación coyuntural de la esencia que la sustenta (una esencia que es previa a cualquier existencia y que trasciende cualquier práctica que pretendamos hacer). Según el esencialismo, nuestra libertad se limita a transformar algo ya precontenido, pero nunca innovar radicalmente.

Foucault negará el postulado esencialista, neutralizará sus propuestas y demostrará la falacia intelectual que constituye. En todo su obra se esforzará por mostrar que la existencia (del sujeto, de la locura, de la sexualidad, de la razón, de la verdad...), lejos de ser una mera manifestación particular de una supuesta esencia, es en realidad producción, es creación a partir del mundo y de la experiencia. Para ello, para demostrar que lo que hoy entendemos como "natural" no obedece a ninguna esencia, Foucault indagará en la historia, rompiendo radicalmente con la tradición de Hegel y con la influencia marxista: la historia no está dirigida hacia ningún fin ni tiene una continuidad en su desarrollo, nada de lo existente en la actualidad se encuentra precontenido en un origen que lleva de forma necesaria hacia su naturaleza constitutiva. Puede decirse, que el afán de Foucault por contradecir el postulado esencialista le lleva a recalcar la importancia de la historia y a privilegiar la historicidad.
Foucault dijo de sí mismo que era un pensador que se sitúa en la "tradición crítica de Kant" y que llevaría a cabo en su obra "una historia crítica del pensamiento". Esta historia crítica del pensamiento no se limita a estudiar la evolución de las ideas, indaga en lo que hace posible la construcción de las propias ideas. Hay dos puntos que aparecen cuando se emprende esta labor: el hecho de que la historia del pensamiento no puede entenderse sin una referencia directa a la sociedad, a la política, a la economía, a las practicas, a las relaciones de poder o a las instituciones (por lo que es necesario estudiar todo esto para poder dar cuenta del tipo de pensamiento que da lugar un concreto campo de saber); en segundo lugar, hay que entender que el pensamiento está marcado por la historicidad y por la contingencia (el pensamiento nace en una determinada historia social, por lo que al estudiarlo acabaremos reencontrando la propia contingencia de dicha historia y la propia historicidad de lo social).

Para comprender el pensamiento que produce un ámbito de conocimiento determinado en una época concreta, es preciso establecer con precisión el "modo de subjetivación" (a qué condiciones se somete el sujeto para dar lugar a un tipo de conocimiento), el "modo de objetivación" (cómo se ha constituido algo como objeto de pensamiento y cómo ha entrado finalmente en el campo del pensamiento) y el tipo de relación que se establece entre esos dos elementos. "Subjetivación" y "objetivación" no son independientes, se constituyen mutuamente y lo hacen tanto en un marco de ciertas prácticas y relaciones de poder, como en el marco de determinados "juegos de verdad" (las reglas que determinan si lo que dice un sujeto acerca de un objeto puede ser enjuiciado como verdadero o falso). Foucault afirma: "La historia crítica del pensamiento es la historia de la emergencia de los 'juegos de la verdad'", la historia de las formas según las cuales "ciertos discursos susceptibles de ser considerados como verdaderos o falsos se articulan sobre un campo de objetos. Los "juegos de la verdad" vinculan entre sí ciertas modalidades del sujeto a ciertos tipos de objetos, lo que constituye en gran medida, durante un tiempo y en ciertos ámbito para determinados sujetos, el "a priori histórico" de su experiencia posible.

A Foucault no le motiva simplemente la voluntad de saber, ni saber un poco más sobre la historia del pensamiento, lo que desea es acudir a la genealogía de los sistemas de pensamiento para ponerlos de manifiesto en su poder constrictivo y en la contigencia de su formación histórica. En otras palabras, se esfuerza Foucault en el presente, en el hoy, y para ello emprende una labor de deconstrucción de nuestra propia experiencia para poner de manifiesto tanto su radical contingencia como el modo de construcción del "a priori" que la hace posible. Foucault se inscribe en la línea de pensamiento crítico iniciada por Kant, el cual se preguntó acerca de su propia época: ¿cuál es nuestra actualidad?, ¿cuál es el campo actual de las experiencias posibles y por qué?, ¿quiénes somos nosotros hoy, y por qué somos hoy como somos? Se abrió así una línea de reflexión orientada sobre la ontología del presente y de nosotros mismos.
Por lo tanto, los dos puntos sobre los que se centra la obra de Foucault son la voluntad de contradecir el esencialismo y la voluntad de contribuir a una historia crítica del pensamiento (con la labor de deconstruir el campo actual de la experiencia posible). El francés abordará diversas problemáticas, como las relaciones de poder, la sexualidad o la ética, y aportará innovaciones sobre todas ellas de gran valor.

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