No era mi deseo, ni mucho menos, como traté de dejar claro al final del texto, justificar invasiones ni imperialismos ni reivindicaciones territoriales por parte de un Estado (que tanto parece apoyar cierta izquierda cuando justifica su "poder"), en la entrada "¿Qué esta pasando en el Tibet?". Quería reflejar otro punto de vista sobre una situación que nos llega sesgada en nuestra supuesta prensa libre occidental y que tiende a idealizar la figura del Dalai Lama y de cierta doctrina religiosa.
Me llega ahora, por parte de un amigo historiador que no está de acuerdo con el planteamiento de Higinio Polo, un texto de un anarquista chino, con el que comparto todo y que no pretende adoctrinar ni dar lecciones de historia, sino aportar una visión libertaria.
Lamento no haber encontrado la firma de la persona que lo ha escrito.
"He hablado brevemente con algunas personas acerca del Tibet, pero sería interesante poder tener discusiones más profundas.
Creo que la situación en el Tibet ha sido vista de manera demasiado simplista tanto por la prensa capitalista burguesa como por ciertos camaradas de la izquierda.
Pese a ser chino, y al hecho de haber vivido casi toda mi vida en ese país, no puedo decir que mi analisis sea el más acertado, ya que no he estudiado en detalle la situación. Por tanto, mi opinión que entrego se deriva simplemente del seguimiento de las noticias, así como de mis propias experiencias en China.
Antes que nada, soy crítico de todo el Movimiento occidental por la Libertad del Tibet que se basa en la figura del Dalai Lama. Pareciera tener un fetichismo romántico por la organización social del Tibet antes de la invasión china en la década de 1930. Por lo que sé, el Tibet, lejos del idealismo, era una especie de feudalismo teocrático y tan represivo como el sistema que existe hoy en día. Por esto, no cabe duda que el ejército invasor chino tenía algo de apoyo en los trabajadores y campesinos tibetanos que se oponían a este orden.
Dicho esto, la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que el Estado chino tiene poco o nada de comunista, en el sentido auténtico del término, y se ha vuelto, en cualquier caso, tan capitalista como occidente. La actual situación en el Tibet, así como en el interior de Mongolia-Uighurstán (Turkestán oriental, en la provincia de XinJiang, nota del traductor)-Manchuria (posiblemente en Manchuria, ya que no he oído de algún movimiento de independencia y desconozco la actual situación ahí), en mi opinión, puede entenderse desde la revolución china, cuando republicanos, comunistas y anarquistas derrocaron a la feudalista dinastía Qing. Pese a los esfuerzos anarquistas por encausar la lucha de los obreros de todas etnias en contra de sus opresores feudales y burgueses, los republicanos y los comunistas fueron capaces de presentar el conflicto como entre la minoría manchú, origen étnico de la dinastía Qing, y la mayoría Han. Este hecho, conjuntamente al conflicto constante ente japoneses y chinos, así como la recurrente descripción del pueblo Han como los “enfermos del sudeste asiático” –Dong Ah Bang Fu-, deben haber llevado al desarrollo de una ideología reaccionaria de supremacía Han, según mi opinión, una opinión que, dado lo preliminar de mis estudios sobre la historia china, me impide llegar a conclusiones definitivas. La historia de mi pueblo me ha sido negada por las escuelas eurocéntricas de Hong Kong. El sentimiento de que el pueblo Han necesitaba justificarse en contra de su subordinación, debe haber conllevado el deseo de dominar a los otros grupos étnicos de la región.
Esto se expresa en el etnocidio cultural ocurrido en partes de China. Recuerdo un viaje al interior de Mongolia, por tren, y haber visto que los mongoles habían perdido su lengua. No encontré a nadie que pudiera leer la antigua caligrafía mongola, ni los escritos en los muros de los templos, etc. Las historias de esta etnia y sus libros han sido quemados, en un retorno a la quemazón de historia y filosofía que no fuera Qin, por el emperador Qin Shi Huang. Más aún, un gran número de Han han sido llevados como colonos a estas regiones, al igual que en Papua occidental –Indonesia- o en Palestina, donde reciben un trato favorable y privilegiado en cuanto a beneficios económicos. Esta es una realidad que enfrentan estos pueblos, y es una de las razones por las que creo que se oponen al dominio chino.
