jueves, 5 de febrero de 2009

Rebeldías posibles, realidades probables

¿Hay suficientes motivos para rebelarse contra el orden social y político? ¿Por qué seguimos "actuando" a diario como si viviéramos en el mejor de los mundos posibles? Miento. Creo que la mayor parte de la gente tiene cierta consciencia de que vive en el sistema menos malo, un sistema plagado de injusticias, pero sin alternativas posibles. La praxis de otros regímenes, que han tratado de implantar una estructura racional desde la planificación y desde la voluntad de dominación de una élite, ha desembocado en una realidad totalitaria, gris y tristemente represiva. El estancamiento y fracaso de dichos regímenes se ha debido a que la libertad, o cierta apariencia de libertad, demuestra ser esencial para la dinamización de la estructura social. La gestión sociopolítica no es cosa del hombre de la calle y, de ese modo, tal vez piense y actúe como si las atrocidades que se asoman a nuestro mundo le fueran ajenas. La política es un ámbito de la realidad que le trasciende (de ahí, tal vez, que gran parte del vulgo abomine de la política). Al contrario, el sistema económico se llama liberal, pero ejerce un poder también totalitario, otorga la ilusión de cierta gestión privada del pastel a cambio de que aceptes sus presupuestos autoritarios y socialmente desigualitarios; asimismo, fagocita cualquier propuesta que sobre el papel se presente como alternativa (la rebeldía, si negocia, ya no merece ese nombre; la posibilidad de revolución solo admite la fuerza como motor y, al menos en nuestra era, ello desemboca en un orden igualmente violento y autoritario). No obstante, esa posibilidad de gestión "privada", al contrario que en el ámbito sociopolítico, unido a cierto determinismo científico y técnico que marca también el ocio del ciudadano, hace que tampoco el capitalismo tenga un rival de altura. Existen motivos para rebelarse contra un orden injusto (y, tal vez, con mayor motivo que en el pasado), pero se nos quiere negar el campo donde abonar esa rebelión. Nuestras capacidades son, casi con total seguridad, las mismas que hace siglos, por lo que la posibilidad en potencia existe; desgraciadamente, nuestras debilidades también son las mismas, por lo que pensamos y actuamos determinados por una sociedad de la información (que no del conocimiento) y del espectáculo, así como por un poder político de apariencia liberal que nos trasciende, No resulta fácil establecer el grado de lucidez y de sacrificio que requiere elaborar un discurso moral y político y, consecuentemente, llevar a cabo una acción. Yo, a pesar del enorme monstruo que nos rodea y nos permite sobrevivir, soy optimista. Pienso que cualquier pensamiento, cualquier acto, puede impregnar el espíritu de cualquier persona, rebelde en potencia. Combatir la banalidad, el placer inmediato y la evasión fácil que se asoman constantemente a nuestros momentos vitales no es sencillo. Indagar en el pensamiento lúcido, perseguir la medida de lo razonable o ir abriendo camino para el acto moral es una tarea de proporciones solo comparables a la satisfacción que puede proporcionar.

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