sábado, 6 de junio de 2009

La necesidad de la economía participativa

En el terreno de lo económico, una de las teorías modernas consideradas cercanas al anarquismo es la llamada "economía participativa". Sus propuestas no son tal vez tremendamente originales, y beben con seguridad de los valores del anarquismo histórico (equidad, solidaridad, pluralidad, autogestión...), pero bienvenidas sean estas alternativas claras al capitalismo. Sus promotores son los estadounidenses Michael Albert y Robin Hahnel, los cuales tienen escritos varios libros sobre el tema. Considerar que el anarquismo confía plenamente en la bondad natural de la gente es una simpleza, pero hay que insistir en los valores antiautoritarios, los cuales se enfrentan frontalmente con un sistema económico basado en la explotación del trabajo ajeno y en primar el beneficio a costa de la solidaridad, confiar en que es muy posible que la mayoría de la gente valora su libertad y un amplio margen de acción creativa, por lo que la cooperación será inevitable, y no desea al mismo tiempo ser mandada ni oprimida (y, con suerte, no pretenderán tampoco lo mismo para el prójimo en las circunstancias adecuadas). El anarquismo como movimiento social, por muy maltrecho que se encuentre (sus enemigos son demasiados y sus propuestas no admiten trámites perversos ni negociaciones facilonas), persiste y renace una y otra vez. Algo hay, quizá, en la naturaleza, o en la tendencia, del ser humano que le inclina a la más alta aspiración del ideal de libertad humana para todos (junto a otras cosas menos amables presentes en esa naturaleza, las cuales no hay que desdeñar, como la voluntad de poder). Es por eso que toda propuesta libertaria nítida, en el terreno también de lo material, es muy bienvenida como alternativa a un capitalismo con demasiadas armas, complejo, mutable y adaptable a demasiadas circunstacias (a pesar de lo cual, no nos queda ninguna duda, como toda creación humana, que algún día será historia). Los movimientos sociales, y máxime uno tan plural como el anarquismo, necesitan tiempo para adquirir consistencia, para evolucionar y dejar a un lado lo que no ha funcionado; parafraseando al bueno de Malatesta, lo nuestro no es ninguna creencia ciega (para eso ya están los enemigos de la vida), "es una sólida mezcla de una firme voluntad unida a una fuerte esperanza". Dentro de la esperanza, podemos incluir esa confianza en la perfectibilidad del ser humano o en potenciar sus mejores valores, eso que se menciona tan despectivamente como "optimismo antropológico" (que, ya digo, en ningún caso es una creencia ciega o confianza en una instancia superior), pero dentro de la "firme voluntad" tienen que caber todas las propuestas posibles que se concilien con los valores antiautoritarios (y un gran horizonte debería vislumbrarse con este concepto). La "economía participativa" aboga por un programa concreto, no confiar de manera "ciega" la construcción de la sociedad y la economía para una supuesta llegada de una revolución social que acabará con el Estado y en la que todo se decidirá me parece muy bien, revisar sin dogmas lo que debería ser una "remuneración justa", el concepto de riqueza, del valor del trabajo, de la propiedad, de la herencia... parecen cosas dignas de ser discutidas partiendo si se quiere de las visiones libertarias clásicas, pero teniendo la capacidad de crear y de debatir (porque esos son los valores libertarios). La "autogestión", no solo en lo económico y también en el resto de los planos de la vida, es lo deseable, la participación de las personas en la producción económica, con el derecho de hacer lo que deseen con sus propiedades y con sus vidas. Pero ello implica una serie de cuestiones y de propuestas, las cuales no son en absoluto sencillas; no está demás aclarar la confianza del anarquismo, y creo que aquí incluyo a todas las tendencias, en una autoridad técnica, en aquellos que más saben, de nuevo sin que ello empañe nuestros ojos y nos haga subordinarnos a una nueva autoridad coercitiva. La capacidad de colaboración, junto al reconocimiento de los que poseen la sabiduría y la experiencia (sin que ello suponga que tenga un voto con mayor valía en una democracia directa, lo cual nos introduce en cómo se tomarán las decisiones), es uno de las valores de la autogestión de los productores. "Instituciones", o si se quiere "asociaciones", es otra de las palabras delicadas dentro de la tradición anarquista, pero qué duda cabe que serán necesarias, de productores de todas las ramas y de consumidores. Muchas preguntas quiere hacerse la "economía participativa", con razón, acerca de la producción, el consumo y la distribución en una sociedad autogestionada. El concepto de "trabajo digno" es también esencial, cómo crear las condiciones laborales más adecuadas para todos sin la abismal diferencia que sufrimos en la sociedad actual, cómo se redistribuirán las diversas tareas, de qué manera se superará la división del trabajo que esclaviza a muchas personas; la manera en suma de destruir las jerarquías, buscar equidad en el mundo laboral y de que todos los miembros tengan la capacidad de desarrollarse y disfrutar asumiendo también tareas ingratas. Parece que esta "economía participativa" posee propuestas más que interesantes, analiza los males de una economía competitiva y ambiciosa, que trata a productores y consumidores como extraños e incluso enemigos, para realizar propuestas de asiganción de recursos que pueden muy bien ser conciliadoras con los valores libertarios. El llamado Mercado Libre, y sus efectos perniciosos, requiere alternativas para la distribución de bienes y servicios; para ello, se requerirá cierta forma de "planificación", pero según el modelo libertario de manera descentralizada y participativa, con la participación creativa y responsable de las asociaciones de productores y consumidores. ¿Es posible crear microcosmos en la sociedad estatal y capitalista actual que reproduzcan estos valores y estas complejas empresas propuestas? Yo creo que la tarea es enorme, pero si al menos no lniciamos la lucha una y otra vez (y sé que muchas personas lo llevan a cabo), siendo conscientes de que el movimiento libertario crecería paralelamente a la complejidad de la labor (en la que el Sistema no estaría, obviamente, inerte), tal vez no nos merezcamos más que suplicar por la sociedad que nos gustaría. Vislumbrar la meta final, la sociedad libertaria, no se opone en mi opinión (al contrario, se le pone un punto de partida para esa meta) con los diversos proyectos en la sociedad actual, que la reproduzcan y que nos vayan haciendo adquirir conciencia y creatividad.

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