No olvidemos, tampoco, que occidente también ha cooptado las protestas de la plaza de Tiananmen, presentándolas como un movimiento liberal que lucha por una “democracia” al estilo occidental. En vez de esto, fue un esfuerzo de estudiantes y obreros en contra del giro hacia las reformas capitalistas y por la democratización tanto de la economía como del sistema político. De igual manera, los medios han intentado presentar la actual lucha en el Tibet como un impulso hacia una “democracia” occidental con el Dalai Lama como la figura que lo encabeza.
Yo apoyo al movimiento actual por la independencia del Tibet, porque:
1. No creo que, en realidad, pueda revertirse hacia el Estado feudal. Debiéramos tener una perspectiva histórica sobre este asunto. Mucho ha cambiado desde la década de 1930 y no creo que la clase trabajadora permita semejante escenario;
2. El imperialismo cultural y político ha sido una realidad en el Tibet y los tibetanos tienen derecho a la auto-determinación;
3. Creo que es más factible una revolución en un Tibet independiente.
Sería interesante conocer otras opiniones sobre este asunto".
Blog integrado por reflexiones sobre el anarquismo, o mejor dicho, los anarquismos y sobre toda forma de emancipación individual y colectiva
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martes, 8 de abril de 2008
sábado, 5 de abril de 2008
¿Qué está pasando en el Tibet?
El escritor e historiador Higinio Polo, especializado en política asiática, afirma que ha sido una campaña propagandística la que ha idealizado al Dalai Lama, dando una visión benévola de alguien que no es sino el jefe espiritual de una secta lamaísta en decadencia desde que la revolución comunista acabó con sus privilegios. Polo dice que el Tibet anterior a 1949 era una teocracia feudal y esclavista, con la propiedad y la riqueza concentradas en manos de la nobleza y de los monjes. La soberanía de China sobre el Tibet se remonta a 1907, con un tratado entre Gran Bretaña, Rusia y la propia China, pero la guerra civil que estallaría cuatro años después hizo que el ejército chino abandonara el Tibet y el Dalai Lama volviera a ejercer el poder, sin que China renunciara nunca a la hegemonia sobre el altiplano tibetano. Polo dice, sin embargo, que nunca hubo una invasión china del Tibet, ya que era territorio chino desde siglos antes de que existieran los actuales países europeos y que el Dalai Lama gobernó un régimen ferozmente represivo sostenido por el aislamiento de la región, por la decadencia de la China imperial y por la intervención de potencias como Gran Bretaña. La milagrosa "conversión" del Dalai Lama a la democracia fue consecuencia de su exilio, a partir de 1959, en el norte de la India, convirtiéndose en un peón de los EE.UU. Esta potencia entrenó en técnicas de guerrilla y sabotaje y abasteció de armas a grupos de tibetanos llamados khampas, los cuales dirigieron ataques continuos a China desde sus bases del Nepal. La última revuelta en el Tibet, en este mes de marzo de 2008, no ha sido pacífica como afirma gran parte de la prensa internacional, y Polo se atreve a afirmar que las persecuciones contra chinos han y comerciantes musulmanes, causantes de víctimas mortales y de numerosos saqueos, las efectuaron los responsables de la revuelta tibetana y no el gobierno chino. El momento estaba calculado, debido a la proximidad de las Olimpiadas en Pekin, para aumentar la tensión y el acoso al régimen chino. No existió, según Higinio Polo, una revuelta de un pueblo oprimido -niega la participación de la mayor parte de la población tibetana en los hechos violentos y atribuye la culpa a los seguidores del Dalai Lama-, sino una campaña perfectamente orquestada por Washington. El historiador no critica ni un ápice, en este artículo publicado en el periódico Diagonal, al feroz régimen totalitario, comunista o capitalista de Estado, que existe en el país asiático. Probablemente, muchas de sus afirmaciones son ciertas, empezando por la desconocida teocracia -o, peor, aceptada por los simpatizantes occidentales, lo que dice mucho de los efectos de las religiones, incluso de aquellas de apariencia "amable"- existente en el Tibet antes de la Revolución china y, sin ánimo de ser objetivo, siempre resultan mosqueantes las revueltas dirigidas por el clero. Sin embargo, me resulta también muy sospechosa la reiterada actitud de ciertos comunistas de achacar a la prensa capitalista todas las mentiras posibles sobre ciertos regímenes, negando una y otra vez el desastre que ha sido la aplicación de la teorías de Marx, Lenin o Mao.
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