¿Son plenamente identificables el anarquismo y el racionalismo? Este pregunta resulta bastante jugosa en la llamada posmodernidad, en la que los valores de la Ilustración se dan por periclitados. El anarquismo histórico, aquel que podemos considerar "institucionalizado" -a pesar de ser una palabra sobre la que el propio anarquismo advierte continuamente-, puede considerarse un referente importante, un hilo conductor que no puede obviarse, incluso es y debe ser una base sólida sobre la que construir el futuro. Sin embargo, el peligro de la imposición, el peligro del dogma, planea sobre cualquier "ismo". Las ideas libertarias niegan tal posibilidad y poseen una historia rica y fecunda en aras de una sociedad plural e igualitaria donde no tenga cabida la autoridad coercitiva, tienen unas señas de identidad poderosas que nunca deben negar la posibilidad de la especulación filosófica y las múltiples vías de acceso a la verdad y al conocimiento. Me explico. El anarquismo "histórico" es materialista y racionalista, por supuesto, y posee una gran confianza en la ciencia -en la Razón, en definitiva- para organizar el mundo según un sistema ético y sociopolítico. Pero esos "ismos" -materialismo, racionalismo, cientificismo...-, que pueden actúar como constantes medidores en la realidad -palabra a la que podemos dar un sentido objetivo, sin obviar lo importante de la subjetividad en su elaboración-, jamás deberían actúar como cortapisas y sí admitir sus posibilidades de expansión y las diversas lecturas.
El materialismo, mi manera de entenderlo al menos, parte de la materia en el análisis de la realidad con el fin de proporcionar el adecuado bienestar "material" para todos los seres humanos. Nada de identificarlo, como se hace usualmente, con la acumulación de bienes materiales, es decir con el capitalismo y el ánimo de lucro. Se trata de combatir de raíz un sistema económico pobre, embrutecedor y desigualitario, aparentemente triunfador -"solo" aparentemente-, no de buscar fáciles evasiones -muchas veces, consideradas "espirituales" en oposición- con el subterfugio de identificarlo con una manera reduccionista de entender el materialismo. Precisamente, una sociedad más libre, equitativa e inteligente debe dejar mucho más tiempo al ser humano para el disfrute y para potenciar sus posibilidades -tal y como las entienda cada uno, claro está-. Progreso es otro concepto cuestionado y, si no podemos reducir la historia a una linealidad simplista en ese sentido, sí debemos seguir indagando para expandir la razón y la libertad; ello supondría un continuo enfrentamiento con la ignorancia -con cautela al utiizar ese apelativo, sin superioridades culturales de unos pueblos sobre otros-, con los prejuicios, con un mal concepto del egoísmo -que conduce a la desigualdad y a la atomización- y con la tiranía.
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